Nido caído al suelo

Cantaban un himno en el que se decía la palabra gloria y la palabra honor. Gloria se llamaba su compañera de la cama de al lado. Por honor se podía matar y morir. Honor tenía que ver con los hombres, con las mujeres no.  A su padre lo habían matado hacía poco pero no había sido por nada de honor, había sido por la mala suerte de la guerra. Su padre era muy joven, casi un niño, lo engañaron, se lo dijo su abuela sentada en la silla de la cocina. Casi un niño, qué pena, todos decían eso. Y su madre una niña viuda, qué pena también. Con dos criaturas. Ella era una de las criaturas, llevaba un lazo blanco en el pelo y un collar de cuentas de colores.

Los mandaron internos al colegio de los huérfanos, con las monjas, la falda del uniforme picaba en los muslos. Su hermano le apretaba muy fuerte la mano.
Desde las ventanas se veía primero la ría y después el mar. Por las mañanas, en algunas de las ventanas colgaban sábanas,  eran las de los niños que por la noche se habían meado en la cama. Colgaban sus sábanas para que todos lo vieran y así escarmentaran. Ser meón era cosa muy mala.
Ella no era meona, su hermano tampoco.
Una noche notó una humedad en las sábanas y tuvo miedo de haberse vuelto meona.Se estuvo quieta, quieta hasta la mañana siguiente. Gloria en sueños decía, «noooo, nooo». Era sonámbula del hablar. Cuando amaneció vio la mancha roja que indicaba que se estaba muriendo.
En el himno también decían «pujante unidad colegial» y cuando lo decían pisaban muy fuerte contra el suelo, pateaban como si marcharan. A veces marchaban dando la vuelta al colegio y cantando, las gaviotas también cantaban sus propios himnos, a gritos,  el mar estaba debajo y arriba el monte muy verde, envuelto en nubes y nieblas.  Marchar era andar sin llegar a ningún sitio, sin querer llegar, marchar era dar vueltas. Vieron un nido tirado en el suelo, caído. Estaba hecho con palos muy finos, trenzados, y relleno de hojas picadas.
Una monja le dio una toalla para que se la pusiera entre las piernas. Se la puso. Se estaba muriendo y no era por nada de honor. Era una enfermedad, la sangre era siempre de enfermedad, de cuerpo herido o roto.
Gloria padecía la misma enfermedad, le dijo que era cosa de mujeres, que no se iban a morir todavía y que ya podían tener hijos. Los coágulos eran trozos de hígado, así se lo explicó Gloria, no pasaba nada por perder un poco, el hígado era grande.
Los llamaban por un número, nunca por su nombre, ella era el 29 y su hermano el 33, la edad de Cristo. A las monjas les gustaba ese número.
Ella tenía miedo de que se le moviera la toalla, de que se le manchara la falda del uniforme, de volverse meona, de tener un hijo, de perder del todo el hígado.

Gloria era el número  42, llamaba a su madre por las noches. El viento quería entrar, entrar, entrar y lloraba pegado a la ventana, buscando refugio. Pero había sido él el que había tirado el nido. También la lluvia quería entrar y llamaba nerviosa y furiosa golpeando los cristales. Por los pasillos un olor a frío con sal y a sopa. Pujante quería decir dar patadas en el suelo, pisar fuerte. De un árbol se había caído un nido. Volaría el que tuviera las alas fuertes.

43 comentarios en “Nido caído al suelo

  1. Uff, ¡qué bonito!, he leído el relato sin pestañear, me ha parecido muy emocionante. Como habitualmente se dice en la jerga cinematográfica: vales tanto para la comedia como para el drama. Saludos.

  2. Cuantos niños sin nadie que les cuente como es la vida. Tienen que ir descubriéndola solos.
    Mi niña pasó dos años, pero muy pequeña para acordarse. Aún así, algo siempre queda.
    Muy bello Paloma
    💋❤️

  3. Insisto, tus prosas son a veces como poemas en vuelo, porque el vuelo, los pájaros, el aire, el cielo, la ternura y el sentimiento cruzan tus textos con la belleza de un verso. Un placer. Abrazos.

  4. Las historias con niños que sufren o están desamparados me pueden.No hay nada peor en el mundo que la amargura y el sufrimiento de un niño.
    Lo has contado tan bien que conmueve.
    Ojalá pudieran desplegar sus alas…

    Besos,Paloma.

  5. Ay, Paloma, Palomita!!! Bello, triste , conmovedor, como la niña, como su hermano, como el nido caido y las absurdas marchas de los huerfanos… Bendiciones , Gracias Comparto

  6. «Volaría el que tuviera las alas fuertes…» Aunque cuentas una historia muy triste, lo has narrado de maravilla. Me apena leer historias en las que los niños sufren y lo pasan mal. Me quedo con el final.
    Muchos besos, Paloma. Escribes muy, muy bien.

  7. Me gusta mucho, por lo ilustrativo, ese desconcierto infantil ante los abstractos adultos como gloria y honor (podríamos incluir muchos otros, como patria, como lobertad, etc…), porque ellos ven con una clarividencia tierna lo vacíos que están de contenido tantas veces. Un beso, Paloma.

  8. Es curioso, cinco años de mi vida transcurrieron en un internado religioso y sin embargo el mundo que me presentas estaba en el exterior de esos muros, sí representa para mí este relato los últimos coletazos del franquismo.

    Es tan real como nuestra existencia.

    Un beso.

    1. Seguramente quedaba bastante de lo que cuento en esos años a los que te refieres, pero esta historia es muy anterior. Le sucedió de niña a una de mis tías.
      Pero real sí que es.
      Otro beso, Ilduara.

  9. Qué voy a decir. Es crudo, realista, intenso, denso, bello. Es también muy cinematográfico, creo que uno puede visualizar perfectamente a esas niñas y el ambiente de ese internado. Pero es que describe realidades y a la vez sensaciones y pensamientos o miedos íntimos.
    Pues me deprime, no me gusta, incluso me molesta que haya existido una realidad así, un país así, esa España franquista y post franquista con tanta represión, control, censura, patriotismo, dogmatismo, radicalismo. Hablas de los símbolos, de los himnos, de la mancha de sangre y la ignorancia impuesta por unos censores pazguatos, etc, etc, todo ello signos diferentes de esa represión. Y pese a haber vivido esa época, por fortuna no viví realidades tan duras en propia carne o de cerca.
    También me parece clara otra cosa: Tan solo has apartado un poco la cortina, ¿verdad?, y nos has dejado ver un poquito, lo que has querido que veamos, no más. Hay mucho más, el relato lo refleja implícitamente.

    1. Claro que es deprimente y triste aunque estoy segura de que también había momentos para la felicidad y la alegría porque así es la vida. Pero no creo que ninguno de los de por aquí hayamos vivido eso, hablo de una generación anterior a la nuestra.
      Es una historia que siempre me ha conmovido cuando me la contaban, me hubiera gustado tener más datos para narrarlo mejor pero lo he recreado con los que tengo, que no son tantos.
      Claro, hay mucho más, siempre hay mucho más debajo de todo lo que se escribe.

  10. No poseo el don poético para escribir los semejantes comentarios que te han dejado..Que puedo decir? !…muy , muy bueno . Es la literatura de verdad. No se trata del problema…internado, horfanato o cualquier otra cosa…no importa . Lo impotrta es que leendote me siento en el lugar y con las circunstancias que describes. Besos Paloma.

    1. A mí me gustan todos los comentarios y cada uno tenéis vuestro estilo propio comentando.
      Vamos, como para no gustarme si siempre me decís algo bueno, me voy a malacostumbrar.
      Gracias, Tatiana, me alegra mucho que te metas en lo que cuento, eso también es mérito del que lee.
      Y un beso!!

  11. Quizás tuvieran la intención de que a los niños se les forjará en hierro el corazón porque sabían lo que les espera tras la mayoría de edad. O ignoraban lo que es educar o que el señor obispo no las dejaba. O tenían la intención de enseñar que a todos les esperaba una vida de mierda y privaciones. En todo caso como pajaritos caídos del nido, sólo sobreviven los más fuertes y que además les guste la sopa espartana. Un abrazo.

      1. Pobres de nosotros respondiendo presente y aprendiendo a desfilar. En su posición, descansen. AAAAR! Jajaja.
        Al final el que no salió liberal, es anarquista.

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