Cordones de plata

En los pupitres del medio, pegados a la ventana, se sentaban tres inseparables:  Martín Martín Martínez, apodado el Extranjero; Vicente, el Argentino, que en realidad era chileno y Diego, el Cotizado, cuyo vocabulario se reducía prácticamente a la enigmática frase «se cotiza, se cotiza» que utilizaba como comodín en múltiples circunstancias. Iban juntos a todas partes, estudiaban juntos, daban vueltas juntos a la hora del recreo, trataban de ligar juntos, sin demasiado éxito, y después de clase se reunían cada tarde en un solar abandonado a dos manzanas del colegio. Ellos lo llamaban «el situcho». Allí pasaban las horas haciendo nada pero tramando mucho. A veces se les pegaba uno de otra clase, Nico, el gordo. Muy gordo.

Al Extranjero, líder natural del grupo,  le gustaba mucho leer y también robar libros de forma aleatoria, sin mirar el título. Llevaba una chaqueta vaquera con un bolsillo interior donde guardaba sus capturas. La última de de ellas había sido un libro de Lobsang Rampa que trataba sobre viajes astrales. Llevaba ya unas cuantas tardes leyéndoles a los otros, muy emocionado,  párrafos escogidos del libro y había conseguido casi sugestionarlos. Una tarde especialmente aburrida decidieron que iban a salir en astral, parecía fácil.

Pero, claro, tíos, ¿cacháis la cuestión?, animó el Argentino dando dos palmadas, el Cotizado aceptó la propuesta con un «se cotiza, se cotiza» haciendo crujir la última patata frita y el gordo no dijo nada porque era de naturaleza más bien pragmática y hubiera preferido salir de cañas. De todas formas y por no desentonar, ya que no era muy bien admitido en ningún grupo, asintió con la cabeza mientras le arrancaba la bolsa de patatas al Cotizado y  procedía a rebañar las migas del fondo y a chuparse los dedos.

Como para hacer el viaje astral, según decía el libro, era necesario hallarse en un lugar silencioso y tranquilo y el solar de día no lo era, – había ruido de coches, pasaba mucha gente alrededor y un señor viejo en camiseta  les miraba con cara de odio desde la ventana de su casa-,  tendrían que hacerlo de noche. Esperarían al atardecer y justo en ese momento en que el día se deshace y empieza a oscurecer se pondrían a ello.

Martín Martín Martínez organizó un poco la intendencia:  el Gordo tenía que llevar unas mantas, el Argentino la comida y el Cotizado la bebida.  A continuación les leyó en voz alta las siguientes palabras motivadoras, «el espíritu del hombre es superior a cualquier cohete».Se estuvieron mirando un rato las caras sin decir nada, asimilando la idea,  hasta que se hizo de noche. El  viejo en camiseta les llamó gandules desde la ventana, se encendieron las farolas y ellos se marcharon arrastrando los pies, con las manos metidas en los bolsillos, sintiéndose muy distintos a toda esa gente ignorante que caminaba por la calle prisionera de sus cuerpos.

También al día siguiente, en clase, sintieron esa agradable sensación de superioridad. Todos esos gilipollas no tenían ni idea de qué era el cordón de plata, ese hilo energético que une el cuerpo físico con el astral y que se extiende hasta el infinito, ¿cómo podían vivir con esa carencia?

Al anochecer,  tumbados sobre las mantas en el suelo del solar, cerraron los ojos y se concentraron en sus respiraciones, tal como decía el libro. Así estuvieron un buen rato, incómodos y silenciosos, soportando los insultos del viejo al que  irritaba mucho que se hubieran tumbado, la luz naranja de las farolas sobre sus caras y las piedras que se les clavaban en la espalda. Pero todo iba bien, no importaban las molestias de este mundo puesto que pronto, ya, enseguida, iban a dejarlo atrás.

Y seguro que hubiera sido muy pronto, de inmediato, de hecho el Argentino ya estaba notando un cosquilleo en los pies y el Extranjero una sensación de que algo tiraba de su ombligo, hubieran comprobado toda la fuerza del espíritu humano, muy superior a la del más potente cohete,  si no fuera porque el Gordo preguntó de repente, ¿habéis traído bimbollos?

Se cotizan, se cotizan, dijo con voz soñolienta el Cotizado despertando de un semi sueño muy poco astral. Y el viejo desde la ventana gritó «¡golfos, gandules!» y les arrojó un cubo de agua que inutilizó sus cordones de plata y los dejó empapados de cuerpo entero y varados en la sucia tierra del situcho.

47 comentarios en “Cordones de plata

      1. Con el pequeño platico al que teniamos tocar ligeramente todos los presentes, pero sin empujarlo. EL PLATO SE MOVíA ..TE LO JURO, dentro del circulo con las letras dibujado en un papel y se componían las frases respondiendo a nuestras preguntas. Fue impresionante. Luego nunca se repetió…aunque probamos. . Fue solamente un caso. Hasta ahora pienso ..¿ Por qué se movía? aplicando todos mis conocimientos de física.jajajaja…¡ Espiritualismo!…¿ Existe?

      2. Tambien tengo , por supuesto, una explicación racional y aburrida. Pero por dentro tengo un gusanito de incredulidad que quiere un misterio. A ver, si probamos alguna ves juntos una sesión de espirutualismo. Un beso.

    1. Te he querido dejar un comentario en tu blog pero no he podido, me dice que está «desactivado». Por eso te deseo por aquí muchísima suerte en tu nueva etapa, creo que la vas a tener, es una intuición que tengo.
      Espero poder seguir leyéndote.
      Un besazo, Celia.

  1. Magnífica historia de solares y descampados, de cuando aún los había en Madrid. Alguien tendría que escribir algo sobre ellos, territorios de nuestra infancia y descalabrada juventud.
    (Yo era más de Castaneda. Entonces nos creíamos cualquier cosa a pies juntillas)

    1. Jajaja, mira que eres.
      Hoy alguien ha caído en mi blog buscando «efectos secundarios del baobab», (qué cosas que busca la gente) y, claro, me he acordado de ti.
      Que las pases muy feliz.
      Otro beso.

  2. Jajaja, genial, qué arte tienes, no te das cuenta -creo- de que tu humor y tu estilo tienen más potencia que un cohete.
    Martín Martín Martínez.
    Vicente el Argentino (pero chileno).
    Diego el Cotizado.
    Nico el Gordo -el de los bimbollos y rebañar bolsas de patatas-.
    Se buscan -volando alto por el cielo de Madrid-.
    Podríamos añadir al Viejo de la camiseta, el insultón y arrojador de cubos de agua.
    Yo he leído ese libro de Lobsang Rampa, de hecho unos cuantos. Claro, el Cordón de Plata, no caí por el título. Es tal como tú y él lo contáis, aquí en el post, quiero decir, no sé si en las dimensiones astrales. Me parece El Tercer Ojo un libro magnífico, fascinante, uno puede creérselo o no, o parte, pero aún tomado como ficción pura o total palabrería o invención sigue siendo fascinante y muy ameno, hace volar tu mente, no por el astral sino por el Tibet y esas lamaserías. El Potala.
    ¿Lo has leído? ¿Recuerdas que un día mencioné lo de los cajoncitos mentales de la memoria para meter cosas dentro?
    Además es muy potente este eslogan, para ponerlo en una web o lema de un negocio:
    El situcho. No se hace nada pero se trama mucho.
    Tema sensible y conflictivo éste de creer o no en esta serie de cosas. Yo no me opongo a esas posibilidades, aunque fueran meras facultades mentales.
    Puede que los cordones se enreden allá arriba si uno se menea mucho o está cambiando de trayectoria demasiado, o entre varios sujetos. Y entonces debería venir un cirujano astral a deshacer nudos, porque esos sujetos podrían ahogarse o pegarse un hostiazo. Y cómo no, ya hay que tener muchísima práctica para elevarse con el cordón mojado y además bañado en un aluvión de insultos rabiosos.
    No pretendo burlarme, solo soltar cuatro tonterías.

    1. Sí que he leído El tercer ojo, pero hace tanto que ya no me acuerdo de nada. El cordón de plata, no.
      Me ha entrado la risa con tu eslógan de «el situcho».
      Te puedes reír, la entrada pretendía ser cómica, además que eso de los cordones enrollados por ahí tiene mucha gracia.
      Yo solo sé que ni idea. Podría ser o no, lo que pasa que hay tanto vendedor de patrañas que tiendo a desconfiar.
      Me acordaba de los cajones de la memoria, sí.

  3. Ah, también he leído un par de Castaneda. Muy intrigantes. El desierto entre Méjico y los USA, un lugar realmente muy árido y caluroso, ahora no recuerdo el nombre. La datura, el mescal, los indios, las plantas, aquel maestro indígena que tampoco recuerdo ahora. Dicen que existió esta persona y que está envuelta en un halo de misterio. Sabidurías perdidas, aunque colocarse con todo tipo de plantas -drogarse- es tan viejo como el ser humano e incluso los homínidos anteriores.
    ¿Sabías que la palabra cerveza viene de ciervo, por el hecho de que muchos hervíboros ingieren plantas para inducirse estados alterados? Bueno, esto es como el shroom del tema de Romano.

      1. Lo del origen de la palabra cerveza lo he leído un par de veces, también te digo que me suena alguna otra explicación diferente, pero ésta la veo lógica.
        Tu tono e intencionalidad humorística está clara y queda más que patente, otra cosa muy distinta es la burla o un pretendido descrédito, pero…como no sabemos a ciencia cierta…De hecho yo soy más tendente a creer que sí que no a negarlo o desestimarlo. ¿Y por qué no?
        Mi comentario también puede verse como mofa.
        Esos cuatro ahí tumbados listos para salir en astral me hacen pensar en unos cazas listos para salir en misión en la cubierta de un portaaviones. ¿O no?
        Lo de Expediente X, realmente, es la expresión «se cotiza, se cotiza». Jajaja, qué tío más raro…Y expresión rara de cojones, más que aquéllo del fráxito.

  4. Yo tambien lei a Lobsang Rampa, el primer tomo es interesantísimo, el segundo ya no pues repite lo del primero, el tercero repite lo del primero y del segundo y allí lo mande a la mierda.
    El libro que es bueno es el metodo Silva, el cual me ha ayudado mucho.

    Besos

  5. 😀 😀 😀 😀 😀 Me encanta lo de «se cotiza». ¡Qué mala leche ese vecino! Mira que tirarles agua 😦
    En cuanto a los viajes astrales, creo que muchos lo intentamos. Los libros de Lobsang Rampa, que luego resultó que ni era tibetano, hicieron furor. En mi clase, varias amigas lo intentamos y alguna aseguró que lo había conseguido, con la consiguiente admiración del resto y las burlas de alguna descreída, que lo intentaba por si acaso, pero más que convencida de que aquello, o era imposible o solo estaba al alcance de seres especiales.

      1. 😀 😀 😀 Si que daba el pego, sí. Parecía de la familia Rampa de toda la vida, del mismísimo centro del Tíbet.
        Yo de especial poquito, eso lo dejo para las reencarnaciones del dalai lama, que no sé por qué siempre se ha reencarnado como hombre (no sabes lo que me fastidiaba eso en mi adolescencia, cuando leía al amigo Lobsang).

      2. Jajajaja, de los Rampa de rancio abolengo.
        Es verdad, no había caído en eso de las reencarnaciones masculinas. Sale el machismo a relucir hasta por ahí.

      3. En el Tíbet los Rampa vienen a ser como aquí los de la Casa de Alba 😀 😀 😀 😀
        El machismo y el micromachismo (este último peor, porque ya lo tenemos incorporado en el ADN) nos rodean por todas partes menos por una, yo ando en busca de esa una 😀 😀 😀 😀

  6. Quizá todos, de pequeños, ya intuíamos un destino global que no nos interesaba. Y esas pandillas eran un refugio contra él. Los mayores veían en esas pandillas conatos de disidencia que no les gustaban. Algunos adultos eran impacientes y querían que saliéramos de ese mundo ficticio cuanto antes; otros, tenían más paciencia y sabían que el tiempo, inmisericorde, nos haría, quisiéramos o no, ser como ellos.

  7. Describes unas escenas magnificas. imagino a esos cuatro enterados cambiando el mundo de los bollycaos por un plano astral sin un mal trozo de chocolate que bajar por el gaznate. Alcanzar el mundo espiritual cotizaba un montón, creo que algunos no retornaron jamás y aún continúan flotando de alquiler. Un beso.

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