Nuestro barrio estaba formado en su mayor parte por familias jóvenes. Habían aterrizado ahí porque el dinero no les daba para otro lugar mejor pero, en cuanto prosperaban un poco, se trasladaban. Un par de años antes de que nosotros también nos fuéramos se marchó mi amiga. Me dolía mucho ver esa persiana bajada y ennegrecida. Un día se abrió de golpe y aparecieron las hermanas Catafalco. La vida casi siempre te ofrece sustituciones aunque a veces parezca una broma pesada por lo mucho que has salido perdiendo en el intercambio.
Las Catafalco eran dos señoras bastante prehistóricas cuyas vidas giraban en torno a su sobrino nieto, Pedrito. Si te preguntaban la edad y les dabas el dato, ellas decían, igual que Pedrito pero él está más alto. Si hacía frío, más frío hacía en la ciudad de Pedrito. Si estabas comiéndote un bocadillo, bocadillos más grandes y con más chorizo se comía Pedrito. Si sacabas un nueve, Pedrito sacaba todo dieces. O si te caías por las escaleras por bajarlas corriendo, eso no era nada comparado con el golpe que se había dado Pedrito. Era un niño insuperable tanto en lo bueno como en lo malo.
Enseguida odiamos a ese Pedrito invisible e invencible y también a sus tías, por pesadas y por gruñonas. Cuando les molestaba el ruido, que era casi siempre, se asomaban a la ventana del patio, y gritaban como si hablaran entre ellas, “Elvira, ¿crees que está habiendo un terremoto?, esa pregunta siempre la hacía la más alta que era la que dirigía. Y la otra, Aurora, le respondía, “me parece a mí que sí porque se oyen cosas cayendo y cayendo…” Las cosas cayendo y cayendo éramos nosotros, nuestra vida diaria, ruidosa, hay que reconocerlo, que no hacía más que caer y caer sobre las dos.
Con el paso de los meses y como el ruido no disminuía por mucho que aludieran a los movimientos telúricos, se volvieron obsesivas y empezaron a protestar por todo. Vivían prácticamente asomadas a la ventana, haciendo que hablaban entre ellas pero dirigiéndose a nosotros. En cuanto nos levantábamos por la mañana para ir al colegio, ya se oía a la voz maliciosa, “Escucha, Elvira, ya están en pie los matinales -ese mote nos lo pusieron ellas a nosotros-, sujeta la lámpara que tiembla toda la casa. Ya voy, Aurora, si es que no se derrumba antes el tabique, hay que ver qué poquita educación tienen algunos,les enseñaran a leer y a multiplicar pero buenos modales…¿llamamos a la guardia civil?” Después de esa pregunta, con la que pretendían intimidarnos, se quedaban un rato calladas esperando el efecto silencio, que nunca llegaba, por lo que, al rato, volvían a la carga con sus indirectas.
Casualmente hubo un terremoto de verdad una noche. Mi padre nos sacó de la cama y sin quitarnos el pijama nos subimos en el coche y nos alejamos de la zona habitada, no había que ir muy lejos porque el barrio estaba rodeado de descampados. Avisamos a varios vecinos, entre ellos a las Catafalco que no respondieron, siguieron dormidas en sus camas, tan ricamente mecidas por el seísmo verdadero. Cuando mi madre se lo contó al día siguiente no se lo creyeron hasta que lo oyeron en la radio. El epicentro del terremoto resultó provenir de la ciudad de Pedrito.
Igual lo provocó Pedrito para demostrar que hacía más ruido que vosotros. ¡Pero falló!
Jajaja, yo creo que sí, ¡ganamos por fin!
Jajaja…seguro.
Eran gruñonas pero originales poniendo motes, eso hay que reconocérselo.
Venga, se lo reconocemos a título póstumo. Porque dónde estarán ya…
Gruñendo en algún lado seguro, esa gente nunca está a gusto esté donde esté.
Seguro. Aunque si a mí me toca ahora una familia tan follonera al lado igual también llamó a las fuerzas y cuerpos de seguridad, jajaja.
😀
Jajajaja, el final es genial. Ese tipo de gente es insoportable. El apellido les va que ni pintado. Creo que , con tu permiso, me lo quedo para algún escrito, es genial.
Besos, guapa.
Claro, te lo regalo.
Besos a ti, Celia.
Cuántos motes os han ido poniendo, no? Menos mal que por lo que cuentas la vecindad no duró mucho. Espero que cuando os mudarais volvieras a encontrar una amiga….
Sí, y de los que no nos habremos enterado. Claro que nosotros también poníamos.
Amiga tan cerca y tan buena no la he vuelto a encontrar. Pero a la primera todavía la mantengo.
muy bueno, me gusta. y yo creo también que el terremoto lo provocó el Pedrito para seguir estando por encima. Lo malo es que ellas ni se enteraron, tenía que haberles dado un buen susto.
Pedrito, el niño sísmico 🙂
Muchas gracias, guayanesa.
Besos
Qué bueno y una vez más que gran historia. Vaya con las Catafalco, que me encanta el apellido o mote, a mí me suena mucho a mafia italiana y camorra. Por otro lado, como es tema de urgente actualidad y Catafalco rima con desfalco, me pregunto si cierta señorona valenciana muy fallera y hortera sería hermana secreta o prima lejana. Ponían buenos motes, es cierto, pero vosotras no os quedábais cortas. Original forma la de pegar broncas o intimidar, fingiendo un falso diálogo cara a la galería, y no me dirás que esta expresión no es más literal y adecuada que nunca. Graciosa e irritante la sempiterna comparación con Pedrito, el que se comía los bocadillos de chorizo más grandes y provocaba terremotos a la carta, considerados con sus tías.
El mote para ellas se lo inventó mi padre.
¡Primas de Rita!, eso es demasiado perturbador.
Lo peor no era que se quejaran del ruido, queja comprensible, si no la forma indirecta de hacerlo, acosando por el patio a todas horas. Y de Pedrito mejor ni hablar, seguro que tiene un blog con muchos más seguidores que este.
Lo del blog de Pedrito casi seguro que es así. ¿Te imaginas que Pedrito fuera algún bloguero camuflado -pseudónimo, aunque yo no soy Pedrito, tranquila- que conocemos y con el que nos hablamos casi cada día?
Escuchando las noticias este mediodía, pensé que un excelente título para un excelente artículo de Icástico, o quien se tercie, sería “El presidente avestruz”, porque lo de Mariano Marjoy tiene tela, es difícil encontrar a un político que se esconda tanto cuando el tema le incomoda, pobrecito. “Rita canta ahora” también podría ser un nuevo hit musical o literario, porque en el PP deben estar bastante acojonaditos de que la señora no empiece a cantar de verdad. Perdón, que la fallera está acaparando el protagonismo. Las Catafalco muy pesadas, lo peor es volverse obsesivos y esto tiene ciertos tintes negruzcos para mí, porque mi madre me contaba la semana pasada ciertos problemas con la vecina de abajo. Tela también…
Jajaja, me lo imagino perefectamente.
Veo que echas de menos a Icástico para poder despotricar de política y politicastros. Seguro que vuelve en breve. Lo de la “canta ahora” está muy bien. En realidad lo tienen todo lleno de potenciales “cantaores”.
Sin duda que le echo de menos. Además, despotricar de política se parece mucho o equivale a soltar adrenalina a espuertas -o será mala leche, probablemente-.
Pues por lo visto erais peores que un terremoto de verdad. Jajajaja. Besotes!!!
Que no, mujer, es que en esos pisos se oía todo, hasta las pisadas más ligeras.
Éramos santos y silenciosos y ellas unas quejicas.
Tienes deberes: Escuchar a Victor Manuelle. Vamos, vamos…
Voy, profe.
Que vecinas tan plastas por favor….
Las Catafalco a las catatumbas yaaaaaaaaa
Besos.
Jajaja, seguro que están refunfuñando bajo tierra con sus oídos finísimos.
Besos
Las Catafalco, la uña maúlla y la otra pega un salto jjj
Jajaja, me parto, gracias por la rima, Margui
Jjj un placer besos
Eso de mentar a Pedrito, es común en casi todas las madres y cada una trata de demostrar que el panzazo que se dio su retoño supera las otras caidas.
Besos
El caso es superar aunque sea en panzazos
Besos, Chaly
Ay, ya hasta a mi me cayó mal el Pedrito ese… Jajajaj
Qué cargante el niño y sus tiitas.
😀 el final genial e insuperable. ¡Qué buena eres! Un relato redondo. Aunque yo provengo de una familia numerosa y ruidosa, con el tiempo me he hecho un poco catafalco 😀 😀 pero es que el ruido de personas no es el mismo que el del chumbachumba que se oye a menudo en las ciudades.
Te entiendo, a mi el ruido también me pone catafálquica, sobre todo si es nocturno. Diurno lo llevo mejor.
Te he echado de menos estos días, me tienes muy mal acostumbrada 🙂 🙂
🙂 Y yo me moría de ganas de leerte viendo los mails de tus entradas en mi bandeja de mail. Hoy, por fin, puedo ponerme al día y no veas lo que estoy disfrutando.
Coño con Pedrito. A ver si resulta que era ese tal Pedrín, el ayudante de Roberto Alcázar.
Jajaja, no creo