Día: 16 de marzo de 2014

Historia de amor con claves de búsqueda

La vida del teletrabajador puede parecer envidiable pero es muy aburrida. Es  verdad que ahorra dinero en ropa y en desplazamientos y que no tiene que aguantar a compañeros molestos ni soportar la presencia física del jefe pero nunca cambia de escenario y está solo.

El teletrabajador de esta historia (T. para abreviar) ha contratado para poder teletrabajar sin interrupciones a una empleada doméstica (E.).

Cuando E. llega por las mañanas a casa de T., lo primero que hace es cambiar  las botas de la calle por unas chancletas que dejan al descubierto sus pies. T. piensa, qué lindos pies, y como ya está harto del informe que tiene entre manos, se mete en internet y escribe por pasar el rato en la barra de google : «mi empleada tiene lindos pies«. Google lo conduce hasta un extraño blog que no le interesa lo más mínimo. Sale de allí y sigue teletrabajando o intentándolo. Clas, clas, clas, chancletea E. y ese sonido tan evocador no le deja concentrarse.

Pasa el tiempo, cómo no, el tiempo tiene la manía de pasar. A un informe sucede otro y a un día otro y las chancletas clas, clas, clas, le tientan cada vez más. A E. no le tienta nada, tiene demasiados problemas. No es del país del teletrabajador, duerme en una habitación dentro de un piso compartido con otros inmigrantes,  hay muchas peleas debidas a la falta de espacio, para todo hay que hacer turnos, para la lavadora también.

Piensa, ¿y si lavo mi ropa en casa del patrón?, pero no se decide. Una tarde que va a un locutorio para hablar con su familia aprovecha para plantearle la duda al gran oráculo de nuestros tiempos y pregunta ya sabéis a quién: «¿y si lavo la ropa en casa del patrón?».

Google, que no tiene respuestas para todo aunque muchos crean que sí, la deriva hacia el mismo blog extraño. A E. le hace gracia porque lo escribe una empleada doméstica como ella pero es un poco rara, cuenta muchas tonterías y tras curiosear un rato, se va.

Al día siguiente y aunque Google no le ha indicado que lo haga, E. se atreve a tomar su propia decisión y lava su ropa en casa del patrón. Luego la tiende.

T. levanta la vista de la pantalla del ordenador, mira por la ventana y se topa con las prendas de la empleada agitándose provocadoras en las cuerdas. No se enfada ni le pide explicaciones a E. Abre la ventana, agarra lo más cercano, que son unas medias, y las huele.

Tal vez porque está arrepentido y quiere saber si lo que acaba de hacer es normal o porque espera encontrar un foro de olisqueadores de medias al que sumarse,  regresa al sobado google y escribe a ver qué pasa: «me gusta oler las medias de mi empleada«. Mala suerte, vuelve a caer en el blog de la pesada  esa que seguro que no se parece en nada a su adorada de lindos pies y aromáticas medias. Cabreado, regresa al informe y clas, clas, clas, parece que se burlan las chancletas.

El tiempo a lo suyo,siempre a lo suyo, sigue pasando pero como esta historia de amor confeccionada con las claves de búsqueda, me está quedando muy larga, se detiene aquí y mañana os cuento lo que ocurrió después.

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