Por fin he podido escapar un rato de las garras de mi paleolítica jefa y y he logrado llegar hasta una aldea medianamente civilizada. Solo tengo media hora para narraros mis desventuras mientras me tomo un café con leche en el único bar con wifi. Me miran raro porque nunca ha visto teclear a nadie a tanta velocidad o nunca han visto teclear o nunca han visto a nadie. Alpargatos, que diría mi madre.
Resulta que la Patricia ha decidido desengancharse del mundo on line y para conseguirlo se ha venido a estos parajes, que no me preguntéis donde están porque no lo sé. Lo que si sé es que están lejos porque hemos tardado mucho en llegar, que tienen buena temperatura, nos tenemos que tapar por las noches, que son bonitos, así como de foto del instagram y que algo malo tendrán cuando aquí no hay nadie.
Bueno, alguien si hay, una amiga de la Patricia de acento extranjero que le está dando clases de desenganchamientos y de una cosa conocida por ellas como mindfulness. Sé cómo se escribe porque se han traído un libro con ese título y lo acarrean doquiera que van. De ahí saca la amiga sus enseñanzas, tampoco es que se lo sepa sin mirar. Pues vaya con la maestra ciruela.
El nombre de la amiga es Sara, con hache en algún lugar del mismo, pero ella a Patricia le llama darling, todo el día darling por aquí y darling por allá. Observa la piedra, darling, y no hagas nada más, se pone ayer, concéntrate en su forma, en su textura, en su peso. Escucha la brisa entre las ramas del tilo y el perfume que nos trae, darling. Hay un abeja cerca, se aproxima sí, observa tu reacción pero no juzgues, sólo observa.
Como le pique la abeja la reacción puede ser alérgica pero cualquiera se lo advierte, además que no tengo tiempo porque mientras la Patri darling y la Sara, más darling todavía, miran fijamente un árbol, una piedra, el rio o el monte, mientras ellas se extasían, porque se extasían que las he visto, con el sonido de la brisa y otras pamplinas, yo corro detrás del Jacobín que también es muy paleolítico, pero en otro estilo.
A él las piedras le gustan para lanzarlas, los árboles para intentar treparlos o pegarles meneos a ver si cae algo, los ríos para chapotear entre risas histéricas y los montes para nada de momento y menos mal que no estoy yo para pendientes.Qué sofoquinas me agarro corriendo detrás del hiperactivo niño troglodita.
Y encima quieren que me descalce como han hecho ellas, nada más llegar dejaron los móviles en un cestillo y se quitaron los zapatos, andan todo el día como primitivas muy emocionadas porque dicen que así sienten a la madre tierra, se les activa la circulación y se les fortalecen los pinreles.
Pues si que… también se clavan los pedruscos y hasta te puede picar un escorpión o una víbora, además de llevar las plantas renegrías. Lo siento, majas, pase que me tengáis incomunicada del mundo sin mi blog de mis amores, pero correr detrás del niño practicando el barefoot que así es como ellas denominan a esa tontería de andar descalzas, eso ya sí que no, queridas darlines.