El guía odia a sus guiados, a todos ellos. Para él no tienen caras individuales ni personalidades definidas. El guía los odia en conjunto como podría odiar el calor, el café o las tardes de domingo.
El guía odia también el recorrido, los montes negros a los que por su propio pie jamás iría pues le parece la parte más fea de su tierra, las grutas interiores, húmedas y oscuras, sin vegetación. Odia las leyendas asociadas a los mismos. Odia al ermitaño Hilario que plantó una higuera, odia contar esa historia. Pedir todos los días, varias veces, que no hagan fotos con flash y que no le obedezcan. Siempre hay unos cuantos díscolos en la masa de guiados. Unos cuantos que se retrasan, otros tantos que hablan, niños que lloran, tan aburridos, tan desesperados por salir de ahí como él.
El guía odia sus propios chistes, dichos siempre en los tres mismos lugares y las risas que siempre provocan. Al parecer tiene cierta gracia. El guía, mientras guía maquinalmente, con fingido entusiasmo, piensa en otras cosas, en su hijo que va mal en el colegio y si no se endereza a tiempo acabará también de guía, en que tienen que comprar un sofá nuevo, en la operación de su madre o en los lugares que le gustaría visitar cuando tenga vacaciones.
El guía desea ser guíado, formar parte de un odioso grupo, hacer fotos prohibidas, llevar un plátano en la mochila por si le entra el hambre, pantalones cortos y una gorra, reír las bromas de otro, nuevas para él, dejarse llevar, que le cuenten bonitas leyendas jamás escuchadas.
Se dice que aquí vivió un ermitaño llamado Hilario, narra con disimulada desgana. Una parte del grupo escucha o lo parece, otra se pierde en sus propios pensamientos, unos cuantos atienden con burlón escepticismo y algún observador se fija en que el guía tiene un diente torcido que despunta brillante en la oscuridad de la cueva.
(Cuaderno de DM)
Pobrecito el guia con su diente torcido y su corazon reseco haciendo un trabajo que odia, para gente que odia, diciendo tonterias que odia
Es un actor mediocre y lo sabe
Atras quedo la pasion…..Gracias D.M. por darme estas ganas de abrazarlo
Es que tú eres muy empática, Edda. Es eso.
Entiendo al guía a la perfección.
Que trabajo tan duro… repetir y repetir y repetir y repitir ad nauseam las mismas cosas mientras quizá la vida te desangra por dentro.
Besos.
Y mientras para todos es nuevo lo que para ti es viejísimo.
El guia, el camarero, la dependienta, el medico y el maestro…a todos vosotros que estan al servicio se puede dedicar el texto de doña Marga.Perfecto Un beso.
Sí, hay unas cuantas profesiones del estilo pero algunas son vocacionales, lo que supongo que las hará más llevaderas. Besos
El pobre guía, debe ser muy duro trabajar con público para alguien que no le gustan las personas. Necesita un poco de sentido del humor para reírse de si mismo y de los demás. 🙂
Seguramente lo que no le gusta es su trabajo. El sentido del humor ayuda en todo, eso es cierto.
Por eso se llama trabajo, porque a la mayoría le tienen que pagar para que lo haga, porque si no no lo haría. Pocas personas tienen la suerte de vivir de lo que más les gusta. 🙂
Es verdad y casi todos se vuelven rutinarios, hasta los más interesantes en apariencia.
Me gustan muchos tus textos que firmas con “Cuaderno de DM”. Creo que son mis favoritos del blog, aunque quizás sea precipitado decirlo, pues todavía me falta mucho por leer.
Gracias, Víctor, me alegra mucho que te guste el cuaderno de DM.
Y yo que creo que el guía lo que de verdad odia es a sí mismo… Y a lo mejor ni lo sabe.
BEsos.
Podría ser, tanto odio al exterior a veces indica eso.
Qué pena vivir con odio cuando solo hay una vida. Muy buen texto… como siempre. Un abrazo
A lo mejor no era odio, solo insatisfacción. Pero sí, una pena desperdiciar lo poco que estamos aquí.
Besos y muchas gracias
Esta historia me ha recordado a mí misma cuando alguien me comenta: “Estoy hasta las narices de mi trabajo, quiero trabajar en algo que me entusiasme de verdad”. No digo nada, pero siempre pienso “por muy bonito que te parezca, por mucho que te entusiasme al principio, llegará el día en el que solo por el mero hecho de ser un trabajo (=obligación) empezarás a aborrecerlo un poco o un mucho”.
Suele pasar eso aunque supongo que si te gusta lo que haces tarda más en llegar el hastío o llega con menos fuerza pero no lo sé. i
Más tarde seguro, pero yo creo que nos llega a todos, porque si el trabajo fuera algo especial y lúdico no nos pagarían por hacerlo, sino que pagaríamos nosotros y sería un negocio 😉
Jajaja, tienes razón
😉
Justo el día que publicaste esto, estaba yo en una visita guiada, pensando en que la guía, con su eterna sonrisa y sus bonitas historias, debía sentirse como una especie de cinta de cassette. A veces, me lees la mente…
Pobres, la verdad que tiene que ser muy cansado repetir lo mismo día tras día
Eso nos pasa a muchos.. Nosotros nos dedicamos al turismo y repetimos día tras día las mismas cosas, las mismas rutas, las mismas anecdotas.. pero lo haces con la misma pasión que siempre, porque te gusta tu trabajo, aunque a veces quisieras escapar un rato.
Claro, es que a ese guía lo que le faltaba era pasión. Si al final todos los trabajos son repetitivos.
No me gusta guiar a nadie ni que me guíen a mí. (Recuerda a Camarón; No quiero mandar en naide ni que me manden a mí…)
Eludo los lugares que únicamente pueden visitarse con visitas guiadas. En esto soy un cerrojo.
Ahí también me identifico contigo. Y con Camarón!!!