En el anterior y apasionante capítulo: la autodenominada Miranda reprocha a Eva hacer más caso a sus amigos virtuales que a los reales y la acusa de tener una auténtica y peligrosa adicción al blog.
En el capítulo de hoy de esta historia sin aparente fin pero que el día menos pensado terminará, como todo: Eva se sorprende de los cambios acaecidos en los niños que cuida en tan solo dos días y reflexiona ,o por lo menos lo intenta, sobre el paso del tiempo y sus erosiones.
¿Cómo puede ser que en tan sólo un fin de semana dos niños hayan cambiado tanto? Pues pudiendo, no se me ocurre otra explicación. Normalmente el tiempo pasa despacio y va haciendo sus cambios de una manera tan lenta que no nos damos ni cuenta de las masacres que perpetra. Pero, en ocasiones, le da un arrebato y provoca cambios repentinos. Y eso, el arrebato, es lo que le ha dado en casa de la Patricia.
Cuando he vuelto a trabajar esta mañana me he encontrado dos cambios muy fundamentales: el Jacobín ha soltado a sus tres piedras y la Morganina a los chupetes. Petus, Lon y Vuris (que así se llaman las piedras amigas del niño y de las que era inseparable) han sido abandonadas en la caja de los juguetes como un artículo inanimado más. Y todo el camino de ida al colegio el muchachín me ha ido hablando, no ya de la muerte ni de la luna, sino de un pieza llamado Pol y de todo lo que juntos hacen.
Pol hace así, se me pone dando una patada al aire, y entonces yo hago así y así, y lanza en dirección farola un puñetazo acompañado de fruncir de ceño. Y luego hacemos esto y esto y se enzarza en una lucha imaginaria cuerpo a cuerpo tras la que ríe a carcajdas con gran felicidad y contento.
O sea, traduzco yo, que tienes un amigo.
Sí, Pol, dice él y a continuación alza los puños al aire y ruge.
Madre mía, que le ha dado un brote súbito de testosterona y a ver ahora qué hacemos. No importa, creo, lo esencial es que socialice aunque sea a tortas. Se está haciendo mayor, la maduración pasa por esas etapas.
Bueno, pues que lo pases bien con el cafre de Pol, me he despedido y a continuación he ido rauda a la farmacia a por la provisión diaria de chupetes. Pero no han hecho falta, cuando he entrado otra vez en la casa esperando lloros desesperados no es eso lo que he encontrado. La Morganina se hallaba tan pancha en su cuna chupándose un pie. Como si se dijera, todo me importa un pito, hasta los chupetes. Y así ha sido porque al ir a introducirle uno en la boca, más por costumbre que por otra cosa, lo ha escupido con desdén y ha vuelto a su mucho más interesante exploración pinrélica.
Otra que tal. Sí, el tiempo ha aprovechado este fin de semana gélido, para darles a estos dos un buen empujón. Los noto mayores, distintos y evolucionados. Luego he ido a mirarme al espejo, por si acaso. El tiempo estará haciendo conmigo su labor de zapa, no te digo yo que no, pero sus efectos no se notan demasiado por el momento.