Mes: mayo 2014

Jacobín ilustrado

El Jacobín va a ser un niño ilustrado, un niño del Renacimiento como quién dice, con todas esas materias tan variadas que le van a impartir en la guardería entremezcladas de virus, mocos y piojos muy instruídos también. Eso no lo niego, el muchachín va a aprender y se va a formar y se va a preparar para eso del mundo competitivo del mañana, pero lo que no me gustaría que se olvidara es que él ya llevaba un bagaje propio antes de ingresar en esa institución tan ilustre. No me quiero dar importancia pero yo, su cuidadora-institutriz, le he enseñado unas cuantas cosillas.

Que esas cosillas tengan interés o no, que le puedan servir en el futuro o no, que hagan de él alguien de éxito o de fracaso (yo personalmete considero mucho más instructivo el fracaso) no me atrevería a afirmarlo pero, lo que está claro, es que algo le he enseñado. Por ejemplo, ¿qué niño actual de nuestro tiempo contemporáneo sabe distinguir de un simple vistazo y sin equivocarse los arcanos del tarot? Pues el Jacobín sí y eso tiene su mérito que hay arcanos muy parecidos, como la emperatriz o la sacerdotisa, por ejemplo. Ya imagino que no va a enfocar su futuro profesional hacia la cartomancia pero puede haberle servido para mantener la atención y reforzar la concentración, áreas en las que presentaba graves carencias cuando yo le conocí.

¿Qué niño de todos esos trilingues de su futura guardería sabe decir unas cuantas expresiones en guaraní y entender unas cuantas más? Podría asegurar casi con toda certeza que solo él. Y estos conocimientos lo distinguen y destacan de entre la masa de niños uniformes y altamente globalizados, lo que no es poca ventaja.

Y luego están los, digamos, conocimientos morales. Cuando empecé a llevarlo al parque, el Jacobín era un  infante muy iracundo que daba rienda suelta a su testosterona emprendiéndola a palazos con sus congéneres, especialmente si éstos eran del sexo femenino. También le gustaba mucho arrojar tierra a los ojos sin motivo. Pues ambos comportamientos he conseguido erradicarlos, ahora solo amenaza con la pala pero no atiza, se hace respetar y temer, habilidad que le va a venir muy bien, pues el mundo de la infancia es un lugar muy hostil, pero sin ejercer la violencia.

Además, he promovido su afición a la lectura – ya no se come las páginas de los libros, solo las chupetea- leyéndole en voz alta con frecuencia y no sólo libros infantiles. Le he leído a Proust, a Pessoa y también a Joyce aunque con este último llora, (no le culpo).

Resumiendo y por no alargarme más que es viernes y empieza la estampida, que no quiero yo que la guardería esa se atribuya después todos los méritos educativos y formativos.  Algo de mi impronta lleva y lo que se aprende en los primeros años de infancia queda para siempre o eso dicen.

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Los mejores años

Los mejores años de la vida de doña Margarita están por venir. Eso asegura el folleto ese tan majo que le dejó ayer su sobrina sobre la mesa. Bueno, como doña Margarita ya tiene cien, puede que el ciento uno y el ciento dos y si me apuras el ciento tres sean, gracias al Jardín del Edén, que así se llama la residencia, los mejores años de su vida. Han tardado un poco llegar los mejores años pero peor sería que no llegaran nunca como les  ocurre a tantos seres vivientes y murientes.

Desde luego, los ancianos que salen retratados en los folletos están felicísimos: todos enseñan a la cámara dentaduras relucientes y unos cabellos blancos muy bien peinados, salen conversando entre ellos muy relajadamente, soltando la carcajada, abrazándose a sus cuidadoras que también lucen hermosas y con aspecto de beatitud. Una cosa extraña es que esos ancianos no parecen viejos de verdad sino jóvenes disfrazados de viejos. He pensado que puede tratarse de una de las consecuencias de habitar ese lugar tan idílico, que rejuveneces de inmediato.

Además, en ese sitio al que, no entiendo por qué, la doña Margarita no quiere ir, te ofrecen, que lo dicen bien claro en la primera página, «experiencias de vida». Doña Marga, ¿a qué cree que se referirán con experiencias de vida?, le pregunto para ver si consigo sacarla de su ensimismamiento que lleva toda la tarde inmóvil y sin hablar. No me contesta, creo que se ha dormido.

Sigo leyendo y me informo de que El Jardín del Edén es un lugar de encuentro, paseo y relax, que se halla ubicado en un entorno privilegiado y que recrea un ambiente familiar en unas instalaciones de lujo. O sea, como la casa que nunca has tenido. Se respira bienestar y no me extraña porque aseguran ellos que satisfacen todas las necesidades físicas, emocionales, sociales, culturales y espirituales de los residentes.  Si después de todo eso no respiras bienestar es que eres alguien muy retorcido y no tienes remedio.

Qué maravilla, si me están dando ganas de ser vieja para auto-internarme en un sitio así. Claro que para eso tendría que haber ahorrado mucho y al paso que voy me va a estar vetado el Jardín del Edén. Una vez que naces pobre es bastante difícil que evoluciones a rico aunque casos se han dado y nunca hay que perder la esperanza porque lo mejor está por venir, que lo dice aquí.

Eso en lo que se refiere al Jardín del Edén pero ya iba a empezar a leer los siguientes folletos, los de Retiro Dorado y Villa Felicidad cuando la mano que creía dormida de doña Margarita me los ha arrebatado y los ha hecho trizas con una energía impropia de una mujer de su edad. Luego, rabiosa, ha tirado al suelo los trozos rotos de folletos y les ha dado un pisotón con las zapatillas que simulan ser patos. Como vuelva la doña Repolluda, yo no quiero saber nada de folletos rotos y jardines del edén pisoteados.

Perdido y hallado

Menudo revuelo que me encontré ayer al llegar a casa de doña Margarita. Mi sillón estaba ocupado por una señora muy repolluda ataviada con una camisa blanca llena de volantes y lazadas que no hacía más que darle consejos regañones a la doña Marga. Jacinto el portero pululaba de un lado a otro, muy nervioso, y venga a asomarse a la ventana.  Si solo ha sido un segundo, lo que se tarda en mirar la portada del As, repetía monomaniaco. Y la doña Margarita, si ya habitualmente es de piel blanca, estaba tan pálida que se le transparentaban todas las venas.

Todo ello a causa del don Margarito que estaba en paradero desconocido. Al parecer se había bajado a pasar el rato con el portero, lo que él llama hacer unas gestiones de empresa, y se escapó a la calle aprovechando un descuido de Jacinto. Habían llamado a la policía y también a una sobrina, la señora repolluda.

Esto no puede continuar así, decía la mujer con gesto avinagrado, no me haces caso, tía Marga, pero tú no estás en condiciones de atender a mi primo Cecilio ( vaya, no se llama Margarito pero Cecilio es casi peor), no te gusta la idea de ir a una residencia pero allí estaríais muy bien atendidos y no te tendrías que preocupar de nada. Además, podrías prescindir del servicio doméstico que, por lo que estoy viendo, deja bastante que desear.

Creo que esto último iba por mí aunque no sé en qué se basa la repolluda para hacer semejante juicio de valor si no me conoce de nada.

¿Les preparo unas infusiones?, sugiero en plan doncella fina para que vea que sí sé responder en situaciones de emergencia. En la serie arriba y abajo cada vez que se llevan un disgusto se preparan un té, que lo he visto yo.

No gracias, dice ella muy seca, ya hemos tomado.

Van de tila hasta las cejas, me susurra el Jacinto propinándome un codazo conciliador. Si solo he mirado los titulares, na más que pa ver quién va a fichar al Diego Costa pero, vamos, lo que se dice un segundo, prosigue tirándose del pelo.

Ya serían tres o cuatro y cállese ya con las tonterías del fútbol que me está mareando. No sé qué pinta aquí este hombre, ¿no tiene nada que hacer en la portería? Ya nadie sabe estar en su sitio, masculla la sobrina.

La única que no hablaba era doña Marga,se aferraba con fuerza al bastón de cabeza de perro fiero intentando así contener el temblor que le recorría el cuerpo. Comprendo su sufrimiento, a mí un día se me despistó el Jacobín cinco minutos y fueron los cinco minutos más horrorosos de mi vida, la de tragedias que fui capaz de amontonar en tan breve espacio de tiempo.

Por suerte, el don Margarito apareció al cabo de una hora escoltado por dos agentes de la policía la mar de apuestos, dicho sea de paso. Venía con cara y pintas de haber sobrevivido a un naufragio. La sobrina alegó múltiples ocupaciones y salió pitando no sin antes dedicarme una mirada despectiva y de dejar sobre la mesa unos folletos (más folletos ) en el que salían retratados dos falsos viejos muy sonrientes. Acosté a la doña Marga en su cama porque estaba agotada y al Margarito le preparé un bocadillo de chorizo que se comió con mucha ansia.

Lo que ha sido mirar los titulares un segundo, me perseguía a todas partes el Jacinto,visto y no visto. ¿Quién crees que fichara al Diego Costa?

 

Niño de éxito

Pobre Jacobín mío, sus días de triscar y retozar por los céspedes, de mancharse las manos de tierra e incluso comérsela, sus días de cielo, nubes, árboles y barra libre de chuches están contados. Ciertas palabras pronunciadas por su madre a través del teléfono en lo que ella creía que era voz baja me han puesto en alerta.

He oído: habilidades sociales, motricidad fina, estimulación temprana, inteligencia emocional. He oído: trilinguismo, desarrollo de la autoestima, actividades lúdicas, adaptación a las normas, disciplina. He oído guardería, mes de septiembre. He oído y he comprendido, que tampoco hace falta ser muy perspicaz.

Nos separan, irremediablemente. Sabía que ocurriría, no íbamos a estar yendo eternamente al parque, los niños crecen, los no niños envejecen, las circunstancias cambian, todo muda y muta y se transforma, nada permanece. En fin, la vida misma. Pero no esperaba yo que fuera tan pronto, si el Jacobín no cumple los dos años hasta el mes de noviembre. ¿No le podían haber dejado a su libre albedrío y de paso al mío un año más? Qué prisas por hacer de él un niño de éxito.

Luego, mientras quitaba el polvo en el cuarto de la Patricia, o lo movía de su sitio porque el polvo en realidad nunca desaparece, es una comprobación que he he hecho in situ,  he visto un espantoso folleto sobre su  mesilla con el que he confirmado todas mis certezas. Algún depravado había escrito allí lo siguiente: enseñamos a los niños a pensar con patrones lógicos y a hacer frente a la realidad, asi estarán mejor preparado para afrontar los complejos desafíos del mañana. Formamos en el presente para que el niño, proyectivamente, tenga éxito en el futuro.

Tanta pena me ha dado todo lo que le tienen programado a tan tierno y asalvajado infante – inmersión en el inglés, nociones de alemán, rudimentos del chino, iniciación a nuevas tecnologías -tic-, espacio atelier ( ni idea de qué puede ser eso), que he decidido adelantar mi hora de parque. Hoy nos vamos antes, le he comunicado a su madre que tenemos mucho que fracasar.

¿Cómo dices?, me ha contestado confusa apartando la mirada de su pantalla llena de letras.

No, nada, que hoy nos vamos un poco antes que hace muy buen día y así le da el aire.

Pero, ¿has terminado ya con la casa?

Por supuesto, he mentido sin ningún remordimiento, consciente de que va a ser la casa la que termine conmigo porque si al chiquillo le espera la guardería a la vuelta del verano a su institutriz lo que le espera es -otra vez- la cola del paro.

Fracasemos, Jacobín, apuremos nuestro escaso tiempo, seamos libres y felices.

 

Dos de siete

Me he llevado el libro de la felicidad al parque para compartirlo con mis amigas y, de paso, intentar alejarlas de la perniciosa costumbre de coser. Ya de lejos, veo a la Pandora agitando en el aire su ecografía abdominal. A mi esta no me arredra, me he dicho, y me he puesto yo también a agitar el libro de los siete pasos hacia la felicidad para contraatacar.

¿Qué es eso que traes, no será una de las pesadeces que acostumbras a leer?, mira, mira qué bien se ve aquí el hígado inflamado.

Ya lo miro luego, Pandora, que esto que he traído es muy importante porque te dice la manera de ser feliz en solo siete pasos.

Pocos pasos me parecen a mí esos para tan magno objetivo, me responde haciendo gala de un gran escepticismo.

Mujer, es que están concentrados, es como el suavizante de la lavadora, le explico poniéndole un ejemplo muy propio de mi doméstica condición.

Eh, grita ella entonces, Esme, Norma, que Eva dice que tiene un libro para ser feliz que está muy bien, es leerlo y te transformas en un ser de luz y alegría y todo eso. Y solo son siete pasos, no hay que hacer demasiado esfuerzo lector.

Esme y Norma levantan la vista de sus labores, se frotan el cuello que lo tienen dolorido de tanto mirar para abajo y, nos observan omo si no nos reconocieran. Es más, creo que no nos reconocen hasta pasados unos momentos.

¿Qué dices de la felicidad?, reacciona la Esme al percibir como entre sueños la palabra mágica.

Siete pasos, le señalo la portada, siete pasos para alcanzar la felicidad, ¿los hacemos?

Huy, sí, qué lindísimos, se entusiasma la Norma dejando de lado a su quinta Hello Kitty.

No sé, hija, yo es que no lo termino de creer, mejor sigo cosiendo mi gato y no me hago ilusiones vanas.

Por probar, le incita la Pandora.Que luego no resulta pues vuelves a tu gato que nadie te lo va a quitar.

Bueno, venga, concede la Esme que desde que vive bajo el efecto de los ansiolíticos se ha vuelto muy flexible. A ver, Eva, suelta el primer paso.

Agredecer, tenéis que agradecer algo. Yo, por ejemplo, le he agradecido al Toni que me haya lanzado este libro tan mágico y con eso ya voy cumplida por el momento. Te toca, Esme.

Pues no se me ocurre nada, a ver, ¿puedo dar las gracias por el lexatín?

Como poder….yo creo que sí, que si tu quieres, aquí no concreta nada, solo dice dar las gracias.

Ah, pues si valen los ansiolíticos, valen también los analgésicos. Yo voy a dar las gracias por el paracetamol que es lo primero que me tomo cuando me levanto para irme entonando, me sienta fenomenal y no me hace daño al estómago ni nada, relata muy convencida la Pandora.

Te toca, Norma, le digo con la esperanza de que no de las gracias por el mate.

Yo agradezco haber encontrado amigas en España, dice mirándonos con amor y verdadera gratitud.

Que mal nos ha dejado, refunfuña la Pandora, ¿puedo cambiar de agradecimiento?

No, que vamos con el segundo paso, cuanto antes los hagamos antes seremos felices.

Segundo paso: apunta en un papel tus objetivos vitales y, una vez apuntados, hay que leerlos varias veces al día, cada vez que te sientas mal o desanimada.

Y nos hemos puesto a redactarlos con mucha aplicación pero como dice el libro que es mejor no contárselos a nadie porque a la gente le gusta mucho chafar objetivos vitales ajenos pues los vamos a mantener en secreto.

Paso tres, digo a continuación con mucho ímpetu, pero la Esme ya ha vuelto a su punto de cruz y  la Norma que, todo hay que decirlo, es muy maja pero mucha personalidad no tiene, se ha puesto a copiarla de inmediato retomando sus labores .

Oye, ¿qué hacéis?, que os voy a leer el paso tres que tenemos que ser felices.

Con un veinte por ciento de felicidad me conformo por hoy que tampoco hay que abusar, sentencia la Esme.

¿Te enseño el hígado de una vez?, me amenaza la Pandora con bastante impertinencia.

Y con un ojo puesto en la inflamación hepática y otro en el papelito con mis objetivos vitales he ido, mal que bien, sobrellevando la mañana.

Nido vacío

Cuando la tía Adela contempla su casa ahora tan ordenada y silenciosa respira satisfecha como si por fin le hubieran regalado algo que llevaba mucho tiempo mereciendo. Algunas veces incluso se pasea de cuarto en cuarto recorriendo esos espacios que ya son solo para ella y se pregunta cómo pudo vivir tantos años en medio de tanta gente y no enloquecer.

Ella no tiene el síndrome del nido vacío, pese a haber sido madre de siete hijos, tiene el síndrome del nido liberado que se caracteriza por una gran sensación de paz y bienestar aunque empañada por el ligero temor de que los hijos vuelvan. Ese temor es real, puede suceder. A su vecina Marta, la del tercero, le sucedió. La pobre ahora carga con un hijo cuarentón separado y  dos nietos karatekas que le han destrozado el parqué recién acuchillado. Por si fuera poco, el hijo fuma sin parar impregnándole las cortinas de olor a tabaco negro.

Si el teléfono suena a horas fuera de las habituales y es alguno de sus hijos, la tía Adela se sobresalta, ya se han separado, piensa, les han echado del trabajo, especula, y se pone a temblar imaginando que repueblan su pacífico pasillo, que las múltiples camas brotarán de nuevo de paredes o de debajo de otras camas, que habrá que esperar para pasar al baño y, cuando por fin se pueda, todo estará mojado y empañado, que sonará música atronadora y horrible a todas horas, que habrá que pelear por el mando de la tele y ….Por suerte nada de eso ha pasado todavía pero la imagen del cataclismo le  ha conmovido tanto que decide bajar al tercero y ofrecerle a Marta ayuda o conversación. A todos nos puede suceder, reflexiona mientras baja las escaleras llena de empatía e inquietud.

 

El regalo

Tan tranquila estoy sentada en mi sofá, bueno tan tranquila no que estaba leyendo el Ulises. Pues tan inquieta estoy sentada en mi sofa cuando entra el Toni y lanza por los aires un libro que aterriza justo a mis pies.

¿A qué juegas, Toni?, ¿es un nuevo, cariñoso y cultural saludo o qué pretendes?

Cultural, dice, como que todo lo que está escrito y publicado va a ser cultura, no seas pardilla, Eva. Esto que acabo de arrojar es basura de la peor especie, lo que no entiendo es cómo se ha atrevido a regalarme semejante bodrio el muy lerdo ese,  qué cara me habrá visto para creerse que voy a leerme algo así.

Ya voy teniendo pistas: alguien te ha hecho un regalo, lo cual siempre es de agredecer y no motivo de enfado, ese regalo ha sido ese libro que acabas de tirar al suelo con rabia y con el que casi me desgracias y sé que te lo has leído, por lo menos por encima, porque dices que es muy malo y eso solo lo puedes saber si lo has leído previamente. ¿Qué tal voy?, me gusta este juego de adivinar.

Cuando te haces la graciosa me pones muy nervioso

Y cuando no, también.

Este libro me lo ha regalado el majo, para que lo sepas, y yo no llamaría libro porque se pueden ofender los libros de verdad y con razón.

¿El majo?, pues que majo, ¿no?

Pues no, porque, ¿sabes como se titula este panfleto? Siete pasos hacia la felicidad

Es un título como otro cualquiera, no demasiado original pero tampoco creo que sea para que se te pongan los ojos inyectados en sangre ni se te inflame la vena del cuello que cualquier día te va a estallar.

Es  un título asqueroso porque presupone que la persona a la que se lo estás regalando no es feliz y presupone además que es corta de entendederas si se cree que la felicidad es algo que se puede conseguir en siete pasos, siete, ¿y por qué no cinco o doce o diez o veinte? y que además se puede lograr leyendo un libro que te dice cómo, te lo dice en siete pasos, a paso por capítulo y uno final de recopilación.

Pues yo que tú probaría alguno de los pasos, sólo para ver qué pasa, mira si resulta que te haces feliz de repente.

¿ Y quién te ha dicho a ti que yo no soy feliz?

Tú, de manera indirecta, que siempre estás gruñendo y quejándote.

Eso no es indicativo de nada, lo hago porque me gusta y me sienta bien y porque quiero hacerlo. A mí manera infeliz soy feliz también.

Huy, qué raro. Déjame el libro que me lo voy a leer yo, digo aliviada de poder sustituir el Ulises con lo que sea.

No te conviene, Eva, tú ya eres una feliz de manual y puedes caer en una sobredosis, lo mejor que podemos hacer es quemarlo.

Lo de quemar libros me suena un poco inquisidor por no decir algo peor

Y dale con llamarlo libro, parece un libro, tiene aspecto de libro, se comporta como un libro pero no lo es.

Mira, Toni, deja de decir idioteces, si tiene hojas con letras impresas en ellas y se lee es un libro y me lo voy a leer. Primer paso: agradece.

Toni, te agradezco que me hayas tirado este libro a la cabeza y te agradezco que tu puntería sea mala y el libro de tapa blanda,  ¿ves qué fácil? Noto cómo sube la felicidad, es una especie de cosquilleo. Y solo voy por el primer paso.

Pues no va y se enfada o a lo mejor está contento y esa es su manera de expresarlo. Feliz en su infelicidad, pues qué bien.

Anatomía patológica

Primera deserción costurera: la Pandora ha colgado el ganchillo. Qué alegría me ha dado cuando la he visto de nuevo con la baraja entre las manos pero lo que preveía como felicidad ha devenido en tortura, suele pasar.

¿Y las labores, Pandora?, digo tanteando el terreno porque no me fío del todo y hago bien.

La de tapetitos que han confeccionado estas manos artítricas -me responde colocándome los dedos torcidos tan cerca de mi cara que me anula la perspectiva y ni los veo- he hecho para todos los lugares posibles, tengo la casa tapeteada entera, incluso ya estaba planeando hacer fundas de ganchillo para las propias fundas de ganchillo pero las circunstancias se han interpuesto, qué jodías suelen ser las circunstancias!

Vamos, que te has cansado, si ya sabía yo que esto de las labores no podía durar mucho, tú has sido la primera en darte cuenta y luego le pasará lo mismo a la Esme y la Norma lo dejará también y volveremos a ser el grupo activo y emprendedor que fuimos. Qué bien.

Para el carro, Eva, que no ha sido por cansancio por lo que he abandonado, hubiera seguido, estoy enganchada, que viene de ganchillo, creo, pero me lo impide la salud, como tantas otras actividades. Me empezaron a doler mucho los ojos y las cervicales porque esto de las labores parece inocuo pero tiene sus riegos. Ya no tengo edad, hija, hay que asumirlo. Nos hemos quedado tú y yo solas porque esas dos siguen y siguen. Bueno, así nos hacemos compañía.

Vais a decir que soy mala pero la compañía de la Pandora, a palo seco, sin grupo que la diluya, es bastante dura de tragar. Claro que si lo que quieres es aprender del cuerpo humano y sus múltiples patologías entonces está bien. Después de un rato con la Pandora te puedes escribir un tratado de anatomía patológica o de oxidación masiva o de disfunciones asociadas al envejecimiento y te va a quedar bien, nadie te va a poder rebatir que lo que has escrito es mentira porque está probado, documentado y basado en hechos reales. Igual hasta te lo publican en la revista Science como hallazgo científico destacable porque se sale de lo normal que en un solo cuerpo se acumulen tantas y tan variadas dolencias y que, pese a ello, ese cuerpo siga vivo. A mí me tiran más las letras pero no me quiero cerrar a ningún campo del conocimiento que cultura es todo. Eso es lo que me he puesto a imaginar, que me iniciaba en el mundo de las ciencias médicas para consolarme del rato tan malo que me estaba dando.

Y que llevaba un orden, además, nada de ir narrando así a lo loco, tal cual le viniera a la mente. No, ella, metódica, ha empezado por arriba, por los ojos, ha descendido  luego hasta las cervicales y desde ahí ha ido bajando y bajando hasta tener todos los órganos y miembros perfectamente escaneados. Por si no me quedaba claro y supongo que con la intención de ejemplificar, me iba señalando y mostrando sin pudor ninguno -mangas arriba, escote abajo, falda que me izo, media que me bajo- las pruebas visuales de lo que iba relatando. He tenido el privilegio de contemplar in situ, y el Jacobín y la Casilda también que estaban muy interesados y querían, con la curiosidad propia de la infancia, tocar además de ver, todas sus cicatrices, heridas, sarpullidos, alteraciones  tisulares y cambios morfológicos. Los órganos internos no me los ha podido mostrar, lo cual ha lamentado mucho, pero sí que me ha sacado una radiografía que llevaba en el bolso para mostrarme la artrosis en la columna y me ha prometido-amenazado con traerme mañana una ecografía abdominal para que no me pierda su inflamación hepática.

Socorro, he querido gritar varias veces, acosada por todas las itis, bastentes osis y algún que otro oma pero no lo he hecho porque me hubiera dado lo mismo, nadie iba a venir en mi auxilio. Y por si fuera poco, he visto reírse de medio lado a la Esme mientras bordaba en plan zombie  su segundo gatito.

Y que luego diga el Toni que no puede soportar al majo….le daba yo una buena ración matinal de la Pandora, o  de la Pandorita, como diría el susodicho, para que sepa lo que es aguantar con paciencia a los compañeros.

El majo

El Toni tiene un compañero en el bar que es muy majo. Pues qué suerte, pensaréis como pensé yo, porque los compañeros retorcidos te pueden hacer la vida imposible. Pues no, el Toni preferiría tener al lado en sus ocho horas laborales a alguien no tan majo. Dice que tanta majez es insoportable y que le saca de sus casillas. Tampoco es muy difícil sacar al Toni de sus casillas, de hecho yo creo que nunca ha llegado a estar dentro de las casillas esas que, por otro lado, no sé lo que son. El Toni es ser de casillas para afuera, como quién dice.

Pero volviendo al majo, resulta que es un hombre de mediana edad, casado y con dos hijos en edad escolar, de aspecto físico normal, ni guapo ni feo, ni alto ni bajo, un señor medio con una vida media, de profesión camarero. Lo que le distingue de otros congéneres de su misma especie -léase el Toni- es que siempre está contento, no se enfada por nada y todo le parece bien. El Toni dice que no ve normal ese estado de ánimo tan positivo y lineal y que ese hombre tiene que tomarse alguna sustancia muy potente para mantener, día tras dia y sin alteración esos niveles de felicidad.

Al majo no le perturban los clientes pesados ni los bordes ni los malhumores del jefe ni que haga frío ni que haga calor ni que pierda su equipo de fútbol. El majo entra con la sonrisa puesta y sale con la misma sonrisa inalterada. Que eso no es natural, se pone el Toni, que ese hombre es un robot programado para la felicidad constante  y no un ser humano con los altibajos anímicos propios de su condición.

Pero bueno, Toni, le digo, ¿no tendrás envidia?, mira que es muy feo y muy rastrero el ser envidioso, deberías alegrarte de que exista alguien feliz y que ese alguien, además, esté cerca de ti, ¿o es que preferirías tener de compañero a otro gruñón como tú? La barra daría miedo y no entraría nadie al bar, tenlo en cuenta.

Que no es eso, que él envidia no tiene, que se alegra de que sea feliz y no le desea nada malo al majo pero que no quiere que se lo cuente porque le da dentera y que, además, la comunicación con él es imposible porque parece que habite otro mundo distinto.

Por ejemplo, me explica, si tú al majo le preguntas por sus hijos nunca te va a decir que están muy bien pero que dan mucho la plasta o que desobedecen o que han suspendido alguna;los hijos del majo son unos chavales majísimos que nunca sacan malas notas ni lo dejan todo tirado por los suelos, ni contestan, ni se enganchan a las máquinas y, por si fuera poco son los pichichis de la liga escolar. Si por la mujer, que también es majísima, que trabaja dentro y fuera sin descanso pero siempre está contenta y bien peinada, que los cuatro dan paseítos y comen heladitos, porque el majo utiliza mucho los diminutivos, nunca dice le pongo un pincho sino un pinchito o aquí están sus cañas sino las cañitas, y que qué felices son juntos, que la vida en pareja es maravillosa y le da un codazo cómplice al Toni como para corroborarlo. Además, el majo silba, a todas horas silba unas cancioncillas muy alegres y festivas y, encima, silba bien no es un silbador chapucero, es un silbador majo.

Y que por sin fuera poco ha visto su lema en el whatsapp y que si sé cuál es.

Pues no, cómo lo voy a saber, dímelo tú.

Viva el veranito, me dice mirándome con ojos desorbitados de ira.

Inapetencia

Hubo una época, cuando mi hermana y yo todavía vivíamos en el pueblo y con mis padres, en la que mi madre dejó de comer. Decía que no tenía hambre, que la comida le sentaba mal, que le sentaban mal las legumbres, mal el pescado, mal el arroz, mal la carne, mal los guisos, mal todo. La mujer seguía cocinando porque era su obligación alimentarnos a todos y lo que cocinaba estaba bueno pero ella no lo probaba. Si acaso se ponía una mínima porción en el plato, le daba vueltas con la cuchara o el tenedor, comía dos o tres bocados y luego lo guardaba para la cena, auto castigándose, aunque sospecho que se perdonaba porque yo nunca le vi cenar esas sobras. Creo casi con toda seguridad que lo tiraba a la basura, solo que como se había pasado la vida oyendo decir y diciendo que tirar la comida era un pecado, no se atrevía a hacerlo delante de nosotros.

No es que quisiera adelgazar ni que tuviera la enfermedad de la anorexia es que, según sus propias palabras, tenía manía a su propia comida. Se alimentaba furtivamente de pan tostado, galletas, frutos secos, frutas y de algún huevo revuelto, hecho así para no tenerse que molestar en elaborarlo más. Se quejaba de dolores de tripa, de molestias digestivas de todo tipo, de que hasta el agua le caía mal.

Fue a muchos médicos y le hicieron pruebas más o menos desagradables, los resultados eran normales pero ella insistía en que la comida le daba asco y si se alimentaba mínimamente era por pura supervivencia. Es que, me explicó un día, creo que no puedo comer porque tengo la cabeza llena de comida. Me despierto por la mañana y lo primero que pienso es, ¿qué pongo hoy? Y empieza el baile de los alimentos. Los filetes de pollo dan vueltas en corro alrededor de los garbanzos, los garbanzos saltan como niños en la plaza del pueblo, la pescadilla se pone a nadar en un plato de sopa enorme igual que un mar y del cielo caen albóndigas como un granizo muy gordo y feo. Así todo el día siguen danzando los alimentos cocinados de una u otra manera, combinándose entre ellos así o asá como si jugaran o me hicieran burla.Me marean.

La pobre, quería pensar en otras cosas pero no podía, todo estaba contaminado por los alimentos, todos sus pensamientos llevaban adheridos comidas y combinaciones de las mismas en el tiempo y en el espacio. Si no hubiera sido una mujer sencilla de pueblo, lo más probable es que la hubieran mandado al psiquiatra que le hubiera recetado unos antidepresivos para que pudiera seguir cocinando y comprando y nutriendo a la familia y a ella misma sin sentir nauseas. Pero, lógicamente, nadie le hizo caso porque si los médicos habían dicho que no tenía nada pues no tenía nada y que se dejara de manías.

Y se dejó, empezó a comer otra vez en porciones pequeñas lo mismo que todos pese a que la angustia de lo que ella llama el «qué pongo» nunca se le ha llegado a quitar. Seguramente los alimentos siguen bailando en su mente, continúan pegados como lapas a sus otros pensamientos, invadiendo el territorio, amenzando con hacerse los amos y sepultar a todo lo demás. Solo que ella se ha ido acostumbrando a esa situación, como el que tiene la mosca en el ojo o pitidos en los oídos. ¿Qué hace?, pues vivir con ello, aprender a domarlos de alguna manera. Será por eso que cuando ya ha decidido el menú se queda tranquila un rato y dice como disfrutando de una tregua: «lo de hoy ya lo tengo». Incluso a veces es capaz de poner cierta pasión en la cocina y de elaborar platos con interés como si de esa forma se impusiera ella como vencedora en esa batalla diaria. De todas maneras, no se fía,  sabe que mañana el cansino bailecito, la guerra del comer volverá a empezar.