Día: 12 de febrero de 2014

Secuestrado

Pues sí que estamos buenos: Fernando/Bernardo ha sido secuestrado. Resulta que ayer por la tarde, después de terminar las faenas domésticas en casa ajena y en la mía propia de alquiler, me siento en el sofá, ¡al fin!, siguiendo las indicaciones de todas las células de mi cuerpo. Yo soy muy partidaria del acatamiento celular. Pues me siento y me dispongo a leer el Libro del desasosiego.

Pico aleatoriamente en un párrafo y mira qué buena suerte porque así he podido saber que el autor también tenía momentos de felicidad. Me puse tan contenta que lo anoté en mi cuaderno de los apuntamientos. Ese párrafo decía más o menos así: «después de que las últimas lluvias se fueran hacia el sur, regresó la alegría del sol claro y apareció mucha ropa blanca dando saltos colgada de las cuerdas de las ventanas de edificios de todos los colores. También yo me puse muy contento por existir». Qué bien, le gustaban las coladas como a unas amigas mías.

El hombre sale a la calle, pasa por delante de un puesto de plátanos y se pone más contento todavía, qué buen conformar tiene, si él mismo lo dice: «me contento con muy poco, el haber parado de llover, el tener un buen sol, los plátanos más amarillos, la gente que los vende, el Tajo al fondo, todo este rincón doméstico del sistema del Universo».

Pues claro que sí, si se lo digo yo siempre al Toni, que hay que ser feliz con lo que se tiene pero él se empeña en vivir desgraciadamente. Justo estaba con esta reflexión cuando oigo la llave girar seguida de los hipopotámicos pasos de mi amado.

-¿Qué haces ahí tan repanchingada? Qué vidorra te pegas, guapa, me dice todo amable él.

-Que sepas que llevo un día muy trabajoso y que me acabo de sentar.

Ya, pronuncia con incredulidad. Pues yo también me voy a sentar y deja caer todo su cuerpo sobre el sofá con muy poca delicadeza.

Yo no llamaría a eso sentarse, apunto agudamente.

¿Y ese libro?, pregunta observando receloso al señor del sombrero, las gafas redondas, el bigote y el cigarro.

A ver…libro del desasosiego. Me gusta el título, trae acá.

Y me lo arrebata con uno de sus certeros zarpazos.

Me lo quedo que me apetece leerlo.

Devuélmelo, Toni que, además, no es mío.

De eso nada, está secuestrado, si lo quieres recuperar tienes que pagar un rescate.

Y me mira como insinuándose.

Pues lo siento, Fernando, pero estaba muy cansada. Te quedas en las garras del Toni. Intuyo que vais a congeniar. O no.

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