Calle Constancia

Pasé de casualidad por la calle Constancia donde vive gente muy inconstante, puede que por llevar la contraria. Para que nadie diga de ellos, «mira qué constantes, claro, así cualquiera, viviendo en la calle Constancia…» No, los que viven en la calle Constancia no quieren seguir su prefijado destino, claro que no. Rebeldes, un día decidieron dejarlo todo a medias.

Por eso se ven tantas plantas mustias en sus balcones o ni mustias, muertas sin más. Los inconstantes planearon adornar con coloridas macetas sus balcones, ventanas y terrazas. Empezaron bien, con ganas, con sus regaderitas de plástico compradas en la tienda chinesca, plantas y flores brotaban alegrando las fachadas. Hasta que se dieron cuenta de que aquello podía convertirse en un hábito y denotar un comportamiento constante típico de moradores de la calle Constancia y se dijeron, alto ahí, dónde vas con la regaderita, se acabó lo que se daba, las plantas ya me han hastiado, no riego más, ahí te quedas, geranio, voy a dedicarme a otros menesteres, ahora mismo dejo lo vegetal y cuelgo la bandera de la mía patria. Que se sepa que en la calle Constancia viven personas amantes de su terruño, qué digo de su terruño, de su patria entera y de la bandera que la representa.

Mírala qué preciosa cómo ondea los días de viento junto a los geranios secos, muertos, que se deshojan. Fuera la botánica, en esta casa ahora somos patriotas.

Ay, claro, pero son también habitantes de la calle Constancia, inconstantes, y hay que reconocer que el patriotismo es más pesado de llevar que las regaderas y aburrido por demás, una vez que cuelgas el estandarte se acabó la diversión. Van pasando los días y la bandera te empieza a dar igual. Llueve, pues que llueva y se moje y si la tela va perdiendo el color y está tan desvaída que cuesta saber a qué país representa, si se deshilacha y se le hace un agujero en un lado por donde el patriotismo se escapa, si esa bandera es ya la de ningún lugar, a ti, vecino de la calle Constancia, te importa un pimiento porque ya estás pensando en otro tema.

Por ejemplo, en poner un negocio en alguno de los bajos que se alquilan en la calle, deprisa, antes de que se dejen de alquilar porque el dueño haya perdido el interés. Todo es así en la calle C., nada dura, todo muta, la impermanencia es su ley. Ya, sí, como en la vida, pero a lo bestia. No hay un solo fiel en la calle Constancia, o sí, sí que los hay, pero porque ya fueron infieles y se cansaron de serlo. Nadie termina los crucigramas ni logra engancharse al wordle  y la comida suele estar un poco cruda, a medio hacer.

Esta calle, que existe, está en cuesta y muy bonita no es. Si se va de bajada se adivina al fondo, donde termina, un verdor que promete bellezas, brisas, pájaros y aromas florales. Miente. Al final hay una carretera que lleva al aeropuerto, estruendo de tráfico y ese espanto llamado nudos de circunvalación.

La calle Constancia tiene espejismos que se disuelven tan rápido como aparecen, inconstantes ellos también. O es el que la atraviesa el que, al inhalar algo que su aire lleva de forma constante, los produce.

31 comentarios en “Calle Constancia

  1. Admirada Paloma. Yo bien hubiera querido dedicar a este relato un comentario más amplio y formal pero, la verdad, tengo que salir en cinco minutos hacia el aeropuerto para tomar el vuelo de las 9.15 con destino a Nairobi. Con pena lo digo, pero te garantizo, eso sí, que a mi vuelta habrá varias lecturas –serias y atentas todas- algo de análisis –poco- y, en la medida de lo posible, buen humor.

    Ciao! 🙂

      1. Hola, Paloma. Ya estoy de vuelta y lo prometido es deuda. Pese a arrastrar un leve cansancio tras mi largo viaje, te dejo a continuación algunas ideas que me han surgido tras una nueva y detenida lectura de ‘Constancia’, un relato que mantiene de principio a fin un tono tan entrañable y suave como los pasos de una danzarina. Es cierto que las calles poseen vida y voluntad propias. Y está claro que el referirse a ella como “calle” la personaliza, colocándola en la categoría de humana, y por tanto su vecindario, con sus alegrías y dolores, genera una impresión de autenticidad. Acaso, de haber utilizado pronombres, le hubiese conferido el status de ser viviente y establecido la relación amorosa vecindario/rúa, ajustando así un poco más la narración sin que se perdiera, por ello, el tono poético que la conforma. En cualquier caso, es un precioso cuento y me ha gustado muchísmo, como todos los que tú escribes. Un abrazo.

      2. Gracias por volver a leer.
        De verdad que me interesan mucho tus comentarios y tendré en cuenta lo que me dices.
        Otro abrazo con cariño y que descanses.

  2. Dicen por ahí que «la constancia todo lo alcanza», hasta que se rebelen contra ella. Está muy buena la rebelión de los Constantences más allá que pobre florecitas no tienen la culpa de los «rasgos adolescentes» de sus habitantes y los prejuicios que les agarran. Un placer leerlo, un abrazo y gracias

    1. Los Constantences aman llevar la contraria, qué le vamos a hacer.
      Es verdad, son un poco adolescentes en su comportamiento.
      Gracias por la lectura, Themis
      Abrazo

  3. Me temo que la calle Constancia es la más larga del mundo y en ella vivimos o hemos vivido algún período de nuestras vidas.

    Ahora vivo en la calle Fatídica y no hay día que no sume un descalabro.
    Al final de la calle Fatídica no se ve bien lo que hay… parece una bruma llena de sinrazones.

    Besos.

    1. Esa calle no me gusta para ti.
      La bruma no me desagrada, tiene algo de misterio y tampoco es muy constante, de repente se disipa y vuelve la luz.

      A ver si es verdad

      Besos

    1. Claro que sí y estamos sometidos a la inconstancia natural de la vida.
      Pero, en realidad, la calle Constancia existe y hay plantas muertas y banderas desteñidas. Vamos, que poco me he inventado.

      Gracias, Javi 🙂

  4. Que nostalgia me da ser tan constante, no iria a vivir alli…ya estuve, ya probe
    Son estupidos sus habitantes, infieles e infelices, como adolescentes que no saben bien que amar, ni a que Dioses entregarse
    Que buena eres , te admiro!
    Un abrazo constante, inmutable, confiable

  5. Algunas calles parecen un reflejo del país…

    Me has recordado una de esas conversaciones internas que suelo tener paseando por mi barrio. Ahí también hay unas cuántas banderas de cuando la pandemia hinchó nuestros patrióticos cuerpos (o lleno de aburrimiento nuestras vidas) Y esas banderas, compradas en los chinos, ahora lucen hechas jirones, con los colores casi unidos en una sola franja. Pensé que esas deberían ser las banderas oficiales de mi país y no las que veo cuando sale un político en la televisión explicando porqué me ha robado la cartera…

  6. A lo mejor lo de las banderas se hace para tapar defectos de la fachada o agujeros de los balcones. Lo malo que tiene este sistema de decoración, parcheo (o lo que sea) es que acaba más mustio que las plantas sin regar. Cada vez hay más calles Constancia en nuestras ciudades, seguro que está relacionado con la Inspección Técnica de Edificios (ITE) … Un abrazo.

  7. Pobriños vecinos de Constancia, que no tienen culpa ninguna. son los tiempos que arrástralos, como bueyes al redil para acomodarse en la postura de moda. Un besazo.

  8. Bueno , soy optimista y opto por intentar constantemente las cosas nuevas y según parece lo mismo piensan los de la calle Constancia. El texto tuyo se lee entre lineas y cada uno , por supuesto, lee lo suyo. Un abrazo, Paloma.

  9. Un relato que no deja indiferente, Paloma…
    No me gustaría vivir en esa calle, pero creo que he pasado por ahí.
    Besos

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