Nunca había entrado Serafín Espejo en la tienda “Kacharros y más” por parecerle cutre y anticuada, como mucho le había echado una ojeada rápida al pasar por delante. Pero al ver esta tarde pegado en su escaparate un cartel en el que anuncia su cierre, le ha brotado el deseo de entrar y comprar cualquier cosa. Puede que se esté perdiendo algo grande en su vida por no tener uno de esos cacharros, (¿o debería decir Kacharros?) tan poco útiles pero con cierta belleza decadente o esos jarrones de vidrio de colores donde colocar ramas o flores o nada, solo para mirar cómo juega con ellos la luz al atardecer.
Como es un hombre bastante indeciso, ha pegado la nariz al escaparate y se ha pasado un rato contemplando cada uno de los objetos que si se da prisa podrían ser suyos, pero perderá para siempre si pasa de largo. Caso de que se decida podría tener una corbata de falsa seda italiana descolorida, papiros de diferentes tamaños, guirnaldas, platillos para el pan, pequeños botes para aromatizar de manzana y piña o barritas de incienso «sri saibaba» con la cara muy feliz de sai baba impresa en sus cajas de alargado cartón.
Mientras mira tironeándose dubitativo los pelos de la ceja derecha, piensa que no sería raro que al encender una de esas barritas, el espíritu del simpático sai baba, tiene una cara de alegría que no puede con ella, se extendiera por toda su casa impregnándola de dicha y buen rollo. Pero no se decide, otro día, otro día pasaré y ya veremos, se dice dejando atrás «Kacharros y más» y liberando los pelos de la ceja.
Para comprar lo que quiere, una alfombra de ducha, ha entrado en una tienda de los chinos. Cuando va a pagar, el dependiente le asegura que el producto que acaba de elegir viene de Francia, ¿no de china?, le pregunta extrañado Serafín. «Todo ese estante es de Francia -dice él con orgullo- pero los productos chinos ya no son malos,mejora, mejora, poco a poco, primero la vida de la gente, somos muchos en mi país, luego productos.» El chino se explica muy bien y es muy amable aunque le falta la sin igual alegría de la cara de sai baba. Serafín está tentado de volver a Kacharros y más a por dos cajas de barritas de incienso y unos cuantos papiros, ¿cómo habrá podido vivir hasta ahora sin papiros?
No vuelve, en su lugar entra a comprar pan en una nueva panadería, se llama “Masa madre”, hay panes de muchos tipos, de tantos tipos y formas y colores que tarda un buen rato en elegir, se está formando una incómoda cola detrás de él, oye gruñidos y carraspeos y pisotones y murmullos y algún insulto desabrido, así que señala con el dedo al azar una barra plana, y sale un poco avergonzado de “masa madre”.
En el trayecto de vuelta, que hace dando un rodeo porque le gusta andar y cambiar de ruta, ve muchas otras panaderías llamadas “masa madre”, son todas iguales: bonitas, pequeñas, con muy variados tipos de panes dispuestos en cestillos de paja, con panaderas jóvenes vestidas con idénticos delantales y apoyadas de la misma manera en el mismo lugar de la panadería. En sus delantales llevan impresas las palabras «organic bread».
Muerde la punta de la barra organic, el bread está bueno pero le ha dolido un diente. Se lo toca con la lengua. La luz del atardecer hace brillar las chimeneas, resbala sobre los tejados y se deja caer por las fachadas. Si tuviera un jarrón de vidrio de colores de «Kacharros y más» iría corriendo a su casa para ver los efectos luminosos sobre el cristal. Como no lo tiene va despacio, siente una felicidad tonta de cinco minutos, la disfruta todo lo que puede, sabe que le durará lo mismo que el cielo rojo en apagarse.
Serafín es un indeciso que acabará quedándose sin pelos en las cejas. Y es prosaicamente práctico. Es capaz de mordisquear una barra de pan, pero no de comprar barritas de incienso y papiros para darse el gusto de creerse otro. En este relato descriptivo detecto un sustrato crítico no sólo del personaje sino, sobre todo, de ese entorno repetitivo. Saludos cordiales.
O a lo mejor ha pensado que comprar esos objetos no le va a transformar en otro.
Por eso muerde el pan y sigue su camino.
Pero las opiniones mejor os las dejo a vosotros y yo me mantengo al margen.
Gracias por comentar, Antonio.
Serafín está sobrepasado por un mundo que ya no lo contempla.
Vaya donde vaya y haga lo que haga siempre estará en fuera de juego.
Quizás su capacidad de decisión se quedó en su infancia… cuando todo era más tranquilo y fácil.
Serafín va lento… y más que irá.
Nosotros también.
Sólo es cuestión de tiempo.
Un beso rápido antes de que desaparezca.
También puede ser eso, está sobrepasado y le gustaría una sencillez que ya no existe.
Pero yo no digo nada, que lo diga él, si es que quiere.
Pillado el beso!!
Otro de vuelta.
El pequeño comercio desapareciendo, no puede competir con tiendas de chinos, nuevas franquicias, centros comerciales, etc. ni con abrir de lunes a domingo. Problema este último, por cierto, que aquí no tenemos porque en el País Vasco no pueden abrir más que 4, creo, domingos al año. Aunque los chinos no lo cumplen, dicho sea de paso.
¿Una tienda cutre y anticuada? ¡Seguro que me encantaría!
Un besote. 😉
Al final todas las tiendas parecen nacidas de la misma masa madre y eso empobrece el panorama.
Donde esté una buena tienda cutre y personal que se quiten las franquicias monas. Aunque yo el papiro no me lo compraría 😉
Besos, Luna
Sabes? En el centro había una tienda que se llamaba La buena voluntad. ahí me compraba los calzoncillos, perdón slips. Y enfrente Hijos de Cristobal Pardo dónde aprovisionaban lámparas, bombillas, manteles, cuberterías y vajillas de Bidasoa de la mejor calidad, mesillas y tablas de planchar, con y sin hierro. La primera cerró a cal y canto hace tiempo y la segunda vende recuerdos made in RPC. Un agravio lo sé. Un besazo.
La masa madre, como en casa en ningún sitio.
Me encanta el nombre «La buena voluntad». Espero que no les pagaran según esa misma voluntad y por ello tuvieran que cerrar.
Ya imagino que no.
Recuerdos de «calidad», serán los de la otra, jeje.
Besos, Carlos.
Me ha encantado. Genial.
Me alegra mucho, Olga.
Gracias por decírmelo :))
Demasiado indeciso Serafín. Yo hubiera entrado en esa tienda y comprado algo. Debería hacerlo, para regalarse algo, quererse un poquito, reconfortarse, sentir algo de ilusión, algo nuevo. Dan pena esas tiendas que cierran con liquidación de género. Es más, me están entrando ganas de buscar un jarrón de esos de vidrios de colores, para que la luz juegue en él. Es verdad lo que dijiste hace días, la luz juega con colores del arcoiris en las manchas de aceite en el pavimento. No me pasó desapercibido.
Muy gracioso lo del incienso «sri sai baba». Ciertamente fue un gurú muy famoso, le he oído nombrar varias veces. También por la polémica y tildado de farsante o charlatán. He buscado. Resulta que hubo dos. Debes estar hablando de Sathya Sai Baba, el del voluminoso pelo afro. Se le atribuía la materialización de objetos y otros «milagros». Debes saber, si no lo sabes, que en el camino espiritual se dice, y lo he escuchado infinidad de veces, que puedes desarrollar poderes mágicos o sobrenaturales, o sea, que puedes por ejemplo actuar sobre la materia. Se denominan siddhis, pero todos los grandes maestros desaconsejan cegarse con eso, pues solo suponen un atasco, más apego, e incluso pueden alterar tu búsqueda y equilibrio. No son un fin, para nada, solo algo que potencialmente puede deslumbrar a los demás. O sea, un show, parafernalia. ¿Si creo en ello? Pues como digo todos los grandes maestros los mencionan. Resulta que hubo dos Sai Babas. Este y otro más antiguo, Shirdi Sai Baba. Y que Sathya se proclamó la reencarnación de este último.
Así que creo que sí, que aunque el mundo te sobrepase, como bien dice Toro, debes buscar siempre la armonía con él, tu lugar en él, aunque sea alguien ya digamos (ejem) en el disparadero de salida. Y también creo que uno debe trabajar, para que la alegría no sea «tonta» y efímera, de 5 minutos. La verdadera naturaleza del Ser es felicidad y gozo. Dicen los gurús y maestros y lo suscribo.
Cada minuto de vida es un regalo, incluso un minuto de indecisión con la nariz pegada a un escaparate. El corazón de Serafín, en el fondo, en el fondo, en el fondo, lo sabe.
¿Entonces… ?
Namastebesos.
Qué atención al detalle!, gracias por fijarte en lo del arco iris y por recordarlo.
Me ha hecho mucha gracia que » sai baba» exista en realidad o haya existido. Ni idea tenía, pensaba que era un simple nombre comercial para darle exotismo al incienso.
Encontrar nuestro lugar o por lo menos cierta armonía en el que nos ha tocado sí me parece un objetivo a considerar. Casi diría que es de lo más importantes.
Y en cuanto a la alegría tonta, me refiero a un instante feliz sin motivo especial. Felicidad y gozo continuos, lo encuentro difícil, la verdad.
Namastebesos!!
Soy… atención.
Pues sí, Sai Baba existió y además se hizo famoso. Y para colmo hubo dos.
Felicidad y gozo continuos… sí, es posible. Quien algo quiere algo le cuesta.
Ah, Paloma… todos somos en el fondos panecillos, brioges, donuts y croissants de la gran «masa madre»…
Jajajaja.
Jajaja, eso ha sido muy bueno.
He pensado que si Sai Baba leyera tan profundísima y brillantísima reflexión (la mía), se pondría verde de envidia.
Ay, pobre santurrón.
Me parto con What!
😀
🙂 🙂
Conozco esos 5 minutos de felicidad al atardecer.
🙂 son como regalitos que nos hace el cielo de vez en cuando.
Gracias por comentar!!
Aquí he visto muchas metáforas de cosas que no tengo claro si he llegado a comprender… soy un poco Serafín, un indeciso siempre a un paso del paso que no da… y así nos va
Si no hay nada que comprender!! O bueno, lo puedes interpretar como más te guste a ti, no tiene mensaje oculto.
Es lógico ser indeciso, hay muchas opciones de todo, cada vez más y eso dificulta la elección y además porque cada vez que elegimos estamos renunciando a todo lo demás. No decidirse también es una manera de decidir.
El otro día me encontré una nueva panadería-cafetería-pastelería muy coqueta y pasé a comprar una barra de pan, por cierto, hay que estudiar un master para elegir un tipo de pan. Ayer mismo me encontré que es una cadena de panaderías porque van a abrir otro establecimiento cerca de casa. Es lo que tiene la globalización de todo, y que parece que la masa madre debe ser lo más sano del mundo, a saber que comemos.
En fin, el incienso me produce dolor de cabeza, y también está muy de moda, incluso encienden una barrita en el control de la planta del hospital.
Abrazosss
Sí, ya no puedes pedir una barra de pan porque hay de cien mil tipos y formas. Lo de la masa madre es una moda más como la palabra orgánico o bio y como tú dices, a saber qué lleva de verdad.
A mí tampoco me gusta el olor del incienso, por cierto.
Un beso, Maite
Me hace gracia lo del pan orgánico, los yogures orgánicos y, en general, la comida orgánica. Es decir, debo entender que el pan que no es orgánico es entonces inorgánico … Es verdad que la teoría vitalista se superó en el siglo XIX, pero yo me niego a reconocer que habitualmente ingiero yogures inorgánicos hechos a base de ácido sulfúrico o bicarbonato sódico. Las tiendas de los chinos son un pozo sin fondo de sorpresas, no me extraña la indecisión de Serafín. Saludos, Evavill.
Jajaja, creo que los que ponen esas etiquetas no saben muy bien lo que de verdad quiere decir o confían en que no lo sepamos nosotros.
Y si además el orgánico es en inglés mejor que mejor.
Saludos, Raúl
Serafín sufre de indecisión, sí, o más bien del drama de decidir, y también padece, para mí, el drama de la posesión que el mercado inocula, esa alegría tonta que antecede a la compra de un producto que seduce, y que termina con ella. Que no debería confundirse con esa felicidad tonta que propicia vivenciar la finitud de la vida, la desposesión de ese cielo rojo que se apaga. Me ha recordado mucho «Del objeto cualquiera» un cuento también entrañable de Eliseo Diego… Y ahora lo he encontrado aquí en WordPress (https://revistaliterar1.wordpress.com/2014/05/16/del-objeto-cualquiera-de-eliseo-diego/). Lo recomiendo!
Qué buen blog! Un gusto leerlo! Gracias!
Exacto, está indeciso porque lo es, pero también porque sabe, ya lo ha experimentado más veces, que en cuanto posee un objeto deja de interesar.
Mucho mejor la efímera felicidad de un atardecer.
Gracias por el comentario y por el enlace al cuento, me ha gustado muchísimo y no conocía a ese autor. Y el blog también muy interesante.
Un saludo!!
Gracias a ti por Serafín!! Ya son demasiados «kacharros» para él. Saludos!!
No frecuento las tiendas de chinos, pero me fascinan las tradicionales. Me crié en una y en buena parte tengo alma de mercader.
En las tiendas tradicionales todo tiene un destino, cuando se compra se hace para gente de un determinado perfil, la clientela.Se compra por encargo, te fían y se fían de tu fidelidad a la hora de elegir tienda.
Me inclino por la tienda de cacharros, porque aunque sean inútiles, tienen una historia detrás que estimula la imaginación.
Un besazo, Paloma.
Ahora recuerdo que me habías contado lo de la tienda.
A mí también me gustan mucho esos comercios tradicionales, pero tienden a desaparecer.
Creo que se debe, sobre todo, a las ventas por internet. Es cómodo pero tiene consecuencias en el entorno no siempre positivas.
Bueno, el mundo cambia, es inevitable, con su lado positivo y negativo.
Un beso, Ilduara y muchas gracias por la visita 🙂
Iba a decir algo parecido a lo que ha comentado Ilduara,quizá porque mi abuelo tenía una tienda y yo pasé muchas horas allí.
Me encantaría ser la dependienta de una tienda de atardeceres,los vendería gratis (y con música de fondo según el cliente).
Besosssss
Qué maravilla de tienda.
Iría cada tarde 🙂
Besos, Carmen
Mira que ha dado para hablar este Serafín, no se le ve muy consumista, tal vez por la indecisión, y esa sensación que la vida no va a cambiar por nada, un poco entregado y en un mundo que todo se lo complica. Un abrazo
Tiemblo de pensar que un día hasta los chinos desapareceran por culpa de Amazon… Por cierto en los bares de chinos que suelo ir estos te regalan un Churro y encima hacen el mismo cafe y te sonrrien… Me ha recordado este relato al qué escribiste sobre el personaje del guardian del centeno de cuyo nombre no me viene a la cabeza que hacia cola en la panadería..saludos
Con los chinos no hay quién pueda.
Se llamaba Salinger, gracias por acordarte.
Más saludos