No

Qué ganas tenía de volver a ver al Jacobín y a su tierna hermana y qué mismas ganas me han entrado a la media hora de que desaparecieran de mi vista. Es un fenómeno bastante común cuando de niños se trata. El chiquillo, antes tan conversador, se ha vuelto taciturno y sufre una reducción del vocabulario extrema, solo dice no. No a cualquier cosa que le propongas, incluso a las que le gustan con pasión. No, siempre, no, en cualquier situación. No. Hay que admitir que lo dice muy bien, con una pronunciación muy nítida y mucho convencimiento.Como es casi su única palabra, la tiene muy perfeccionada, todo un virtuoso de la negación y de poner de los nervios con su monosílabo opositor.

La Morganina, por su parte, está aprendiendo a andar y a descalabrarse, todo junto. Después, para animarse por el esfuerzo que le supone ir tambaleante de silla a silla o para consolarse del golpetazo, chupa las paredes. Sí, eso hace, cual si se tratara de una estrafalaria niña gourmet.

Y mientras el Jacobín niega y se opone a lo que sea y la Morganina comprueba en sus carnes la dureza del mundo material y hace catas de pintura, la madre de ambos sigue lloriqueando tras la puerta de su antro de la creación, acompañada de la lapa de la Poncho.

«No, es imposible, nunca podrá ser mío, tengo que olvidar y conformarme», he oído que se lamentaba sorbiendo mocos. Digo yo que hablará de algún amor, a no ser que se refiera a un premio literario. Como los huecos los relleno yo, he decidido que sea romance, qué bonito, un culebrón en vivo. Pero en lo más emocionante de la radio novela, justo cuando la Patricia iba a decir un nombre, se han callado, debe de ser una técnica que utilizan para enganchar al oyente y es buena porque me he quedado con ansia de saber más.

En vez de palabras, por debajo de la puerta se escapaba un humillo raro y no era el incienso que suelen prender, era otro aroma más intenso, proveniente , me temo, de alguna droga blanda y fumable. Casi seguro porque al rato han salido las dos con los ojos enrojecidos, han deambulado hasta la cocina y se han zampado de pie y compartiendo tenedor media cazuela de albóndigas, sin calentar ni nada. Esa falta de finura en señoras tan aristócratas solo puede deberse a los efectos de algún narcótico. Yo es que lo flipo, ha dicho luego la Poncho observando con fijeza las cuerdas de tender. Y a mí que las cuerdas no me parecen nada flipantes…

Sinceramente, tenía muchas ganas de llegar a casa pero nada más entrar en nuestra cálida morada y lo de cálida no es solo un decir, ha llegado a mis oídos la siguiente parrafada: «quién pudiera ser el niño que juega con la arena de la playa, que se baña en el mar, que embebido de azul representa la más pura de las felicidades».

No me digas que ahora el Toni quiere ir a la playa, pero si no le gusta y para que acceda a acompañarme hay que engañarle con los más sucios ardides.

A ver, Toni, qué dices de niño y de playas, pues hoy estoy yo de niños y mira que los quiero pero me han dado una mañana de las finas¿Quieres ir a la playa? Aclárate.

No, no quiero, no pienso aclararme, quiero vivir en la confusión puesto que todo es confuso, ojalá pudiera volver a la infancia cuando la vida era simple, bañarme en el río, cazar lagartijas.

Lo del mar ya no, entonces, ahora río y te recuerdo lo que les hacíais tú y tu primo a las lagartijas, a lo mejor se te quitan las ganas de ser infante otra vez, ¿has hecho la compra, por cierto?

No, no, no, claro que no. No me hables de la compra, lo haces todo aburrido y prosaico. Me duele mucho la cabeza, en el bar me hablan, viene gente, son feos y pesados,piden leche de soja, los odio. Quiero volverme al pueblo, Madrid está puerca y asquerosa, huele mal. Todo es mugriento, pestilente y descorazonador.No hay horizontes, solo coches. Quiero ser el niño que fui y jugar y…

Y decir a todo que no, seguro. Hay días que yo también chuparía las paredes o me fumaría algo, lo que fuera. Es lo malo de ser tan sana, no tienes más consuelo que el de tu propia química cerebral y no siempre voy tan sobrada de serotonina.

37 comentarios en “No

  1. Yo de pequeño también chupaba las paredes del trastero de mis padres… Y aunque lei que eso era debido a un deficit de calcio, ahora ya mayor les enseño a mis sobrinas los agujeros del trastero de los «avis» (así los llaman en francés) y me invento cuentos. Y ellas flipan. De alguna forma continuo siendo un niño en esas cicatrices contando cuentos a otros niños. Y… te cuento un secreto… cuando nadie me ve los sigo chupando.

    Un abrazo grande como un baobab.

  2. Nostalgia de lo que fuimos o lo que deda de esos niños que fuimos. Igual son recuerdos distorsionados por el tiempo, en el que maquillamos lo que no queremos recordar y que como dice aquella frase, cualquier tiempo pasado fue mejor

  3. A mí hubiera gustado tener una madre porrera, me hubiera dado menos la vara.
    Veo que lo de chupar paredes les pasa a algunos en la vida real, jajajaja, qué barbaridad…
    Al Toni cómprale un lego, o mejor , mándalo con los del Pokemón y que se pierda de vista, así no te tienes que emporrar 😛
    Besos

      1. Hola Eva (aunque siempre he pensado que Eva no es más que un pseudónimo, un pseudónimo de doña Marga):
        Simplemente me he pasado por aquí a leer los comentarios.
        Un saludo.

  4. Aingssssssssssss, que Toni me siento cuando todo lo veo prosaico, sucio y necesito huir a la playa de mi infancia, también soy un poco Jacobín con mi obsesión por negarlo todo, desde lo más simple a lo más sagrado. Témome, que tampoco ganaré nunca el premio de Patricia y con las albóndigas me pongo ciega y luego me dan remordimientos, porque me engordo… Así que, como veo que soy tan gente, te dejo un momento para irme a chupar paredes entre porrito y porrito 😀 😀 😀

      1. 😀 😀 😀 Ya sé, ya sé… Suerte que no has sacado esa parte tan oscura, la del fondo a la izquierda. Deja que duerma (como China), porque el día que despierte, temblará el mundo. ¡Miedo me da!

  5. Pues uno de mis hijos está exactamente en esa fase del gracioso no, tal como te leía me veía, que contundencia le dan a la palabra adquirida,que acento que énfasis… Los míos aún no han chupado paredes pero todo se andará… Jajaj.
    Me gusta tu final, realista y certero… y ese anhelo que a veces sentimos por volver a ser niños cuando las cosas no van… Pero es inevitable que la vida se compone de momentos buenos y malos y mejor aceptarlo que ir fingiendo esa felicidad impostada que tan de moda está.

    Un abrazo, Eva.

    1. Estoy de acuerdo contigo, qué pereza tener que estar bien a todas horas y ser optimista siempre.
      Paciencia con el del «No», creo que están afirmando su personalidad. Tendrá mucha, eso seguro.

  6. Cuando somos niños solo vemos las ventajas de ser adulto y cuando somos adultos, nos encantaría no tener que tomar decisiones a cada rato. Te cuento una reflexión de cuando era niña que no tiene nada que ver, pero para que veas qué cosas recordamos. Cuando mi madre me ponía el vestido blanco no podía entender por qué se ensuciaba tan rápidamente, solo pasaba con el blanco, al de flores no le pasaba, al rojo tampoco, pero el blanco, qué asco de vestido. Con el tiempo entendí que todos se ensuciaban igual, solo que en el blanco la roña se veía con más claridad. Dos moralejas: «no te pongas vestidos blancos si no quieres que sepan que eres más guarra que la Tomata» y «realidad solo hay una, pero muchas maneras de interpretarla».

    1. Pues a mí me encantan los vestidos blancos ( que tampoco tiene nada que ver). En lo de que la realidad es una y las interpretaciones muchas tienes todita la razón.
      ¿La Tomata? , jajaja, nunca había oído hablar de esa mujer. Expresión cordobesa, me imagino.

  7. Mi perrito chupaba y mordisqueaba el gotelé, no sé si es que estaba reconociendo el mundo o que tenía falta de calcio.
    En cuanto al «no» ayer uno de los mellis (5 años) me puso en la puerta de su habitación un No en mayúsculas, para que no entráramos. Obviamente me acordé de su Santa madre y su santo padre. Cualquier día me montan una manifa. No sé cómo interpretarlo pero igual el Toni les entiende…
    Yo opto por comerme una fruta a mordiscos y respirar pero sirve regular.

    Un besito

  8. Creo que la única normal en esa casa es la Morganina….El Jacobín, no es normal. Claro, habías dicho que tiene inteligencia sobre lo normal… por eso solo dice que no… Oye, te acompaño a la playa, a mi me gusta.

  9. El no, el sí. Afirmación y negación. El 0 y el 1, las dos únicas cifras del sistema binario. ¿Será que la comunicación es tan sencilla o que, por pereza, la hemos querido reducir a dos cifras?
    A la vista de la variación de tus personajes en sus humores, creo que algún día se inventará un lenguaje que no sea tan plano, con sólo dos dimensiones. Aunque creo que ya está inventado, es la literatura. Pero claro, es menos rápida que la informática y requiere paciencia y tiempo, cosas que, en el fondo, todos poseemos, o podemos poseer sin tasa, pero que nos resistimos a emplear. Cada día se nos inculca más, con éxito, el principio de la inmediatez.

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