Mateo, concluyó el psicólogo con esa sonrisa tan simpática que le ponía siempre, tienes que salir de tu zona de confort y le dio una entusiasta palmada en un hombro mientras lo conducía por los pasillos pintados de verde hacia la salida de su consulta. Emprende un viaje, le sugirió ya en la puerta. No dijo vete o haz si no emprende. Nos vemos a la vuelta, Mateo. Ánimo y recuerda: sal de tu zona de confort.
Pero, ¿de qué zona de confort hablaba ese cantamañanas si precisamente lo que le pasaba era que no se encontraba a gusto en ninguna parte? Él no tenía zona de confort, siempre estaba incómodo, todo le molestaba, por eso había empezado a ir al psicólogo. Se iría unos días si eso formaba parte de su tratamiento, pero sospechaba que moverse de sitio no cambiaría gran cosa su sensación de disgusto. Reservó habitación en un hotel rural para alejarse de la zona de supuesto confort de la gran ciudad en la que vivía.
Sólo se oyen pájaros, le dijo la recepcionista con una sonrisa tan simpática y animosa como la del psicólogo. Al menos no hubo palmada en el hombro. Se sentó en la terraza y era cierto, sólo se oían pájaros pero al rato habían puesto una musiquilla ambiental que ascendía hasta donde estaba y que le irritó bastante por lo fea y lo inapropiada. Poco después salió a la terraza contigua una pareja grosera y maleducada que se hablaba a gritos con palabras soeces, indiferentes a su presencia. Irritado, entró en su habitación pero entonces tuvo calor y sensación de encierro, igual que en casa.
Sigo en la misma zona, ha emprendido el viaje conmigo, pensó dando vueltas en una cama enorme y llena de almohadones en la que se sentía de tan cómodo, incomodísimo. La palabra emprender parecía estar llena de piedras. No consiguió dormirse hasta las cuatro de la madrugada y a las cinco un mosquito le despertó a toque de corneta.
Bueno,bueno, bueno, ¡cómo estamos!, se te ve magnífico, Mateo, te ha sentado bien la escapada, qué buen color, le recibió el psicólogo a la vuelta sonriéndole mucho, demasiado. Veo que te ha dado el sol y has salido de tu zona de confort.
Sí , me ha dado bastante el sol y también una reacción alérgica, mira qué ronchas. La zona está por todas partes, todo es zona, una única y misma zona de malestar, le explicó Mateo taciturno. Pero como le ocurría con frecuencia cuando expresaba su desesperación, el otro lo tomó como una broma.
Jajaja, se rió el terapeuta echando la cabeza hacia atrás, tienes muy buen sentido del humor, eres irónico, agudo. Nueva palmada en el hombro, nuevo consejo en la puerta: quiero que escribas una lista diaria de cosas buenas que te sucedan, pueden ser cortas pero no menos de tres puntos por día, así nos vamos enfocando en lo positivo. Lo dijo en plural como si fueran a enfocarse juntos pero seguramente solo era una manera de hablar. En quince días nos vemos. El humor nos salva, el humor nos redime, Mateo.
Estoy salvado, redimido, se repitió ya fuera de la consulta intentando convencerse. Cruzó la calle entre bocinazos y rugir de coches. Muy salvado, muy redimido. Muy jodido.
(Cuaderno de doña Marga)