Día: 5 de abril de 2022

Calle Constancia

Pasé de casualidad por la calle Constancia donde vive gente muy inconstante, puede que por llevar la contraria. Para que nadie diga de ellos, «mira qué constantes, claro, así cualquiera, viviendo en la calle Constancia…» No, los que viven en la calle Constancia no quieren seguir su prefijado destino, claro que no. Rebeldes, un día decidieron dejarlo todo a medias.

Por eso se ven tantas plantas mustias en sus balcones o ni mustias, muertas sin más. Los inconstantes planearon adornar con coloridas macetas sus balcones, ventanas y terrazas. Empezaron bien, con ganas, con sus regaderitas de plástico compradas en la tienda chinesca, plantas y flores brotaban alegrando las fachadas. Hasta que se dieron cuenta de que aquello podía convertirse en un hábito y denotar un comportamiento constante típico de moradores de la calle Constancia y se dijeron, alto ahí, dónde vas con la regaderita, se acabó lo que se daba, las plantas ya me han hastiado, no riego más, ahí te quedas, geranio, voy a dedicarme a otros menesteres, ahora mismo dejo lo vegetal y cuelgo la bandera de la mía patria. Que se sepa que en la calle Constancia viven personas amantes de su terruño, qué digo de su terruño, de su patria entera y de la bandera que la representa.

Mírala qué preciosa cómo ondea los días de viento junto a los geranios secos, muertos, que se deshojan. Fuera la botánica, en esta casa ahora somos patriotas.

Ay, claro, pero son también habitantes de la calle Constancia, inconstantes, y hay que reconocer que el patriotismo es más pesado de llevar que las regaderas y aburrido por demás, una vez que cuelgas el estandarte se acabó la diversión. Van pasando los días y la bandera te empieza a dar igual. Llueve, pues que llueva y se moje y si la tela va perdiendo el color y está tan desvaída que cuesta saber a qué país representa, si se deshilacha y se le hace un agujero en un lado por donde el patriotismo se escapa, si esa bandera es ya la de ningún lugar, a ti, vecino de la calle Constancia, te importa un pimiento porque ya estás pensando en otro tema.

Por ejemplo, en poner un negocio en alguno de los bajos que se alquilan en la calle, deprisa, antes de que se dejen de alquilar porque el dueño haya perdido el interés. Todo es así en la calle C., nada dura, todo muta, la impermanencia es su ley. Ya, sí, como en la vida, pero a lo bestia. No hay un solo fiel en la calle Constancia, o sí, sí que los hay, pero porque ya fueron infieles y se cansaron de serlo. Nadie termina los crucigramas ni logra engancharse al wordle  y la comida suele estar un poco cruda, a medio hacer.

Esta calle, que existe, está en cuesta y muy bonita no es. Si se va de bajada se adivina al fondo, donde termina, un verdor que promete bellezas, brisas, pájaros y aromas florales. Miente. Al final hay una carretera que lleva al aeropuerto, estruendo de tráfico y ese espanto llamado nudos de circunvalación.

La calle Constancia tiene espejismos que se disuelven tan rápido como aparecen, inconstantes ellos también. O es el que la atraviesa el que, al inhalar algo que su aire lleva de forma constante, los produce.

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