¡Qué asco de día!, se pone el Toni esta mañana sacando la cabeza por la ventana para mirar el cielo.
Hay que sacarla bastante y superar unos cuantos obstáculos, como tres filas de tendederos con sus ropas colgadas, antes de llegar al azul.
Por fin llegó el calorcito, suelta alegremente la Noemi que siempre tiene la palabra injusta. Ella no sabe que al Toni le deprime el buen tiempo y que delante de él no puedes decir buen tiempo sin arriesgarte a entrar en un debate de lo que es malo y es bueno y de la relatividad de las cosas en general. Es un hombre muy partidario de la inclemencia invernal y los chuzos de punta. Dice que es la única manera de tener la calle libre y de mantener a raya al desierto.
A mi en la primavera/verano me dan ganas de enamorarme, me enamoro mucho, me enamoro todo el rato. Me parece que me he enamorado de mi jefe el chino y eso que es de un borde…lápido, lápido, me dice siguiéndome por la tienda. Es muy sádico del trabajo y eso me da morbo. Creo que le gusto yo también a él, pero no me lo sabe manifestar por la cosa del idioma raro que tiene.
El amor no existe, va y dice el Toni metiéndose en la boca una tostada.
Eso sí que me ha sentado mal. Eso y que la tostada que se ha comido fuera la mía, siempre lo hace, qué tío.
A ver, Toni, ¿por qué dices eso, es que no me quieres?, no sé que hacemos juntos en ese caso, le he preguntado con mosqueo.
Entonces ha abierto el libro maldito de donde extrae todas sus teorías y ha leído con la boca llena de pan: «nadie ama a otro, sino que ama lo que de sí hay en él, o lo parece. Nada te pese que no te amen. Sientéte quién eres y eres extranjero»
Pues nosotras tampoco te queremos a ti, guapo. Y si eres extranjero y no tienes permiso de residencia, ya nos estás desalojando el sofa, dice la Noe como si fuera una Donald Trump cualquiera, supongo que para defenderme.
Pero él, a su bola, ha seguido declamando, «estás solo. Nadie lo sabe. Calla y finge. Nada esperes que no este en ti, cada cual consigo mismo lo es todo».
Luego, al ver mi cara de disgusto lo ha querido arreglar diciéndome que sí, que me quería y que eso es una teoria general del amor que no tiene nada que ver con el nuestro particular y que a mí me pasa lo mismo con él, solo que al revés, aunque yo no lo sepa.
Todo esto he tenido que ir corriendo a contárselo a la Esme, dada la experiencia que los años le otorgan, para que me aconsejara. Pero creo que hoy no era su día. Me la he encontrado con muy mal color, la tez de un amarillo verdoso.
Esme, ¿tú crees en el amor?, le he soltado a modo de saludo para no perder el tiempo.
El amor, el amor, yo qué sé, sí, no, a ratos. Tengo ganas de vomitar, principalmente, he tenido que poner boca abajo el panel con los dibujos de los helados. Es ver esas imagenes degradantes de polos de colores con absurdas formas y se me revuelve el estómago. He soñado que los alfacentaurinos calzaban frigopiés y me pateaban.
Oye, por cierto, me dice arrugando la nariz ¿no me habrás gastado tú una broma de esas típicas pueblerinas consistente en escribirme una carta? , ¿qué va a ser lo siguiente, tirarme al pilón? Qué mala leche tenéis los de pueblo.
Pero que si crees en el amor, Esme, no te desvíes del tema, es que dice el Toni que nadie ama verdaderamente a nadie.
Amamos el amor, lo que sentimos amando. Esa es la respuesta que te da hoy el oráculo de Esmeralda, deja tu donativo en la hucha de los donativos y no seas tacaña. Pero no me hagas mucho caso porque creo que voy a potar. Uf que naúseas.