Ella huía por la ventana muchas veces al día. No sé dónde iba o dónde le hubiera gustado ir pero así, mirando a través del cristal al descampado de enfrente, ni siquiera tenía un lugar bonito donde poner la vista, huía a cada rato. De nosotros, de la abuela Mila y su demencia, de mi padre y sus constantes peticiones y cambios de humor y hasta de ella misma. Eran huidas breves, pequeñas dosis de huida, tragos cortos de semi libertad, lo único que podía concederse, lo que tenía a mano.
Una ventana y al otro lado la luna, las tres estrellas que las luces de la carretera no habían conseguido apagar, las ramas de las raquíticas acacias moviéndose con el viento, remolinos de polvo, nubes de pequeños mosquitos, franjas de sol, la luz roja y morada del atardecer. Todo eso le servía de alimento, de punto de apoyo para escapar. A veces la ventana era insuficiente y entonces decía que salía un momento. Enseguida la acosábamos, ¿dónde vas, cuándo vuelves, vas a tardar mucho? A un recado, esa era la excusa para salir a la calle y dar la vuelta a la manzana, recorrer las hileras de bloques, tampoco había mucho más que recorrer, llegar hasta el final donde estaba el puente que cruzaba la carretera y volver. Volver siempre. ¿Dónde iba a ir?
Cuando se enfadaba decía que un día se iba a marchar, “cualquier día de estos hago la maleta, salgo por esa puerta y me voy”. Como lo decía demasiado, era una de esas frases amenaza mil veces repetida como la de “os voy a castigar” gritada sin dirección determinada, perdía fuerza y sentido. En cuanto empezaba a decir su “cualquier día de estos”, le terminábamos la frase entre risas y ella también se reía. Nunca nos habría abandonado, nos quería, sólo huía mentalmente, tal vez se imaginaba cómo podría haber sido su vida sin nosotros, se estaba inventando otra ella sin ataduras, alguien nuevo, que no necesitara asomarse a la ventana a cada rato.
Cuando volvía de sus ausencias tenía durante unos segundos una mirada rara pero enseguida recuperaba su espíritu práctico y volvía a ser nuestra madre ocupada y presente, metida de lleno en el torbellino de la casa, de la vida. Sin embargo había algo en ella, una fisura, un punto de fuga, una grieta por dónde podía escaparse.
Por eso me asomaba a la ventana a su lado para saber qué era lo que miraba, dónde estaba el peligro o el placer oculto. Ella me empujaba con el codo y me llamaba pesada, quería estar sola, pero yo no siempre me iba, precisamente porque era pesada, pesadísima. Así me aficioné yo también a las ventanas, a escaparme mirando y a proteger con codazos mis huidas.
Solo el que huye varias veces al día mirando por la ventana (real o de la mente) puede permanecer cuerdo en su día a día, a veces tan pesado y agobiante. Precioso texto que, como siempre, me es tan familiar y cercano como si fuera mi propia vida 🙂 Escribir bien debe ser eso, la capacidad de erizar los pelos de las almas de los lectores.
“Un día de estos…” ¿será que las madres de antes llevaban esto incorporado en su ADN? 😀 😀 😀
La mía también solía decir “Un día estos, salgo por esa puerta y desaparezco”.
Qué bonitas y necesarias son las ventanas, las reales y las de la mente, ¿verdad?
La frase, sí, es muy de madre.
Se me ha borrado tu anterior comentario con respuesta y todo. A ver si luego consigo rescatarlo.
Muchos besos desde mi ventana hasta la tuya.
¿Anterior comentario? ¿En esta entrada? ¡A ver si se me ha escapado por una ventana! 😀 😀
No, en la de ayer
¡Ahhhh! Estará por la papelera. Lo importante es que lo leyeras 😉
Yo no podría vivir sin ventanas 🙂
Es de Dali, ¿verdad? La mía no es marítima pero se ve mucho cielo.
El retrato de su hermana. Dali joven, no se parece nada a lo habitual de el. Mi madre no decia esas frases pero me miraba con los ojos de no estar en este sitio. ¿ donde estaba en aquellos momentos?
Es verdad que es un cuadro muy atípico de Dalí, no se parece en nada a su estilo más característico. Pero tiene belleza.
Mucha…adoro este cuadro..le conozco desde la juventud sin imaginar que fue de Dali.
¡Qué preciosidad!
Me encantan las ventanas con vistas a cualquier parte. 😀
El cuadro de Dalí “Muchacha en la ventana”, que añadieron por ahí, también. ☺☺
Besos.
Yo lo llevé mucho tiempo pegado en la carpeta del colegio, es que es precioso.
Ya te imagino a ti también muy ventanera. Besos, Gema.
Es necesario tener en ocasiones un momento a solas con uno mismo. Pensar, evadirse, y volver. Sana la mente. Besitos
Ya lo creo, Oscar! Un beso
Ella siempre estaba pegada a la ventana, a veces se paraba en la puerta a la calle y miraba a derecha e izquierda, nunca amenazo con irse. Pero un día salió y no volvió, después me entere que estaba trabajando en un pueblo cercano y que también seguía mirando por las ventanas.Un día de esos apareció, Hola me dijo y se puso a barrer y limpiar la casa. No le pregunte nada.
¡Hala!, te has escrito un relato en solo un parrafito. Mucho arte el tuyo, Chaly.
Pobres madres. La putada es tener solo una vida. Siempre se pierde uno algo, siempre. Menos mal que tenemos las ventanas, las estrellas y esas cosas… Es una gran putada.
Besos
Deberíamos tener más de un cuerpo y varios espacios y tiempos para ir variando. Ser siempre la misma es un poco coñazo.
Besos, Celia
Pues sí. A ver si hay otras vidas, pero si no me la dan más facilita me niego a bajar 😛
Besos, guapa.
Bueno, nosotros al menos podemos vivir algo más a través de los personajes 🙂
Jajaja, bueno, claro, tienen que ser mejores, para estar peor nos quedamos en la ventana.
A veces pienso que mamá hubiera sido más feliz si yo no hubiera nacido y a veces ella se enojaba y gritaba exactamente lo mismo.
Pero luego se sentía culpable y actuaba como si jamás lo hubiera dicho.
Si hoy intentara recordárselo me llamaría mentiroso.
Seguro que está feliz de haber tenido a alguien como tú, cerditos venusianos no hay tantos. Pero en algún momento todas las madres se cansan de serlo aunque luego se arrepientan de haberse cansado.
Ventanas, rendijas, agujeros a través de los que se ve el cielo… puntos de fuga fugaces pero necesarios para no perder toda la cordura. Preciosa entrada, como de costumbre, otra ventana más… Abrazos.
Como tú dices, sin esos agujeros para mirar y soñar nos volveríamos locos. Más 🙂
Besos y gracias.
Gracias a ti. En cuanto a la retahíla de frases de serie, no sólo vienen con las madres sino también con los padres y con los hijos. ( Para una de tus próximas entradas)
Es verdad, hay frases para todos. Ya me estoy acordando de unas cuantas.
Muy tierno, muy bonito, sincero y descriptivo. Lo hablábamos: La vida de las amas de casa y madres es durísima y nada agradecida, currando sin horario y muchísimo. Sí, estoy totalmente de acuerdo: Es necesario evadirse mentalmente, quizá muchas veces al día. Puede valer una ventana o cualquier otra actividad. Incluso conectarse a internet, que de hecho es la ventana a otra dimensión o mundo. “Tragos cortos de semi libertad”…venga, sirve una ronda para todos que invito…Emborrachémonos…
Claro, esto también es una ventana que se abre y cierra. Servida la ronda. Lo virtual que barato sale, jajaja.
Jajaja…”¡Glups!” Eso es que me lo bebido de un trago. Quiero más…
La entiendo a la perfección.
Yo siempre me escapo.
De todo y de todos.
Escaparme es mi brújula.
Besos.
Eso ya lo intuía 🙂
Me parece muy bien y me gusta.
Me encanta cómo escribes con revolución o sin ella de tus personajes.
¿Te has fijado en los lugares sin ventanas? Te has fijado que casi todos los centros comerciales y supermercados no tienen ventanas?
Besos
Es verdad, será por eso que no me gustan mucho esos sitios. Claustrofobia
Hay realidades que son pulpos con sus ocho tentáculos, imposible escapar de ellas. Menos mal que había ventanas, son más importantes de lo que parecen. Muy bueno (mira, copia y pega mentalmente esta coletilla porque no me quiero hacer insulso), es que si lo pongo cada dos por tres parece que no tengo facilidad de palabras, y es que para calificarte ya se me van agotando. O sea, coletilla te diré, para que me entiendas o me explique.
Es verdad que hay situaciones que ni con ventanas, en fin…
Lo de la coletilla me parece muy bien, igual lo uso yo también contigo y nos las intercambiamos. Besazos, Antonio.
Un fino y certero tratamiento de la tentadora opción de la huida. ¿Quién no ha jugado con ella?
Todos en algún momento, así es.
Un saludo, Antonio. Muchas gracias por leer y comentar.
me has hecho llorar..
Ay, que lo siento mucho, no me gusta eso, prefiero hacer reír. Otro día te hago reír, prometido.
Las ventanas tienen algo atrapante. Aunque a mí me pasa más con las ventanillas de los coches. Eso de ir viendo la vida pasar me puede llegar a tener absorta durante horas. Besotes!!!
Y si les pones música, igual que si estuvieras en una película
Qué entrada más bonita, qué tierna. La he vivido con mi madre y conmigo misma.
Últimamente recurro mucho a las ventanas imaginarias, segundos para mí, a veces alegres y a veces tristes pero creo que muy necesarios y muy sanos.
Un besito
Me alegra que te haya gustado. Yo también me asomo mucho, a veces estoy más asomada que dentro. No sé si es bueno o malo pero así es. Besos
Qué buenas son las ventanas para escaparnos con la imaginación de la monotonía de la rutina. Un beso
Desde luego que sí, son muy necesarias y dan alegría a la vida. Un beso, Marinside
Yo tengo una ventana que es genial, se ve el mar, los barcos y las gaviotas, y tiene un muro enfrente donde, a pesar de estar en medio de una ciudad y en un paseo marítimo, los señores creen que nadie los ve y paran el coche para hacer pis, es muy curioso.
Jajaja, esos señores meones te estropean un poco el panorama que, por lo demás, tiene que ser precioso.
No, esos señores le agregan sentido del humor al panorama. 🙂
Durante años repeti un parlamento de una obra teatral:
´quiero irme
adonde?
a Portugal
Ahora tengo una casa con enormes ventanales y muchas veces, escribo en mi cuaderno y miro y me fugo, me fugo…..Tambien me fugo cuando actuo, cuando leo, cuando…me fugo
No pongo guion de dialogo porque se rompio la tecla
Se fugo en una mudanza
Me caen bien, requetebien tus fugas ,talentosa
Fugarse es maravilloso, triste la vida sin fugas
Si, si Palomitay
Qué bien describes, como una poesía, lo acorraladas por el trabajo, los niños y los viejos, que las madres de entonces se encontraban. Y esas frases. Y otras más que también decía mi madre:
“Me vais a matar de un sofocón”
“Dios mío, que freidero de sangre”
“Me estás poniendo negra”, esa iba para mí, generalmente.
Y otras del resto de la familia, azuzándola a ella:
“Pero mira a tu hijo, ese chico es un anarquista”
“¿Cómo se lo consientes? Si fuera hijo mío, lo desollaba a palos”.
(Supongo que, si no hubiera sido hijo suyo, con gusto lo habría hecho ella)
¿Tan malo eras? Seguro que no