Nada sabe Antón de los rotíferos y eso que son vecinos suyos, como quién dice. Se morirá, a no ser que una casualidad lo arregle, sin ni siquiera imaginar su existencia, sin saber que son, al igual que él, seres con tendencia a la soledad, de vida libre.
Con total ignorancia rotífera ha pasado este hombre sus cuarenta y ocho años de estancia en la tierra, desconociéndolo todo de esos seres mínimos, transparentes y activos. Al paso que va, nunca llegará a ver sus graciosos cuerpos cilíndricos con un pie bifurcado y una cabeza dotada de cilios capaces de moverse como molinillos, creando así fuertes corrientes de agua con las que atraer sus alimentos.
Ni idea tendrá jamás de sus diferencias sexuales. El macho, cuando existe, pues la rotífera se las apaña para reproducirse por sí misma en bastantes ocasiones, es hasta diez veces menor que la hembra. Pequeño pero habilidoso, puede copular por impregnación hipodérmica. Este sistema tal vez hubiera gustado a Antón de haberlo conocido y podido aplicar, lo que no es el caso.
Ignorante del todo del mástax o aparato masticador que albergan estos animales en su laringe, de su cerebro y retrocerebro, de sus óculos y antenas ha transcurrido su vida con las habituales penas y alegrías, placeres y dolores, ilusiones y desengaños. Lo digo: Antón ha vivido de espaldas a estos seres cosmopolitas y dulceacuícolas, numerosísimos habitantes de la tierra húmeda, los musgos, los líquenes, los hongos y los charcos.
Ni idea tiene de su resiliencia. Son capaces de soportar largos periodos de sequedad en los que se asemejan a granos de arena y más de uno de ellos ha logrado engañar al tiempo tras esperar congelado decenas de miles de años a que llegara su momento de volver a la vida. Y, una vez aquí otra vez, ya que estamos y por qué no, reproducirse.
Tampoco los rotíferos llegarán nunca a conocer a Antón Ramos Peñuelas, un hombre de tantos que acostumbra a bañarse en el río cuando llega el verano, si bien prefiere con mucho el mar, pero lo tiene lejos y no siempre le es posible desplazarse. Entre ellos ha chapoteado, flotado y nadado a lentas brazadas haciéndose preguntas sin respuesta como ¿qué hago yo en este mundo, ¿qué hacemos todos? Sus ignorados rotíferos lo tienen claro, son parte esencial de la cadena trófica, limpian el agua de detritus y materia orgánica, alimentan a los peces, que a su vez alimentan a las aves acuáticas que a su vez… Y, que se sepa, no se hacen preguntas incómodas.
Antón, no le des más vueltas, puede que le dijeran girando burlonamente sus cilios si es que en algún momento llegaran a conocerse, microscopio mediante.
Muy divertida tu entrada, quién iba a decir tantas cosas de los rotíferos que andan por todos lados y ni en cuenta los tenemos, eso sí prestan un muy buen servicio eso no cabe duda. Me sacó una gran sonrisa con lo cual la dopamina, la seratonina y las endorfinas se pusieron activas cosa muy buena para esta ma´ñana fría. Gracias Eva, un abrazo grandote
Pues qué alegría, Themis.
Me pongo muy contenta.
Abrazo!!
Una máquina estos rotiferos y Antón ignorante de su existencia. Gracias por avisar de su extrema importancia. Sesenta y siete rodeado de ellos y ni me había dado cuenta. Un besazo.
Ni yo.
Tampoco es que me haya cambiado mucho la vida al conocerlos pero, en fin, me sorprendieron y me gustó saber de ellos.
Besos, Carlos
Yo ya sé la razón por la que vine al mundo.
He tardado mucho en averiguarlo pero por fin lo sé.
Vine a leerte.
Besos.
Como piropo lector es insuperable.
Un poquito sagerao pero, oye, no voy a decir que no me encante.
Muchas gracias, Toro.
Y besos!!
Bien, igual que Antón no sabía mucho de ellos, por supuesto entré en Internet , son impresionantes de verdad. Pero lo peor de todo que me tropecé andando por ahí con los ácaros que viven en mi cama y se alimentan de mi cuerpo, eso sí , es para dar muchas vueltas al asunto justo antes de dormir.
Y con todo ello me dí cuenta de lo bien que está organizada nuestra Naturaleza …hay seres vivos pa tó… Un beso, Paloma.
Calla, calla, eso de los ácaros no lo puedo ver porque no duermo.
Me gustan más los rotíferos, dónde va a parar.
La Naturaleza está organizadísima, lo que no sé es para qué.
No le daré más vueltas 😉
Otro beso, Tatiana.
Me he ido por las ramas en esta historia, me ha dado por pensar en la pandemia. Todos los trabajos que nadie valoraba y que estaban mal pagados resultaron ser, vaya por dios, imprescindibles.
El mundo sigue girando gracias a esos pequeños bichos y ya era hora de que alguien les hiciese un pequeño homenaje.
Muy interesante. Pues menos mal que no los vemos… Ni idea tenía de ellos. Gracias por dármelos a conocer. Un fuerte abrazo.
Gracias, Julie
Sí, escondiditos están más guapos.
Otro abrazo de vuelta y gracias por comentar.
No estaba pensando en eso al escribir, pero me parece muy bien la conexión y además tienes toda la razón en lo que dices sobre la pandemia.
Para eso están las ramas, para irse por ellas y darle nuevos sentidos a lo escrito.
Lo que me llamó la atención de los rotiferos, a los que yo tampoco conocía, es lo mucho que ignoramos de la vida, tanto en lo muy grande y lejano como en lo diminuto y cercano.
Instructivo, divulgativo y divertido, qué más se puede pedir … Besos.
Gracias, Raúl.
Tú que eres de ciencias me puedes corregir si he dicho alguna tontería.
Besos
Soy del club de Antón…
Vaya clase de biología nos has dado, Paloma.
Recuerdo lo de la cadena trófica.
Me fijo en la etimología del nombre del animalejo (Rotifera, del latín rota, «rueda» y fera, «los que llevan»)
No das puntada sin hilo.
Buen relato.
Feliz noche
besos
Una clase un tanto chapucera, jeje.
La etimología nos descubre muchos secretos, muy aguda, Maite.
Muchos besos!!