Escena playera con media luna

El hombre cruza el paseo, entra en la playa,  se sienta en una hamaca y se quita la pierna derecha. La coloca tumbada en la hamaca de al lado. Resopla aliviado, liberado de la prótesis. La pierna también resopla, liberada del hombre, necesita descansar tanto como él. El hombre mira un instante al mar, a las nubes rosadas del atardecer  y después gira la cabeza en dirección al paseo. Está buscando a la mujer que, como él,  llega cada tarde a última hora. A la mujer  con un uniforme negro de camarera y un niño de la mano.

Acaba de verlos salir del hotel Mar y Pinos, cruzan el paseo, entran en la playa,  pasan por delante de las hamacas, ella mira la pierna de reojo, el niño lo hace sin disimulo y además la señala, divertido. Siguen caminando hasta la orilla, la mujer se sienta sobre una roca, se descalza, mete los pies en el agua, suspira y se sujeta la cabeza con las manos. También suspiran sus zapatos, muy bien colocados en paralelo, tras la roca.  El niño se ha metido en el mar y con un rastrillo de plástico verde peina el agua una y otra vez, incansable.

El hombre ha puesto la pierna de pie, clavada sobre la arena. Sabe por otras veces que cuando se vayan y vuelvan a pasar por delante, al niño le dará risa y que con esa risa arrastrará una sonrisa de la madre. Dos amigas caminadoras la sortean sin inmutarse y saludan al hombre con la cabeza. Una le va diciendo a la otra, «por la noche le doy sopa y filete de pollo y se lo come muy bien»

Pero esta tarde la mujer vestida con un uniforme negro y el niño del rastrillo verde han cambiado el rumbo, se marchan por otro lado, por la esquina derecha de la playa, pasan por debajo de la luna, cortada por la mitad y desaparecen por un callejón.

El hombre tumba otra vez la pierna, se tumba él y con los brazos por detrás de la cabeza vuelve a mirar el mar.

 

 

40 comentarios en “Escena playera con media luna

    1. Gente a la que vemos a diario y con los que se establece una especie de relación sin palabras.
      El de la luna llena para cuando se ponga llena 😉

      Gracias, Luna con mayúsculas
      Besos

  1. Tiene algo de espejismo, este relato, el espejismo del calor, un fondo de soledad graciosa, tolerable, una normalidad quebradiza, no sé, me ha gustado, eso es lo que pasa. Un beso, Paloma.

  2. El mar es muy inspirador, como el tren.
    Con la ilusión que le hacía al hombre sacar sonrisas a costa de esa pierna postiza.
    Muchos besos, Paloma.

  3. La soledad con el mar de frente es algo más llevadera, ¿no? Por otro lado, los recursos que utilizamos para acercarnos a los demás sólo están limitados por nuestra propia imaginación. Saludos.

    1. Desde luego que sí. Todo gana con el mar cerca.
      Pues tienes razón en lo que dices, nosotros mismos nos limitamos y no sólo en el acercamiento a los otros.
      Saludos, Raúl

  4. Un hombre inundado por la soledad, con el apoyo de su pierna postiza que la resalta. Una ilusión tan efímera como un paseo de una madre con su hijo. Un finísimo hilo de esperanza.

    Es tan literario que se convierte en cinematográfico.

    Un beso.

  5. De alguna manera me pareció una narración llena de soledad, de momentos fugaces y rutinarios, algunos felices, otros incómodos. Es interesante que la cotidianidad de pronto se vea interrumpida, cambiar de ruta a veces es necesario, a veces duele, a veces alivia, a veces asusta.
    Muy interesante.

    Saludos.

    1. Sí, es verdad, tiene todo eso que señalas.
      Romper la rutina es bueno aunque en este caso hubo alguien que se vió perjudicado por ese cambio de rumbo.
      Saludos, Kadannek

  6. A veces da miedo compartir la soledad y quizás sólo un niño pueda salir indemne de una pierna clavada en la arena. Mañana dios dirá si acaso habrá rencuentro o esa fue la última oportunidad para contemplar juntos la belleza del mar. Un abrazo.

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