Lo bueno de la consulta de la doctora Durán es que por las mañanas es muy tranquila, hasta te aburres. Ella no viene, pero nosotras sí tenemos que estar, a poner orden en las citas, en los volantes, a llevar lo que es el papeleo administrativo. Ni me gusta ni me deja de gustar pero es un trabajo y quiero hacerlo bien, conservarlo. Por las mañanas he podido dedicar algún rato a la observación, una vez que Fátima me ha ido enseñando los mecanismos. Ella dice protocolos.
De esa observación he deducido que a la doctora Durán le debe de gustar mucho la naturaleza, las flores y los pájaros y el medio ambiente en general, lo digo porque todo está decorado con esos motivos. Los sofás de la sala de espera, por ejemplo, son de una tela con pájaros estampados, cada uno de una forma y de un color, representando la variedad de la fauna avícola, no vuelan, están posados, quietecitos ahí, cada uno en su puesto.
En la pared de enfrente cuelga la fotografía de una flor de almendro en blanco y negro. Tres, para ser exacta, es la misma flor pero desde tres puntos de vista, desde arriba, desde el frente y desde abajo, como si hubiera cometido un delito y estuviera fichada. Por el resto de paredes hay cuadritos de más flores, estas son pintadas, muy coloridas, parecen dibujadas por un niño. Y sobre una ventana, falsa, porque detrás de la cortina no hay nada, solo el mismo muro, una hilera de macetas con plantas verdes que de lejos parecen naturales pero si te acercas a tocarlas, lo cual he hecho, ves que no. Además la consulta no tiene luz natural, es un bajo y da a un patio interior, ninguna planta verdadera prosperaría.
Hay más detalles de la naturaleza, ramas secas en un jarrón muy estilizado, un centro de mesa en forma de cáliz floral, lámparas que imitan hojas, cualquiera diría que estamos en el bosque animado. Eso era un libro, ¿no? Lo leí pero no me acuerdo.
Lo que no me parece que venga muy a cuento es la pantalla de televisión de la esquina, que siempre está encendida en un programa de música. En los bosques no hay pantallas, de momento, que todo se andará. Además es inútil, si nadie la mira, la gente se enfoca para abajo, para sus teléfonos y ahí se quedan, anclados y bien anclados.
Pero si la otra tarde vino un señor que no sacó su móvil y me resultó sospechoso. Pensé, este tío raro, ¿qué hace? El hombre miraba primero nada y después la pantalla sin apartar la vista ni un milímetro ¡ Acabáramos!, es que salía una mujer contoneándose mucho, pechos por un lado, nalgas por el otro, vuelta por aquí, vuelta por allá, pero luego hacía gestos amenazantes como si dijera, esto es lo que tengo pero aquí mando yo y te lo daré si quiero y no voy a querer. El hombre no se la perdía de vista, de media vista porque era tuerto, hay cada situación…
Tenemos ratos muy aburridos, como si el tiempo se hubiera quedado detenido, harto de su pasar y pasar, pero otros, para compensar, se nos acumulan los pacientes, se le acumulan a la doctora Durán, nosotras solo los organizamos. Empiezan a entrar uno detrás del otro y el teléfono se pone a sonar con más gente que quiere cita y hay que tener mucho temple para llevarlo todo a la vez sin ponerse nerviosa.
Yo quiero hacerlo bien, tengo interés en este trabajo así que digo, “gabinete de oftalmología de la doctora Durán, ¿en qué puedo ayudarle?” y si el que está delante del mostrador me mira mal, con cara de “venga, atiéndeme ya que estaba yo antes que el de la llamada”, me lo tomo con calma, sin perder la compostura.
Me gusta darle un poco de entonación a eso del gabinete de oftalmología, un poco de ritmo. Fátima me dice que no pierda el tiempo en esas tonterías con la que está cayendo, le gusta mucho decir eso de “con la que está cayendo”
¿Y qué es lo que está cayendo?, le pregunté yo la otra tarde, más por hacerme la graciosa que porque esperase respuesta.
Pues gente, ¿no ves cómo tenemos la consulta? Voy a avisar a la doctora Durán. Y la oigo que se asoma a la puerta y le dice, “doctora, se lo advierto, tiene la consulta hasta los topes” También son ganas de poner nerviosa a la otra, no se anda con tonterías Fátima, por momentos parece que ella es la jefa y la doctora Durán una doña nadie a su cargo que solo piensa en flores, ramas y trinos y en salir corriendo de la consulta en cuanto se lo permitan los muchos pares de ojos.
Fátima sabe mandar, si ve que el atasco sobrepasa la puerta de entrada, me pega un medio empujón y me dice, simpática pero dominante, “esto déjamelo a mí”, con esto se suele referir a los que no se aclaran, son lentos y provocan retenciones.
A ver, prenda, dice Fátima, nombre, dni, volante y tarjeta. En un momento se los liquida, en el buen sentido de la palabra liquidar, pero a mí me parece que no son formas, que por mucho lío que tengamos no hay que perder los papeles ni los buenos modales, ni dejar de contestar con cierta elegancia al teléfono, por muy cansando que resulte repetir siempre lo mismo y que corto no es, porque lo de oftalmológico tiene sus letras.
Gabinete de oftalmología de la doctora Durán, ¿en qué puedo ayudarle?, dije yo con esa entonación un poco musical que primero sube y luego baja.
Con la que está cayendo, oí decir a Fátima pateando enérgica el pasillo con sus zuecos de goma.
Es raro, pero algunas tardes me ha parecido, ya sé que no puede ser porque no hay ventana, pero me ha parecido que la cortina se movía, se inflaba un poco impulsada por algún tipo de brisa.