A la abuela Mila le gustaba hacer punto a mucha velocidad haciendo sonar las agujas, parar de vez en cuando y rascarse la cabeza con la aguja derecha.
Salir a comprar caramelos de piñones a una tienda que estaba muy lejos. Cuando volvía, decía metiéndose un caramelo en la boca: la vuelta se me ha hecho muy larga.
Abrir el joyero y repartir todas sus joyas entre las nietas, arrepentirse luego, quitárselas y volverlas a guardar en el joyero contemplándolas antes con mucho detenimiento y aires de tasadora.
Pelearse por los sitios en los autobuses o en el metro, si había asientos de sobra nunca los ocupaba.
Marear a los dependientes de las tiendas haciéndoles sacar muchos productos, pasar un buen rato sumida en la indecisión y pidiendo consejos para finalmente decir: prescindo. Y prescindir de de verdad.
Pintarse los ojos y los labios y vestirse muy guapa antes de ponerse a cocinar.
Cocinar, repartir lo cocinado entre familia y vecindario y,al terminar, agotada, mordisquear un trozo de pan y media manzana.
Envolver la otra media en un papel y decir: para luego
Tener la nevera llena de mitades envueltas.
Rezar sin creer en Dios y después del amén añadir encogiéndose de hombros “por si acaso”
(Cuaderno de doña Marga)