Merodea Toñín en torno a lo que fue su creación de árbol, su proyecto de vergel en mitad del asfalto. Ya no está, nada queda. Los brotes que comenzaron a salir de la primigenia acacia talada y que él había cuidado y hecho prosperar ya llegaban casi hasta el segundo piso. Para que no se desparramaran hacia los lados los había cubierto con una lona guiándolos hacia el cielo. Es verdad que no era del todo un árbol, el tronco era ficticio, pero era algo verde y vivo, algo verde y resucitado de entre los vegetales muertos.
O de entre los asesinados, piensa él, porque a esa acacia de ancho tronco se la había cargado sin motivo justificado el Ayuntamiento. Alegó que estaba enferma y podía provocar una desgracia si le daba por aliviar su cansancio tumbándose de forma repentina. Alegó eso o más bien no alegó nada. Un día llegaron los operarios con sus grúas y sus máquinas de talar y la acacia desapareció dejando en su lugar un muñón anillado.
Toñín se encargó de revivirla, jugando con ella. Todos la conocían ya como su árbol. Pero ayer, cuando volvió del dentista con la gasa dentro del hueco de la ex muela, la resucitada ya no estaba. De nuevo los malignos del Ayuntamiento, esta vez alegaban que tal instalación, así denominaron a su renacido árbol, provocaba peligro de caídas pues se encontraba demasiado cerca del paso de cebra y de una valla de obras.
Cuánta tristeza. El poder es el poder, el poder tiene el poder, dice Toñín, mirando con nostalgia en la galería de su móvil imágenes de su querida amiga, alegría y entretenimiento de sus tardes. Pero también os digo, ha asegurado burlón dirigiéndose a Sonia, la que tuvo una perrita tuerta que ya murió, y a Paula, una vecina que lleva un broche en forma de avión de papel en la solapa de la chaqueta, también os digo que ahora es cuando se está cayendo la gente, ya he visto dos caídas y tres o cuatro tropezones.
Ay, ay, ayyyy, se suelta por cante jondo Toñín desahogando así su malestar. Ya que han colocado una valla para acotar la zona de obras, ha colgado ahí la alfombra de entrada al portal, para que se airee. «Ay qué dolor, hiciste la maleta, ¡ay! Y sin decirme adiós tú amor me abandonó y solo me dejó, ay qué dolor , ay que dolor», canturrea por los Chunguitos sacudiendo la felpa marrón. Una nube polvorienta se une al polvo de las obras, deseosa de amistar con alguien.
El profesor de matemáticas recién brotado del portal, se lleva las manos a la boca y retrocede dos pasos con pasmo y susto, ¡el árbol!, ¿qué ha pasado?
El que tiene el poder tiene el poder, repite Toñín. Y con una mano corta el aire espeso, oloroso a pises caninos.
Así es, así es, cabecea el otro, resignado. Hacen y deshacen y todo les da igual, el bienestar ciudadano no es algo que les importe. Y ¿usted cómo está, Sonia?, le pregunta muy cortés a la mujer.
Comme ci, comme ca, responde ella, atusándose coqueta sus cuatro pelos muy lacados.
Y todos se quedan mirando el muñón de acacia.
A su lado hay un charco con colillas y una rama solitaria flota encima.
Qué sensación de impotencia…
Pobre Toñín.
Desapareció la acacia y brotó un profesor de matemáticas… no vamos bien eh…
Y los Chunguitos como banda sonora… yo creo que puedo soportarlos entre diez y quince segundos… después brota el maligno que hay en mí y me vuelvo, no acacia, no…, me vuelvo sequoya salvaje.
Lo del charco con colillas es terrible.
Hoy he visto a tres mujeres recoger colillas por la calle.
Iban con un guante en una mano y una bolsa en la otra… era para hacerles un monumento que conmemorara su lucha contra los guarros.
Ya me embalo otra vez.
Besos.
Le estropean todas sus iniciativas y diversiones, pero ya se buscará otra. Menudo es él.
Los Chunguitos, jajaja, tienen su punto, no son aptos para oídos sensibles.
Oye, qué majas las recogedoras de colillas y qué cerdos los que usan la calle de cenicero.
Besos.
Toñín: Cercenada la esperanza, llega la conclusión. Qué no se puede ser jardinero, sin tener aprobada la oposición del ayuntamiento!! Perra vecindez.
Un besazo.
Bastante verdad. Leí el otro día una noticia de un señor mayor que en un terreno abandonado y sucio, plantó un pequeño huerto y se lo han hecho quitar alegando que ese territorio no era suyo.
Suyo no era pero hacía más bien que mal.
Besos, Carlos
En todas partes se cuecen habas y en mi casa carradas, así que por esos lares también no se respeta nada, si la vida retoña y se pone terca, hay que cortarla, ¡ pobre Toñín!, ahora tendrá que hacer el duelo, ni modo, una historia muy ilustrativa de el progreso en la Tierra, gracias por ella, un abrazo grande
Lo mismo en todas partes, Themis.
No me gusta ese progreso.
Toñín está de duelo, es verdad.
Abrazo para ti también
Me alegra saber que sigues escribiendo.
Saludos.
Hola, Enrique.
¡Cuánto tiempo!
Pues a mí también me alegra que estés y me visites.
Saludos
Qué bien leerte de nuevo, Paloma. Pobre acacia y pobre Toñín. Me gustó tu relato, tan realista y divertido como tú siempre escribes. Un abrazo
Pobres ambos. Con lo contentos que estaban los dos juntos.
Gracias por leer y comentar, Mayte.
Y por tu simpatía!!
Besos
Me has dejado un regusto a kafka hoy, el individuo luchando contra un estado sin rostro al que debemos obedecer. Las luchas emprendidas con la armas de los perdedores, luchas perdidas de antemano que no queda otro remedio que emprender…
Diría que muchas revoluciones se iniciaron con menos, pero mentiría, ya no hay sitio para revoluciones, sólo para árboles muertos…
Pobre Kafka, con lo serio y profundo que era él.
Bueno, pero entiendo lo que dices. Es enfrentarse a un poder sin cara y llevar las de perder aunque sea a nivel barrio.
Siempre hay sitio para una revolución o si quieres lo dejamos en revuelta.
Qué bien comprendo a Toñín. Los que tienen el poder, como dice él, en realidad lo hacen todo por nuestro bien, como los monarcas y validos del despotismo ilustrado, y encima no lo sabemos valorar. Somos unos desagradecidos. Besos, Evavill.
Nos roban por nuestro bien y todos tan contentos que aquí no ha pasado nada.
Besos, Raúl
Siempre hay sitio para una revolución o si quieres lo dejamos en revuelta.
en España creo que sería mejor dejarlo en estornudo 🙂
Que no se rinda Toñín , dile que estamos con él . Lo de las medidas administrativas a veces me parece que los de Ayuntamiento ni siquiera pasan por las calles de los ciudades. Un abrazo.
Se lo diré, le gustará.
Seguro que los que mandan no pasan, salvo en campaña electoral y con tele que filme sus tontunas.
Abrazo, Tatiana
Pobre Toñín , no respetan nada , talan las acacias , pero no barren las calles , esta gente se meten en cosas que no les importan.
En cuanto a las tres mujeres que recogen colillas de tabaco , en tiempos del extraerlo los arreglaban y los rellenaban con tabaco , ya que no todas las colillas eran del mismo tamaño , los volvían a revender , para sacarse unos duros para poder comer.
Besos de flor.
Hola querida, precioso texto. Qué ganas me dieron de compartirte mi poema. Aquí va, no siempre ganan los malos 😉
El último verano
mi vecino redondo y rojo
decidió podar el fresno.
Una tarde al volver a casa
encontré al árbol
con sus muñones desnudos.
Al día siguiente
lo escuché comentar,
había que podarlo,
la sombra de su copa era ideal
para esconder
ladrones en la noche,
había que podarlo
y si muere, mejor.
Después de unos meses,
el fresno dio unas primeras hojas,
despeinadas, ocres,
sobre su propio tronco.
Mi vecino no llegó a verlo,
enfermó y murió en menos tiempo
de lo que me ha tomado
contar la historia.
de «Tierra fresca» (2022)
Ya veo que no, el señor arboricida de tu poema duró menos que su víctima.
Gracias por compartirlo, Sol
Comprendo a Toñín, Paloma!!
Un placer leerte.
Besos
Me alegra, Maite!!
Gracias y besos