Como buenas alumnas que somos esperábamos sentadas en el banco sin hablar ni distraernos, con los cuadernos preparados y los bolis sin morder, a que apareciera tras la ventana del quiosco la suma docente, Esmeralda. Y apareció pero no para darnos el seminario en chamanismo segunda parte sino para comunicarnos su nuevo plan, proyecto, emprendimiento, aventura o locura, eso depende de cómo cada uno quiera llamarlo.
El seminario puede esperar, así que cerrad los cuadernos por la página…ah no, que eso es abrir. Da igual, lo que os quiero comunicar es que tengo una tarea de la máxima urgencia, dice castigándose el pecho con feroces abanicazos.
Miedito me da, masculla la Pandora barajando sus cartas. Ya no puede dejar de entremezclar arcanos aunque el barajamiento haya perdido sentido y finalidad, es como un tic nervioso.
Espero que sea algo lindo, expresa esperanzada la Norma elevando al cielo sus bellos ojos de princesa guaraní.
Lindo no sé, a mí la estética no me interesa ni la ética tampoco si nos paramos a pensar, pero si tenemos suerte y nos damos prisa, esto nos lanza a la fama además de reportarnos suculentos beneficios.
Suéltalo ya, Esmeralda, no te hagas la misteriosa, le pide la Pandora.
Lo suelto: vamos a buscar a Cervantes.
Ah, Cervantes, ese hombre tan lindo que escribió esa historia lindísima de un señor que se volvió loco de mucho leer novelas. Pero está muerto, creo, duda la Norma dándose al mate con gran entrega.
Claro que está muerto y desde hace cuatro siglos pero lo que tenemos que encontrar son sus huesos, los que queden, y hay que actuar con rapidez que un grupo de científicos anda en la misma tarea y con georradares incluidos. Nosotras no contamos con dispositivos especiales pero sí con la ventaja de conocer muy bien el terreno porque la búsqueda es entre las calles Huertas y Lope de Vega, pleno barrio de las Letras. Es una zona que me he pateado mucho en mi juventud, la de veces que he salido de cañas por ahí, la de pedos que me he agarrao por esos barrios, qué recuerdos. Pero, en fin, nada de melancolías etílicas y a lo que vamos, teniendo como tenemos las coordenadas, lo único que nos falta es hurgar en los recovecos, cavidades, hendiduras y oquedades y tienen que salir los huesos de Cervantes por algún sitio.
¿Y para qué quieren los huesos de Cervantes?, me planteo yo, ignorante de esa búsqueda.
Hija, Eva, haces cada pregunta…porque es uno de los más grandes literatos españoles de todos los tiempos y conviene tener un lugar físico al que ir a adorarle. Se entierran los huesos como es debido, se les pone su placa encima que diga aquí yace don Miguel de Cervantes Saavedra, Príncipe de los Ingenios, y ya tienen las gentes un sitio al que peregrinar con flores y cara de circunstancias para rendirle homenaje.
¿Y no sería mejor homenaje leer lo que escribió?
Y dale con la lectura, qué fuerte te ha dado, que te vas a volver loca tú también, ¿cómo se van a poner las pobres personas de la era del twitter a leer el tochaco de El Quijote ? Eso es un absurdo, nadie tiene tiempo ni ganas. Sin embargo, pasarse un momentito por su tumba y hacerse un selfie allí mismo que deje a las claras lo mucho que te gusta Cervantes y lo unido que te sientes a él, eso ya sí lo puedes ejecutar en cualquier ratillo suelto que te sobre, explica la Esme muy convencida.
Bueno, sí, para qué quieren los huesos ellos ya lo sabemos pero nosotras, ¿para qué los queremos nosotras?
Para hacer un caldo, no te fastidia. Pues para venderlos luego al primer tonto que nos los quiera comprar y os aseguro que hay mucho papanatas dispuesto. Nos vamos a forrar a cuenta de los restos mortales. Hay que buscar una mano con artrosis derivada del solapamiento el carpo y metacarpo y los jirones de una mortaja del tupido sayón de la venerable orden tercera franciscana, detalla la Esme leyendólo de un papel donde lo tiene todo muy bien apuntado.
En marcha, Pandora, rumbo al convento de las Trinitarias y aledaños.
¿Yooo? ¿por qué yo precisamente ?, que soy coja, que tengo tos, artrosis generalizada, cansancio sumo, veo mal, oigo poco.
Deja de narrarme tus minusvalías que no me impresionas, eres aguda, lúcida y te conoces el terreno que sé que cuando te separaste te fuiste a vivir a una pensión en la calle León, ahora no lo niegues.
No lo niego, si he sido vecina de Góngora y de Lope de Vega, pues menuda…
Con estas no puedo contar que tienen niños a su cargo, continúa la Esme a su rollo sin prestar atención al ilustre vecindario de la Pandora. Por cierto, me voy a llevar los cubos y palas del Jacobín y la Casilda para las excavaciones y el dron también me lo llevo por la cosa de impresionar con nuestro aparataje a los científicos esos de los georradares.
Mira que nos va a pillar la policía merodeando y rompiendo paredes, que no tenemos licencia ni autorización y ya estamos fichadas, mira que con palas de plástico no se puede cavar, mira que esto es un disparate, Esmeralda. Pero la Esme, toda quijotesca ella, ya se ha puesto a caminar a gran velocidad impulsada por su propia demencia. Detrás, renquea la Pandora intentando vanamente disuadirla con razonables argumentos muy propios de Sancho Panza.
«Ajaposégui umi ndaikatúivanoje,e che tarovaha. Aipysyrota che tavora reko amano meve»,suelta del tirón la Norma como en trance. Que traducido del guaraní al español por ella misma viene a significar: por intentar lo imposible dicen que soy loca. Defenderé mi locura hasta la muerte.