Siempre me pasa lo mismo, no sé entonces de qué me asombro pero sigo asombrándome como si no me hubiera pasado nunca. Vuelvo con buenas intenciones, quiero no enfadarme, no deprimirme, empezar con buen pie pero no puedo. La fealdad está por todas partes, las calles sucias, negras, llenas de excrementos caninos, de basuras tiradas por cualquier parte. El olor a meados, el calor que cuece todo ello en una sopa pestilente con muchos tropezones, demasiados tropezones. Yo también doy tropezones, una y otra vez y siempre en los mismos sitios, como si no aprendiera, es que no aprendo, podría vivir mil años y seguiría haciendo las mismas cosas, cometiendo los mismos errores, incapaz de escapar de mí mismo.
Y la falta de horizontes, me ahogo en este piso desde el que no se ve el cielo, sin árboles, sin pájaros, sin la silueta de un monte que me cobije, con todo el ruido del vecindario volcado dentro, cubos y cubos me echan encima con todos sus detritus sonoros, las motos, los coches, los autobuses, las pandillas de borrachos que surcan la noche. No puedo dormir y mañana vuelve Eva. Debería ir a la compra, no puedo, debería ordenar la casa, no sé por dónde empezar, nos falta espacio y se nos amontonan los objetos, parece que se reproducen dentro de los cajones. Cosas y cosas, me agobian las cosas. Quisiera no tener cosas, no necesitarlas. Quisiera no necesitar nada.
Luego me acostumbro, cuando los días van pasando ya nada me parece tan feo ni tan insoportsble, me olvido de que hay otro sitio donde me gustaría vivir, me acostumbro, me olvido. Pero es que no quiero acostumbrarme ni olvidarme, es triste ser un hombre acostumbrado, apelmazado por la costumbre. ¿Y por qué está siempre esa mujer en la calle?, la señora fea del perro feo. Salga a la hora que salga y vaya donde vaya me la encuentro. Parece una burla del encargado de la escenografía. Pues me vuelvo a casa, no voy a la compra. Todo me parece a veces una burla, una broma de mal gusto, de muy mal gusto. Menos Eva. No sé cuánto tiempo podrá vivir con alguien como yo, tan distinto a ella. Puede que tenga la esperanza de cambiarme pero eso no ocurrirá, ni aunque viviera mil años, igual que tampoco me voy a volver alto y rubio.
Parece que el Toni anda algo bernhardiano…
Es lo que tienen las tardes de domingo.
Sí, así anda, y eso que no ha leído a Bernhard. Es que la vuelta a Madrid para algunos seres agrestes pero también delicados puede resultar muy dura.
Es difícil encontrar el equilibrio entre la no conformidad y el no acostumbrarse y el tratar de no perder la alegría mientras uno consigue una situación vital más conforme a la deseada… está bien escuchar al Toni.
Lo malo es que se corre el riesgo de no ser nunca feliz porque la situación vital deseada no siempre llega o cuando llega se tuerce otra cosa.
Sin ese equilibrio estamos abocados a la infelicidad, pobres sísifos. Pero igual que es muy fácil escribir acerca del equilibrio, de tratar de mejorar sin dejar de sentirnos afortunados por lo que somos y tenemos, etc, etc… el alcanzarlo es difícil. Los equilibrios son escurridizos e inestables 🙂
Te mando el testimonio de otro desesperado:
http://sorozs.blogspot.com.es/2013/08/x-el-renuncia-el-maniatico.html
No sé si tendrán puntos en común.
La historia que me dices tiene muchos capítulos y se llama El Renuncia.
Empieza en este:
http://sorozs.blogspot.com.es/2013/01/i-el-renuncia-vocacion-la-renuncia.html
Luego si le das a “entrada más reciente” puedes ver las que siguen.
Gracias por tu comentario en mi blog.
Mañana las leo, hoy ya llegué tarde.