Algún vecino ha colgado un cartel en el ascensor que dice, «por educación, higiene y respeto no fumen dentro del ascensor, no dejen las basuras fuera del contenedor y no hagan ruido después de las doce».» Me la pela», le viene en ese instante a la cabeza y se sobresalta. Es el estribillo de una canción que solían escuchar sus nietos y que le parecía abominable. El pequeño apenas sabía hablar pero ya pronunciaba con bastante claridad «me la pela»y luego se reían a la par como trogloditas, el mayor por habérselo enseñado al otro y el otro por imitación. Los Trogloditas, así los empezó a llamar, le molestaba que oyeran esa canción y también que les hiciera gracia, ¿cómo podía gustarles algo tan chabacano? Pero sería lo normal, como lo es que ahora que ya han crecido no le hagan ni caso.
Siempre, todo, es lo normal y hasta lo que parece más anormal termina normalizándose por el simple hecho de ser. Todo lo que es, se normaliza si sigue siendo durante el tiempo suficiente, a esa conclusión ha llegado. Se enciende un cigarro y echa el humo en dirección al cartel pegado, ¿Quién lo habrá escrito y colgado ? Alguna maniática.
Entra en el bar estrecho, se llama como su característica, El Estrecho. Pide un cortado, la tragaperras lo saluda con su musiquita, Fermín, el camarero y dueño, con la cabeza. No le gusta hablar, a él tampoco, se llevan bien por eso o por lo menos no mal. Se sienta debajo de unas banderillas taurinas colgadas en la pared, parece que se le van a clavar a él en la espalda. Son feas como el bar, un bar feo y normal. Mira pasar la gente, los coches. Como llueve está la calle atascada y todos los coches pitan, en esta ciudad seca se asustan de la lluvia. Cuando él llegó de lo que se asustó fue de sus cielos azules, de toda esa luz que caía sobre las cosas y las hacía parecer más duras y agresivas pero ahora ya encuentra normal esa luz mesetaria, ya no añora el cielo gris y la vida difuminada, borrosa y más discreta de debajo.
Está dando un trago a su café que está fuerte y malo, café malo normal de bar feo normal, cuando ve caerse a un hombre en mitad del cruce. Una furgoneta de reparto frena a tiempo y no lo arrolla de milagro. Sale por si puede ayudar, el de la furgoneta se ha bajado y no hace más que repetir, «yo no he sido, se ha caído él solo, yo no le he hecho nada». No se queda tranquilo hasta que un par de testigos confirman que sí, que el hombre se ha caído solo, ha resbalado». El accidentado es chino y acaba de lanzar un desgarrador grito de dolor con el pie sujeto entre las manos. Grita muy fuerte, gesticulando a la vez, abre mucho la boca y enseña una dentadura marrón y un poco temible. El grito, que se repite a intervalos, también es temible.
No tiene nada, dice un ciudadano escéptico, es que los orientales son muy exagerados, lo sé porque tengo un cuñado chino, gritan todos así a la mínima, es lo normal entre ellos. Le toca por encima el pie y hace el diagnóstico: como mucho un esguince y de los leves ¿Cuánto te duele del uno al diez? Tengo restaurante, contesta el otro.
Como alguien ha llamado a una ambulancia y su presencia no hace falta, se retira de nuevo al bar. Fermín lo recibe con un encogimiento de hombros que puede querer decir varias cosas o ninguna. No se molesta en interpretarlo. Echa unas monedas en la máquina que emite sobre los dos, sobre la estrechez de El Estrecho, una luz morada y un tanto siniestra. Pasan unos chicos con los pantalones rotos por las rodillas, se los compran así y no son por eso más baratos. Hace mucho que no ve a los Trogloditas, seguro que también llevan los pantalones con los rotos hechos de fábrica, son chicos normales. «Fabuloso. Amazing. Último remate», eso pone en el escaparate de la zapatería que está enfrente entre muchas exclamaciones.
Piensa en el grito del hombre, iba precedido de silencio,como si el grito se gestara ahí, en ese silencio y no iba dirigido a nadie, era como una comunicación entre él y el dolor. Un grito para él mismo, no miraba a nadie, como si estuviera solo. Muy extraño o puede que no, puede que todos gritemos así cuando sentimos dolor y miedo y eso sea lo normal.
Siempre, todo, es lo normal y hasta lo que parece más anormal termina normalizándose por el simple hecho de ser. Amén.
Que nos acostumbramos a todo o a casi todo. Y eso puede ser fatal en algunos casos.
Así está todo. Damos por normales cosas alucinantes. En fin.
Amazing.
Lo normal es que lleguen tipos como Trump al poder. Lo normal es que traguemos con lo atípico hasta que se hace típico.
Eso quería decir , Antonio.
Que hasta lo más raro y «amazing» lo acabamos normalizando aunque solo sea por tenerlo delante día tras día.
Lo había entendido perfectamente, a pesar de mi edad 🙂 Puse amazing separado del resto del comentario porque va por ti, por tu obra.
Y yo también te había entendido, a pesar de la mía :))
Pues yo creo que no hay nada «normal». Que todo es si puede ser y lo normal al final es una simple etiqueta de como tiene o debe de ser algo. Vamos que podemos considerar que nada es normal o que todo es normal.
Más o menos es lo que quería decir pero no sé si me he liado. Que es un punto de vista y que tiene que ver también con la costumbre.
Tú lo has resumido muy bien.
Si el vecino hubiese escrito al final del aviso «en esta nuestra Comunidad» lo habría bordado…
Jajajaja, ya echaba de menos esos comentarios » a tu bola».
Qué vecino más soso!!
Cierto que son a mi bola, pero basados en hechos reales que siempre hay algún vecino gracioso y no miro a nadie ejem, ejem 😉
Que mundo tan deprimente…
No lo aguanto eh…
Tú no escribes, tu filmas con palabras…
Besos.
Voy a ver si filmo algo más bonito que no te quiero deprimir.
Besos
¿Quién sería el gracioso que dejó una nota pegada a la pared de mi portal?
«Queridos vecinos:
Por favor, no molestéis a los demás con ruidos fuera de hora.
Os recuerdo también que hacer obras los domingos está prohibido en los estatutos de la comunidad y, además, es pecado.»
Perdona por la anécdota. Este artículo me ha gustado mucho.
Jajajajaja, ¿no habrás sido tú? Me ha gustado la anécdota.
En mi edificio son muy pecadores con eso de las obras en domingo.
Gracias, Soros.
De tu magnífico texto, todo él redondo de principio a fin, quiero destacar ese final genial.
Dicen que los principios tienen que ser buenos porque te animan a seguir leyendo, pero que son los finales lo que te llevas en el recuerdo. Ese grito gestado en el silencio tiene vida propia.
Me gustaría destacar, aunque eso tú ya lo sabes, que tienes tantas cosas que decir que una sola entrada queda pequeña para tanta vida. Preciosamente, con ese final abres la puerta a nuevos personajes, nuevas vidas y nuevas vivencias. Pero antes ya lo has hecho con los Trogloditas y con esa mano misteriosa que colgó el cartel, y con ese repartidor que frenó a tiempo… En tu nueva colmena, corregida y aumentada, bulle tanta vida que los que te leemos solo podemos decir… ¡Bravobravobravobrava! y !queremos más!
Un abrazo, querida escritora.
Pensaba que me había pasado metiendo gente y detalles, que lo había liado mucho, pero la vida se suele presentar así, embarullada. Si el resultado te ha gustado me alegro muchísimo.
Gracias por tan maravilloso comentario, me mal acostumbras, me lo guardo bien guardado para los momentos bajos, que los hay.
Y otro abrazo enorme para ti, Nona.
Para los momentos bajos, ya sabes que me tienes cerca 😉 ¡Un millón de abrazos!
Y no puedo resistirme a compartir contigo este cartel, totalmente auténtico, que me pasó un amigo hace un tiempo.
https://plus.google.com/u/0/photos/photo/104694895102642287854/6254501598279585970
Ay, Dios, si hace daño a la vista. Pero es tronchante, los alquilinos me ha gustado mucho pero lo que más, lo que más, los «hotros». Yo lo voy a empezar a escribir así, queda mucho más elegante.
Es de hace años, pero lo guardo como oro en paño, Cuando lo vi, me sangraban los ojos.
😂😂
Estoy de acuerdo con Martes de cuento, creo que el último párrafo es excelente ¿No eran los Estopa los que tenían una canción que decía «Me la pela»? Saludos.
Muchas gracias, Raúl.
Sí, eran Los Estopa. Ya sabía yo que si lo leías lo ibas a saber.
Uno se acostumbra a todo (o a casi todo), pero eso no significa que todo sea normal. Supongo que la adaptabilidad está en relación con la supervivencia.
Claro que no, hay situaciones que tienen muy poco de normales pero el efecto costumbre es muy poderoso. Y como bien dices nos adaptamos para sobrevivir o para ir tirando.
Todo lo que nos pasa es totalmente individual…el dolor de uno le afecta solamente a el . Lo anormal para el uno es totalmente aceptable para los otros . El grito de dolor ….a lo mejor contenerlo . En realidad nadie nos entienda. Muy , muy bueno es el texto. Triste . Un beso Paloma.
Es verdad pero al mismo tiempo todos somos muy parecidos, más de lo que creemos, y por eso podemos entender a los otros, su alegría y su dolor aunque no lo estemos sintiendo a la vez.
Eso ya es menos triste. Algo de entendimiento sí hay.
Gracias, Tatiana.
Y otro beso
Creo que lo he dicho ya y voy a parecer una pelota pero me encanta cómo relatas escenas tan cotidianas y las conviertes en algo bello. Un besote!!!
No me importa nada que te repitas si lo que me dices me gusta, jajajaja.
(Esto no tiene nada que ver pero, ¿has visto un anuncio de unas pipas, de las de comer, que hablan? A lo mejor has escrito de él y no me acuerdo, pero es que me ha parecido tan horroroso que he pensado en uno de tus análisis.
Besos y gracias, Álter
Vi uno hace un montón donde rapean. Es un horror, el problema era que no tenía mucho más aparte de la canción horrorosa y se me complicaba mucho sacar un post de ahí. No sé si estamos hablando del mismo. Besotes!!!
A propósito de esa manía de comprar los pantalones rotos, sé de una monja que se pasó una noche cosiendo vaqueros tras lavarlos en la lavandería del convento, al tiempo que criticaba a las mamás de la jóvenes peregrinas por no zurcirle los pantalones a sus hijas. Creo que tuvo que aparecer el Nazareno a la mañana siguiente para salvar a la monja cuando las jóvenes se encontraron con los pantalones zurcidos.
Jajajjajaja, muy buena anécdota. No entendía de modas la mujer.
Hace poco leí que existen unos pantalones efecto «me acabo de revolcar por el barro», es decir, sucios. Y bien caros que son. Como se entere la monja, verás.
Besos, Ilduara.
Muy buen texto Paloma, lleno de imagenes, de gente muy normal…
Muchas gracias, Edda. Normales parecen, que lo sean ya es otra cosa 😉
Besos
Lo que no es normal es lo maravillosamente bien que describes los escenarios reales y mentales … de verdad PALOMA que cuanto más te leo, más gratamente me impresionas.
Y también tienes razón que cada vez más nornalizamos lo anormal, se ha normalizado la mala educación, el desinterés, el egoísmo, la pasividad ante el dolor ajeno, la soledad en compañía, todo lo que nos rodea en negativo por habitual se nos hace normal y que ocurre eso es terrible y aunque hayamos de darnos cuenta anormal, si de verdad fuéramos humanos normales, ni siquiera buenos.
Enhorabuena, un abrazo muy fuerte y buen finde!
Muchas gracias, María :))
Seguro que tú sí eres humana, en el sentido bueno de la palabra, y te das cuenta. Por eso lo has escrito.
Buen fin de semana también para ti
Es triste tener que nos recuerden lo normal en un cartel… ya es anormal hasta dar las gracias.
En mi pueblo hay un bar que se llama El Estrecho, cuantos ratos buenose he pasado allí. No era estrecho, lo que es estrecho es la calle donde se sitúa.
Mi madre le cosió los pantalones a mi sobrina, qué crisis. Por cierto hay que hacer un máster para comprar pantalones hoy en día.
Paloma, me encanta tu escritura.
Lo haces de maravilla, te felicito.
Besossssss y feliz viernes
Anda, otro bar El Estrecho!!
Jajaja, tu madre, qué graciosa, actuó con lógica. Lo roto se cose, igual que lo sucio se limpia. Pero las modas no siempre son lógicas.
Muchas gracias, Maite (y sin cartel que me lo diga 😉 )
Y muchos besos
Fantástico! Todo. Me acuerda mucho de Graná, mis mañanas desayunando en el bar de la esquina. La especie de complicidad con los camareros, sin palabras. Ya sabían lo que me iba ‘pedir’ y ni me preguntaban, algo que me asustaba un poco… porque no siempre tenían razón pero yo ya no me atrevía corregirlos en su elegante pero pragmática profesionalidad. Y ese miedo a la lluvia, todo se cancelaba por tres gotas del cielo. Algo insólito en los ojos de una guiri, hasta que se vuelva ‘normal’ y… un día te pillas formando parte de ese espectáculo, con ‘auntético dramatismo’, sin más. Los eternos comentarios sobre los jeans rotos. Jajajaja!
De niña he escuchado un grito de esos. Era un bus con japoneses, de los primeros que llegaban a Amsterdam en grupos grandes. El conductor -holandés- atropelló a un hombre cruzando la calle, le pasó por encima. Luego pensó que hacía bien hacer otra vez marcha para atrás, y pasó otra vez por encima de la pierna del pobre peatón. Lo que más me acuerdo es el penetrante grito, un auténtico grito de dolor y de desolación humana, que se clavó en mi corazón, para siempre. Los días después en el colegio, solo eschuchaba ese grito en mi cabeza, no me podía concentrar, pero a esa edad no hablas de esas cosas. Me pregunto como sería para la gente que ha vivido una guerra..
Un beso ‘Eva’. ¡Bravo! Rosa.
Casi he oído yo también el grito del doblemente atropellado, no me extraña que se te quedara grabado y más con tu sensibilidad.
Me has hecho reír con lo de los camareros, jajajja, no se contradice a alguien que te adivina los deseos aunque sea mal.
Gracias por el comentario, Rosa, tan largo y tan bien contado.
Un beso
auténtico* (se me fue la n)
Así es, todo así y el grito (que lo he oído bien clarito, ¡Ay!)
Ay, ay, ay y ay!! Pobrecito!
Besos, Note.
Ay, eva de mi alma: acumulo tus relatos para cuando «tenga un ratito» y, cuando empiezo a leer el primero, me digo «este es insuperable». Y qué va: el siguiente es aún mejor. Tienes un don, chavala. Palabrita de la buena que sí.
:)) Muchas pero que muchas gracias, Máximo, chavalín.
No sé si a ti te pasa pero a mí con cada uno que escribo me da por pensar, «este es el último, ya no me va a salir nada más». Algún día sucederá. O no, vete a saber.
Qué bien caracterizado el protagonista, y qué bien contado.
:)) gracias, Patricia
Besos
Parece normal que todo parezca normal, que no exista una crítica.
Y cada vez más parece lo ‘anormal’ normal.
Por ejemplo, la mala educación, o la insensibilidad, en este caso.
En otras ocasiones la palabra ‘normal’ constituye una realidad compleja.
Muy bueno, Paloma.
Un beso.
Es terrible que por ejemplo la insensibilidad se vea con normalidad.
Pero sí, es complejo definir » normal».
Otra vez gracias, Rosita, por tu visita y lecturas
Me has convencido, he visto que hay mañanas así, te levantas de la cama y cuando abandonas el portal aterrizas en un mundo paralelo en el que se amontonan las sorpresas y nadie se percata. A lo mejor por eso gritaba el chino, porque hasta que llega al chopsuey, anormales son todas sus jornadas.
Pudiera ser, pero más bien me inclino por que se hizo daño. Aunque tu interpretación es mucho más original.