La casa del novio oscuro era, como es lógico, oscura. Las cortinas, de tela pesada, estaban siempre echadas, los muebles eran oscuros y también los objetos que había sobre ellos. El largo pasillo era oscuro y desembocaba en una cocina oscura y grande, con todos los instrumentos precisos pero muy utilizados, deslustrados ya.
Los padres no estaban nunca en la casa pero a veces sí un hermano al que era mejor no ver ni que tampoco nos viera, por lo que cuando se oían sus pasos, corríamos a escondernos en el cuarto del novio oscuro que siempre estaba lleno de libros amontonados. Al otro lado del tabique se oía la tos del hermano o un movimiento de silla. Nos reíamos. La risa del novio oscuro era muy clara. Antes de salir de su casa oscura nos mirábamos en el espejo de la entrada, abrazados, y nuestra imagen era luminosa y feliz.
La madre del novio claro pintaba cuadros en la cocina. Eran cuadros alegres de escenas cotidianas con muchas flores, pájaros, árboles y coloridas casas. Todas las paredes estaban llenas de esos cuadros y por toda la casa había plantas, música, hermanas gritonas que se peleaban y reían a la vez, que entraban y salían de la cocina donde pintaba la madre como si fuera un escenario y ellas las actrices. Aunque mi deseo era estar con el novio claro en su cuarto, antes tenía que participar en esas escenas de conversaciones locas y risas con café y galletas mientras el novio claro miraba oscuramente desde una esquina, sin sentarse a merendar, analizando.
A la salida, junto a la puerta, la madre había colocado un retrato del novio claro cuando era niño. Era un cuadro gris y verde, sin flores ni pájaros ni casas, en el que destacaba la mirada negra y secreta del novio claro.
(Cuaderno de doña Marga)
Suave como los pasos de una danzarina es el tono de esta inocente y efectiva historia que nos has contado.
Saludos, Eva.
Gracias por la descripción tan bonita que has hecho de la pequeña historia. Saludos, dbd.
Eva, lo que yo veo en esta historia –que de pequeña no tiene nada– es un magnífico apunte para un cuento largo. Merecería la pena que trabajaras sobre esta idea cuyos resultados, estoy seguro, disfrutaríamos todos.
Hasta pronto.
Pues ya que me lo dices, te cuento que es al revés, viene de un cuento más largo pero en el blog procuro ser cortita para no cansar. Gracias otra vez!
Tú no cansas, pero el formato pantalla de ordenador sí podría llegar a hacerlo. El desarrollo de ese cuento -entre otros muchos de los que escribes- merece un formato a su altura. Unas maravillosas hojas de papel, bien encuadernadas, con su portada, sus ilustraciones, su olor a papel, su tacto.
Ya me gustaría, no lo niego, pero así también disfruto y os tengo a vosotros que me alegráis el día.
qué suerte, dos historias de doña marga seguidas. aunque hoy me has dejado con la punzada del cómo acabaría cada historia… un beso y buen fin de semana.
Esta doña Marga me está copando el blog. Y en cuanto a sus finales, como diría la Patricia echándole mucho morro cuando no sabe terminar, son abiertos. Vamos, que cada uno lo cierre como pueda.
Bello retrato en claroscuro. Te felicito. No sé por qué me ha llevado a pensar en cómo vería el arcoiris un daltónico? No sé…
un saludo
Distinto, eso seguro. Pero todos tenemos una forma particular de mirar y de interpretar lo mirado. Gracias por el comentario.
Como daltónico ‘superieur’ puedo aseguraros que sigo manteniendo con el arcoiris una relación amorosa-visual bastante aceptable. Gracias por aclararle a bosque baobad que nuestra mirada (la de los daltónicos, no la tuya y la mía) es, como muy bien dices, distinta.
Con cariños de dbd, el hombre que ni siquiera aprecia el verde desesperanza 🙂
Jajajaja, qué casualidad. Pero seguro que tienes otros verdes en tu paleta aunque no sean los verdes estándar. Y el desesperanza, mejor no apreciarlo. Un abrazo
Ya veo que crecen las fans de doña Marga.
Es curioso que cuanto mas oníricos se vuelven sus relatos mas reales me parecen.
Este es genial ; que bien reflejas al novio sombrío que vive en la casa y en la familia alegre y luminosa y a su contrario.
Me queda la duda de si no será la misma persona y es la novia la que a veces es clara y a veces oscura.
En resumen que nos quedamos con ganas de mas
Todos estamos hechos de claroscuros pero dice doña Marga que lo de los novios es verdad, que existieron tal como lo relata. Un beso, Isabel, y gracias por leer.
Es curioso que la imagen final del “novio oscuro” sea una imagen de dos y, en la del “novio claro”, una imagen sólo de uno: la suya pintada por su madre.
¿Querrá todo esto decir algo? 🙂
Que era mucho más simpático el novio oscuro, creo que quise decir algo así.