Qué susto me he pegado esta mañana cuando, armada de aspiradora, me disponía a enfrentarme al peluserío. Entro muy decidida en la habitación de invitados, la más fácil de limpiar porque no la habita nadie y ¡madre mía lo que era aquello!
Digo, han robado, pero si está todo tirado por los suelos, los cajones abiertos, la cama desecha, las cortinas torcidas, un olor a humo típico de delicuentes fumadores y muchas otras pistas más. Pero no, no puede ser que hayan robado solo en un cuarto, el resto de la casa está como siempre. Ya sé, el Jacobín ha tenido otro ataque de vandalismo. Descartado, el niño no fuma y además este lío no lleva sus huellas.
Salgo a decírselo a la Patricia y me la encuentro sentada en el sofá en compañía de la Poncho que le está imponiendo las manos en la tripa como si fuera un sumo sacerdote de las gestaciones y susurrándole algo que no llego a escuchar.
Me pongo a toser un poco, que es lo que se hace para atraer la atención con disimulo, y cuando me miran, aviso: no quiero interrumpir el masaje pero pasa algo raro en el cuarto de invitados, ya no está para entrar a vivir, si queréis ir a verlo y comprobar el desastre…
La Poncho empieza a reírse como la loca que me empieza a parecer que es y la Patricia me aclara que la otra se acaba de instalar y que va a quedarse unos cuantos días porque va a ser su doula.
Ah, bueno, acabáramos, digo yo haciendo que he entendido algo. Si pregunto que es eso, me esperan nuevas risas y ya me está hartando tanto cachondeíto a mi costa.
Total, he tenido que buscarlo en el internet del móvil. Doula, del griego dula, significa esclava aunque posteriormente su significado evolucionó a sirvienta. ¿Que la Poncho se va a poner de asistenta con todo lo artista que es? Además si la asistenta soy yo. Sigo leyendo: es una asistenta sin titulación oficial que proporciona apoyo físico y emocional a las mujeres durar e el embarazo, el parto y el puerperio. Ah, era eso.
Aún así, seguía intrigada así que me he puesto a limpiar por la zona doulica, alrededor del sofá, a ver si pillaba algo más. Y vaya que si he pillado.
La Poncho le estba diciendo a la Patri que el parto era suyo, que no dejara inmiscuirse a nadie más y que era posible, porque se habían dado casos, que tuviera un parto orgásmico. Dicho esto le ha cogido de las manos y se han mirando a los ojos.
Esto no me da buena espina, si se entera el husband no creo que le guste. O sí, yo que sé, se lo tengo que contar a la Esme.
Esme, le llamo de urgencia desde mi locutorio instalado en uno de los baños, escucha. La Patricia ha metido en casa a una amiga muy rara que dícese calificar de doula y le habla de orgasmos parturientos.
¿Orgasmos?, me salta la Esme con mucho arrebato. Infórmate mejor, venga, venga, que me interesa.
Que ya me he enterado, que dice que los puede tener en su parto.
No me digas, y lo tengo que saber ahora, justo cuando estoy entrando en la etapa infértil de mi vida. No te fastidia…te tengo que colgar que viene una clienta. Te escucho, amiga, oigo que le dice con una voz muy falsa.
Pues si que…doulas, orgasmos, partos, cuartos apocalípticos…un poco fuertecito empieza el lunes. Y ahora están haciendo juntas una respiración muy rara, más que respirar parece que se ahogan.
Bueno, por hoy es suficiente con la respiración del fuego no te vayas a marear, le dice la Poncho- Doula a mi jefa. Ya hablamos en otro momento de mis tarifas, no te preocupes, sin prisa, precio de amiga.
O sea, que cobra, no lo hace en plan colega, y encima se le mete en casa con todos sus trapos, abalorios y perjuménes. Me parece a mí que a la Patricia le timan por todos lados, es lo que pasa cuando se es un alma sensible y artística, que te aparece cualquiera a aprovecharse de esa debilidad tuya de andar siempre medio levitando.
¿Me preparas un té de roiboos, Eva, cariño?, me pide la Poncho toda zalamera.
Un poco raro que una sirvienta sirva a otra pero, en fin, le haré un té de esos y me tomaré yo otro, por pobrar, se ve que es lo que se lleva ahora entre las doulas.