¡Qué liado estaba hoy el Olimpo a primera hora de la mañana! Parecía una morada de dioses locos. La Zeusa tecleaba rabiosa desde el interior de su templo, el Husband (sí, ha vuelto) deambulaba por los pasillos dándo órdenes a sus subalternos a traves del móvil y chocando con la Svet y su apéndice aspirador. La doña Perfect hacía las maletas (sí, se va) y reclamaba mis servicios a cada momento y el Jacobín lloraba inconsolable sin motivo ni razón.
Intentando calmarle me he puesto a cantarle el «soy gitano» de Camarón pero cuando solo iba por «y vengo a tu casamiento» ha salido la Zeusa blandiendo el rayo.
¿Te quieres callar, Eva?, no me dejas concentrarme y hoy tengo menos tiempo.
Como si fuera yo la única que estaba contaminando acústicamente.
Huyendo de todo ello me he desplazado hasta los inframundos de la cocina donde puedo comer y cantar sin ser molestada, con el Jacobín enganchado a mi pierna y la rabieta redoblada, a nadie le gusta que le dejen a medias en sus divertimentos. Venga, le he consolado, que ahora vamos a bailar y ya verás como se te pasa la murria. Y me he puesto a enseñarle unos cuantos pasos flamenquiles con la esperanza de que desbanque al niño ese que circula por las redes.
Lo bien que nos lo estábamos pasando taconenando y dando palmas cuando han tenido que volver a interrumpirnos y reprendernos.
¿Se puede saber qué ordinarieces le estás enseñando al pobre Jacobo? Ven con la abuela, hijo, que se va y no sé cuándo volveremos a vernos. (Qué melodramática) Porque nos vamos, dice dirigiéndose a mí, ahora mismo nos lleva mi yerno al aeropuerto.
Muy mala suerte, solo una amiga y ahora adiós, se despide la Svetalana tan animada como siempre. Tú tranquila, Svet, que no creo que tardes mucho en volver y yo te cuido la aspiradora, no la pienso tocar hasta que regreses, te la vas a encontrar intacta y hasta incorrupta.
Y se han ido todos con mucho alboroto de maletas y teléfonos móviles a facturar a la sado-madre no sin antes advertirme que tengo mucho que limpiar porque ya no cuento con la ayuda de la otra Tati.
Ahora, además de la Sísifa soy tambiél el Hércules y sus doce trabajos, sobre todo el quinto, ese en el que tiene que limpiarse él solito el establo de Augias, un hombre muy guarro que lo tenía perdidito de estiercol. El Hércules se las apañó desviando dos ríos para que con sus torrentes le hicieran todo el trabajo. Ya me gustaría a mí poder hacer lo mismo con el Manzanares que aunque es un río bastante enclenque creo que bastaría para adecentar esta casa, que aquí no hay tanta porquería acumulada como en los míticos establos.
Me había puesto a imaginarme por dónde lo iba a desviar porque este barrio nos pilla un poco a trasmano del Manzanares cuando el Jacobín me ha sacado de mis mitológicos mundos con otro ataque de llanto. Es una de las cosas buenas que tienen los niños, te ponen en un momento de vuelta en la realidad.
Venga, majete, al tablao, no llores más. Oye, que al tercer taconeo ya había cambiado el llanto por la risa descontrolada. Lo bien que nos lo hemos pasado con el cante y el toque. Para mí que el Jacobín tiene mucho duende.