Mes: febrero 2014

Duende

¡Qué liado estaba hoy el Olimpo a primera hora de la mañana! Parecía una morada de dioses locos. La Zeusa tecleaba rabiosa desde el interior de su templo, el Husband (sí, ha vuelto) deambulaba por los pasillos dándo órdenes a sus subalternos a traves del móvil y chocando con la Svet y su apéndice aspirador. La doña Perfect hacía las maletas (sí, se va) y reclamaba mis servicios a cada momento y el Jacobín lloraba inconsolable sin motivo ni razón.

Intentando calmarle me he puesto a cantarle el «soy gitano» de Camarón pero cuando solo iba por «y vengo a tu casamiento» ha salido la Zeusa blandiendo el rayo.

¿Te quieres callar, Eva?, no me dejas concentrarme y hoy tengo menos tiempo.

Como si fuera yo la única que estaba contaminando acústicamente.

Huyendo de todo ello me he desplazado hasta los inframundos de la cocina donde puedo comer y cantar sin ser molestada, con el Jacobín enganchado a mi pierna y la rabieta redoblada, a nadie le gusta que le dejen a medias en sus divertimentos. Venga, le he consolado, que ahora vamos a bailar y ya verás como se te pasa la murria. Y me he puesto a enseñarle unos cuantos pasos flamenquiles con la esperanza de que desbanque al niño ese que circula por las redes.

Lo bien que nos lo estábamos pasando taconenando y dando palmas cuando han tenido que volver a interrumpirnos y reprendernos.

¿Se puede saber qué ordinarieces le estás enseñando al pobre Jacobo? Ven con la abuela, hijo, que se va y no sé cuándo volveremos a vernos. (Qué melodramática) Porque nos vamos, dice dirigiéndose a mí, ahora mismo nos lleva mi yerno al aeropuerto.

Muy mala suerte, solo una amiga y ahora adiós, se despide la Svetalana tan animada como siempre. Tú tranquila, Svet, que no creo que tardes mucho en volver y yo te cuido la aspiradora, no la pienso tocar hasta que regreses, te la vas a encontrar intacta y hasta incorrupta.

Y se han ido todos con mucho alboroto de maletas y teléfonos móviles a facturar a la sado-madre no sin antes advertirme que tengo mucho que limpiar porque ya no cuento con la ayuda de la otra Tati.

Ahora, además de la Sísifa soy tambiél el Hércules y sus doce trabajos, sobre todo el quinto, ese en el que tiene que limpiarse él solito el  establo de Augias, un hombre muy guarro que lo tenía perdidito de estiercol. El Hércules se las apañó desviando dos ríos para que con sus torrentes le hicieran todo el trabajo. Ya me gustaría a mí poder hacer lo mismo con el Manzanares que aunque es un río bastante enclenque creo que bastaría para adecentar esta casa, que aquí no hay tanta porquería acumulada como en los míticos establos.

Me había puesto a imaginarme por dónde lo iba a desviar porque este barrio nos pilla un poco a trasmano del Manzanares cuando el Jacobín me ha sacado de mis mitológicos mundos con otro ataque de llanto. Es una de las cosas buenas que tienen los niños, te ponen en un momento de vuelta en la realidad.

Venga, majete, al tablao, no llores más. Oye, que al tercer taconeo ya había cambiado el llanto por la risa descontrolada. Lo bien que nos lo hemos pasado con el cante y el toque. Para mí que el Jacobín tiene mucho duende.

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Consultorio bloguero

Dada la gran cantidad de navegantes que buscando solución a sus problemas, dudas y cuitas quedan varados en mi blog, he decidido montar un consultorio bloguero de lo más vintage. A mí todo lo que sea ayudar….Pues queda inaugurado con las siguientes preguntas:

-Mi empleada tiene lindos pies, ¿qué hago?

Querido amigo, lo primero que tengo que decirte es que eres muy afortunado pues las empleadas domésticas dotadas de lindos pies no son tan frecuentes como pudiera parecer. Pero paso a resolver tu problema que tiene fácil remedio. Súbele el sueldo, ella se lo merece por alegrarte las jornadas con la visión de sus bellas extremidades. También se me ocurre que le compres unas bonitas sandalias para que luzca debidamente las pezuñas que seguro que lleva unas chanclas birriosas y esto, estimado lo que seas, no es lo adecuado tratándose de lindos pies. Espero haberte sido de ayuda.

-¿ Qué le doy de leer a la empleada doméstica?

Apreciado empleador, ¿no habrás querido decir qué le doy de comer? Creo que no porque luego has insistido con la frase «lecturas para la empleada doméstica». Voy a felicitarte por tu sensibilidad, es muy loable que te preocupes por la formación de tu empleada porque, además, si tú no lo haces se ocupará ella misma con consecuencias imprevisibles para ambos. Mi consejo es que te inclines por lo que se ha hecho toda la vida con el servicio: darle las sobras. O lo que es lo mismo, que le des a leer lo que tú previamente hayas leído.De este modo tendrás una sombra lectora además de formativos temas de conversación para cuando no sepas qué decir.

-Cómo la lío en el pueblo para no aburrime

Querido absurdo, mi primer consejo es que te entregues de pleno al aburrimiento y que no trates de rehuirlo. Aburrirse es de lo más edificante y creativo aunque te suene extraño. El segundo es que no busques en google solución a dudas existenciales tan profundas, para eso están tus colegas que sabrán orientarte mejor. Y el tercero y último es que, si finalmente decides tratar de combatir el aburrimiento desoyendo mi primer consejo, recurras a lo clásico: agárrate un buen pedal. A continuación puedes romper farolas o darte un baño en la fuente. La lías, fijo. Un abrazo.

Palabras de amor

Vamos, vamos, Fernando, no opongas resistencia y vente conmigo ahora que el Toni duerme. Sí, ya sé que te gusta su compañía porque sois tal para cual, dos agonías. Lo siento, pero no te puedes quedar aquí, tengo que llevarte con la diosa de los escritos, con la Zeusa del eterno teclear, mi jefa laboral, esa misma. Es que le perteneces, son esclavitudes propias de los libros. Pero no pongas esa cara de angustia, hombre, si vas a estar muy bien aunque prepárate a ser diseccionado, interpretado y analizado porque va a hacer un trabajo sobre tí, que me lo ha dicho.

Los chinos, nos petan el planeta, masculla el Toni entre atormentados sueños orientales. Corre, al bolso, rápido que se despierta y nos la lía. Y luego al autobús y luego a tu estante correspondiente o mejor te pongo en otro sitio para que la Patricia no sospeche. Y salgo de casa con Pessoa a cuestas dejando al Toni con su pesadilla. Nube de humo negro, Pekín, se acerca, le oigo rebullir antes de cerrar la puerta.

Bueno, pues ya estamos en el autobús y te voy a leer un rato que, en realidad, casi no he tenido oportunidad de estar contigo. Abro el libro azarosamente y leo con asombro:

 ¿Cómo no adorarte, si solo tú eres adorable?, ¿cómo no amarte si solo tú eres digna de amor?, ¿quién sabe si al soñarte no te estoy creando, real en otra realidad; si no serás mía allí, en otro mundo puro, donde sin cuerpo táctil nos amemos, con otras formas de abrazos….»

Pero bueno, Fernando, esto no me lo esperaba de ti. Y sigo leyendo:

«realizadora de los absurdos, seguidora de frases sin nexo…» Ay, qué nervios, si me parece que se refiere a mí.

Levanto la mirada para comprobar si alguien me observa pero todos están enfrascados en sus móviles. Estamos solos, Fernando, sigue hablando. Y me dice él con la seguridad que da la palabra escrita: «tú no eres mujer,no tienes realidad, ni siquiera una realidad solo tuya. Sé siempre en la vida aquello que pueda ser el sueño de un solitario, cumple con tu deber de mera copa, cumple con tu oficio de ánfora inútil. Que tu genio sea el ser superflua, tu vida el arte de mirar, de ser la mirada. No seas nunca nada más».

Cierro el libro y me bajo en mi parada dando tumbos. Estas palabras tienen que ser solo para mí, no quiero que se las diga también a la Zeusa. Con mucho cuidado arranco la hoja donde están escritas, me la guardo en el bolsillo del abrigo y corro bajo el chaparrón.

El corazón me late muy fuerte cuando coloco a Fernando junto a un tal Joyce que, casualmente, también lleva sombrero, bigote y gafas redondas. Perdona por haberte mutilado, le digo bajito. Que seas feliz.

La Zeusa

Empujaba yo mi roca cuesta arriba con mucho suspiro y resoplido cuando mi diosa del cielo y el trueno, mi Zeusa, la Patricia, vamos, ha emergido de su templo bastante despeinada y con cara de pocos amigos.

Recordando cómo las gastan los dioses con los simples mortales, me he aferrado con fuerza al mango del plumero y he contenido el aliento. Raras veces se dirige a mí la diosa pero cuando lo hace no suele ser para entablar amistad.

¿No habrás visto un libro que tiene en la portada el retrato de un hombre con gafas, bigote y sombrero?

Ay, madre que esa pregunta me suena. Ya me la hizo cuando me llevé su libro auto editado en el que narraba depravaciones nocturnas y que tanto le gustó al Toni. De esa salí bien parada pero de esta no lo sé. Me lanza el rayo que tiene en los pies, lo veo venir.

Pues libros veo muchos,a todas horas además pero los veo, así, en general, sin concretar. Lo que es el genérico libro con sus tapas, sus páginas, sus letras y sus espacios en blanco, digo haciéndome la sumamente tonta.

Es que es raro, desconfía la Zeusa, soy muy cuidadosa con ellos y no recuerdo habérselo prestado a nadie.

Se habrá translibrado, le digo para romper el hielo.

¿Cómo dices?, pregunta ella demostrando muy poco sentido del humor. Qué serios son los dioses.

Que digo que estará en la estantería escondido entre otros. Dices que tiene la foto de un hombre con sombrero, bigote y cigarro.

Yo no he dicho cigarro, he dicho gafas.

Que me delato, tonta de mí. Pero la Zeusa no sospecha, no porque se fíe plenamente de mi persona sino porque no me considera capaz de aventuras literarias.

Lo demás puede esperar, necesito ese libro para un trabajo que estoy haciendo, súbete a la escalera y búscalo. Se llama Libro del desasosiego. Y retrocede majestuosa hacia su templo.

Desasosiego el que me está entrando a mí de imaginarme al Toni acodado en su barra y exponiendo a Pessoa a manchas de grasa y salpicaduras de café.

Ni rechisto, qué remedio, me encaramo a al escalera consciente de la inutilidad de mi labor, por algo soy la Sísifa, y finjo que busco. El poeta es un fingidor y la empleada doméstica también.

De paso aprovecho y miro los futuros títulos con los que voy a alimentar mis hambres de saber. Pero no os los desvelo todavía por lo de mantener la emoción.

La Sísifa

Lunes: vacío el friegaplatos y coloco la vajilla limpia en su lugar. Desde la pila los cacharros sucios se ríen de mi. Ahora voy a por vosotros, les digo,y voy y los guardo justo donde estaban antes sus compadres . Terminada esta tarea me encamino hacia las cuerdas de tender y descuelgo la ropa limpia, la apilo en un montón y la llevo hasta el cuarto de la plancha. Otro barullo de ropa sucia me espera dentro del cesto, lo meto en la lavadora, la pongo y mientras ella lava yo plancho y no he terminado todavía de quitar arrugas, que no me diréis que no es una tarea tonta, cuando la lavadora se para y tengo que tender la otra tanda. Quito el polvo pero sé que mañana estará otra vez ahí, barro las pelusas aún sabiendo que regresarán. Es lunes pero podría ser martes o jueves porque mis tareas son siempre las mismas. Hago y se deshace y lo vuelvo a hacer y se vuelve a deshacer.

Entonces me acuerdo del Sísifo y también del Abelardo. ¿De qué hablas hoy,maja?, estaréis pensando. El Abelardo era un profesor de ética y filosofía que tenía yo en el instituto del pueblo, nos reíamos mucho de él, pobre hombre, es que era bueno y también tímido. Malísima combinación para un profesor. Pero, Abelardo, no te preocupes, que mientras pegábamos en el techo bolas de papel chupadas con saliva y nos reíamos de tus pantalones sobaqueros, algo de lo que contabas de la mitología se nos iba quedando. Por lo menos a mí que para todo lo que sean relatos y narraciones siempre he sido muy memoriosa.

Pues resulta que al tal Sísifo por pasarse de listo y porque los dioses tenían muy mala leche, le castigó Zeus a arrastrar una piedra hasta lo alto de un monte. Una vez que la piedra llegaba a la cima resbalaba y volvía a caer y el Sísifo tenía que volver a empezar y así siempre y así siempre. Qué lástima. Si lo piensas es un castigo horrible pero digo yo que también tendría sus momentos de descanso, que no bajaría corriendo a por la piedra porque si antes había sido astuto, y lo había sido que por eso lo castigaron, lo seguiría siendo. Estoy segura de que se quedaba sus buenos ratos allí, solo en la cima, contemplando el panorama a sus anchas y tomándose su tiempo y que luego bajaría cantando todo feliz. ¿Que abajo estaba la piedra asquerosa? Pues eso sí pero quién no tiene piedras que empujar, todos somos un poco Sísifos, unos más que otros, eso también es verdad.

Yo, desde luego, me comparo bastante con él en lo que a trabajo se refiere. Mis piedras son estas tareas repetitivas que no se terminan nunca y que parece que alguien con mala idea viene por detrás a chafarme lo que ya tengo hecho. Pero yo también soy astuta y me tomo mis descansos para no desfallecer. Ahora mismo me voy a tomar uno que la Patricia está muy concentrada en sus escritos, el Jacobín visiona sus dibujos y la sado-madre (no la voy a llamar más así porque me entra mucha gente al blog buscando lo que no hay) entretenida con sus rezos.  Así que me siento en el sillón del Husband, contemplo el panorama que se ve desde la ventana y canto una canción de Camarón de la Isla que me gusta mucho a mí. La piedra está ahí, ya lo sé, pero que se espere un rato.

Díselo tú, Pessoa

Debido al ajetreo de estas actividades extra escolares que nos traemos casi había olvidado que tengo a un hombre de gran tamaño y pobladas cejas incrustado en el sofá. Esto hay que arreglarlo antes de que sea demasiado tarde, me propongo haciendo gala de una gran resolución matinal.

Toni, esto no puede continuar así, te van a echar del trabajo, te vas a trastornar. Regresa a la realidad y cumple con tus obligaciones.

Es que me duele la cabeza y el Universo, se excusa citando a Fernando.

Pues tómate un ibuprofeno y sal pitando para el bar, le digo chascando los dedos y emulando el tono amenazante y barriobajero típico de Esme. Pero, o bien no me ha salido o el Toni es inmune a ese tipo de entonaciones porque él ha seguido con su cantinela.

«No sé qué sentido tiene este viaje que fui forzado a realizar,entre una noche y otra,en compañía del Universo entero. Sé que puedo leer para distraerme. Considero la lectura como el modo más sencillo de entretener este viaje y cualquier otro y, de vez en cuando, levanto los ojos del libro donde estoy sintiendo verdaderamente, y veo, con ojos de extranjero, el paisaje que huye».

Aquí no huye ningún paisaje porque desde el sofá solo se ve la pared y está bien quieta y deja de hablarme con las palabras de Pessoa que me estás poniendo muy nerviosa.. Espabila, Toni. Libera ya a Fernando y libérate a ti mismo. Sal al mundo, guapo, que te estás volviendo loco.

Pero él, en su línea:» siempre podemos considerar este mundo como una ilusión o un fantasma, podremos considerar todo lo que nos sucede como un sueño. Y entonces nace en nosotros una indiferencia sutil y profunda hacia todos los desastres y desaires de la vida».

Empezaba a desesperar pero, de repente, se me ha ocurrido utilizar sus propios métodos para convencerle. Pues mira, Toni, tanto que te gusta lo que escribe Bernardo Soares pero que sepas que él nunca faltó al trabajo en su oficina de la calle de los Doradors porque valoraba y mucho su rutina cotidiana. Mira, mira lo que dice aquí. Y de un golpe maestro le arrebato el Libro del desasosiego.

«Encaro serenamente el encerrarme siempre la vida en esta rua dos Douradores, en esta oficina,en esta atmósfera de esta gente» Y aquí: » si tuviera el mundo en la mano, lo cambiaría, estoy seguro, por un billete a la rua dos Douradores. Y aquíí: » sabio es aquel que monotoniza  su existencia, pues así cada pequeño incidente tiene para él el privilegio de la maravilla»

Así que, venga, monotonízate,busca el abono transporte y vete a trabajar y a disculparte con el Manolo, tu patrón Vasques,. Ala, a servir cafés y pinchos de tortilla y si te cansas te aguantas que Bernardo también se cansaba de hacer anotaciones en los libros de cuentas.

Oye, que me ha hecho caso, nada como emplear su propio lenguaje. Eso sí, se ha llevado el libro consigo y le he oído que iba diciendo por las escaleras: «dos cosas me dio el destino: una barra de bar y el don de soñar».

Performamos

Después de pelearnos media mañana por quién hacía qué y cómo y de que la lacia melena del Umberto deviniera en fosca, hemos conseguido ponernos de acuerdo. La Esme se ha salido con la suya y se ha quedado con el libro, a mí me ha tocado la patata con su correspondiente cuchillo para pelarla y los niños a mis pies simbolizando la fertilidad. La Norma, en vez de mirar al cielo, ha decidido él que mire el móvil porque actualmente las doncellas, o lo que sean, no están pendientes de las nubes sino de los tuits. A la Pandora, para acallar sus protestas, le ha dejado la baraja para que haga solitarios.

Aclarados estos puntos nos ha conducido hasta el paseo central del parque y nos ha colocado bien atravesadas justo en su centro para que todos los corredores, caminadores,paseadores de perros,entretendores de niños,patinadores o despistados varios pudieran contemplarnos.

¿Y cuánto tiempo tenemos que estar así, haciendo el ridículo?, ha preguntado la Pandora con su habitual mala leche.

Lo que tarde Eva en pelar la patata pero tómate tu tiempo, me ha indicado mi director artístico. Y me lo he tomado porque a cada momento tenía que salir corriendo detrás del Jacobín que no sabe estarse quieto.

Qué de gente nos miraba. Muchos se reían por pura ignorancia de lo que es una performance, otros interactuaban con nosotras, lo que quiere decir que nos decían cosas, insultos en su mayoría.

No os preocupéis, está actuando la catarsis, nos ha explicado didácticamente el señor artista antes de que la Esme se levantara dispuesta a partirle la cara a alguno.

También ha habido los que, por hacerse los entendidos en arte contemporáneo, nos observaban con mucho detenimiento y se quedaban quietos, como reflexionando.

Les estamos removiendo los cimientos inetriores, nos ha susurrado Umberto para darnos ánimos porque performar, qué queréis que os diga, es bastante aburrido.

Oye, le he chistado a Esme que hacía como que leía pero que sin sus gafas de vista cansada es incapaz, ¿no te sientes como un personaje de las Meninas?

Me pido la infanta Margarita, o mejor Velázquez, ha saltado con ansiedad. Su afán protagonista no conoce límites.

La cuestión es que el grupo que nos miraba se agrandaba por momentos, no porque estuviéramos haciendo nada nuevo sino porque la gente es básicamente borrega y envidiosa y si ven que otros hacen algo ellos también quieren hacerlo, no vayan a quedarse al margen.

Umberto estaba exultante con el éxito de lo que él denomina  su happening pero no dejaba que nos hicieran fotos ni nos grabaran alegando que es partidario del arte que no deja huella, que se hace y se deshace, de lo efímero y pasajero en todas sus manifestaciones. ¡Qué grillao está el pobre muchacho!

Cuando hemos terminado nos han aplaudido, algunos en serio y otros de cachondeo pero eso es natural, nunca se gusta a todo el mundo.

Bueno, dice la Esme, pues ahora páganos. Yo tengo que cobrar un poco más que estas porque soy la jefa. Pero Umberto ha dicho que este no era un trabajo remunerado, que no seamos mercantilistas, que nos quedemos con la experiencia de haber participado en un acontecimiento removedor de conciencias, que nos conformemos con haber suscitado asombro y provocación.

Será agarrao el artista este, que ni un triste canapé, ha mascullado la Pandora cojeando hasta su mesa de adivinar.

Por aquí no vuelvas, le ha amenazado la Esme levantando el Tao te ching con ademán de írselo a tirar a la cabeza.

No te preocupes, Umberto, majo, que a la Norma y a mí sí nos ha gustado esto del arte viviente, ¿verdad, Norma?

Muy lindo, sí, muy lindo, ha asentido ella sin dejar de mirar las fotos de su niña en la pantalla del móvil.

Libro o patata

Se llama Umberto. Es artista. Quiere que seamos parte de su obra. Dice que el siglo XXI es performático. Otro que tal.

Que nos ha estado observando (eso ya) y que le hemos parecido altamente interesantes como materia prima. A mí eso me sonaba a algo de comer pero resulta que no, es más bien de ver.

Que si queremos participar en una experiencia conceptual y visceral. Que si nos gustaría ser arte en vivo. Y ahí ya se ha ido animando el hombre. Que nos ve claramente como una alegoría del paso del tiempo, de la fugacidad de la vida, de la transformación de los cuerpos. (Lo de siempre, vamos, la obsesión de todos los artistas). Que representamos, cada una de nosotras, una etapa vital de la mujer, que  nos visualiza como arquetipos. Y se pone a señalarnos con sus anillados dedos y a menear la melena,que la tiene muy bonita y muy brillante, -eso hay que reconocérselo- cada vez más emocionado con su propio discurso.

Tú, dice apuntando a la Norma, eres la doncella. Qué lindo, responde ella como era de prever. Tú, me señala a mí, la mujer fértil que da la vida. Que sepas, le aclaro, que no estoy embarazada aunque lo pueda parecer. Eso es lo de menos, esto es arte, no realidad, zanja él. Y sigue con el reparto de papeles. Tú, la del quiosco, eres la mujer madura. No te creas que tanto, miente la Esme. Y tú, la señora de las toses, la anciana sabia. Ya empezamos a molestar, refunfuña la Pandora. ¿No puedo ser la joven ignorante? Total, como dices que esto no es realidad pues por cambiar un poco de papel.

Que no tenemos que hacer nada especial, simplemente sentarnos en unas sillas o en la misma hierba y realizar alguna actividad sencilla. Por ejemplo, la madura puede leer un libro, la anciana tejer una bufanda, la doncella que mire al cielo soñadora y la fértil que pele una patata.

Oye, Umberto, protesto sintiéndome como si me hubiera retrotraído a la función de Navidad del colegio donde nadie quería ser mula o buey, yo prefiero lo del libro que me va más. De eso nada, guapa, el libro es mío,te ha tocado la patata y te fastidias si no tienes glamour, se defiende la Esme.

La patata representa la actividad nutricia propia de ese etapa vital, dice el muy pirado intentando convencerme.

Desde ahora aviso que yo en la  hierba no me siento que tengo reuma y además luego no me puedo levantar. Y lo de tejer, tampoco, primero porque no sé y segundo porque me duelen las cervicales.

Que no nos quedemos en los meros detalles, que lo importante es que nos mostremos tal cual somos para que la gente que pase se pueda identificar y que puedan interactuar con la obra a la vez que reflexionan.

Pero yo mejor el libro, insisto.

A mí no me ponéis a pelar patatas, eso que quede claro, que bastantes patatas he pelado ya a lo largo de mi vida, advierte la Esme mirándome con odio.

Pero no durará mucho rato esto de hacer de cuadro, ¿verdad, hijo? es que si estoy mucho tiempo en la misma posición me anquiloso toda, señala la Pandora.

Y así hemos seguido debatiendo y peleando entre nosotras y acallando la voz de Umberto que intentaba, sin éxito, explicarnos algo. La única que ha adoptado su pose desde el primer momento y sin rechistar ha sido la Norma pero eso no tiene mérito porque ella es así siempre. No sé por qué me ha parecido que nuestro nuevo amigo el artista se estaba arrepintiendo un poco de habernos elegido de materia prima, hasta la melena le estaba perdiendo lustre.

Te aguantas, majo, y ahora ya no puedes recular que, en el fondo, lo de ser arte en vivo nos ha hecho ilusión.

Huy, qué bien, que vamos a ser performánticas.

La metamorfosis

No voy a hablar del muchacho ese que se convirtió en escarabajo y su familia lo trataba muy malamente, por lo menos hoy. Otro tema me preocupa y es la falta de sentido a mi alrededor. Tampoco es que esto sea nuevo pero hay días…

Al aterrizar en el parque veo a la Norma enseñándole a la Pandora las fotos de su hija que guarda en el móvil. ¡Qué guapa la Marilin! ataviada de Hello Kitty de los pies a la cabeza. ¿Y la Esme, dónde anda?, pregunto extrañada por su ausencia.

Está dentro del quiosco, me aclara la Pandora.

Pues qué bien, vamos a aprovechar para relajarnos y me dispongo a sacar del bolso el Tao te ching porque Pessoa sigue bajo arresto domiciliario. Pero justo cuando comenzaba a leer oigo una voz que dice: «ve a tu cueva, introdúcete en tu aposento, entra en tu capullo y cierra la puerta».

¿Qué ha sido eso?, me sobresalto.

Es Esmeralda desde dentro del quiosco, lleva así toda la mañana, me advierte Norma sorbiendo mate con resignación.

«Mis sentidos se agudizan, estoy abierta a la iluminación y a la inspiración, sola, libre de responsabilidades», sigue recitando la voz.

Esta se ha metido en alguna página web de auto-ayuda y le ha sentado mal, que la conozco y es un vicio muy tonto que tiene. Voy a ver.

Me levanto, me asomo a la ventana del quiosco y veo a la Esme en camiseta de tirantes leyendo esto de un sitio de internet: «ninguna célula permanecerá sin ser tocada, experimentarás un cambio físico hasta los huesos, prepárate para un nuevo nacimiento, energías muy fuertes se renuevan dentro de ti».

Esme -interrumpo-, ¿no crees que estás llevando demasiado lejos los ritos brujeriles?

Calla, insulsa, que me viene una oleada de poder, me responde abanicándose. Tengo que aprovechar esta onda energética. Soy prana, chi, kundalini, fuerza de vida, pregona bañada en sudor.

Pero, ¿qué le pasa?, no entiendo nada, mascullo volviendo a mi mesa.

De la garganta de la Pandora brotan risas y toses entremezcladas. La Kundalini, dice, esta mujer está más chiflada de lo que me pensaba. Ay!, que si me río mucho me da el lumbago.

«No esperes lo predecible, no te alarmes cuando te descubras de maneras totalmente distintas, tu sangre sabia y tus hormonas sabias cambian de rumbo»

-¿Llamamos a un médico?, propongo a mis colegas.

-No hace falta, hija, tú siéntate tranquila, si esto es de lo más natural, no hay que mitificarlo, es que está con la menopausia.

-Pero dice que se transforma

-Sí, en vieja. Ahora que si ella quiere creer que es la diosa Kundalini no seré yo quién le quite la ilusión.

Qué pragmatismo destila la Pandora, no sé si me gusta tanta realidad.

¡Qué linda!, exclama dulcemente la Norma sin que se sepa a qué se refiere exactamente.

Y a todo esto, el hombre misterioso sigue apostado en su banco observándonos con más intensidad que ayer, si cabe.

-Ey, Pandora, el hombre que nos mira nos está mirando.

-Claro, porque ni no nos estuviera mirando sería el hombre que no nos mira

-Nde várvaro!, suelta la Norma para acabarlo de fastidiar.

Empiezo a añorar mis aburridos días de cuidadora prototípica en la zona de columpios cuando mi mayor problema era que el Jacobín no atizara a otro niño con la pala.

Vejeces, achaques y un hombre misterioso

Tantos días sin emprendimientos a causa del clima adverso que ya ni me acordaba de que tenemos un negocio bastante boyante. Pero qué cansancio anticipado se ha apoderado de mí cuando, al llegar al parque, he visto las mesas de adivinar todas dispuestas. Creo que lo de ser bruja o maga no termina de ser lo mío. Como ya confesé desde un principio nunca he tenido vocación definida por nada.

Pero algo me ha extrañado: había tres mesas en vez de dos. Una es la de la Norma, la que está en primera línea de árboles, la segunda, un poco más agazapada,es la que ocupo yo y la Esme no tiene porque ella se dedica a elaborar la estrategia de negocio desde el quiosco. Vamos, que como es la jefa hace lo que le da la gana. Entonces, ¿a quién correspondía esa tercera mesa justo detrás de la mía?

Mis dudas se han disipado enseguida y la vuestras también se van a disipar cuando os diga que he visto emerger de entre la maleza a una mujer tosiente y renqueante que, sin dudarlo, se ha aposentado en la tercera mesa y se ha puesto a barajar arcanos con gran pericia pese a sus artítricos dedos.

Pero bueno, Esmeralda, ¿qué hace aquí la Pandora, no era nuestra enemiga más acérrima? Pase que se venga a circular por hacer bulto pero que se acople de socia no lo veo yo y eso que soy de natural integrador.

Déjala que se apunte al carro de las vencedoras, le hemos comido todo el terreno y se ha quedado sin clientela. Ahí detrás no molesta y he pensado que se puede especializar en el sector de la tercera edad, esas mujeres que vienen preguntando por los futuros de sus hijos porque del suyo propio con ir tirando se conforman. Se sentirán muy cómodas con ella y siempre pueden intercambiar achaques para entretenerse.

No sé, a mí tenerla justo en el cogote me inquieta un poco, mira que si me echa una maldición o algo.

-Anda, anda, no seas aprensiva, tú dale conversación que está aquejada de una profunda soledad.

Pues eso he hecho, qué remedio. ¿Y qué tal estás, Pandora?, le he preguntado con la esperanza de que no me lo contara.

-De pena, hija, de pena. Me duele desde el dedo gordo del pie hasta el último pelo de la cabeza.

-Pues qué panorama, le  he contestado sin saber qué decir ante tamaño desastre.

-No lo sabes tú bien, la vejez es un asco, te lo digo para que estés advertida aunque cuando te llegue ya se te habrá olvidado. Que da serenidad, dicen. Y una mierda!, lo que da es dolores y arrastrares de cuerpos, lo que da es angustia porque la vida se acaba y a lo mejor no se ha aprovechado bien, lo que da es rabia porque el mundo parece que te empuja a la cuneta con sus prisas y sus novedades y se pone una mala leche que no te quiero contar.

Pues para no quererme contar…¡Qué mañana me ha dado narrándome con detallismo y puntillismo sus múltiples penurias y fallos orgánicos. Me estaban entrando hasta mareos.

Y a todo esto, un hombre muy raro nos miraba desde el banco de enfrente.

-Esme, ¿has visto a ese?

-Sí, le he visto. Nos mira

-¿Quién será?

-Ni idea, cualquier loco, hay tantos…

-Pues no mira solo a la Norma, que eso no me extrañaría, nos mira a todas y toma apuntes. ¿Qué clase de perversión será la suya?

-Y yo qué sé, no le hagas caso que ya se cansará

Pero no se ha cansado y ahí le hemos tenido toda la mañana mirándonos desde ángulos diferentes como si fuéramos un cuadro y tomando notas.

Y cavilando sobre la identidad del hombre misterioso y pesado he regresado a mi hogar a reencontrarme con el Toni que sigue de baja afectado de pesoíticos desasosiegos.