
Por fin salían, daba mucha satisfacción dejar la ciudad atrás y empezar a ver terrenos sin edificar y un largo horizonte liberador hacia el que avanzaban. A los lados de la carretera, los frutales habían florecido.
-Qué belleza, dijo una mujer vestida de negro a la que antes no habían visto.
-Qué belleza, repitió mirándoles.
Cristina puso una sonrisa de tensa cortesía , Jacinto miró por su ventanilla, no le interesaba intercambiar opiniones sobre las flores ni sobre nada con esa mujer. En ese momento el autobús se paró. Delante, una larga hilera de coches también detenidos.
-¿Y ahora qué pasa? Estamos gafados.
-Parece que ha habido un accidente, dijo la mujer de negro dirigiéndose a ellos.
El cese del movimiento alteró a los chicos que se iban de mañaneo, se habían sentado al fondo, en las últimas filas, un poco más elevadas que el resto y desde allí reinaban. El que llamaba a Eugenia la volvió a llamar.
-Eu, Eu, Eugeniaaaaaa.
Le gustaba decir su nombre, solo eso. No acompañaba el llamamiento de ningún mensaje, la nombraba como si nombrándola se acercara a ella o la tuviera un poco. Eugenia se reía, tenía una risa que se le escapaba de la boca y rodaba por el pasillo del autobús.
La niña se giró para mirar, el grupo del fondo le atraía, sobre todo le gustaba la chica, llevaba el pelo largo y suelto y, de vez en cuando, cantaba y movía los brazos con los ojos cerrados bailando sentada. El que decía su nombre la miraba embobado pero como si él mismo se diera cuenta de que eso no podía ser, rompía su embobe metiéndose con otro, un tal Curro.
-Curro, tío, hueles a establo. Das mazo asco. Tienes cara de gárgola o de esas figuras de la isla de Pascua. O de Marge Simpson, a Eugenia le mola Marge Simpson. Pero, ¿por qué estamos parados? Mi espalda llora, ¿de quién ha sido la puta idea de venir en bus, por qué hemos venido en bus?
-Porque renta más que la Renfe. Venga, un poco de reguetón.
El reguetón empezó a sonar por todo el autobús mezclándose con otra música que venía de delante, la de la radio que llevaba encendida el conductor.
-Eugenia, Eugenia, Euuuuu.
-Hola y adiós, dijo Eugenia después de echar la risa a rodar.
-Hola y adiós, dijo también la niña Cristina mirando a su madre.
-No copies lo que dicen, por favor, son unos maleducados y no te vuelvas tanto a mirarlos, ¿no ves que lo que quieren es llamar la atención?
La madre le giró la cabeza utilizando como asa la tiesa coleta.
Qué rabia le dio a la niña. Escuchó cantar a Eugenia, «se cansó de ser buena, ahora es ella quién los usa, pero si le ponen la canción, le da la depresión». No entendía el final pero sí el principio. Y le gustaba.
-Y que este sea el futuro, dijo la mujer de negro mirando a los padres.
Era de las que tira el anzuelo a ver si engancha conversación, pero esos dos peces no tenían hambre.
-Ya se les pasará, a los cuarenta ya se les habrá pasado, contestó el padre secamente.
La mujer juntó las manos como implorando al cielo.
-¿Qué preferís, diez años de cárcel o diez años en coma?, preguntó uno de los del fondo, el que hacía de animador. Todos eligieron los diez años de cárcel. Y qué preferís, ¿diez años a cuarenta grados o diez años a menos diez? También hubo unanimidad, los menos diez.
Cristina se quedó pensando qué elegiría ella, con menos diez tendría que llevar siempre abrigo, gorro, bufanda y los zapatos feos de hoy.
-Eh, compadre, gritó uno al conductor, bájanos aquí que nos vamos andando. Fijo que llegamos antes andando. Vamos a cantar algo clásico, Rubén se hizo pis en el saco de dormir, ¿quién yo, yo no fui? Curro se hizo pis en el saco de dormir…
-Hola y adiós, hola y adiós, hola y adiós, dijo Eugenia y de nuevo soltó la risa por el pasillo.
-Esto ha tenido que ser un accidente vasto, vasto, que nos tenga que pasar cuando nos vamos de mañaneo. Qué pereza estrellarse un sábado por la mañana. En plan, literal. Menos mal que tenemos cerveza.
Varias cabezas se giraron con indignación. Cristina aprovechó para mirar también, quería ver qué estaba haciendo Eugenia, si seguía bailando. Ya no, había apoyado la cabeza sobre el hombro de Curro, el de la cara de gárgola, y tenía los ojos cerrados.
El autobús, muy despacio, empezó a circular, giró en un desvío, dejó atrás una grúa y una zona acordonada por la policía y retomó la carretera a velocidad normal.
Los del fondo aplaudieron y subieron el reguetón.
-Nos vamos de mañaneooo. Voy a confiar en vosotros pero como me falléis os rajo. No me hagáis bomba de humo, un poquito de mañaneo antes de la bomba de humo, que nadie se vaya a sobar a su casa.
-Te cinco los cinco, puta maravilla.
-Eugenia, Eugenia, Euuuuu.
-Hola y adiós, hola y adiós.
-Esto es insoportable, le dijo la madre al padre.
-Noto que en este autobús hay un poquito de ganas de apuñalamiento o de acuchillamiento, se oyó por el fondo.
La visión de una bonita urbanización rodeada de jardines los distrajo un momento a todos.
Qué belleza de lugar, dijo la mujer pescadora lanzando la caña con desgana hacia sus apáticos peces.
-Están to bacanas estas casas, tíos. La suerte cae donde cae. Aquí vive el Pecunias, sus padres tienen pasta. Cien por cien.
-Me encantaría vivir aquí, le dijo la madre al padre, ¿a ti no?
El padre no contestó porque estaba llamando otra vez al hermano.
-Matías, ya estamos casi llegando, nos deben faltar como unos veinte minutos poco más o menos, espéranos en la segunda parada, donde la laguna, ¿sabes dónde te digo?
-¿Cómo hacíamos para llegar antes a los sitios, para encontrarnos cuando no había teléfonos?, dijo la de negro mirando con un poco de mala idea al padre.
-Eugenia, Eugenia, Euuuuu, Euuuuu.
-Hola y adiós, hola y adiós, hola y adiós.
-Mira, mira, Cristina, una cigüeña. Y otra y ahí otra, dijo el padre.
Cristina fingió que miraba a la cigüeña pero a quién de verdad contemplaba era a Eugenia. La tenía fascinada.
Qué belleza de animal, dijo la de negro ya sin esperanza alguna.
¡Qué pasada!!!Paloma.
Parece que fuera sentada en uno de los asientos delanteros del bus; has plasmado el lenguaje de los adolescentes de maravilla. ¡Vamos!! Que no salgo yo de mañaneo este fin de semana, que me quedo en casa repantingada en el sillón…
Gracias, Paloma por tu relato. Es genial.
Besos
Me parece que he conseguido asustarte.
Y no me extraña.
Con lo bien que se está en casa leyendo.
Gracias, Maite y muchos besos
Después de leer el de hoy y acordándome aún del anterior no puedo más que darte las gracias.
En primer lugar por lo bien que escribes, es una delicia leerte.
En segundo lugar por compartir esa mirada especial que tienes.
Y finalmente por hacerme sentir mejor al comprobar que a diario me libro de compartir espacio y tiempo con gente tan insoportable gracias a mi queridísima misantropía que me hace frecuentar sitios y horarios en los que no suele haber casi nadie.
Gracias genia.
Haces muy bien, es señal de inteligencia.
Lo que no sé es cómo lo consigues viviendo en una ciudad grande y tan visitada.
Yo lo procuro pero no siempre me funciona, los gentíos están por todas partes.
Gracias :))
Besos
Se me van las ganas de irme «de mañaneo» y eso que a mí los paseos me encantan, pero…
Lo has clavado Paloma, menudo diálogo. Si es que escribes de una forma que engancha.
Muchos besetes, mi niña.
Los de la España vaciada se quejan y con razón. Pero los de la España petada también tenemos nuestra cruz.
Gracias, María
Besos
Qué bien reflejas o describes el ambiente juvenil. Es como si uno fuera también dentro del autobús y viera y escuchara a esa pandilla, un tanto obnubilado, como la niña Cristina.
Me han cansado solo de escribirlos.
Y todavía los tengo dando gritos por mi cabeza.
Exagerando un poco, claro.
Madre mía, lo del bus sí que es fauna, ja, ja. Qué bueno, cómo has plasmado la esencia de cada uno.
Un besote. 😉
Fauna y flora.
Menuda tropa!!
Gracias, Luna
Un beso
Fascinante !!! No hay mucha actuación , sin ninguna intriga ,solamente un documental sobre la vida cotidiana pero lo lees como un thriller. Eres genial. Un abrazo de admiración.
Tienes razón en que lo de la intriga no es lo mío. Es más bien el documental cotidiano, sí.
Me alegra si te ha gustado, Tatiana.
Gracias y besos
No quiero decir tonterías. El ritmo final es muy bueno, Paloma. La frase final me ha dejado pensando.
No hace falta que digas nada, Olga.
Aunque seguro que no eran tonterías.
Esto es como mi cuaderno de los experimentos. Con palabras 😉
Un beso
Quizás no haya intriga directa pero te hace seguir leyendo hasta el final. muy bueno.
Me alegra que me lo digas 🙂
Gracias!!
Ya sabía que no tenía que montarme en ese autobús … Menuda pesadilla, lo del reguetón me ha matado … Es más terrorífico este relato que muchos clásicos del género, me ha encantado. Saludos.
Mira, ese género musical sí que no lo he visto por tu blog.
Cualquier día me das una sorpresa.
Muchas gracias, Raúl
Más saludos para ti también
Me ha gustado el relato (los relatos), muy divertidos. De esa «fauna», como ya te han comentado, también huyo como de la peste…auque no siempre es posible. Están por todas partes (como en La Invasión de los ULtracuerpos) 😀
Un beso, Paloma!
Jajaja. Y con este tiempo primaveral, ningún ultracuerpo se queda en casa sin invadir todo lo invadible.
Gracias, Moni 🙂
Otro beso
Como siempre tu relato me parece excelente. Gracias por compartirlo, Paloma.
Un abrazo muy fuerte.
A ti, Isabel.
Por tu amabilidad y simpatía.
Me gusta que otros lo lean. A todos los que escribimos, me imagino.
Otro abrazo.
Muy distinta de la primera parte, que sinceramente me gustó mucho más. Desde luego, menuda fauna. Las sensaciones que transmite (probablemente) y que a mí me provocó (entrecomilladas) serían: agobio, pesadez, desazón, incomodidad, mareo, dolor de cabeza, ganas de salir corriendo del autobús, aun sin haber subido. Por tanto significa que muy bien plasmado y retratado ese ambiente casi claustrofóbico.
Esto es el mundo y la humanidad, dicen. Pues me alejo, me aparto, desaparezco. Mejor en las profundidades del Pacífico con miríadas de pececitos.
Es gracioso, porque llegando hoy a casa me acordé de tu relato. Hay cierta similitud. Subo en autobús un tramo y hoy iba que no cabía ni un alfiler, lleno de collas del carnaval: unas señoras con capas rojas, otras vestidas de caballeros cruzados, y un grupo con enormes timbales. Debían ir al comienzo de la rúa. Solo faltaban los de la rave y los reguetoneros y el de «Eu, Euuuu, Euuugenia».
Oye, el coronavirus… cada vez da más miedo. También es parte de este mundo loco.
Ah, este relato aún da para tercera y cuarta partes: las llamadas a Matías, la llegada al destino…
Bye bye.
Tu autobús me ha hecho mucha gracia, más surrealista todavía que el del relato. Tampoco me gustaría mucho ir dentro.
Sí, lo único que le faltaba a este mundo nuestro es una pandemia.
El relato, aunque esté dividido en dos, es uno. Era para no cansar con algo muy largo, pero no creo que lo vuelva a hacer, me parece que resulta pesado.
Gracias por leer y comentar, What.
Besos
has logrado agobiarme, que supongo era el objetivo, hubiese salido corriendo de ese autobús y habría levantado una barricada de libros y series para los próximos dos meses 🙂
nunca entenderé por qué existe gente que no sabe quedarse callada, que no es capaz de aguantar el ruido de sus pensamientos ni durante cinco minutos.
Noooo, mi intención no era agobiar a nadie. Eso nunca 🙂
A veces nos vemos metidos en líos así y no nos queda más remedio que aguantar.
A algunos les gusta llamar la atención o provocar y algo sucede con el silencio que a mucha gente le molesta. No es raro asociar ruido con diversión.
No lo entiendo pero ocurre.
confundir ruido con diversión, la esencia mediterránea…
Española en general. Y con orgullo de ser los más gritones y folloneros. Qué cosas!
Es un retrato excelente Paloma. incluso. o quizás por eso, en un autobús lleno, cada cual interpreta su papel en la comedia de la existencia, el rol que precisamente le adjudican los demás. Un besazo. .