Día: 20 de mayo de 2016

La madre hueca

Mi madre se puso enferma y tuvieron que operarla. Durante los días de ingreso en el hospital nos repartieron a todos por diferentes casas de parientes. A mi hermana y a mí nos mandaron a casa de la tía Mantequillas. Mi hermana estaba rabiosa porque siempre la hacían paquete conmigo como si fuéramos el mismo ente inseparable. Tenía miedo de que yo le usurpara la personalidad o de que se la plagiara.

Sería por eso que todo el día me estaba diciendo: no me copies, no me sigas, no hagas lo mismo que yo, no digas lo que acabo de decir. Como si copiar la personalidad de otro fuera tan fácil, yo lo intentaba pero no me salía. Era incapaz de no llorar si me caía o me regañaban ni tampoco sabía poner esa cara de odio y fiereza que ella ponía y con la que mantenía alejados a todos los depredadores.

En la casa de la tía Mantequillas, llamada así porque nos hacía rebañar del papel de la mantequilla bajo el lema de «raspa, que queda, aquí no se tira nada», la perseguí más que nunca. Estaba asustada porque pensaba que mi madre se iba a morir, repetir sus gestos me daba confianza y no despegarme de ella, también.

Como la tía Mantequillas se dio cuenta de mi angustia, me dijo, creo que con la intención de tranquilizarme, que no me preocupara, mi madre no tenía nada grave, solo la estaban vaciando. Esa siniestra información me impidió dormir en tres noches. Una madre hueca no era nada bueno. Una madre sin nada dentro no era una madre de verdad, era una cáscara a la que cualquier racha de viento podía arrastrar y hacerla desaparecer entre papeles y hojas.

Yo no quería tener una madre vacía, sin contenido, como un recortable. Por la noche, en la oscuridad del cuarto y dentro de esa cama vieja que se hundía por el centro, intentaba hablar del tema con mi hermana. Pero ella seguía con su obsesión: ¿es que te tienes que poner de lado si yo me pongo de lado?, venga, ahora te levantas a hacer pis porque yo me he levantado, copiona, y mañana no te hagas la coleta igual y ni se te ocurra ponerte la camiseta azul.

Y encima, a la vuelta, no podríamos abrazar a mi madre, por si se le rompía la funda. Pero ella no parecía darse cuenta de la tragedia, ocupada como estaba en mantener su esencia alejada de las hermanas ladronas.

(Cuaderno de DM)

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