Había una señora, antes de llegar al cruce, que vendía huevos en su casa porque tenía un patio con gallinas. Como no había que atravesar la calle ancha nos mandaban a las dos más pequeñas a comprar huevos allí, sin acompañamiento. La mujer se llamaba Consuelo pero era conocida como la señora de los huevos y su apodo siempre iba seguido de risas. No importaba que el chiste estuviera muy visto, había que reírse y todos nos reíamos una y otra vez sin importar la repetición.
La señora de los huevos tenía un marido al que nadie llamaba por su nombre porque era simplemente el marido de la señora de los huevos. Y dos hijos a los que le pasaba lo mismo. Los tres estaban siempre dentro de la casa, en una esquina del comedor, sentados de medio lado como esperando algo que no se sabía qué era. El marido era tan pequeño que parecía de juguete pero los hijos eran muy grandes y muy feos. Mi padre decía que los chavales eran un poco obtusos.
La señora de los huevos tambien era grandota y fea, con un boquete en la frente. Mis hermanos, a los que les gustaba bastante asustar, nos contaron que era una herida de bala hecha por los hijos, aunque en realidad era la cicatriz de una operación cerebral. De todas formas, que le hubieran tenido que trepanar el cráneo era casi más terrorífico que la historia inventada del disparo. Se ponía muy contenta cuando nos veía llegar con las hueveras de cartón en la mano y salía al patio por una puerta trasera, hecha de tiras colgantes de tela, para recoger los huevos.
El marido de juguete y los hijos feos se nos quedaban mirando sin decir nada. El marido se reía con cara de tonto intentando ser amable, los hijos no. En ese momento la mentira de mis hermanos se volvía verdad, iban a sacar la escopeta y nos iban a llenar la frente de boquetes o sólo nos harían uno, justo en el centro, redondo y profundo, como el de su madre.
Pero ella regresaba enseguida, anticipándose a nuestra imaginada masacre, con la huevera llena y hacía un gesto a los hijos para que alargaran la mano y sacaran unas gomas del cajón de un mueble que tenían detrás. Los obtusos obedecían lentamente sin dejar de mirarnos y luego ella las colocaba alrededor de la huevera haciendo la onomatopeya de goma: un chasquido con la lengua al poner la primera goma y otro al colocar la segunda. El marido seguía riéndose, pequeño y esquinado.
Qué ganas de salir de esa casa, de alejarnos de la mirada densa de los obtusos, de llegar a la nuestra y anunciar que ya volvíamos de la misión, que habíamos ido a casa de la señora de los huevos y que todos se riéran con el chiste repetido disolviendo así la tensión, uno de esos chistes a los que el uso, en vez de gastarlo, da fuerza.
(Cuaderno de DM)
Me ha recordado de una forma muy inquietante a este cuento de Quiroga: http://www.folkloretradiciones.com.ar/literatura/Quiroga%20Horacio%20-%20La%20gallina%20degollada.pdf
Ahora voy a tener pesadillas…
Besotes!!!
No conocía el cuento, gracias por mandármelo, Álter. Sí que pone los pelos de punta.
Me gusta tu forma de narrar estas cosas costumbristas. Creo, humildemente, que escribes bastante bien. Enhorabuena, un saludo y -si eres madre- que tengas un feliz día.
Muchas gracias, Eleazar. Por lo primero y por lo segundo también. Un saludo
No sé por qué me transmite esa atmósfera inquietante de las escenas cinematográficas en la que se muestra la américa profunda, no tendrá nada que ver pero la escena me encaja ahí.
Besos
Será por los hijos raros y lo del supuesto disparo, creo. Oye, Celia, he estado por tu blog y he leído tu entrada sobre el pimple austriaco pero es que no he podido comentar. Lo he intentado varias veces y nada, a veces blogger y wordpress se llevan mal, creo que es eso. Un beso.
Joder… lo bordas eh!!!
Venga, tú si puedes publicar…
😛
Besos.
Jajaja, no me fío que luego me castigas al rincón. Gracias pero de momento me quedo por aquí.
De cara a la pared, monito.
Y por lo que se lee, ella tenía los huevos en esa casa,
Claro que sí, la de los huevos era ella, ese era el chiste. Un saludo, Chaly.
Qué buena eres escribiendo, mi niña. Cómo logras retratar una escena, situación, atmósfera o grupo de personas, en este caso la señora de los webols & company. Expresiones como «el marido de juguete y los hijos feos» o «anticipándose a nuestra imaginada masacre» son dignas de un gran maestro de las letras, en serio. Ya después con lo del marido pequeño y esquinado o los hijos obtusos es que me he descojonado. Siempre que te leo me alegras el día. Vaya familia, por cierto, es que parece sacado de un clásico tipo Camilo José Cela, Pío Baroja o uno de estos. Inquietante lo del agujero en la cabeza. La señora de los huevos y la mujer cabeza donut, también.
«Webols & company», le tendría que haber puesto ese nombre a su tienda- casa la señora de los huevos, me ha hecho gracia. Es la primera vez que me fijo en que aparece una hora al lado de los comentarios. Soy desastre para estas cosas, tienes razón en que voy atrasada pero creo que se va a quedar así. Gracias y besos.
Yo me fijé en lo de la hora porque en mi blog iba una hora retrasado, y no me cuadraba el paso del tiempo con los comentarios recientes, así que pude cambiarlo. Pero nos quieres tener confundidos…Por cierto, esta señora me hizo pensar en el famoso chiste del pájaro uy uy uy, el que tenía los huevos muy gordos.
Podrías, por cierto, poner la hora bien, porque vas dos horas atrasada dentro de los comentarios, y despista bastante. Se cambia en configuración, hay que buscarlo…
Y qué huevos tan deliciosos tenían que ser los de esta señora, que te has olvidado de decirlo. Relatas la visión de los niños con tal precisión que empiezo a creer que al otro lado de la pantalla se encuentra una chiquilla de 10 años que escribe realmente bien.
Estaban muy buenos, es verdad, sobre todo acompañados de patatas fritas 🙂
La verdad es que me gusta la visión del mundo de los niños porque está aún sin contaminar y es más nueva y original. Ojalá conserváramos siempre algo de esa visión.
He retorcido en el tiempo, aunque la señora Mercè, la «señora de los huevos» de mi barrio, era mucho menos interesante que esta tuya.
Estoy de acuerdo con doña Marga en que es más terrible una trepanación que un disparo 😉
AADM.
La mía está un poco adornada, tampoco era tan interesante la Consuelo 🙂 (Y ella a ti)
😀 😀 Tú eras más «in», llevabas huevera y todo. A mí, en cambio, me daban los huevos envueltos en papel de periódico, eso sí la goma no faltaba. Las aprovechaba de los pollos que también vendía. Perdona el rollo, pero es que ese cuaderno más bien parece la llave que abre mis recuerdos 🙂
Pero si precisamente lo que más me gusta es el intercambio. Eso es lo más bonito de escribir aquí, lo que más me engancha. Así que de rollo, nada.
😉
una historia interesante….
hola! 🙂
Hola, Antonio. Gracias!
¿Todavía es válido decir obtusos, o es por que hablamos de la infancia de Doña Marga?
Si te refieres a un ángulo, sí 🙂
También quiere decir torpe o lento para comprender pero puede que si lo usas como insulto te miren raro. A mí es que me gusta esa palabra.
Oh, yes, gente obtusa hay mucha, mucha, mucha. Digamos que «difícil de entendederas». ¿Tienes 10 años, evavill?
Que no voy a picar, jajaja
Mi Palomita, estuve girando a unos 400 km de aqui estuvo muy lindo
Fui a un ciber y lei :+la muerta* y lo comente…pero no lo subieron…Keselevaser…
El humor nos sacude y los opas no lo son tanto y la cabeza de la Señora ya no nos da tanto terror…Me ha encantado
Estuve con un pequeño de 5 años y me ha pegado dos puntapies en las canillas..pero no me ha lastimado y en cambio me ha regalado su maravillosa mirada….esperaba un avion estupida y me has traido un leon..kakakaka
Muchos besos, Edda. Gracias por sacar un poco de tiempo para leerme aunque estés de gira. Y no te dejes dar patadas por muy encantador que sea el nene.
No no me he dejado, lo hice reir a carcajadas…Bandido
Vamos, que lo más bonito y alegre de la casa eran las gallinas, y lo más rico los huevos.
Y lo de las gallinas está por demostrar
Pues si, jajaja, tráfico de huevos…
Llegas a decir que en vez de gomas para hueveras sacan motosierras y los rebanan a trocitos, y yo me lo creo. Besitos
Tienes mucha imaginación, Óscar
Yo también iba a por huevos a una tienda que solo vendían huevos y para mí era toda una excursión. Si tu madre te mandaba a por huevos, significaba que ya tenías edad para cosas de mayores.
Mi abuela vendía leche en el pueblo y la gente entraba con su botella para que se la llenase. En ese caso yo estaba en el lugar de los hijos feos.
Pero tú eras la lecherita guapa
Los motes casi han desaparecido. Antes cada familia tenía uno. Lo de la señora de los huevos no es un mote en sí, pero está cerca de serlo. Porque todos los motes tenían un origen, aunque el de algunos ya nadie lo recordaba y se había perdido. Un día estuve escribiendo todos los motes de las personas que conocía y me di cuenta de que, en realidad, la mayoría de ellos eran ya de las personas que había conocido. Pero aún quedan algunas familias que los llevan. Algunos de ellos son: el Mondacimas, el Pichasanta, el Peseto, el Bolilí, el Cagamantas, el Pelagalgos, el Palomo, el Colorín… y la familia de mi padre también tenía el suyo.
Me has recordado con tu relato una infancia con granjas, cochiqueras, vaquerías, almazaras, molinos de azeña, huertas… Un tiempo en el que se vivía de otro modo.
Muy buena tu lista de motes. Pichasanta es el que más me ha gustado, pero no quiero saber el origen.
El Pichasanta fue un lugareño que tuvo cinco hijos y cuatro hijas. Los hijos se hicieron todos curas y las hijas todas se metieron a monjas. Perdona por no haber respetado tu derecho a no saber. Pero la historia me ha parecido muy edificante y nada escandalizadora. Por eso no me he resistido a contártela, porque de los buenos sucesos se ha de tomar ejemplo y sólo de los malos debe una guardarse. ¡Alabado sea Dios! ¡Qué las Santas Espinas aumenten la caridad! Y que sepas que los motes no son siempre cosa burlona, aunque lo parezcan, y sí muy seria y sagrada.
No, si me ha gustado mucho la historia. El mote estaba muy bien puesto. Claro que son sagrados los motes, otra cosa no pero los motes…
He seguido el rastro de los huevos y he viajado en el tiempo hasta dos mil dieciséis y
qué buena historia! Las aventuras que nos montamos en la cabeza de pequeños(y después también 😉)
qué bien cuentas las cosas también en esta época 😉💓
Este me gusta mucho a mí, me acuerdo muy bien de esa casa y de esa señora.
Me hace ilusión que te aparezcas por aquí atrás 🙂 🙂
Besos!!!!
Hoy en plena pandemia, he vuelto a leer esta historia y me gustado mucho , eres muy fresca y me ha traido muchos recuerdos también mi compartir anterior Por cierto , no he vuelto a ver al pequeño pateador que ya debe andar por los 9
Te abrazo
Gracias, Edda.
No sabes la ilusión que me hace que recuerdes al Jacobín. Yo también los añoro.