Hay que innovar, insta la Esme de buena mañana. No nos podemos quedar siempre en lo mismo, nos estamos acomodando como si fuéramos funcionarias. Hay que crear. He traído unos nuevos materiales para enriquecer los rituales.
Ah, laurel, observa agudamente la Pandora, lo que le echo yo a las lentejas, quedan buenas y con un diente de ajo todavía más.
Parece mentira que seas bruja de larga duración, Pandora. El laurel no es para cocinar, es para quemarlo como rito de felicidad. Os voy a dar a cada una unas cuantas hojas y estos mecheros y boba que venga, laurel que le quemáis en la narices augurando buena suerte.
Y se pone a repartirnos los laureles y los mecheros ignorando nuestras pegas -que si queda muy cutre hacer el ritual con un mechero del Mercadona, que si podemos provocar un incendio, que si no tenemos bastante con lo de siempre, que si somos trabajadoras precarias y explotadas.
Ah, y otra cosita, nada de dar fechas ni de arriesgar en los vaticinios que os he estado escuchando estos días de atrás desde el quiosco y estáis concretando mucho. Os tengo dicho que la videncia siempre en dosis pequeñas y ambiguas. Pistas pocas que nos metemos en un lío. Parafernalia la que queráis y más.
¿Y con esas piedras que nos estás dando qué tenemos que hacer?
Ni se te ocurra llamarlas piedras, llámalas runas que queda mucho más mágico y más celta. Y se pone a agitarlas dentro de las manos como si fueran dados.
-Qué ruidito tan lindo, se extasía la Norma.
El chiflamiento del personal me sobrepasa, reniega la Pandora frotándose la dolorida espalda.
Bueno,palmea la Esme, pues empieza la función que ya vienen las dos primeras. Atentitas y mucho teatro.
Pero qué primeras ni qué segundas, si a estas las conozco yo de toda la vida de aquí del parque. Son la Helga y la Gertrudis, también apodadas como las locas de los pájaros.
Y vemos a avanzar hacia nosotras a dos mujeres de la edad de la Pandora, con sendos moños en la cima de sus cabezas a las que sigue todo el averío del parque, incluidos unos patos que han abandonado el estanque.
Mira, mira qué lindeza, aplaude entusiasta la Norma, si llevan gorriones subidos a los moños, les voy a hacer una foto para mandársela a la Marilin.
Ni se te ocurra, le advierte la Pandora, odian profundamente al ser humano, no sabes lo bordes que pueden llegar a ser. A mí porque me conocen de toda la vida que si no….
Y vemos cómo se acercan al quiosco y se ponen sacar de unos zurrones que llevan colgados en bandolera, trozos de pan, zanahorias peladas, hojas de lechuga y otras viandas aptas para aves. Acto seguido alimentan gozosamente a su séquito con amorosas palabras que no reproduzco por simple pudor.
Mira, Eva, me señala la Norma con la pajita del mate metida en la boca, pero si vienen también ardillas, tres gatos y hasta un pavo real, esto es lindíiiiiisimo.
Y es verdad que lo era, hasta los niños se han quedado quietos para mirar a toda esa fauna congregada en armonía en torno a las mujeres de los nido-moños.
No te digo…que las santas Franciscas de Asís estas me van a fastidiar la innovación empresarial. Quite de ahí, señora, que como me cague el quiosco uno de esos pajarracos me lo limpia usted como me llamo Esmeralda, amenaza nuestra implacable e insensible jefa con las manos llenas de laureles y de piedras. (Perdón, de runas).