Martina se ha levantado con unos pelos como si se hubiera pasado toda la noche en alta mar luchando contra una tremenda tormenta. La realidad es que ha pasado la noche durmiendo en su cama y como no recuerda el sueño, supone que no ha sido especialmente agitado. A las doce y con el pelo todavía descontrolado, sin dejarse domar por peines ni ungüentos, ha salido con Pedro a caminar por el parque y sus alrededores, a veces lo bordean y otras lo atraviesan. Hoy lo han atravesado por su mitad, por un camino que parece una cicatriz.
Como es un parque descuidado, casi silvestre, a los dos lados del sendero las hierbas han crecido mucho. Martina las ha visto ondularse, normal porque el día es ventoso, pero después ha escuchado un ruido y ha visto salir muy deprisa algo grande y oscuro, algo que ha escapado. No ha tenido tiempo de verlo bien pero está casi segura que eso negro que huía era una rata. Pedro ha dicho que no, que a él le ha parecido un gato, hay muchos.
Pues a mí me ha parecido rata, ha dicho ella, y él, no, era gato, y así se han pasado todo el camino discutiendo sobre la especie del ser que ha salido de entre las hierbas y cuando han llegado al final del parque ninguno de los dos estaba muy seguro de lo que había visto, incluso Martina ha empezado a creer que no han visto nada, solo el viento moviendo las hierbas y a lo mejor desplazando alguna bolsa aunque eso, lo que fuera, corría con patas.
Las casas bordean el parque y en algunas ventanas se agitan las coladas de los vecinos como si quisieran escapar de la sujeción de las pinzas, volar de los tendales y hacer vida propia, lejos de los cuerpos de sus dueños. Martina se queda mirando esa agitación de las telas y siente una inquietud que le brota en el pecho, asciende por la garganta, le sube hasta la cabeza y allí bulle, encerrada. Tal vez sea eso lo que electriza su pelo. Las hojas de los álamos tiemblan y susurran, o más que susurrar, gritan. Martina cree oír un mensaje cifrado en verde que traducido es, “ díselo ya, díselo, díselo”.
Decírselo se lo va a decir y pronto, ya lo tiene decidido, pero lo que no sabe todavía es cómo, duda si es conveniente que lleve o no una introducción previa, un rodeo preparatorio o si sería mejor de golpe, sin prólogo. También duda sobre la posición, si mejor sentados en uno de los bancos, para que se amortigüe el susto que él pueda llevarse o tal cual van, caminando. Pero sentarse implicaría hacerlo largo, dar explicaciones, decir lo que puede que sea mejor callar. No, no, mejor breve y directo.
Mira la chavala qué graciosa, dice él justo cuando ella, decidida ya, iba a hablar.
Es una niña con un vestido azul, largo hasta los pies, princesa suburbana tirando la basura en uno de los contenedores, en el pelo lleva una diadema de plástico brillante. Se da cuenta de que la están mirando y hace unos giros moviendo el vestido y luego llama a su perra, “Kiraaaaa».
Se lo digo ahora, piensa Martina, ahora que está distraído mirando a la niña.
Pedro, te tengo que…. Menudo pintas, la interrumpe él, con el anillo ese en la nariz que parece un buey y encima de la gorra, la capucha, se va para el callejón, algún lío se trae con las drogas, tiene mala cara, ¿damos otra vuelta o nos vamos ya para casa? Tengo que comprar un colirio en la farmacia, ¿no querías tú ir a comprar algo?
Sí, fruta, luego. No sé por qué te molesta que vaya vestido así, solo son modas, pero lo que quiero es decirte es que ya no puedo más de pasar las mañanas del sábado paseando por este parque por mucho que el ejercicio sea bueno para la salud, que no es bueno para la salud hacer siempre lo mismo, que este camino es muy feo y que lo que he visto salir de entre las hierbas ha sido una rata, ahora estoy segura, una rata enorme y…no, ya se está desviando demasiado, así no era el mensaje, tiene que ser más directa, ir a lo esencial.
Pedro, es que…
¡Joder, otra ambulancia!, es la segunda que he visto pasar hoy , ha tenido que ocurrir algo, es raro, eh, la interrumpe de nuevo.
A Martina le está empezando a parecer que Pedro es uno de esos personajes de los dibujos animados a los que persigue otro por detrás con la intención de clavarle un cuchillo o de la lanzarle a la cabeza un ladrillo, uno de esos personajes inocentes y despistados que van felices mirando las nubes y se paran a abrocharse los cordones de los zapatos o a oler una flor y eso les salva, siempre les salva de la cuchillada o del ladrillazo.
Ya han llegado otra vez al inicio del parque, donde empezaron a caminar, donde vieron salir a la rata o al gato. El viento se ha parado, estará escondido en algún sitio, y sin él ya no se ondulan las hierbas. Altas y secas permanecen quietas.
Bueno, dice Pedro, yo me voy para la farmacia, ¿y tú?
Te dejo, dice Martina tan veloz como si escupiera una cáscara de pipa. La tercera ambulancia pasa pisando sus dos palabras.
Las ropas tendidas ya no se agitan, penden inmóviles de sus pinzas, tranquilas, conformes. Las hojas de los álamos callan, ningún mensaje que transmitir.
Martina se toca el pelo con la mano, se lo alisa, se lo coloca por detrás de las orejas. Se queda también quieta como las hierbas, como la ropa y solo dice: tengo que comprar cuatro plátanos y media sandía.
Yo veo el mensaje un poco ambiguo, porque Pedro puede pensar que simplemente le está diciendo que no va con él en ese momento, como cuando dices por teléfono: «Te dejo, que tengo que ir a por los niños». Bueno, Pedro pensaría eso si la escuchara.
Me siento identificada con el pelo de Martina. Casual look.
Un besote
Lo es. Puede que le pase como a las ropas, que en algunos momentos quiere huir y en otros no.
De todas formas, el mensaje no ha llegado al receptor.
Yo también pelos casuales, jajaja
Besos, Luna
Sí, puede que el mensaje de Martina sea ambiguo, o poco claro, frenado por ese temerosa duda que a todos nos atenaza alguna vez, pero ese es justo el mensaje del relato. Un saludo.
Sí, Eladio.
Has acertado 🙂
lo mismo con eso vale.. quiero decir que, a veces, lo que importa es decir las cosas, que la otra persona las entienda o, si quiera, las escuché es lo de menos.
En vez de la respuesta está en el viento, el mensaje está en el viento.
No lo sé, puede que tengas razón, depende de la intención del emisor.
Perfecto Paloma. A mejor estilo Carver.Has combinado tanto los puntos de fuga como los escenarios para lanzar el golpe final con una ambigüedad genial.
Un abrazabeso
Hola, Manuel! Alegría leerte por aquí.
Si te digo la verdad no sé que son los puntos de fuga, jajaja, pero me hace ilusión que los tenga.
Muchas gracias y un beso!
A mí me hace gracia lo ambigüo, por el momento. ¿Despedida definitiva o por el día?.
Hay cosas que cuesta mucho decir, sobre todo por no saber cómo ha de tomárselas el otro, pero lo importante es decirlas, ser sinceros evita más daños a la larga, aunque parezca que duelen mucho en un inicio.
Aún tengo la duda de si fue rata, gato o bolsa jajaja.
Es cierto lo que apuntas sobre la sinceridad, Kadannek.
En este caso creo que la protagonista estaba un poco confusa y de ahí su falta de decisión.
Aquí todo está confuso, también lo que se mueve entre las hierbas. Me inclino por una bolsa con patas.
«Te dejo… y nos vemos luego». Jajaja. Sí, suena ambiguo. O esta frase puede reflejar una situación real, pese a todo.
«Te dejo. Tú eres las hierbas y yo soy la rata». Jajaja, a lo mejor lo hubiera captado mejor así. Aunque a veces cuando el golpe es fuerte e inesperado no oímos porque no queremos escuchar.
Ah… y te dejo.
«Tú eres las hierbas y yo la rata», buen símil de «adiós que me largo». Pero él vio un gato y en algunos momentos los dos pensaron que no habían visto nada. Así que tampoco…
Te vas a comprar fruta tú también, pues, hasta luego, What.
Jajaja… mañana, mañana bajo a comprar fruta, casualmente. Hoy me quedan nísperos.
Muy ricos
La ambigüedad siempre nos atormenta.
Mucho mejor tenerlo claro que sufrir sin entender.
En este momento yo también tengo pelos de loca 😤
Pero tener claras las cosas no siempre es fácil. En muchas situaciones y no sólo de pareja, hay matices, colores intermedios y todo eso que hace la vida compleja y liosa.
A peinarse!, Doncella de la ola
😘😘
Magistral otra vez, Paloma.
Desde el principio del relato hay una tensión que va creciendo y creciendo…
Y el final es imprevisible y demoledor a la vez.
Me ha encantado.
Besos.
:))
Me alegro mucho de que te haya gustado, Toro.
Gracias y un beso
Directo o indirecto, ambiguo o «desambiguo», lo más probable que de cualquier forma se entienda lo que se quiera entender y bueno en otra oportunidad si es que no se entendió habrá que reafirmarlo de otra forma. Mucho hartazgo muestra la historia, un lugar con poca vida, me dejó una sensación de guácala, muy bien transmitido. Un abrazo
Muy buen día no tienen, eso es verdad. O buena mañana. Me hizo gracia lo de la sensación de guácala, eso se aplica a algo que huele mal, ¿ no? o a algo que no funciona.
No importa, creo que lo entendí.
Besos, Themis
Aunque Pedro no se dé por enterado, creo que esa frase tan concisa ha brotado y va a crecer de forma imparable hasta que su enorme sombra le sepulte en la oscura soledad.
Hace viento y no tengo el pelo alborotado porque el ralo cabello se resguarda bajo del paño de la boina. Un beso.
En realidad no lo sé. Aunque parezca una tontería lo que voy a decir, ni yo sé lo que les pasa exactamente o lo que les va a pasar a los personajes. Cualquier interpretación o suposición es buena.
Besos
Se me olvidó decirte que me gustan las boinas 😉
Esas palabras, te dejo, han aprendido el camino y brotarán cada vez con más fuerza hasta que sean la verdad. Es difícil saber que le ocurrirá a nadie.
Los comentarios hablan de ambigüedad y es cierto, pero el mensaje queda dicho. Con frecuencia hay cosas que nos cuesta decir. Pero peor es que no se entienda correctamente el mensaje. Es complejo. El relato es intenso y preciso en los detalles, marca de la casa 😉 un abrazo Paloma.
Queda dicho pero puede que ella se alegre de no haber sido escuchada o puede que en ese momento sólo estuviera diciendo hasta luego.
Vamos, que te digo lo que a Carlos: lo que vosotros penséis estará bien. A veces me aclaráis cosas que ni yo misma sabía cuando lo escribí. En serio.
Otro abrazo
Gracias, Carlos.
A veces los comentarios ofrecen puntos de vista diferentes y esa interpretación yo creo que siempre es positiva.
Claro que sí, Carlos.
Ahí está la gracia. Seguro que a ti también te pasa con lo que escribes.
Me gusta porque enriquece los textos, los amplía.
Excelente relato, Paloma. El temor a la reacción que provocará su mensaje causa toda esa inseguridad en Martina y se refugia en lo inmediato y concreto: comprar plátanos y sandía. ¡Escribes genial!
¡Abrazos!
Sí, puede ser eso también.
Se escaquea por el momento.
Muchas gracias, Sari.
Un beso
Muy bueno,al final una casualidad ha echado por tierra el instante en que Martina se había lanzado…
Me has recordado a esa película de Ana Belén y Juanjo Puigcorbé (q no recuerdo ahora como se titula,creo q algo de «Amor»,no sé…) en que al final Puigcorbé vuelve con su mujer y están bailando como autómatas y ella le dice algo así como «acuérdate de sacar el pan del congelador».es un momento demoledor,como el de los plátanos y la sandía.
Besos!
Creo que la he visto pero tengo muy mala memoria para las películas, no como tú.
Esas frases cotidianas pueden ser inofensivas o, sí, demoledoras, sobre todo si se dicen en un momento supuestamente romántico.
Besos, Carmen
Me acordé : El amor perjudica seriamente la salud.
Yo sabía q era algo de amor…jajajjaja en el título,porque en la película…
Sí,en un momento especialmente delicado soltar «hace falta suavizante» o «hay que descongelar el pan»…es demoledor!
Buen día!
Ah, sí, sí, creo que la he visto.
Demoledor, tú lo has dicho.
Igualmente!!
Muy bueno. Pobre Martina, qué tierna su ingenuidad.
Sí, pobre.
Gracias, Patricia :))
bonitas historias
Gracias!!
Genial, no deja indiferente su lectura.
Cada personaje, escenarios, puntos de desencuentro o intentos de converger…
parece un laberinto de emociones que se intentan encontrar y no encontraran salida
por los pasillos del vivir.
Un abrazo.
Gracias, Amapola.
Has definido muy bien en tu último párrafo lo que puede que haya querido reflejar. Además me gusta mucho como lo has expresado.
Otro abrazo para ti 🙂
Tenía que ser una señora rata para ser confundida con un gato. Esa ropa tendida, oreándose,me produce siempre una sensación de tranquilidad, de que todo está bien, al menos de momento. En cuanto a Martina, debería ser más asertiva. ¿Quién no? La pareja me ha resultado simpática. Buen fin de semana.
Hay ratas de muy buen tamaño, por suerte no me he cruzado con ninguna.
Las coladas tienen su encanto, pero cuando el viento las mueve tanto pueden producir inquietud, sobre todo si uno ya está inquieto por lo que sea.
Igualmente para ti, Antonio.
Me da la sensación que Pedro no se hubiera enterado de qué iba el asunto ni aunque le hubiera dicho que está liada con el vecino del quinto desde hace un año. Me ha gustado mucho ese giro que has dado al final de la historia. Saludos.
Pedro, a su bola.
Mejor para él, así no se lleva sustos ni disgustos.
Gracias, Raúl
Otro saludo para ti.
Me encantan tus historias.
Gracias y un fuerte abrazo.
🙂 Me pone contenta saberlo, Isabel.
Muchas gracias a ti
Otro abrazo!!
Parece que no ha elegido Martina el mejor momento, parece que Pedro no se imagina lo que se le viene encima, en fin, la vida sigue: la fruta es muy sana.
Besos, Paloma. Feliz semana
Eso sí, la vida sigue siempre, indiferente a lo que nos pase. Supongo que eso es bueno, como la fruta 😉
Un beso, Maite
Ante tanta ambigüedad hay que pararse y tomar una ración de fruta porque un cocido madrileño es menos digestivo.
🙂
Genial, para no variar.
Un beso.
Desde luego un cocido a estas alturas del año muy bueno para aclarar ideas no lo veo .
Mejor cerezas.
Gracias, Ilduara 🙂
Besos