¿Pero no os parece una tontería que se acabe hoy el año por decreto? ¿Y que nos pongamos muy contentos y expectantes como si algo distinto fuera a pasar o como si fuéramos a dejar atrás todo lo malo sólo por cruzar esa frontera artificial?
Nos gusta parcelar el tiempo, supongo que para que se nos haga más llevadero y para darnos la oportunidad de volver a empezar, de renovarnos, de hacer limpiezas, de hacer propósitos, de creer que la cosa, esa cosa que nos empuja y arrolla, puede mejorar.
No seré yo la aguafiestas que te diga hoy, precisamente hoy, que te relajes y no te hagas demasiadas ilusiones porque todo es uno y lo mismo da que se llame 2015 o 2016. Ponte si quieres el gorro de reno o el de árbol de Navidad, las gafas con el 2016 en purpurina, llénate de brillos y lentejuelas, cómete las doce uvas sin atrangatarte o súbete a la silla y salta. Que tanto si cumples con los ritos y los topicazos como si los ignoras tendrás días buenos, momentos gloriosos, ratos horribles, rachas espantosas, etapas de alegría y felicidad que tal vez no aprecies hasta que se acaben, instantes luminosos y lúgubres también. Y muchos días neutros, la mayoría.
O sí seré yo, Esmeralda, y te lo digo ya, antes de que se me llene la casa de familiares cansinos dispuestos a jorobarme las últimas horas del año viejo y las primeras del nuevo. Como alguno de ellos me suelte feliz salida y entrada, le agredo con el turrón duro que además es del año pasado. De dónde salimos y hacia dónde entramos me gustaría saber a mí. Tengo más bien la sensación de que nos quedamos en el mismo sitio pero igual sólo es una sensación y sí nos estamos moviendo.
Y con esta duda existencial me retiro pero antes cumplo el encargo de Eva que está en su pueblo de vacaciones, y quiere desearos a todos Feliz año nuevo. Pues si ella lo dice y como este es su blog, que así sea.