Este fue durante muchos años su trabajo: abrir las puertas cada mañana.
Fuera, en el patio, se apelotonaban los escolares.
Abría las puertas y entraban gritos, empujones, risas, toses, miedos, mocos, llantos, carreras, alegrías.
Ella abría las puertas y ordenaba el rebaño de babis,
sin olvidar un nombre ni confundirlo con otro.
Abría las puertas y también los brazos.
Brazos viejos que parecían nuevos.
Un trabajo fácil,
difícil.
Difácil, dijo un niño, acertando.