Mes: septiembre 2015

Páginas pegadas

Cuando era pequeña había en mi casa una colección de libros de saberes varios, como una especie de enciclopedia para niños que lo mismo te explicaba qué es la fusión que por qué mueve la nariz un conejo. Estaba dividido en secciones y en una de ellas hablaba de seres fantásticos. En esa sección estaba dibujado un vampiro dentro de su ataúd con la cara muy blanca y los colmillos con restos de sangre. Me daba pánico.

Me daba tanto miedo que pasaba esas hojas muy deprisa y sin mirar para no encontrarme con el vampiro. Mi madre pegó esa hoja a la siguiente con cello pensando que así solucionaba el asunto. Pero fue peor, ahora seguía estando ahí, pero oculto. Como no lo veía me imaginaba truculencias mucho mayores que las del dibujo y, además, podía escapar y salir en cualquier momento, rabioso porque había estado encerrado.

Pues eso más o menos es lo que me pasa ahora en casa de la doña Marga. Porque se han traído al don Margarito del hospital para que muera en su cuarto y en su cama y aunque yo no tengo que entrar en su habitación ya que tiene una enfermera, sé que está ahí, con sus estertores y su agonía y eso me impide estar tranquila. En cualquier momento se va a despegar el cello y voy a tener que mirar lo que me asusta. Seguramente no es tan horrible como lo que veo en mi imaginación.

A lo mejor la doña Marga lo sabe y por eso me ha mandado que le pregunte a la enfermera si quiere un café o un vaso de agua. Se lo he preguntado desde la puerta, mirando sólo de reojo a la cama, y lo más deprisa posible. Todavía no me atrevo a despegar del todo las páginas.

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Guillermo, Camiseta y otros secretos

Ya le he contado a la Patri lo del Jacobín con la piedra. O con las piedras porque ahora ya son tres: Petus, Lon y Vuris. A mí me suena como a dioses vikingos pero no creo que el niño sepa mucho de mitología escandinava.

Pues va y se me pone que le parece normal y hasta sano y que no hay que preocuparse, que los niños que tienen amigos imaginarios desarrollan antes el lenguaje y de manera más rica así como la imaginación y el desempeño de roles. A saber con esto último a qué se referirá.

A todo esto, mientras me lo decía, la Poncho que andaba por ahí en una especie de camisón parecido a la túnica de un payaso, ha contenido un relincho y ha dicho que sí, que era bueno, que mirase lo creadora que Patricia es y lo literata y lo escritora y lo imaginativa.

O sea, que ella también hablaba con tres piedras, he pensado yo en primera instancia, como los juzgados, pero no era eso. Lo que era me lo ha contado la Poncho en la cocina, mientras yo le daba a la plancha, mi arma de pensamiento preferida. Es ver subir el vaporcillo y se me ocurren muchas ideas, no necesariamente buenas.

Y en eso estaba, intentando fabricar ideas, cuando se me acerca la Poncho payaso por detrás y me suelta, sin mediar pregunta por mi parte, que Patricia de pequeña, como no tenía hermanos, se inventó uno, le llamaba Guillermo y se pasaba todo el día hablando con él, se peleaban mucho, como los hermanos de verdad. Pregúntaselo si no te lo crees, me dice al ver mi cara de pasmo.

Pero mi cara de pasmo no era por eso si no porque la Poncho sea tan cotilla como para contarme lo secretos de su amiga, porque digo yo que lo de Guillermo será un secreto, y además sin que yo se lo haya preguntado. Y luego me ha contado más, que son amigas desde la infancia, desde el kinder garden, me ha dicho ella, se ve que las finas van ahí y no a la guardería, y que eran siempre tres, ellas dos y otra más.

Camiseta, salta luego en voz más baja. Pensaba que se refería a alguna prenda del montón de plancha y me he puesto a rebuscar para dársela pero ha soltado una risa relinchona de lo más aparatosa y retorciéndose los pelos me ha dicho que Camiseta era la tercera amiga inseparable.

Madre mía, Poncho, Camiseta, no quiero ni pensar cómo llamarían a mi jefa, ¿Braga?

Pues eso también me lo ha contado mientras abría la nevera y se tomaba un yogur griego con mermelada de fresa al fondo, tan panchamente.

A Patricia siempre le hemos llamado Pato, es que se le daban muy mal los deportes, no como a mí. Se falsificó un certificado médico para no hacer gimnasia, imagínate.

Sí, ya me estoy imaginando la gracia que le va a hacer a la Pato cuando sepa que me ha contado que es hija única, que hablaba con las paredes y que mentía para no saltar el potro.

Y Guillermo, ¿sigue vivo?, se me ha ocurrido preguntarle más por cortesía que porque me importe mucho.

Lo que ha relinchado con esta pregunta, se daba hasta palmadas en los muslos de la ilusión que se ve que le ha hecho. Pero no me la ha contestado, ha agarrado un paquete de galletas rellenas de chocolate y con su camisón cirquense se ha metido en su cuarto todavía riéndose.

Pues vaya, qué cosas, vapor viene, vapor va, he intentado pensar algo pero la verdad es que con tanta interrupción ya no se me ha ocurrido nada. Petus, Lon y Vuris, he dicho sin motivo, ¿qué estarán haciendo ahora esos tres? Mira que si la locura es contagiosa…

Las enseñanzas de doña Juana

Dice la Esme que la próxima vez que tenga que ir a visitar moribundos que me calce  un lorazepam. Te lo calzas bien calzado y verás como no te entra la angustia ni la ansiedad ni la diarrea motora, se me pone.

Pero Esme, cómo me voy a tomar la pastilla esa que dices, porque supongo que a eso te refieres cuando hablas de calzamientos, si yo no estoy acostumbrada a tomar nada, puede sentarme mal y, además, que no tengo.

No hace falta que te tomes una entera, so panoli, empiezas por un cuarto y si no necesitas más, mejor, y si sí, subes la dosis. Y la pastilla te la regalo yo y es un favor especial que te hago , bastante me cuesta sacarle la receta a mi médica de familia. Tía más siesa, está empeñada en que todos mis males se curen con deporte. Ya le he dicho que sí, que me he apuntado al spinnig pero que mientras se queda una plaza libre con algo tendré que ir tirando.

Ah, pues qué bien lo del spinnig, sea lo que sea, ¿no Esme?, le digo ingenuamente.

Pero, ¿qué dices?, ¿a ti te parece que me voy a poner a pedalear como una posesa sin moverme del sitio mientras un sádico me azuza al ritmo de una música abominable?, tú estás tonta. Te lo crees todo como mi médica.
Mira, la vida a pelo no siempre se puede aguantar. ¿Para qué está la química? Pues para echarnos una mano en los momentos críticos. Tu hazme caso y sigue mis enseñanzas. Las de doña Juana, añade luego riéndose, ella sabrá de qué.

El caso es que me ha regalado una pastillita blanca muy pequeña. Dice que la lleve en la cartera y que pruebe, que ya veré qué bien enfrento las situaciones con la píldora del todo me importa un pito y qué relax más bueno me está entrando, según su personal prospecto.

No creo que me la tome, aunque llevarla en el bolso me da cierta seguridad por si tengo que contemplar más estertores y me entra el canguelo.

Con mi droga a cuestas he llegado a casa de la Patri donde me he encontrado, nada más entrar, a la Poncho meneando las caderas en mitad del pasillo al ritmo de una musiquita oriental. Clin, clin, clin, resonaban las moneditas del pañuelo- falda que llevaba.

¿Te apuntas a la danza del vientre?, se me pone haciendo un movimiento de molino con los brazos. Le iba a dar una clase a Patricia como método de preparación al parto placentero pero dice que le duele la cabeza.

Me encantaría lo que más, le he respondido muy diplomática, pero tengo que pasar la aspiradora. Oye, será pesada la Doula, por dónde iba yo aspirando, iba ella meneando el pandero y enredándose con el cable. Se ve que necesita público y a falta de algo mejor…

¿Te recuerdo a una diosa hindú? Mi preferida es Laksmhi, mira cómo hago el giro en la esquina, así, y ahora otro para el otro lado, mira, mira, parece fácil pero hay que coordinar cuerpo y mente.

Con tanto clin, clin, clin y tanto esquivar a la diosa Laksmhi de pacotilla  me estaban entrando ganas de seguir las enseñanzas de doña Juana.

Vamos, que a puntito he estado de tomarme la pastilla y no un cuarto, entera, pero no, me he contenido, que mañana tengo que volver al hospital y digo yo que allí me hará más falta. Y, además, me da miedo porque, como dice una de mi pueblo, los medicamentos tienen muchas contradicciones. Pues se parecen a los seres humanos, mira tú qué cosas.

Resulta que soy cobarde

Ayer, después de leer un rato poemas bastante siniestros desde mi punto de vista y verdaderas maravillas desde el punto de vista de la doña Marga fuimos al hospital.

Nos llevó la doña Repolluda en su coche, iba todo el camino lanzando suspiros y soltando ay señor, señor, qué pena. Qué vida esta, por lo que tenemos que pasar…digo yo que podía haber puesto un poco de música de la radio para animar el trayecto porque, vamos, ni en un coche mortuorio.

La doña Marga no le hacía mucho caso, iba muy seria embutida en su disfraz de ancianita respetable y de vez en cuando me decía por lo bajo, qué pesadita es la pobre, y se encogía de hombros como queriendo expresar que no tenía remedio y que mejor era dejarla.

Me impresionó mucho ver al don Margarito, ha adelgazado tanto que apenas se lo reconoce, le asomaba por debajo de las sábanas una pierna como un palo, llevaba metidos por la nariz unos tubitos de goma para el oxígeno y pinchado en el brazo otro tubo muy largo conectado a una bolsa transparente. En ningún momento abrió los ojos. Creo que se está muriendo pero como no he visto morirse a nadie no estoy segura. Respiraba mal y eso dice la doña Repolluda que son los estertores.

No sé exactamente por qué, pero cuando dijo esa última palabra las piernas me empezaron a temblar y me tuve que sentar en un silla, también me entraron ganas de vomitar y me sentí igual de mal que cuando era pequeña y tenía gastroenteritis.

Resulta que soy una cobarde, nunca he visto morirse a nadie, ni siquiera he visto a nadie muerto, sólo a un perro que tuvimos antes que al Pancho. Le atropelló un coche. Tuvieron que darme una pastilla para dormir y me pasé una semana llorando. Pero entonces era una niña, se me podía disculpar.

Pensaba que iba a poder ayudar a la doña Marga a pasar el mal momento, pero más que una ayuda he sido un incordio. Casi que ha sido ella la que me ha apoyado a mí. Vete a casa tranquila, Eva, me ha dicho, a mí la muerte ya no me impresiona. Y se quedó tan serena cogiendo de la mano al don Margarito.

Ay señor, señor, qué cruces nos mandas, pero hágase tu voluntad, seguía la otra perorando cuando salí escopetada de ese cuarto. Me sentí muy rastrera al llegar a  la calle, muy esquirola y al mismo tiempo muy aliviada de ver el cielo azul y cada cosa en su sito, sin estertores.

Pero eso es porque soy una cobarde, ahora ya lo sé. Y algo tendré que hacer para remediarlo.

Doña Marga descolorida

Pues si que estamos buenos, tía Paca, el Jacobín jugando con una piedra y la doña Marga vestida de señora mayor. Pero si casi ni la reconozco con ese vestido gris atado con un cinturón, ese collarcito de perlas discretas, las medias oscuras y unos zapatos de salón acharolados.

Digo, pero doña Marga, ¿todo eso que lleva son las compras que ha hecho este verano? No es que no vaya elegante, que lo va, y mucho, pero no parece usted, parece cualquiera de las señoras de este edificio.

No me fastidies que me parezco a Consuelito y a Carmencita, me dice nombrando a dos de sus vecinas más añejas, con lo mal que me caen, son más carcas…

Pues un aire sí que se da, me la veo apuntándose a la partidita de las tardes, no me parece mal si lo que quiere es integrarse en el grupo, (estoy un poco obsesionada con la integración y los grupos, lo reconozco), pero me gustaba más con sus ropas de colores y sus trenzas con lazo.

Esta vestimenta tan fea es cosa de mi sobrina, el pelo también, me ha mandado a un peluquero para que, según ella, me adecente. Dice que no puedo ir al hospital a ver a Cecilio con mis pintas habituales. Mira que pelo me ha puesto, si hasta cruje de toda la laca que llevo encima,  no me gusto así, me encuentro extraña pero he cedido para que dejara de marearme.

¿Pero es que don Margarito está el hospital?

Sí, guapa, otra neumonía. Vamos a ir a verlo luego, cuando venga mi sobrina a llevarme. Y ahora vamos a leer algo para distraer la mente de pensamientos funestos. Saca a Emily de la estantería y abre por dónde quieras a ver qué sale. La poesía me gusta leerla así, al azar.

Y esto es lo que ha salido:

«Presentimiento es esa larga sombra

que poco a poco avanza sobre el césped

cuando el sol sus imperios abandona.

Presentimiento es el susurro tenue

que corre entre la hierba temerosa

para decirle que la noche viene».

Ella dice que es muy bonito y que viene muy al caso de cierta situación, pero a mí no me ha gustado nada, qué mal fario de poema.

 

Teoría de patios

El Jacobín ya tiene su primer amigo en el colegio, se llama Peto. Y ahora viene la mala noticia: Peto es una piedra. Le ha puesto él ese nombre no sé si influenciado por tener en casa a una mujer llamada Poncho o por su imaginación infantil. La lleva siempre en el bolsillo del pantalón y se dedica a jugar con ella, no sé muy bien a qué, cuando llega la hora del recreo. En un rincón del patio para acabarlo de fastidiar.

Él y la piedra, los dos solos en un rinconcito para que los otros niños, calificados de brutos por el que hasta ahora ostentaba ese título, no le empujen ni le peguen.

Todo esto me lo ha contado por el camino al colegio con una mano en la mía y la otra aferrada a Peto. Qué pena me ha entrado. Pero bueno, Jacobín, si tú has sido el terror de los parques y jardines, el número uno arrebatando palas y cubos, el destroza toboganes y arranca lazos de los pelos de las niñas para posteriormente comértelos, ¿qué transformación es esa?

Del son brutos no le sacas y de su hermanamiento con la piedra, tampoco. He tenido que ir a contárselo corriendo a la señora de las gafas, la Esme, mi asesora personal en todo tipo de disciplinas.

Esme, que el Jacobín se ha vuelto raro, está tímido y asustadizo, no hace amigos, se queda en un rincón todo el recreo y juega con una piedra llamada Peto.

Buenos días por la mañana, si no te importa, ¿qué tal estás, Esme, cómo has pasado el fin de semana?, digo yo, me dice ella.

Sí, bueno, Esme, date por saludada, es que tengo poco tiempo, ¿qué piensas tú de todo esto?

Pienso, aparte de que algunas están perdiendo la poquita educación que tenían, que te traigas al niño esta tarde al quiosco que le voy a inciar en los rudimentos de la teoría de patios.

Ah, pues muy bien. Y eso, ¿en qué consiste?

En primer lugar tiene que abandonar ese rincón del recreo desde donde pasa desapercibido y ocupar el centro. Una vez ahí, bien posicionado, que haga unos cuantos gestos amenazantes para dejar bien claro quién manda ahí.

Ya, claro, pero es que tiene miedo, objeto yo, por eso se queda en el rincón.

¿Y qué?,miedo tenemos todos, lo importante es que no se note. Que los gestos amenazantes no funcionan, se pasa directamente a la acción repartiendo caña y mandoblazos. No mucha pero sí la suficiente. ¿No me has dicho que lleva una piedra? Pues que escalabre al primero que le tosa.

No sé, Esme, me parece que eso más que teoría es práctica y creo que no te voy a traer al Jacobín para las clases esas que dices, no me parece a mí que la violencia sea la solución. La violencia engendra más violencia y todo eso. Es mejor la paz y la conciliación.

Déjate de tonterías y si quieres la paz, prepárate para la guerra, me suelta toda chulesca. Si sabré yo de patios, calles y callejones. Y ahora,largo, que me espantas a las clientas. Esta tarde a las cinco, que se traiga la piedra.

Antes de eso mejor se lo cuento a su madre a ver si encuentra la solución en uno de esos libros de educantas que está leyendo porque la teoría de patios de la Esme no termina de convencerme.

En el rinconcito y hablando con una piedra, pobre Jacobín, qué pena me da.

El jamón universal

A mí que la Poncho gorronee a la Patricia no me parece bien pero allá ellas y sus contratos laborales, pero que se coma mi bocadillo de jamón de media mañana eso ya sí que no. Resulta que yo, nada más llegar cada día a trabajar, lo saco del bolso, le quito el papel de aluminio y lo dejo encima de un plato para que se oree. Son rituales que tiene una. De vez en cuando me acerco hasta la cocina para mirarlo y así me voy motivando hasta que llegan las once y media o doce, hora de zampármelo.

Pues en una de esas visitas a mi bocata me veo a la Poncho muy bien  repantingada en una silla de la cocina, con su taza de té de roiboos en una mano y mi suculencia en la otra. Que le pongo tomate untado y aceite de oliva y lo tuesto un poco para que cruja.

Digo, oye, maja, que eso que vas a morder me pertenece.

Ay, perdona, no lo sabía, es que la creatividad da mucha hambre y estoy pintando un retrato de Patricia embarazada, ¿quieres verlo?

Bueno, le contesto, arrebatándole mi sustento y dándole un bocado antes de que se lo dé ella. No me gusta comer deprisa ni con ansia, por su culpa me estaba estropeando el momento conexión íntima con mi bocata jamón.

Me conduce hasta su habitáculo, eso ya no es una habitación normal, y me muestra un óleo sobre lienzo, creo que se dice así, en el que se ve a una mujer de larga melena mostrando de perfil su tripa prominente y en posición como de adoración y éxtasis hacia la misma.

No es que fuera feo pero, vamos, que lo mismo podría ser la Patricia como cualquier otra embarazada de pelo largo.

¿Te gusta?, me pregunta mirando fijamente el jamón que sobresale del pan.

Sí, mucho, le digo con la boca llena, para los rasgos has usado el difumino, ¿verdad?. Me acordé de un lapizillo blanco que usábamos en el colegio y que servía para eso, para emborronarlo todo si te había salido mal y que no se notara tanto.

Se pone a reírse con esa risa típica suya un tanto descontrolada como de caballo relinchón y a enroscarse un mechón de pelo en un dedo. Ya me he fijado que hace eso mucho, lo del enrosque de mechones varios, será un tic o un toc, y eso ya es peor.

He querido representar a la embarazada universal, a la madre simbólica que auna en un solo ser representativo a todas las mujeres de la tierra. Es un arquetipo, por eso no tiene rasgos propios, se me pone sin apartar los ojos de mi arquetípico bocadillo como si quisiera plasmarlo en otro óleo sobre lienzo.

En estas que ha llegado la Patricia que desde que está la Poncho aquí hace de todo menos escribir. Yo creo que eso, en el fondo, la tiene malhumorada auque no lo admita. Es una mujer muy apegada a sus costumbres y tradiciones.

Eva, te he dicho muchas veces que comas en la cocina, está el pasillo lleno de migas y además solo son las diez, un poco pronto para la pausa, me reprende sin comprender el por qué de mi comportamiento.

A ver cómo le explicaba que me había tenido que defender de una depredadora. He optado por cambiar de conversación y he dicho, otra vez con la boca llena, qué mal rato: el retrato de la madre universal está quedando niquelado.

Pero qué tonterías dices, ¿qué te pasa esta mañana?, mejor vete a la cocina y terminas de comer.

Me encanta, es sublime, suelta luego mirando a la que se cree que es ella y resulta que no.

La Poncho se ha reído pero esta vez por lo bajito, controlando el relincho, y se ha puesto a retorcerse los mechones de pelo con mucha dedicación.

Ahí las he dejado, a la Patricia contemplado su supuesta imagen y a la otra mirando de reojo cómo se alejaba el jamón universal pasillo abajo.

Total, que me ha fastidiado el mejor momento de la mañana y eso, parece que no, pero te tuerce bastante el día, te lo deja muy poco tuyo y de lo más arquetípico.

Ese par de tacones

Hay muchos antes y después en la vida. De hecho, la vida está llena de líneas divisorias temporales. Pero a partir de cierto momento, la línea se convierte en surco y tú en la persona que nunca creíste que llegarías a ser.

En tu interior eres la misma, pero el envoltorio, ¡ay, el envoltorio! Y lo peor no empieza por la cara, la face todavía da el pego bastante bien, lo peor, la decadencia, empieza por los pies. Esto lo escribo por alusiones, que ayer se habló por aquí de mis zapatos. De los zapatos de la Esme. Edad y dolencias creo que leí. (Como pille a una que yo me sé, se le van a acabar los bailes)

Me traumatizan mis zapatos, ya te lo digo de entrada y acabamos antes. No son los zapatos que me gustaría calzar, ten en cuenta que yo albergo en mi interior a la diosa Afrodita y, ¿desde cuando esa diosa iba calzada con un zapatón cómodo, de suela que amortigua la pisada?, ¿desde cuando la Afrodita necesita que le amortiguen nada?

Empiezas haciendo esa concesión, a ver, qué remedio, sientes dolores y quieres caminar. Empiezas a decir la frase consolatoria, «lo importante es ir cómoda» y vaya que si vas cómoda pero también has perdido por el camino gran parte de tu atractivo. Ya no resuenan tus pisadas sobre el asfalto con ese repiqueteo sexi que hacía volverse a las masculinas cabezas. De repente ya no te importan las masculinas cabezas, ya te van importando muy poquitas cosas, solo las esenciales.

¿Te crees que eso es bueno y liberador? Por un lado sí pero por otro…ya eres la señora del zapato cómodo. Sólo te falta cortarte el pelo, teñírtelo de rubio, tú que siempre has sido morena de melenón, y apuntarte al Pilates o, peor, al Aquagym a levantar los brazos con un churro de goma y un gorro de baño en la cabeza, porque te duelen todas las articulaciones y te ha dicho el médico que te vendrá bien. Los médicos, esa es otra, ¿pero en qué catálogo de especialistas se ha convertido tu otrora interesante agenda?

Que la gracia empezó por los pies pero va subiendo mientras tú vas bajando y bajas y bajas y no te importa bajar porque, ya lo sabes, que la vida es eso, un descenso sin red final.

Y por la cuesta te entretienes, y te ríes y haces planes y proyectos y disfrutas de la adrenalina de esas bajadas, que riétete tú del rafting o como se llame eso que se hace en los ríos bravos. Para río bravo el trayecto a partir de la línea, que ya no es línea sino socavón.

Pero, oye, que a veces te gustaría sentarte en un banco porque te duelen los pies. Sí, pese al zapato cómodo te duelen los pies, y que la vida dejara de arrollarte por un rato.

Porque ya eres eso, la señora del zapato cómodo, la que pasa de casi todo menos de lo esencial, de eso nunca hay que pasar. Y dicho así suena hasta bonito pero no te lo creas, bonito no es, no, si te habita la diosa Afrodita.

Ese par de tacones, qué nostalgia.

Sin alicientes

El té de roiboos no me ha gustado. Partiendo de que no me gusta el té, mucho menos me va a gustar un té que ni siquiera lo es. He leído en la caja que no tiene teína, que procede de sudáfrica y que posee numerosas virtudes. Es que no falla, basta que una comida o bebida posea virtudes para que no me guste. Será que me van más los maleficios  que los beneficios en lo que a la alimentación se refiere.

Ni me ha gustado el té de roiboos ni me gusta que la Poncho se haya instalado aquí. Lo que revuelve esa mujer, es peor que los niños, si me tiene toda la casa empantaná, como diría mi madre. Por no hablar de su cuarto, eso ya es la gruta del oso. Será marrana la doula esta….y dale que te pego con los inciensos. Huele toda la casa a botafumeiros. Y venga con Eva, cielo, te dejo esta camisita en el montón de la plancha. Eva, cariño, tú que sabes de manchas, a ver si le puedes quitar esta de grasa a la falda.

Tú que sabes de manchas, encima, pues menuda sabiduría, si por lo menos me hubiera dicho tú que sabes de libros quítame esa mancha, igual me hubiera ablandado pese a no tener nada que ver. Que algo voy sabiendo ya, aunque no lo parezca, que desde que me propuse ser culta y leer todo lo que leyera mi jefa han caído bastantes volúmenes para mi bolso.

Volúmenes que posteriormente he procedido a leer, que no los cargo solo para destrozarme el supraespinoso así porque sí. Algunos me han gustado mucho, otros menos, otros nada. Algunos los he entendido, otros solo a trozos y otros me he quedado como estaba antes de leerlos porque su escritura era muy arcana. Pero, vamos, que algo de sabiduría he adquirido gracias a trabajar para la Patri.

Y esa es otra, su mesilla ya no es lo que era, solo lee libros del tipo «Educar sin estresarse», ( eso es misión imposible, maja), «50 trucos para educar niños felices» (como si fuera magia), o «El arte de domar niños «( ¿arte, doma?, eso me suena a potro).

Si quiero volúmenes de los buenos, de los literarios de toda la vida,  tengo que retreparme a la parte alta de la estantería donde veo nombres con los que me gustaría confraternizar, porque en la parte media, justo a mi alcance, habitan otros que tampoco me interesan mucho: mi sesión de yoga, el zen nuestro de cada día, vive el momento presente, el camino a la serenidad y otras zarandajas.

Justo estaba subiéndome a la escalera con el riesgo que esa operación conlleva cuando me intercepta la Poncho. Eva, tesoro, ¿tú sabes coser? Es que se me han descosido los abalorios de este pañuelo…es para la danza del vientre, si quieres luego te enseño.

No, gracias, no me llama la atención el mundo de las odaliscas y en cuanto a coser, poco y mal, le he dicho haciendo como que quitaba el polvo a soplidos porque trapo no llevaba.

Pues es muy beneficiosa para los órganos sexuales femeninos, se me pone haciéndome una demostración del baile y sin mostrar sorpresa por mi nueva forma de limpiar.

Total, que esta casa se está quedando sin alicientes a no ser que me aficione a mover la pelvis. Menos mal que por la tarde me toca ir donde la doña Marga, tengo ganas de verla y de saber qué tal ha pasado el verano.

Sirvienta servida

Qué susto me he pegado esta mañana cuando, armada de aspiradora, me disponía a enfrentarme al peluserío. Entro muy decidida en la habitación de invitados, la más fácil de limpiar porque no la habita nadie y ¡madre mía lo que era aquello!

Digo, han robado, pero si está todo tirado por los suelos, los cajones abiertos, la cama desecha, las cortinas torcidas, un olor a humo típico de delicuentes fumadores y muchas otras pistas más. Pero no, no puede ser que hayan robado solo en un cuarto, el resto de la casa está como siempre. Ya sé, el Jacobín ha tenido otro ataque de vandalismo. Descartado, el niño no fuma y además este lío no lleva sus huellas.

Salgo a decírselo a la Patricia y me la encuentro sentada en el sofá en compañía de la Poncho que le está imponiendo las manos en la tripa como si fuera un sumo sacerdote de las gestaciones y susurrándole algo que no llego a escuchar.

Me pongo a toser un poco, que es lo que se hace para atraer la atención con disimulo, y cuando me miran, aviso: no quiero interrumpir el masaje pero pasa algo raro en el cuarto de invitados, ya no está para entrar a vivir, si queréis ir a verlo y comprobar el desastre…

La Poncho empieza a reírse como la loca que me empieza a parecer que es y la Patricia me aclara que la otra se acaba de instalar y que va a quedarse unos cuantos días porque va a ser su doula.

Ah, bueno, acabáramos, digo yo haciendo que he entendido algo. Si pregunto que es eso, me esperan nuevas risas y ya me está hartando tanto cachondeíto a mi costa.

Total, he tenido que buscarlo en el internet del móvil. Doula, del griego dula, significa esclava aunque posteriormente su significado evolucionó a sirvienta. ¿Que la Poncho se va a poner de asistenta con todo lo artista que es? Además si la asistenta soy yo. Sigo leyendo: es una asistenta sin titulación oficial que proporciona apoyo físico y emocional a las mujeres durar e el embarazo, el parto y el puerperio. Ah, era eso.

Aún así, seguía intrigada así que me he puesto a limpiar por la zona doulica, alrededor del sofá, a ver si pillaba algo más. Y vaya que si he pillado.

La Poncho le estba diciendo a la Patri que el parto era suyo, que no dejara inmiscuirse a nadie más y que era posible, porque se habían dado casos, que tuviera un parto orgásmico. Dicho esto le ha cogido de las manos y se han mirando a los ojos.

Esto no me da buena espina, si se entera el husband no creo que le guste. O sí, yo que sé, se lo tengo que contar a la Esme.
Esme, le llamo de urgencia desde mi locutorio instalado en uno de los baños, escucha. La Patricia ha metido en casa a una amiga muy rara que dícese calificar de doula y le habla de orgasmos parturientos.
¿Orgasmos?, me salta la Esme con mucho arrebato. Infórmate mejor, venga, venga, que me interesa.

Que ya me he enterado, que dice que los puede tener en su parto.
No me digas, y lo tengo que saber ahora, justo cuando estoy entrando en la etapa infértil de mi vida. No te fastidia…te tengo que colgar que viene una clienta. Te escucho, amiga, oigo que le dice con una voz muy falsa.

Pues si que…doulas, orgasmos, partos, cuartos apocalípticos…un poco fuertecito empieza el lunes. Y ahora están haciendo juntas una respiración muy rara, más que respirar parece que se ahogan.

Bueno, por hoy es suficiente con la respiración del fuego no te vayas a marear, le dice la Poncho- Doula a mi jefa. Ya hablamos en otro momento de mis tarifas, no te preocupes, sin prisa,  precio de amiga.

O sea, que cobra, no lo hace en plan colega, y encima se le mete en casa con todos sus trapos, abalorios y perjuménes. Me parece a mí que a la Patricia le timan por todos lados, es lo que pasa cuando se es un alma sensible y artística, que te aparece cualquiera a aprovecharse de esa debilidad tuya de andar siempre medio levitando.

¿Me preparas un té de roiboos, Eva, cariño?, me pide la Poncho toda zalamera.

Un poco raro que una sirvienta sirva a otra pero, en fin, le haré un té de esos y me tomaré yo otro, por pobrar,  se ve que es lo que se lleva ahora entre las doulas.