Mes: junio 2015

Un poquito de nada en vena

Ya le he dicho a Eva que haga el favor de no dejarle a doña Marga la entrada del viernes porque esa mujer con tanto hablar de nadas y de disoluciones te deja el cuerpo en muy mal estado para afrontar el fin de semama. Luego lo suaviza diciendo que se va a cambiar el bañador, pero la ideíta mortuoria ya te la ha metido en casa para que te la rumies intramuros.

Tener a la muerte rondando es lo único que me faltaba. Descripción del panorama: Madrid a 40 grados y mi casa a 37, sábado a la hora de la siesta, toda la familia reunida al amor de nuestro único y venerado aparato de aire acondicionado, la televisión a todo trapo porque mi padre está sordo aunque no lo reconozca, él dice que hablamos muy bajo y sin vocalizar, los informativos narrando horribles atentados terroristas y mi hija, la dulce Anais, contándole a su hermano sus planes para la noche.  Hoy salgo a fuego, tío, oigo que le dice tan pancha. Pues yo a saqueo, le contesta él con toda naturalidad. Confío en que solo se trate de argot juvenil , pero ya iba a investigar en qué consiste el fuego y el saqueo para tomar medidas antes de que sea tarde cuando la voz de Jordi Hurtado animando el Saber y Ganar me lo impidió. Este tío es buenísimo, dice mi padre. A ver, vosotros, cenutrios, podríais seguir el concurso que igual aprendéis algo.

¿Por qué será que me puse a pensar con deseo en la nada de doña Margarita? ¿Veis como no es bueno leer determinadas cosas en determinados momentos? Me la imaginaba como una cama blanca, de sábanas perfumadas, fresca y mullida donde poder despatarrarme en soledad y silencio, sin escuchar atrocidades de ningún tipo. Le iba a añadir algún que otro detalle para adornarla un poco pero luego he pensado que no, que la nada no puede llevar accesorios. No importa, quiero quedarme un rato, por lo menos hasta que pase la ola de calor o hasta que pase el verano entero o hasta que se independicen mis hijos, ya veremos. En eso estaba, intentando disolverme cuando el todo me pega un meneo como diciendo, tú, Esmeralda, no es tu hora de ser nadie, regresa.

En realidad era un codazo de mi padre, muy aficionado a ese modo de comunicación. Hija,  no te duermas abora que viene la prueba de la calculadora humana, este tío es un fenómeno. Jonás, guapo, calcula tú también. Paso, abuelo, que hace mucho calor, protesta la criatura saqueadora.

Calor, calor, dice mi padre, esto no es calor, calor el que pasábamos antes cuando no había aires de estos, ¿queréis saber cuál era mi sistema? Me sentaba en una escalera con un botijo lleno de agua al lado,  el sitio donde había estado posado el botijo se quedaba frío, me sentaba encima y movía el botijo a otro lado, cuando se calentaba el primero me pasaba al segundo y así me iba refrescando el culo, ¿queréis probarlo?

No te motives, yayo, dice con desgana Anais primera, la incendiaria. Un poquito de nada, por favor, suplico yo al señor de las nadas, un poquito de nada en vena sin efectos secundarios y con posibilidad de regreso al todo, para ir pasando mal que bien la tarde.

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Llegar a nada

No era verdad lo que me decían de niña de que por vaga y despistada nunca llegaría a nada. Sí que llegaré a nada, ya estoy llegando, cada vez estoy más cerca de llegar , ya casi toco con las puntas de los dedos, que todavía son algo, ese vacío, esa disolución, esa nada.

Todos llegaremos a nada, los de las vidas de éxito, los de las vidas de fracaso, los de las vidas de éxitos y fracasos que son la mayoría, los que lo tienen todo, los que tienen algo, los que no tienen nada, los que van teniendo y perdiendo y recuperando y volviendo a perder, todos llegaremos a nada.

Por eso es mejor no sofocarse por el camino intentando acumular algos . Los algos pesan, son enemigos del vuelo y la liviandad. Hay que pasarlo bien, repartir felicidad, mirar todo con asombro y echarse a perder sin miedo.

Porque aunque os hayan dicho que nunca llegaréis a nada, es mentira, hasta el más inútil lo hace, hasta el más incapaz y también el muy capaz. Sin distinciones. Después de creernos algo, alguien, llegamos a nada, a nadie y llenamos la nada con nuestros pasados algos. Caben todos, hay espacio suficiente, porque ya  no son nada.

(Pero mientras sea algo, me voy al Cortinglés a cambiar el bañador de gatos, allí hay de todo)

(Cuaderno de doña Marga)

Qué remedio

A la doña Marga no le gusta el verano o, mejor dicho, no le gusta su verano de ahora porque muchas veces me ha contado con gran pasión sus pasadas gestas estivales. Pero su verano en estos momentos significa toldos echados, persianas bajadas, calor, penumbra, soledad y el Cortinglés. Esto último es bueno, no malo.

Como tiene uno muy cerca de su casa, todas las tardes a última hora, la chica que la cuida habitualmente, que no soy yo, yo sólo la sustituyo unas horas para que pueda descansar, empuja su silla hasta ese templo de la supervivencia de las ancianas. Se pone toda guapetona, en su estilo estrafalario colorista y allá que van a disfrutar del aire acondicionado.

Mira, me explica la doña Marga, el día que inauguramos la temporada me compro algo. Cualquier cosa, lo primero que pillo de una percha sin reparar en precio ni talla porque no me lo voy a quedar, es como un préstamo. Como lo he comprado al azar y sin probármelo, nunca me queda bien. Ahí está la clave. Al día siguiente tenemos que volver a hacer el cambio y esa es nuestra ocupación tarde tras tarde. Dirás que qué aburrido, bueno, eso depende de la emoción que quieras ponerle, a estas edades hay que tener una motivación para salir de casa, aunque sea tonta, para pasar de un día a otro sin caerse al abismo. No sé qué haría yo en verano sin esos grandes almacenes…se pone así muy soñadora como si estuviera diciendo no sé que haría yo sin el amor de mi vida.

Si lo oye el Toni que siempre dice que es poner un Cortinglés y sembrar sus alrededores de muerte y destrucción…huy, que no puedo decir nada de él, lo que me cuesta no citar sus frases apocalípticas.

La EMT también está muy bien para pasar el verano entretenida: es gratis para los viejos, está refrigerado y vas viendo el paisaje por la ventanilla. Antes, cuando no iba en silla, me subía al Circular y daba la vuelta entera a Madrid, primero para un lado y luego para el otro. Tan ricamente, no te creas que no añoro esos paseítos. ¿Quieres que inauguremos esta tarde la temporada tú y yo?, me propone.

Y eso hemos hecho. La doña Marga se ha comprado un bañador de gatos en la sección infantil y luego hemos subido a merendar a la última planta. Mira qué vistas, me dice extendiendo la mano y mostrándome la ciudad allí abajo, parece nuestra, como si pudiéramos mover los hilos. Ojalá pudiéramos, suelta toda melancólica. Pero enseguida abre la bolsa y se le pasa la pena de no tener poderes para hacer el mundo a su gusto mirando su bañador para niña de tres años y cavilando por qué otro objeto inútil lo sustituirá.

Es monísimo, si tuviera una bisnieta se lo regalaría pero sólo tengo bisnietos y yo no necesito bañador. Tendré que volver mañana a cambiarlo, qué remedio.

Pero que muy merecido

Estoy que me salgo, que me salgo del quiosco porque hace un calor aquí dentro que voy a acabar cocidita madrileña. Me he trasladado a la sombra del castaño y con un ojo contemplo mi sede empresarial, como lo llamaba Eva cuando teníamos el negocio de las mancias, y con el otro vigilo al del acordeón que sigue empeñado en asaetearme los conductos auditivos.

Pero además estoy me que salgo por otro motivo: me han dado un premio. A mí, a Esmeralda in person. Ha sido esa chica tan simpática y con la que tanto me identifico a veces que dícese llamar Tejas Rojas porque tiene el pelo de ese color. Gracias, Natalia.

Eva dice que no me pavonee tanto. Como es un poco infantiloide, lo llama hacerse la chulita. Para bajarme el soufflé me ha explicado que esos premios los tienen todos los blogs porque van circulando como la falsa monea que de mano en mano va y ninguno se la quea.  Sí, será verdad, pero es que este es especial porque no es para un blog sino para uno de sus habitantes,la menda propiamente dicha. ¿A qué tú uno así no tienes? Si es que sí, no me lo digas.

Y no lo voy a aprovechar para fastidiar a doña Marga ni para criticar sus escritos porque me siento magnánima y porque lo que lei el otro día del caminito me gustó. Iba a decir que mucho pero tampoco hay que pasarse. Me gustó la idea del camino, pero a mí café con leche que no me den. A mí, ya puestos, algo más potente para llegar donde haya que llegar con un buen colocón, por si acaso no me gusta mi destino.

Conste que yo no bebo ni tomo drogas porque valoro mucho mi cuerpo serrano, pero pienso que una vez muerta como daño ya no te va a hacer porque no hay hígado que proteger ni neuronas que salvaguardar ni peligro de adicción pues para qué quieres más. La situación ideal.

También me conmovió bastante la abuelita, me hizo acordarme de la mía. Qué leches, pero si mi abuela era una arpía. Siempre nos estaba culpando de la muerte de mi madre, nos decía: la habéis matado vosotras a disgustos, sobre todo tú, Esmeralda, que eres un punto filipino. Nunca entendí esa expresión pero sí que me creí que a mi madre, de manera indirecta, la había matado yo.

Luego, para acabarlo de arreglar, se sacaba un pañuelo burruñoso de la manga para limpiarse las lágrimas y los mocos y exclamaba poseída por la tragedia, ¡pobres, pobres niñas huérfanas! ¿En qué quedamos? ¿éramos  pobres niñas huérfanas, asesinas  a secas o pobres niñas asesinas huérfanas?

Viví con esa culpa hasta que comprendí que no, que yo no había tenido nada que ver con la defunción materna ni mis hermanas tampoco. Mira los disgustos que me dan a mí la Anais y el Jonás, y aquí me tienes, tan pimpante y tan premiada, por si se os había olvidado lo del galardón que me ha otrogado Tejas Rojas.  A mí sola, no al blog, quiero recalcarlo. Al punto filipino.

Voy a ponerme las gafas para contemplarlo en toda su belleza porque sin ellas solo veo un borrón. Qué asco de presbicia, si hasta la palabra es fea. Ahora sí luce y reluce. Precioso, de verdad, y  pero que muy merecido o eso quiero creerme ¿y tú qué miras, so tabardo, nunca has visto a nadie hablando sola y escribiendo a la vez? Se llama inspiración, la que a ti te falta.

Se lo estoy diciendo al del acordeón. No sabe ese a quién se enfrenta: a Esmeralda, la asesina huérfana.

Conque esto y conque lo otro

No me he olvidado del Toni y sigue vivo, pese a que ya no aparezca por estos pagos, él, que tanto los llenó con sus gracias y desgracias. Sigue vivo y lector, ese es el problema. No lector de libros, que también leerá alguno,  lector de este blog. ¿Cómo voy a hablar de él si sé que luego lo lee?

Toni, cotilla, ¿cómo voy a hablar de ti? Tu invisible presencia me incomoda, ya no soy libre como fui ¿Cómo voy a hablar de nada íntimo si sé que estás acechando al otro lado de la pantalla?

No puedo. He intentado hacer como los niños: cerrar los ojos y pensar que si no veo, no me ven. No resulta, ya se encarga él de recordarme que sí me ha visto.

Conque la Patricia colorea y busca su niño interior, ¿eh?, me salta este fin de semana cuando le estaba ayudando en su incipiente huerto.  Detuve mis labores hortelanas y le pedí explicaciones pero no me las dio.

Se ríe ladinamente y se calla. Desconozco sus horarios de visita, ni si ha leído mucho, poco o todo, ni si entra habitual o esporádicamente  ni si le parece bien o mal lo que aquí se narra ni si le gusta, le disgusta o le es indiferente.

Cuando ya se me había olvidado, al cabo de las horas, vuelve otra vez: conque la doña Marga confunde un semáforo con un pájaro, conque la Noemi no tiene las diez prendas básicas. Qué rabia me estaba dando.

Digo, Toni, yo no te he dado permiso para entrar en mi blog.  Ya sé que es una tontería decir eso porque desde el momento en el  que empiezas a escribir aquí ya sabes que estás dando un permiso general y que cualquiera puede acceder, incluso ese cualquiera que precisamente menos querrías que accediera.

Porque una cosa es que te lean desconocidos y se hagan la idea de ti que más les guste y otra es que alguien cercano se ponga ciego de informaciones reservadas sin devolver nada a cambio. Es como estar todo el día en pelotas internas, podría decirse, y enseñar lo que no te importa enseñar y lo que, a lo mejor, sí te importa.

Ese es el motivo de que el Toni no aparezca últimamente por aquí y no porque se haya ido al pueblo aunque eso también influye.

Es que, mira, Toni, no tengo ganas de revelarte todo lo que pienso y siento  sobre ti ni quiero que confundas lo que aquí escribo con lo que de verdad pienso o siento, que esa es otra.

Conque no quieres revelar, me dirá después con cara de demasiado tarde, maja, has hablado más de la cuenta y ya nunca me podrás sorprender.

Pues sí, claro que sí, Toni, me has fastidiado, pero que bastante porque ahora me autocensuro  y, además, te has suicidado. Como personaje, claro.

En buena hora no borré el historial de búsqueda en nuestro común ordenador, así fue como me descubrió. Dice que por qué me  he tenido que quedar yo con el cacharro si lo compramos entre los dos. Porque yo lo uso más, la custodia es mía, ¿me estás oyendo? Seguro que ahora no. Típico de él.

Conque típico de mí, ¿eh?

Así no se puede.

Por el caminito verde

La abuelita dijo: si me traéis un café con leche me resucitáis. Le llevaron a la cama, de donde hacía tres días que no se movía, una bandeja con un tazón de café con leche, muy caliente, bastante oscuro. Al rato estaba sentada en el sillón mirando por la ventana. La peinaron y le dieron un abanico. Se abanicó un rato, lo que le duró el efecto de la cafeína y volvió a la cama.

Al día siguiente, a media tarde, pidió otro café con leche. Si me traéis un café con leche me resucitáis, dijo una vocecilla entre las sábanas. Se lo trajeron, pero esta vez no llegó al sillón, se incorporó en la cama, recostada sobre dos almohadas, el abanico en la mano. Pidió que se lo perfumaran porque le gustaba mucho agitarlo y que el aroma se expandiera alrededor, pero apenas lo movió. Apretándolo con fuerza como si fuera su asidero a este mundo, se quedó dormida con la cabeza torcida sobre un hombro.

El tercer día no pidió el café con leche, pero se lo llevaron igual. Le dió dos sorbitos y lo apartó. Se lo dejaron en la mesilla rodeado de frascos de medicinas. La abuelita se puso de medio lado, cerró los ojos, suspiró y dijo: me voy por el caminito verde.

Después de su muerte, la familia debatió durante mucho tiempo lo que había querido decir. Algunos opinaban que nada, que solo había sido una expresión, otros que se acordó de un bolero del mismo nombre que cantó en su juventud , otros que había tenido una visión y que todos pasaremos por ese mismo caminito.

La niña pequeña pensaba que ese camino era solo de su abuela, diseñado al detalle para que ella se deslizara feliz. Un bonito, fresco y armonioso caminito con árboles muy altos y  mesas y sillas a los lados para sentarse a descansar, a beber muchos cafés con leche calientes, oscuros, resucitadores.

(Cuaderno de doña Marga)

Consultorio googlelesco (y grotesco)

Preguntar a google es muy normal, todos lo hacemos o lo hemos hecho alguna vez. Lo que no sé si me parece tan normal es entrar en el sacrosanto buscador y declarar como si estuviéramos en un juzgado. O confesar, como si nos hubiéramos puesto de rodillas en un confesionario o utilizarlo de amigo esperando, tal vez, que nos comprenda y dé la réplica a esa información que le hemos dejado caer así como sin querer.

Todo esto lo digo porque mis incesantes, profundos y sesudos estudios en torno a las claves de búsqueda me han llevado a la siguiente conclusión: google vale para todo o eso se creen algunos. Claro que las declaraciones, confesiones y datos que llegan a mi blog suelen referirse a un tema muy limitado: las empleadas domésticas. Somos un gremio muy conflictivo por lo que vengo observando además de oscuro objeto del deseo. Pero me inclino a pensar que todos lo son, cada uno a su manera. Y sin enrollarme más, ahí van mis hallazgos. Como creo que aunque no pregunten, ansían una respuesta, se la voy a dar.

– El cuerpo en las empleadas domésticas, escribe uno.

Querido memo, el cuerpo en las empleadas domésticas consta de los mismos miembros y órganos, salvo que sea coja, manca o haya sido sometida a una cirugía invasiva, que los de cualquier otra empleada o desempleada. No hay más que aclarar.

-La empleada doméstica nos espía, declara otro.

Pues claro que os espía, el trabajo en un hogar es muy monótono y repetitivo y espíar a los jefes le pone un puntillo de emoción a nuestras aburridas faenas. No te preocupes, lo más que puede pasar es que la empleada doméstica se abra un blog y luego cuente vuestra vida en él. Podéis estar tranquilos, los nombres siempre son inventados.

Estoy harta de mi empleada de hogar, le cuenta otro a su amiguito íntimo google, ese que siempre le ajunta.

Estimado hastiado, es muy normal. Todos los jefes están hartos de sus empleados y todos los empleados hartos de sus jefes. No le des mayor importancia, esconde el jamón bueno, deja a su alcance solo el presunto y tira millas. Si la echas y buscas otra terminará hartándote igual.

Empleada que copió el vestido a la reina.

No sé que contestarte a esta lanzada a la red de tan esencial dato. Creo que es bueno que tu empleada, porque supongo que será la tuya, le haya copiado el vestido a la Reina. Eso indica que tiene aspiraciones más altas que las de ser una simple fregona. Déjala en paz y trabaja un poco, hombre, que seguro que estás en el curro.

Relato se tira a la empleada.

¿No habrás querido decir Renato? Si Renato eres tú y a ella también le apetecía, pues que os aproveche. Si Renato es otro y tienes envidia, pues te fastidias. Si has querido decir «quiero leer un relato en el que el protagonista se tire a la empleada» lo has redactado bastante mal, te mereces haber caído en mi blog, donde no hay nada de sexo (por el momento) y sí muchas tonterías.

Me he apuntado a un taller literario, escribe uno muy contento de su hazaña. (Espero que no sea Renato)

Me alegro, es todo lo que puedo decirte aunque creo que el mejor taller literario es la lectura, pero eso es cosa mía, tú haz lo que quieras.

Descomposición de la caja de galletas, teclea alguien muy desesperado y no me extraña.

Tírala o siéntate delante y reflexiona sobre la degradación putrefacción de toda materia, la tuya incluída.

Cielito lindo

No me iba a quedar con las ganas de saber qué es y cómo se halla al famoso niño oculto, así que antes de entregarme de vacío, porque de lleno me canso, a mis labores, me he dirigido al quiosco o templo de  de la diosa Esmeralda, es un decir,  a que me sacara de dudas con sus múltiples sapiencias.

De niños interiores no sé nada, de lo que sí sé y más de lo que querría es de adolescentes exteriores, de eso te puedo hablar y no parar, pero de la infancia interna no tengo ningún dato. Y me ha cortado muy seca porque dice que un hombre con un acordeón la lleva atormentando desde hace unos días. Escucha, escucha, se pone, ya empieza otra vez la musiquita y lleva así desde el lunes, antes se colocaba más lejos y apenas le oía pero por alguna razón que desconozco se ha mudado aquí al lado. Eso que toca es el inicio de esa canción que dice «ese lunar que tienes cielito lindo junto a la boca…». Y cuando digo inicio quiero decir precisamente eso porque de ahí no pasa.

Ah, pues es muy bonita, le digo yo, no veo el tormento, si a ti la música te gusta, ponte a cantarla y ya está.

Me gusta según y cómo, según y cuándo, según y quién y ,sobre todo, me gusta entera, con las canciones me pasa como con otras cosas, si son interruptus me dan mal rollo.

Huy con lo que me sale. Se debe de referir a que el hombre del acordeón que se le ha aposentado a su vera siempre toca el mismo fragmento, se para cuando llega justo  donde habría que decir boca y luego vuelve a empezar por el principio pero sin pasar nunca por el medio ni pisar la línea de meta.

Me tiene desquiciadita, como siga así voy a ir hasta donde está sentado, le voy a arrancar el acordeón de cuajo y voy a terminar yo el cielito lindo de los…

Ella le ha puesto un calificativo, pero no lo repito porque las palabras mal sonantes me saben a cebolla cruda. Cuando éramos pequeñas mi madre nos frotaba la mitad de una cebolla por la boca si hablábamos mal. Métodos arcaicos de pueblo que no aconsejo  poner en práctica a ninguna madre moderna pero que funcionar, funcionan.

¿Y que viene después de junto a tu boca?, lo digo porque si voy a terminársela tendré que saberlo, yo también me he quedado atascada ahí, no consigo acordarme, me salta la Esme repentinamente interesada.

Viene que le dice a la cielito que no le dé el lunar a nadie porque lo quiere solo para él, es un poco acaparador.

¿Sólo eso?, ¿y no le advierte de los peligros del melanoma ni nada? Pues menudo elemento.

No sé, Esme, esta conversación de hoy está degenerando.

La culpa la tienes tú, me reprocha, por venirme con cuentos raros de niños y de niñas y por hacer caso a las mistiqueces de tu jefa. Y el del acordeón, ese también, a ese como lo agarre, me lo meriendo.

Más bien te lo desayunas por la hora que es o te desayuna él a ti,  te está saludando con la mano. Esme, mira, mira, ha parado de tocar y te ha hecho una reverencia. Le has gustado, lo mismo se cree que tú eres la cielito lindo rediviva.

Lo que me faltaba,  no mires, no mires que se ilusiona y se aproxima. Vamos a hacer como que buscamos algo en internet para disimular. Niño interior qué es, teclea en google nerviosamente, el subconsciente  influenciado por mis preguntas.

Y de esta manera tan azarosa y gracias al lunar de la cielito he aprendido lo que busca mi jefa y ahora que lo sé igual me animo yo también a sacar a esa niña gorda y feliz que habita escondida en mí. Aunque, ahora que lo pienso, si sigo siendo razonablemente gorda y pasablemente feliz para qué voy a enredar. Que la niña se quede donde está que yo sigo para delante.

El niño interior

Tenía yo ya a mi jefa muy delimitada, muy bien colocada en mi personateca, esa que todos llevamos en la mente y en la que vamos instalando a los que conocemos por estantes muy bien organizados. Bueno, igual esas estanterías imaginarias solo las llevo yo, que tampoco he visitado las mentes de otros, no por falta de ganas, ya me gustaría, sino porque no se puede.

El caso es que no sacaba a la Patri de sus reducidas actividades diarias que son las que ya he contado aquí mil veces: escribir, meditar, asanear ( no confundir con asesinar, se trata de practicar las asanas del yoga). De vez en cuando también quedar con alguna amiga o grupo de ellas que no la entienden nada ni la satisfacen, eso se nota, la Patricia no es un ser fácil de entender, o salir de compras y volver con cara de haber sido torturada en los probadores. Sospecho que no le gusta mucho ir de tiendas.

Pero hoy, de buena mañana, la he visto sentada en su mesa de la siguiente manera: el ordenador de sus escritos estaba echado a un lado, justo en la esquina de la mesa y a puntito de despeñarse y su lugar lo había ocupado una lámina con un dibujo. También había lapices de colores, rotuladores, acuarelas, sacapuntas y otros objetos similares. Primero pensé que le estaba haciendo, como hacen y harán muchas buenas madres del mundo, el trabajo de fin de curso al Jacobín, pero al acercarme a saludar he podido comprobar que la lámina no era infantil aunque tampoco me ha parecido muy adulta. Además el Jacobín ya ha terminado el curso, ahora que me acuerdo.

Me he puesto a mis faenas sin dejar de pensar que las artes de mi jefa se despliegan cual alas, que se bifurcan cual no se me ocurre qué, pero cual algo que tienda a la bifurcación y que, cansada de la escritura, pero con esa necesidad de expresarse y de crear que todo artista lleva dentro, le ha dado por las artes plásticas. Pues no, tampoco era eso.

He tenido que esperar a que se levantara para ir al baño para acercarme con el trapo, ese objeto que me da acceso a todos los rincones, a modo de pase mágico, y ver aquello más de cerca. El dibujo representaba a una mujer de pelo largo que dormía sobre una colcha de estrellas, de las hebras del pelo le salían nenúfares, pájaros y ranas. Un tanto extraño pero bello, muy hadesco. En realidad no era una sola lámina sino muchas agrupadas en un libro y en la contraportada de ese libro explicaba: colorea para encontrar tu niño interior. ¿Perdón?

Ha regresado ella  y me ha conminado a que abandonara esa estancia y me adentrara en otras porque estaba trabajando y no gusta de ser interrupida. Se me ha pegado el lenguaje adecuado, a mi parecer, a la lámina de la durmiente. He hecho como que me lo creía pero no soy tan tonta como para pensar que buscarse niños sea un trabajo, será otra cosa. Demeasiados niños para una sola persona. Ella ya lleva en su vientre un niño en formación y luego está el ya formado de fuera, el Jacobín, al que mucho caso no hace. Entonces, ¿qué niño es ese al que busca pintándole el pelo a una mujer con lotos y ranas en el mismo? No entiendo nada. Tengo que reconocer que hoy me ha descolocado y se ha descolocado ella misma.

He sacado el libro Patricia-mi-jefa de la estantería mental y lo he dejado a un lado para ver si lo tengo que volver a poner donde estaba o le busco otra ubicación distinta. Consultaré con  mis dos asesoras de confianza, la Esme y la Noe, para ver qué saben ellas de niños interiores. Y aquí queda mi tontería de hoy. Voy a ponerme a jugar a los dinosaurios con el niño exterior mientras su madre se busca el interior coloreando señoras raras. Para rara, la gente a veces.

Qué ignominia, hijos míos

A mí tampoco me gusta el té, el orégano sí pero, vamos, que no entiendo ciertos relatos y mucho menos entiendo esa ideíta del club de fans. Hombre, si me queréis hacer uno y, de paso, financiar la publicación de mi novela escrita en una tarde, en la que está contenida el mundo entero, eso ya es otro cantar de los cantares.

Porque en la, por el momento llamada «novela de  Esme», hay de todo. Le he metido amor, muerte, drogas, sexo, humor, poesía, prosa, fauna, flora ¿Qué más le he metido que ahora no me acuerdo? Ah, sí, calla, paso del tiempo, de eso hay en abundancia, y  también canciones y alguna receta de cocina.  Está pero que muy bien.

El Hipólito, que la ha leído porque si no la lee se arriesga a una muerte cruel y lenta, dice que es un poco engrudo y que se te queda como a medio esófago, pero qué sabrá él de novelas totales. Él sabe de calles de Madrid que para eso es taxista, de programación radiofónica que para eso tambien es taxista,  y de avistar aves los fines de semana que para eso es avistador de aves de fines de semana, pero de novelas y mucho menos totales, no tiene ni pajolera. Sólo me falta el título pero eso es lo de menos porque si la novela me la zanjé en una tarde, pues el título en cinco minutos lo despacho.

El caso es que no era de esto de lo que quería hablar pero antes de ponerme a escribir me he dado una vuelta por el blog este en el que tan generosamente colaboro, he visto lo de vuestro amor y pasión totalmente injustificado por los cuadernos y, o digo algo o rabio. ¿Envidiosa yo? Pues mira, sí, te lo voy a reconocer ya y acabamos antes. Mucho y desde siempre. Tengo ese pecado capital y algún otro, también. No soy como esas que cuando les preguntan, ¿cuál es tu mayor defecto? Contestan haciéndose las sinceras: soy demasiado generosa. Y se quedan tan anchas. A ver, tontarraca, que eso no es un defecto, di que eres mentirosa o ladrona o envidiosa, como yo. Eso ya sí.

La frase de la que quería hablar es esta: cierra la puerta. Está en imperativo y es la que continuamente oigo en mi casa de boca de mis Paquirrines. Explico el contexto para que se entienda mejor: en mi eterno deambular por el hogar recogiendo prendas del suelo, recolocando objetos descolocados, llevando y trayendo ropas y todo eso tan inútil como efímero, entro y salgo de los cuartos, no me queda más remedio, y allí es dónde están ellos cómodamente aposentados frente a sus ordenadores. Nada más intuir mi presencia porque verme no me ven y oírme tampoco a causa de los auriculares que taponan sus oídos -debe de ser que me huelen- una voz ventrílocua proveniente de sus, gracias a mí,  bien alimentados estómagos, ordena:  cierra la puerta. O bien, para ahorrarse una palabra: cierra. Pero, ¿cómo voy a cerrar si todavía estoy dentro?

Porque esto no te lo dicen cuando ya has salido de sus habitáculos si no cuando todavía te encuentras en su interior y no es porque quieran que te encierres con ellos,no, lo que quieren es que salgas cuanto antes y les dejes en paz. Os parecerá una tontería pero hay días en los que «cierra la puerta» o simplemente, cierra, es la única frase que me entregan a modo de dádiva.

Ah, pues mira, ¿y si titulo la novela total Cierra la puerta? No sé si es una mierda de título pero tiene su simbolismo y su sentido profundo, el de la incomunicación humana, el aislamiento, la soledad, el ostracismo, la ignominia. Esta última palabra es que me gusta y no encontraba el momento de usarla. Lo acabo de encontrar ahora, la vida siempre te ofrece oportunidades para hacer uso del lenguaje y hasta abuso. Otro día voy con oprobio que también me tienta pero hoy…

Qué ignominia, hijos míos, qué ignominia.