No sé si la Patricia ha logrado su objetivo de desconectarse de lo virtual porque nada más llegar a Madrid se ha tirado como una loca a su ordenador sin deshacer las maletas ni nada. Claro, como las maletas se las deshago yo, puede entregarse al vicio sin cortapisas. A mí me ha costado un poco más y cuando por fin he podido sentarme un ratillo ante la entrada en blanco del blog digo, ¿y ahora de qué hablo? Ya no tengo ganas de hablar, no le veo el sentido, he perdido el hilo de mis propias peripecias, qué me importa si me leen o no. Echo de menos la piedra, el monte, el cielo, el río. Un síndrome de Estocolmo en toda regla.
Total, que para despejarme me he marchado a visitar a la Esme y lo que me encontrado allí, además de con la mencionada, me ha dado el tema del que carecía. Hallábase la Esmeralda ataviada con una bata blanca por encima de la ropa, se había subido a un taburete y estaba pegando con cello en la parte delantera del quiosco un cartel bastante cutre en el que se leía una frase que decía algo de éxito o aprendizaje.
Digo, pero, Esme, ¿qué haces?, te vas a caer, el taburete ese se menea que no veas.
Es que es de los chinos y no han invertido en estabilidad, pero me arriesgo. ¿Qué te parece mi consulta?, se me pone señalándome el quiosco de siempre.
Muy bien, le digo, ¿te queda algún cornete de chocolate? Tengo antojo. Pues se ha enfadado. Que si solo pienso en comer, que si ella está iniciando un nuevo emprendimiento y necesita apoyo de las amigas, que si no leo lo que ella ha escrito porque entonces sabría de qué me habla y un montón de reproches más. Entonces me ha explicado que se ha puesto de terapeutisa, que es una mezcla entre terapeuta y pitonisa, su profesión ancestral.
Te apoyo, Esmeralda, te apoyo, le he dicho chupeteando mi cornete aunque no entiendo muy bien en qué consiste. Pero entonces se ha acercado una mujer de esas que corren con mucha sofoquina y que dícense llamar runners y le ha pedido una botella de agua.
Dime, guapa, le salta la Esme aclarándose la garganta, ¿qué problema te aqueja que tienes la necesidad de correr con este calor? Mira que a las dificultades hay que mirarlas de frente y que huir hacia delante nunca ha sido, es ni será buena táctica. Me llamo Esmeralda y puedo ayudarte. Túmbate en este diván, le dice señalándole la banqueta coja de los chinos, y háblame de tu infancia.
¿Me estás vacilando?, se le pone la otra, porque no tengo el cuerpo para tonterías y ha salido corriendo en pos de otro quiosco con agua y sin terapeutisa dentro.
Será gilipollas, ha mascullado Esmeralda, así se lesione. Bueno, ya vendrá otro, los comienzos siempre son difíciles, hay que perseverar, no soy de las que se dan por vencidas a la primera de cambio, ¿verdad que no, Eva? Si quieres te hago a ti la terapia y así voy perfeccionado mis técnicas sanadoras. Túmbate ahí, me ordena señalando de nuevo el precario taburete.
Querras decir que me siente.
Claro, hija, no se puede ser tan realista. Te sientas pero te imaginas que estás tumbada y ahora háblame de lo primero que se te ocurra.
Pues mira, que la Patricia me ha tenido secuestrada y sometida a un régimen muy severo de ayuno y abstinencia digital. Tanto es así que a la vuelta no sabía de qué escribir y daba el blog por muerto. Pero luego ya, al verte, se me ha ido ocurriendo alguna que otra cosilla.
Quita, me aparta de un empujón, que viene una vieja. A esta la cazo pero bien cazada y se ha puesto a sonreírle con una cara muy falsa hasta que ha conseguido tumbarla, es un decir, y hacerle hablar.
Pero qué terapeutisa está hecha.