Mes: noviembre 2014

El género

Cuando sale del colegio hace lo que le han dicho: ir derecha a la tienda. La mochila le rebota en la espalda con tantas ganas de jugar como ella. Allí, detrás del mostrador de las aceitunas, está su rincón, le han puesto una caja de cartón del revés para que se siente a hacer los deberes y el bocadillo encima. No le gusta el bocadillo ni tiene ganas de hacer los deberes, lo mordisquea dejando que las migas caigan sobre el cuaderno abierto, las agrupa con la mano formando caminos. Preferiría ayudar a envasar las aceitunas teniendo cuidado de no derramar el líquido en el que nadan, pero no se lo permiten.

No toques nada, oye constantemente. Se lo dice su abuelo, su abuela y su madre. Los tres están malhumorados porque venden poco, casi no venden, la gente prefiere comprar en los supermercados aceitunas en lata y legumbres en paquete. Lo único que ha logrado, a fuerza de insistir, es que le pongan un delantal como el de su madre, con un volante de gitana que se abrocha al cuello.

Cansada de los deberes aún antes de haberlos empezado, harta del bocadillo apenas comido, se levanta y  baila sorteando las cajas de lo que su abuelo llama misteriosamente «el género». No toques el género, cuidado con el género, le advierte con enfado cuando ve cómo agita el largo delantal y gira con los brazos en alto  pero, repentinamente, cambia el gesto.  Alguien ha entrado a comprar. Admira eso que su abuelo hace con la boca, la estira tanto que parece una goma tensada al máximo, a punto de soltarse.

Mientras la goma esté estirada sabe que puede bailar, ahora no le van a decir que se esté quieta y aprovecha para ejecutar la coreografía completa. No sólo no la regañan si no que se ríen, alaban su danza, le permiten ser la protagonista.

La goma elástica se afloja y pende curvada hacia abajo. La niña intuye peligro y vuelve al cajón, abre el cuaderno, lo mira con aburrimiento, intenta hacer con la boca lo mismo que su abuelo,no le sale, forma un círculo con las migas del bocadillo, luego el tejado de una casa, un sol. Se levanta otra vez a ensayar un paso pero tropieza con una de las cajas.

Lo estaba viendo, dice su madre, qué mareo de niña, dice su abuela,cuidado con el género, cuidado con el género, grita su abuelo. ¿Qué será el género? ¿Serán las lentejas, los garbanzos? Las aceitunas no porque son peces muertos flotando en un mar marrón.

( Cuaderno de doña Margarita)

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Pareja que se abre y se cierra

En las puertas del colegio de don Margarito vive una pareja. En la puerta de la derecha está la mujer y en la de la izquierda el hombre. Los dos lanzan destellos al mundo desde sus dentaduras postizas. Lucen apuestos, bronceados, con maravillosos cabellos blancos que ahora todos los jóvenes van a querer imitar.

Con inmensa felicidad, la que da la vejez, se miran el uno al otro desde una y otra puerta. Cuando alguien entra o sale las puertas se abren solas, la pareja ideal se separa y circula por en medio un aroma a pis viejo mezclado con ambientador de pino y olor a sopa. Rápidamente las puertas se cierran, ya están juntos otra vez en su mundo de bienestar y belleza.

Se abren las puertas, de nuevo cada uno a un lado y en el centro un atisbo de viejos verdaderos derrumbados en sus sillones, sin dentaduras relucientes, sin rostros bronceados, sin maravillosas cabelleras canas, sin pareja enfrente a la que sonreír con complicidad.

Rápido, que se cierren deprisa esas puertas, que se una la falsa pareja, que no les vuelvan a separar, que no dejen ningún camino entre medias por el que se escape la verdad.

Niña y perro entre las hierbas

A las tres y media la niña saca a pasear al perro. Hasta hace poco no la dejaban salir sola. La niña está contenta, el perro está contento. La niña no lleva abrigo, tampoco el perro. Buscan un sitio donde correr. Caminan dos calles y lo encuentran, es un macetero grande que colocó el Ayuntamiento delante del rascacielos de oficinas. Hubo flores pero se marchitaron y nadie las repuso, ahora crecen hierbas salvajes de ciudad.

La niña se sube al borde del macetero y corre por su senda de hormigón tirando de la correa del perro. La niña es muy veloz, su vestido rojo se mueve al compás de sus zancadas, el perro corre detrás con gran excitación. A veces la niña le permite que pase delante y se deja llevar por el impulso del can. Cierra los ojos y casi vuela alrededor de los hierbajos.

Va contando:   cinco vueltas, seis vueltas, siete vueltas, ocho y ahí ya no cuenta más. Le da la risa de su propia velocidad, el perro ladra feliz. Rodean y rodean el macetero hasta marearse. Por encima los altos edificios de oficinas con sus luces encendidas y la sombras de sus trabajadores dentro. Los autobuses pasan casi rozando su alborotado vestido rojo.

(Del cuaderno de doña Marga)

Sin remedio

Después de dejar al Jacobín en su guardería último modelo me he pasado un rato por el parque para visitar a la Esme. Mi intuición me decía que necesitaba ayuda, mi intuición y los diecisiete guasap que acababa de recibir con extrañas pero reveladoras frases como » mierda día, qué hartura tengo, ¿vivir era esto?»

Ya estoy aquí, Esme, le digo jadeando y bastante contenta de no encontrármela colgada del quiosco que regenta. ¿Se puede saber qué te pasa?

Me pasa que no me pasa nada y mira que yo provoco las más diversas situaciones a ver si esto se anima pero, hija, esto sigue igual que siempre: el trabajo, la compra, la lavadora, el cine de los sábados, el otoño y luego el invierno, la hipoteca, las rebajas.

¿No estás mezclando conceptos aleatoriamente?

Como hace la vida, ni más ni menos o ni más más ni más menos como decía mi ex suegra, qué tonta era la pobre. Todos mis proyectos se van al traste. Primero lo de triunfar como pitonisas, ni hemos triunfado ni somos ya pitonisas, luego los círculos de mujeres que pensaba yo que circulando todos los miércoles íbamos a cambiar el mundo. El mundo sigue igual o peor, si me apuras. Después me tiré a la costura como el que se tira a un río, nada, mucho mantelito, mucho tapetito, mucha colchita, ¿y qué te aporta eso además de dolor de cervicales? A continuación me busqué la diosa, vale, muy bien, me rige la Afrodita. No he notado nada de particular, ni si quiera me he vuelto multiorgásmica. Y finalmente me escribo una novela que podría ser best seller si se dieran las circunstancias y resulta que la novela ha muerto. Estoy desencantada de la existencia. Nunca se dan las circunstancias, mierda de circunstancias. Qué palabra más fea, ¿verdad?.

¿Cuál?

Circunstancia, parece que se te queda pegada a mitad de camino, como que tropiezas entre la u, la n y la s.

Hoy lo ves todo mal pero piensa que mañana será distinto porque somos cíclicos y subimos y bajamos, tú especialmente, Esme.

No sé, Eva, a lo mejor me doy al voluntariado para salir de mí misma, ¿qué te parece?, llevo un tiempo pensándolo y, bueno, quizás sea ese mi lugar en el mundo.

Qué buen corazón, Esme, o sea que quieres ayudar a los demás.

Bueno, eso ya veremos, yo lo que quiero es que pase algo, una epifanía, un descubrimiento, una iluminación.

Pero si tú ya estás iluminadísima, eres la persona mas iluminada que conozco. Además, el Toni dice que la vida es eso, una serie de proyectos incumplidos y de planes trastocados y dice también….

Ay, calla, no me hables del Toni y sus filosofías negativistas que se me pone mal cuerpo. Por cierto, hace mucho que no sacas al Toni en tu blog.

¿Y tú que sabes si no me lees?

No te leo pero te rastreo y compruebo con agrado que estoy ganando terreno por momentos, soy mucha Esme. Bueno, ¿cómo ves lo del voluntariado, te apuntas conmigo y a qué nos apuntamos, en qué sector de la ayuda desinteresada, oye, y si montamos nuestra propia ONG?

Ya la estás liando parda otra vez, Esmeralda, no tienes remedio.

Nada tiene remedio, nada ni nadie, me contesta con una enigmática risita.

Anotaciones al margen

Hay hombres a los que la vida se les hace muy larga. Esos hombres se apoyan en los coches aparcados en la calle o se recuestan contra cualquier poyete o se acodan frente a unas obras y como si estuvieran ensimismados mirando al mar que no tiene su ciudad, pasan así sus mañanas y sus tardes, lo que les queda de sus días pasan porque la vida, aún siendo corta, se les hace larga.

Los primeros días, los primeros meses, el primer año, esos hombres sienten un poco de vergüenza de hacer lo que hacen, de vivir como viven, de ser como son. Por eso tratan de ser discretos, de pasar desapercibidos, de esconderse entre el barullo, el ruido, la actividad pero, a base de repetir conductas, se acostumbran a ellos mismos y pierden el pudor. Entonces se atreven a salir a la calle en zapatillas o con la parte superior del pijama o sin la dentadura puesta. Pierden la compostura esos hombres, increpan a las mujeres guapas y a las que no lo son. Gritan cosas a los niños, intervienen en las conversaciones ajenas, saludan a los desconocidos, silban, cantan, se ríen, gruñen, protestan solos. Comentan en voz alta y para nadie la película de la vida que pasa por delante.

A veces quieren participar, formar parte del elenco pero los papeles ya están dados. Meten el pie pero la corriente es demasiado rápida, no hallan el hueco y, por otra parte, carecen de verdadero interes, del empuje necesario para lograrlo. Algún ser piadoso se compadece a veces, se detiene un instante y les otorga una breve limosna verbal. El resto del día lo pasan acodados frente a las obras, observando el desplazamiento de las máquinas, respirando polvo, contemplando el sudor ajeno.

Cuando se cansan se recuestan sobre algún coche aparcado y miran pasar a los transeúntes con algo de burlón escepticismo. Ya saben en qué acaba tanto afán. Qué corta es la vida y qué larga se hace a veces, ya les ha expulsado pero no les deja irse, les mantiene por las esquinas, por los rincones, en los márgenes como anotaciones escritas en una letra tan pequeña que nadie va a molestarse en leer.  Hay bastantes de esos hombres. Parecen borrachos sin estarlo, locos sin serlo.

(Del cuaderno de doña Marga)

Enterramientos

No puede ser, me digo blandiendo la aspiradora como si fuera un arma de destrucción masiva, es otra vez la Esme llamándome por teléfono. Va a conseguir en dos días lo que no he conseguido yo en un año de malas prácticas profesionales: que la Patricia me despida. Y como no contesto me pone el siguiente mensaje de guasap: «está muerta». Qué bien sabe crear misterio y ahora vuelve a llamar, es más astuta….

Dime, Esme, ¿quién ha fenecido, no será la Pandora?, de nuestras amigas en común es la que veo más cercana al final.

No, es mucho peor, pero que mucho peor.

Ay, Esme que me estás asustando.

Es la novela, Eva, que está muerta y yo haciendo el idiota por las editoriales.

Pero, ¿qué novela, la tuya en concreto o la novela como género literario?

Lo último que has dicho, si lo sé no pierdo yo un fin de semana pariendo un zombie, con lo mal que tengo los armarios. Me tengo que poner a ordenarlos pero pospongo y pospongo….

Te comprendo, yo también soy muy de posponer como actitud vital. Pero eso de la muerte de la novela, ¿de dónde te lo has sacado, quién te lo ha dicho?

El Hipólito y él sabe mucho de todo. Me vino a buscar ayer en su taxi y mientras estábamos en un atasco, él los llama alicates pero eso ahora da igual, me puse a contarle mis proyectos novelescos y va y me lo suelta de plano. Esmeralda, no te empecines, la novela ha muerto. Así, tal cual. Luego me puse a buscarlo en google porque tampoco me voy a quedar con lo primero que me cuenten sin contrastarlo y ahí estaba bien explicado, aclarado, comentado y debatido. Está muerta. Pero digo yo, si está muerta, ¿como es que las editoriales están desbordadas de novelas, vivas , moribundas o fallecidas? Entonces, una editorial qué es, ¿un cementerio?

Es un misterio, sí, pero te voy a tener que colgar que me ha parecido oír los pasos de la Patricia.

Pues pásamela, que se lo voy a contar que me parece que es otra que no lo sabe.

De eso nada, maja, que me buscas la ruina. Además, ¿qué va a hacer mi jefa si no escribe?

Tonta, pues seguir escribiendo pero otra cosa, series para la televisión, por ejemplo. Eso sí que está vivo. Yo me voy a poner ya y que le den a los armarios.

Oye, Esme, por curiosidad, ¿tú lees novelas?

¿Yo?, qué va, no tengo tiempo, es que las novelas son muy largas y bastante cansinas en general, alguna he leído en momentos de máximo aburrimiento pero, vamos, que prefiero lo visual que te dan a los protagonistas ya con sus físicos hechos y los entornos donde se mueven bien montados, con sus casas y sus cielos y sus muebles. Todo puesto ya para que uno no se canse imaginando.

Que cosas. Y digo yo, ¿no serán los lectores los que han muerto y no las novelas?

No sé, tampoco es un tema que me interese tanto. Ah, y que se me olvidaba y esto te concierne personalmente: los blogs también han muerto. Así que ponte a tuitear antes de que se muera también eso.  Si es que no paramos con los enterramientos.

Crece la leyenda

Esto pita, se pone la Esme, te dije que iba a ser la J. K. Rowling española y así va a ser. Mis sueños se cumplen incluso antes de haberlos soñado.

¿Me estás hablando de tu novela súbita? No me digas que ya te la publican.

Todo lo contrario, ha sido rechazada por cuatro editoriales. En las tres primeras  no admiten manuscritos nuevos porque tienen una montonera de ellos sin leer, hay mucho desesperado intentando hacer llegar su mensaje al mundo, pobres, y la cuarta porque alega que no encaja con su línea editorial. Justo lo que quería.

Esme, no seas mentirosa, si tú lo que quieres es que te la editen.

No lo pillas, Eva. Querer, quiero pero no a la primera ni a la segunda ni a la décima. Ponle que me tienen que rechazar primero unas veinte o veintitrés para que la leyenda esmeraldiana se engrandezca. Luego, cuando ya sea el éxito de ventas que voy a ser, que aparezca la historia de mi falso fracaso en la portada. Eso le dará una fuerza y una garra a mi nombre descomunal y una rabia a las editoriales que me hayan rechazado que ya me estoy divirtiendo solo de imaginarme sus caretos de pasmo.

Eso, sí, yo los premios no los acepto que queda muy ordinario. Los voy a rechazar todos que no me caso con nadie. Si tienen aportación económica vas tú en mi lugar y me pasas luego la pasta que gilipolllas tampoco soy, pero ir yo en persona, como si estuviera ansiosa de fama y honores, eso, nunca.

Y estoy pensando en lo de las entrevistas y, mira, ¿sabes qué te digo? que no voy a conceder ninguna, en plan intriga total, y espérate que deje ver mi rostro, no porque mi cara no sea digna de verse, que lo es, sino por crear ese halo de misterio tan propicio a la mercadotecnia.

Pues qué bien, Esme, ¿y qué tal si vuelves al planeta Tierra?, mira que se te está acabando la batería como a la sonda Philae y te vas a quedar por ahí descolgada en la inmensidad del espacio, qué soledad y qué frío.

No entiendes mi táctica. Para triunfar hay que comportarse como si ya se hubiera triunfado, al igual que para estar sano hay que vivir como si fuéramos invulnerables.

No conocía yo ese sistema, no.

Pues por eso, mejor te callas. Biblioteca E.M. González, lo veo como si ya existiera, con mi busto en la entrada. Queda mejor  biblioteca Vargas-Llosa, no sé por qué, es el González,  que no me cuadra.

 

 

Atrasa notablemente

El don Margarito va perdiendo los términos y por eso usa las definiciones. Su lenguaje no es nada sintético sino que da rodeos para acercarse a las cosas. Si quiere la cafetera pide «el cacharro ese del desayuno», si explica que había un semáforo habla de «la luz de la calle que no te deja pasar» y si se refiere al abrigo lo llama «lo de por encima».

Supongo que llegará un momento en el que ya tampoco sea capaz de definir ni de acercarse a las cosas ni siquiera de forma aproximada y entonces usará el dedo para señalar o recurrirá a la mímica o llorará volviendo a la indefensión de un bebé.

Y es que en ese colegio al que va no aprenden nada y si yo fuera su madre lo sacaría de ahí de inmediato porque si tú no estás muy lúcido y te pasas toda la mañana rodeado de seres igual de poco lúcidos, si tú hablas mal y tus compañeros hablan peor, si tú estás olvidando todo y te encierran en un cuarto con una panda de desmemoriados, el resultado solo puede ser uno: vas marcha atrás a pasos acelerados.

Claro que como es un colegio al revés, también puede considerarse que los resultados del don Margarito son óptimos y que tiene unas excelentes calificaciones. Atrasa notablemente, debería indicar su boletín de notas. Y tres caritas sonrientes pegadas sobre el cartón para que se motive en su proceso de desaprendizaje.

Novela súbita

Andaba yo enzarzada en los horrores del lunes, que no entiendo a qué torturas someten a la casa estas personas los fines de semana para encontrármela así, cuando suena mi móvil. No contesto a la primera, ni a la segunda ni a la tercera porque la Patricia piensa que el exterminio de pelusas y la conversación están reñidas. Cosas de jefas.

Total, que ya a la cuarta, me meto en el baño acarreando el mocho para disimular y contesto a la Esme por si fuera un asunto de urgencia mundial. ¿Qué quieres a estas horas, Esmeralda? Mira que es lunes y está la casa hecha unos zorros, no tengo tiempo pero si eres rápida y resumes, te escucho.

Anda, anda, no te hagas la ejecutiva estresada que no puede delegar y haz caso a las amigas que son lo primero en la vida: que ya la tengo.

¿La regla otra vez?

No me gusta tu sarcasmo infantiloide. Tengo la novela, de la que te hablé, me la he escrito este fin de semana de una tacada, no sé cómo me ha brotado pero así ha sido. Es como si siempre hubiera estado ahí, esperándome, como si ella me hubiera escrito a mí en vez de yo a ella.

Esmeralda, dime la verdad, te has dado otra vez a las bebidas energéticas.

Tienes envidia y lo comprendo porque tú escribes desde hace mucho, chorradas, eso sí, y voy yo y en un fin de semana, te adelanto con un best seller porque esto va a ser el clásico pelotazo que rompe el mercado de la narrativa contemporánea. Vivimos en tiempos convulsos.

¿Pero que dices, Esme, a qué viene ahora eso de los tiempos?

No viene a nada, pero es una frase que me encanta y estaba deseando soltársela a alguien.

¿Y de que va tu magna obra?

De todo, le he metido el mundo entero, como debe ser, es una novela total y global, y mezclo estilos, no te creas. Un poco de policiaco que eso vende, otro poco de histórico que eso también vende, un puntillo de humor,no mucho que te toman por tonta, bastante sexo y cosillas de la actualidad. Todo ahí bien mezclado. Una bomba, me veo  ya como la J. K. Rowling, ella era pobre, ¿verdad?, pues yo también, ya tienes la primera similitud. Voy a firmar como E. M González, ¿o me cambio el apellido, sabes si se puede? Mira, cuando me entrevisten yo no voy a decir que era quiosquera y tú en eso me tienes que apoyar, voy a decir…

¿Ya estás otra vez con el telefonito, Eva?, oigo que me increpa el hada, espero que sea una emergencia.

Si la novela súbita se puede considerar emergencia pues entonces sí.

 

 

 

 

Días ciclotímicos

Hay días que vienen al mundo consecuentes con ellos mismos desde el principio hasta el final. Días que amanecen luminosos y permanecen así hasta que se mueren sin que una sola nube venga a estropearles sus fuertes principios. O días en los que llueve y llueve y no cabe otra posibilidad  más que agua cayendo de un cielo opaco. No mutan, ni se alteran, ni se contradicen. Qué aburridos me parecen esos días tan equilibrados.

Prefiero los días inestables, caprichosos y antojadizos que, conscientes de su brevedad, deciden probar diversas maneras de ser, capaces de pasar de un estado de la materia al otro inesperadamente. Pueden comenzar de forma gaseosa con nieblas envolviéndolos, nubes que se desplazan mezcladas con el humo que asciende de las chimeneas, la velocidad disminuida, la gente difuminada en su interior como si estuvieran a punto de volverse también ellos nube, niebla o humo.

Sin previo aviso el día se licúa, el agua que cae con fuerza se impone a tanta volatilidad afirmándose sobre el estado anterior. Llueve apasionadamente, el día entregado de lleno a su liquidez. Pero como es ciclotímico y no puede estarse quieto, de repente se cansa de lo acuático y se solidifica: se inunda de luz, regresan los cuerpos con toda su materialidad a recorrer las calles duras, de aristas bien definidas. Ya nada es vago ni impreciso ni flota, ni asciende ni se desdibuja.  Todo se muestra tal cual es, bien trazado, ejecutado con firmeza, virtudes y defectos bien a la vista, brillante, recién lavado.

Qué seguridad tiene lo sólido, qué capacidad para el engaño, qué bien finge la permanencia.

(Del cuaderno de la doña Marga)