Pues que no me encuentran la diosa y eso que se pasaron las mujeres toda la tarde buscándomela. A la Esme sí, ella lleva en su interior a la Afrodita y eso lo han sabido nada más verla y ella también lo sabe y todos lo saben, se la han activado como el que activa un móvil y ya puede ir por la vida con su diosa puesta. Pero yo…
A ver si va a resultar que no tengo, les digo a la Cloé y a la Anabella, no busquéis más que va a ser eso. Pero ellas se han puesto así como ofendidas, que todas las mujeres tienen, que es imposible que no tenga, que incluso puede ser que tenga más de una o más de dos, como un batiburrillo de diosas dentro de mí y que por eso no terminan de ver cuál es la predominante.
He tenido que hacer un test y todo, como si fuera un examen pero muy tonto respondiendo a preguntas del tipo, ¿qué te gusta hacer en tu tiempo libre? Nada, tumbarme a la bartola. ¿Qué tipo de libros lees? Los que lee la Patricia pero un poco más despacio y con mayor dificultad. ¿Qué estilo de ropa te gusta? La que me cabe y me puedo comprar con mi magro presupuesto. Más magro todavía desde que me lo gasto en que me hagan preguntas idiotas. Esto no se lo he dicho por no ofender.
Pues después de mirarse mucho entre ellas como si tuvieran delante un caso de enfermedad rara y de cuchichearse no se qué con bastante mala educación, me han hecho el siguiente diagnóstico: no me encuentran la diosa porque no tengo una personalidad definida, porque, según ellas, soy una persona sin objetivos vitales y que copio las personalidades de otros, que me dejo influenciar por figuras que yo considero de autoridad y que pueden ser tanto mi madre como mi pareja como mi jefa o como el carnicero. Que me tengo que centrar y definir y saber primero qué es lo que quiero. Y que cuando lo sepa, lo que quiero en la vida, que vuelva previo pago de matrícula que la anterior ya no me vale.
Con qué desazón he recorrido las calles en dirección a mi casa observando la agitación del mundo, ¿qué quiero, qué quiero, pero qué quiero de todo esto?, me he preguntado una y otra vez auto interrogándome hasta la tortura. Y nada, jaleo en mi interior, como si todas las diosas se estuvieran peleándo a ver cuál se queda conmigo. Qué mal rollo, majos. Y sigo sin saberlo. Igual es que soy tan sosa que no quiero nada, ¿será eso posible?