Un hombre llamado Merlín viajaba mucho. Viajaba por motivos laborales y también por afición. Se había recorrido casi todo el mundo aunque todavía le quedaba algún que otro lugar por ver. Como a él le gustaba explicar no era lo mismo ser turista que ser viajero, él era viajero y por eso desechaba determinadas visitas y procuraba rodearse de la gente del lugar y alojarse, no en hoteles ni apartamentos turísticos, de los cuales abominaba, sino en casas normales con personas oriundas. Le gustaba mucho todo lo oriundo y también la expresión “siempre y cuando”, que decía muy a menudo. Al decir “cuando”, alargaba la u.
Si no viajaba solía frecuentar un bar cercano a su casa, “El cruce”, donde se encontraba con algunos amigos y conocidos sin necesidad de quedar. La mayoría de los asiduos de El Cruce eran comerciantes de la zona, entre ellos se encontraba Ciro, el de la tienda de zapatos.
Esa mañana, Merlín, recién aterrizado, se fue a eso de las doce a pasar un rato al Cruce.
De la Patagonia vengo,una caña y un pincho de tortilla, siempre y cuando no sea de ayer, le dijo con soltura al camarero.
Los otros le preguntaron cómo era eso de la Patagonia y qué tal le había ido y él se puso a contarlo mientras daba tragos a su cerveza y mordía la tortilla que de ayer no era, pero puede que sí de antes de ayer.
No por llamarse igual que el famoso mago de gorro estrellado, hacía este Merlín magia alguna con las palabras. Algo dificultoso había entre él y ellas, algo rasposo. En su boca se atascaban y sus relatos, en lugar de ir hacia delante, retrocedían y se situaban en un momento anterior al propio relato, en una especie de punto muerto.
Tal vez era a causa de la manía que tenía con la exactitud de las cosas, quería contarlo todo tal y como había sucedido, ser preciso, ser verídico, como si fuera un historiador de sí mismo. Para ello aportaba numerosos detalles sin interés como la situación exacta del lugar, su climatología, los medios de transporte que había utilizado para llegar, los horarios. Con todo ello la narración se enfangaba, se hacía pantanosa.
Los oyentes del Cruce hacía rato que bostezaban hacia dentro conteniendo la mandíbulas y tensando los músculos del cuerpo en un intento por no perecer ahogados de aburrimiento.
Adormecidos, le oyeron mencionar el glaciar Perito Moreno y la ciudad de Ushuaia, el Lago de todos los santos y el río Peulla. A ratos reculaba y explicaba otras cosas, no sabían cuales, cada uno pensaba ya en lo suyo y miraban hacia la puerta anhelando la llegada de Ciro, el de la zapatería, que debía estar al caer.
Cayó Ciro por fin y respiraron con alivio. Enseguida se introdujo en el relato y lo enderezó. Nunca había estado en la Patagonia, ni en la chilena ni en la Argentina, ni siquiera había pisado el continente americano, algunos sospechaban que nunca había salido del barrio aunque ese dato no estaba confirmado. Sus días transcurrían entre la zapatería, una tienda pequeña que daba a una calle también pequeña y poco concurrida, su casa y el bar. En la zapatería no tenía mucho qué hacer, ordenaba las cajas, pasaba un plumerito a los zapatos, se miraba los suyos propios en esos espejos a la altura de los pies, observaba la vida de la calle por el escaparate, si entraba alguien lo atendía a las maravillas y luego volvía a su tranquilo deambular.
Ciro introdujo unas cuantas onomatopeyas para darle sonoridad a aquella línea sin tono, gesticuló abriendo y cerrando los brazos como si con ese movimiento diera impulso al atasco que había provocado Merlín, infló los carrillos imitando al viento y en un momento les trajo lagos y glaciares, paisajes nevados, desiertos y montañas iluminadas por el atardecer. Y todo lo hizo deprisa, llevándolos en su río de palabras que avanzaba torrencial, salpicando, brincando sobre las rocas. Subidos en el tren del fin del mundo regresaron agotados pero felices y con los ojos llenos de novedades.
¡Qué tamaño las ballenas australes!, nunca imaginé…dijo el camarero secándose la frente con la mano y sirviendo otra ronda de cañas.
Siempre y cuando, siempre y cuando haya en esto algo de verdad, contestó Merlín un poco desconcertado pues casi había disfrutado más con la narración de Ciro que con el viaje real.
Pinchó el último trozo de tortilla oriunda y la tragó con dificultad.
…y ni siquiera es necesario que haya algo de verdad, basta tener un espejo a la altura de los zapatos e inflar los carrillos suficientemente antes de empezar.
El relato es fantástico (sin salir nunca del barrio).
Lo importante es ponerle entusiasmo y saberlo transmitir. Aunque no se esté contando nada de especial interés.
Gracias!!
Me ha encantado… Realmente me ha encantado.
🙂 🙂
Besos, Olga
Cuántas moscas…
Jajjajajajaajajajaa
Si algo no soporto son los pesados explicándome sus viajes… supongo que hace cien años si que debía ser interesante, pero hoy en día todo está visto por televisión, cine, internet, etc… si vas al África más recóndita comprobarás que en las chozas hay antenas parabólicas y que los niños llevan camisetas del Real Madrid, Barça o Manchester United, vayas donde vayas ya no hay magia…. hay gente que va a ver auroras boreales a Islandia y se encuentra con cientos de autocares y miles de personas apretujadas mirando con esperanza el cielo para ver si aparece una y pueden contarlo a la vuelta… aunque bueno si no aparece siempre se puede mentir…. eso sí subirlo a Instagram para todos vean que vida tan envidiable tiene… si vas a Roma en octubre o noviembre da igual no se puede caminar sin dar empujones…. a este paso viajar será una pena más de las que contempla el Código Penal…
Besos sin mosqueo.
A mí tampoco me gusta que me cuenten viajes, me entra mucho sueño y ganas de cometer crímenes.
Y viajar solo cuando no me queda más remedio porque hay casi tanta gente como… ¡moscas!
Je.
Besos
Moraleja: Lo que hace bueno a un cuento es el cuentista. 😘
Eso mismo, Ana.
Un beso
Una persona acostumbrada a verse siempre a la altura de los pies conoce a la perfección la altura de la vida real… a veces nos perdemos tanto buscando lo auténtico que no nos enteramos de nada…
Es que no todos valemos para lo mismo.
Uno es muy buen viajero pero no tiene gracia narrando.
El otro es un sedentario de vida aburrida pero con el don de la fabulación.
El típico caso de Dios le da pan a quién no tiene dientes, que diría Mafalda 🙂
Me encanta Mafalda :))
Ciro y Merlín son el anverso y el reverso de la misma realidad. Dos complementarios perfectos que logran el milagro de dar vida al relato. Y ese milagro no es la oriundez sino la capacidad de fabulación, de la que el pobre Ciro carece. Pero él suministra los datos. Una narración verídica y original.
Pues tienes razón, se complementan bien.
Lo que le falta a uno lo añade el otro y así todo el bar contento.
Gracias, Antonio.
El aburrimiento que Merlín trasmite, sin lugar a dudas lo has planteado muy bien, pues en un instante el sueño parecía que se había instalado y luego ese soplo de reanimación que entró por la puerta, muy bueno los extremos. Un abrazo
Gracias, Themis.
Me alegra haber sabido transmitir esos opuestos.
Un abrazo
Me ha gustado. Reconozco a los personajes en gente conocida.
Eso es bueno, señal de que son creíbles.
Gracias, CarMac
¡Qué importante es saber transmitir lo que conoces o lo que uno se imagina!!
Una cualidad que debieran tener muchos. Y un don que tú tienes, porque leerte es siempre un bendito momento.
Y a veces no hace falta viajar para descubrir el mundo.
Buen relato, Paloma.
Abrazossssss
Qué simpática eres, Maite.
Muchas gracias.
No, a veces no hace falta moverse del sitio aunque también es verdad que salir de nuestras rutinas y ver otros lugares puede ser muy renovador.
Besos!!
Lo de Merlín atascándose en detalles innecesarios, dando información complementaria pero superflua y haciendo el relato farragoso (provocando bostezos) me ha recordado un gag muy gracioso de Cruz y Raya, de hace ya bastantes años. Claro, uno justamente pecaba de eso al contar sus experiencias y el otro se desesperaba, hasta que no pudo más y estalló, y le dijo algo así como «Pero… ¿tú eres tonto o qué?». Ya te digo que era muy gracioso, porque el farragoso explicando exageraba este aspecto añadiendo cosas.
Está muy bien cuando entra Ciro en el relato y lo dinamiza con su energía, detalles y onomatopeyas. Curioso que acabe molando más su fabulación made in barrio que el viaje real. Y es verdad, se complementan a la perfección.
Justo ayer vi una foto brutal del Perito Moreno, de un viejo calendario que guardé justo por sus fotos. Se supone que estará en retroceso el glaciar.
Besos australes.
No conozco esa escena de Cruz y Raya, seguro que tiene mucha gracia.
Qué pena que todo esté en retroceso , espero que al menos vaya despacio para que no nos demos mucha cuenta.
Besos
Ohhh…que bueno, Paloma, realmente bueno!! Me veo reflejada en Merlín….jajajajaj. Bueno, los Merlínes con » la manía que tienen con la exactitud de las cosas » andan por todos los lados y unos cuantos por tu blog . El texto me gustó mucho. Un abrazo.
Jajaja, pues no sé si serás Merlina pero me gustaría escucharte contar cosas sobre tu país, por ejemplo.
Seguro que no me quedaba dormida.
Gracias, Tatiana.
Otro abrazo.
Creo que casi todos los que escribimos en blogs somos un poco como Merlín. Antes de tener el mío torturaba a todo el que podía con historias sobre música y músicos; desde que empecé con La Guitarra de las Musas mis amigos y allegados se han quitado a un pesado de encima, quiero pensar que los que lo leen lo hacen voluntariamente, o tal vez sea por alguna promesa inconfesable, nunca se sabe … Saludos, Evavill.
Bueno, espero que no seamos tan aburridos aunque parte de razón sí tienes.
Es lo bueno de tener un blog, que ya nos desfogamos por aquí y no necesitamos dar la chapa a nadie.
Lo de la promesa inconfesable es muy bueno, jajajaja.
Saludos, Raúl
Le ha quitado el protagonismo a Merlín, je, je, aunque lo cierto es que cada uno tiene lo suyo y juntos hacen buen equipo. ¡Muy, muy bueno!
Un besote. 🙂
Pues sí, al pobre lo ha dejado en un segundo plano pero al mismo tiempo le ha servido de ayuda. Que estaba muy atascado.
Gracias, Luna
Besos
La importancia del viaje está en el camino. No en el destino. El crecimiento es interior… Merlín debe aprender a viajar pese a creerse un viajero…
Un besete
A lo mejor Merlín también viaja por su interior, eso no lo sabemos. Como se explica tan mal…
Pero tienes razón 🙂
Beso, Manuel.
Cómo he disfrutado hoy la lectura. Me he podido poner casi al día!! Ciro y Merlín me han provocado el frío patagónico en vivo y en directo y ni hablar del pincho y la tortilla que me supieron deliciosos!
Gracias por este viaje.
Un abrazo!
Marta
Jajaja, me alegro mucho de ese disfrute, Marta.
Y también de tu visita. Sabes que te aprecio mucho y me encanta tenerte como lectora.
Otro abrazo!!
ESTOY FELIZ CONTIGO, ESOS DOS, TU PROSA SUAVEMENTE IRÓNICA Y CASI TIERNA
PERDONA MIS MAYÚSCULAS, MI OJO IZQUIERDO INSISTE EN MORTIFICARME
ME HA ENCANTADO LA DUPLA
Un beso, Edda.
Y gracias por volver a leer.
A mejorar ese ojo!
Buen relato, me encantado. Saludos 😉
Muchas gracias. Me alegra saberlo!!