Mes: octubre 2022

Habló Cara Sábana

Entre los vientos de ayer y las lluvias de hoy, al hibisco le ha entrado un ataque de otoño súbito. Primero se ha puesto amarillo, como aquejado de una grave ictericia, y después ha ido soltando de golpe casi todas sus hojas. Solo unas cuantas flores han sobrevivido en su copa. La Esmirriadita ha apoyado la mano en su delgado tronco queriendo consolarlo y consolarse a la vez de sus propias melancolías y, al hacerlo, ha notado que se movía como un diente a punto de caer.

Se mueve, ha dicho, se mueve demasiado.

Toñín también ha querido probar y de tres meneos vigorosos ha terminado con las pocas hojas que le quedaban. No está bien plantado, no ha prendido, ha sido su diagnóstico.

Pero tú no te apures, mujer, que esto lo arreglo yo, le voy a poner más tierra por aquí, y ha pegado tres pisotones para indicar por donde, y luego otro palo al lado atado con una goma, de esas de hacer gimnasia, ¿sabes cuáles?, de esas. También lo voy a rodear con una cerca pequeña para que no se meen los perros. Todo eso le voy a poner. Para que luego digan que Toñín hace poco.

Al oír la palabra perro, la señora Cara de Sábana, que normalmente no se pronuncia sea cual sea el tema de conversación, ha hablado y con mucha claridad, ¿estamos tontos con los perros o qué? Mi padre era pastor, siempre ha tenido perros alrededor, animales listos y buenos, pero nunca entraban en la casa, no como a estos que les ponen hasta tiendas. Que el otro día uno me lamió una pierna, ¿pero tú eres idiota?, eso se lo dije al amo.

Vaya porquería de árbol que nos han puesto, si ya está pa los arrastres y acaba de llegar, había en mi pueblo ¡unos robles!, ¡unas encinas!, ¡unos olmos!, unos fresnos! que eran la gloria bendita. Ahora ya no sé cómo estará porque no he vuelto, pero me gusta repensarlo.

Cuando la Esmirriadita se ha marchado, le ha dicho a Toñín que ella la vio llorar, estaba aquí abajo discutiendo o algo así con el novio ese que tenía, luego el chico se fue, ella lloraba como una descosida, tan mayor y llorando, luego el chico volvió y no sé lo que pasaría porque una tiene sus cosas que hacer, pero, entiéndame, que esos lloros en una muchacha que ya podría tener hijos…son cosas raras que se ven ahora, antes la gente era más recia, más recatada de sus sentimientos, no los iba aventando por ahí.

El que quiera llorar que llore y el que quiera reír que ría y el que quiera las dos cosas pues primero una y luego la otra. Mire para arriba, ¿no llora el cielo hoy? Y bien buenas que son sus lágrimas.

 Cara Sábana, después de tanto palabrear sin estar acostumbrada,  arrepentida y hasta asustada, se ha quedado muda, la cara blanca, lisa y quieta como cama recién hecha.

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El hibisco

La primera en verlo fue la Esmirriadita, era temprano, aun de noche, y la luna, un poco abollada, descendía lenta sobre los tejados. Iba la chica arrebujada en su chaqueta, con los ojos entrecerrados de sueño y los pasos desanimados, trastabilló con una baldosa levantada y el impulso del tropiezo la volcó contra su tronco. Ahí estaba el nuevo vecino, pequeño y grácil, un poco esmirriadito también, pero con tres flores rosadas y una más despuntando, plantado en el alcorque de la fenecida acacia.

La Esmirriadita se llevó las manos a la boca para que no se le escapara la sorpresa. Es un árbol, ¡un árbol!, dijo para sí emocionada, ¡y tiene flores!, es un árbol con flores. Un árbol con flores, se fue canturreando hacia el metro, ¿cómo se llamará? Cuando se asomara a la ventana de su sótano no vería su copa pero sí su tronco y a lo mejor hasta alguna rama despistada a la que le diera por nacer un poco más abajo. Caminó más ligera y despejada, soñando con que ese árbol hubiera sido plantado para ella, como un símbolo de algo bueno por venir.

Un poco más tarde, Toñín, apoyado en la escoba, está haciendo las presentaciones a todo el que pasa por delante.  Tenemos árbol y la cosa ha sido así, baja la voz para darle emoción al relato, y narra: uno que vive tres casas más allá, uno que iba a ese gimnasio de ahí y que antes trabajaba en el ayuntamiento, así, moreno y cuadrado, ese pasó por aquí delante ayer por la mañana y como yo conozco a todo el barrio y hablo con todo el mundo, le dije, mira, hombre, que tenemos este hueco sin plantar desde hace años, nos quitaron el que había, luego yo puse otro, me lo volvieron a quitar, mira tú que tienes contactos, a ver si puedes hacer algo y hoy… ahí lo tenéis. ¿Qué? Hay que tener amigos hasta en el infierno.

Es un tipo de hibisco, me parece a mí, dice Anselmo, el profesor, rodeándolo mientras los observa, sí, sí, seguro, hibisco es y la flor se llama rosa de Siria.

¿Y por qué de Siria?, pregunta Sonia desconfiada. No le gusta que le den lecciones.

Digo yo que si ha nacido aquí será una rosa madrileña.

Bueno sí, ha nacido aquí, pero es de origen Sirio, eso quiere decir. O chino, el árbol es chino.

¿En qué quedamos? ¿Chino o Sirio?, ¿No nos habrá puesto tu amigo el concejal un árbol del todo a cien? Yo también he tenido amigos importantes, ¿sabéis quién? Ava Gardner, sí, la misma, cuando trabajaba en esa casa de alta costura que, en fin, nombres no doy, ahí se hacía ella alguno de sus vestidos. Y me decía, venga Sonia, vamos a tomar café. Y yo, Ava, es que no puedo ahora, no me deja el jefe. Era tan guapa que hasta las mujeres se enamoraban de ella, yo no, ¿eh?, no os vayáis a pensar.

El árbol no está mal, un poco flacucho pero lo mismo va engrosando, si se le cae alguna flor, no la tires, me la guardas que la pongo en un jarrón, lo que no consigas tú…y que luego el presumido ese vaya contra ti…mejor no digo lo que pienso, mejor no lo digo.

Todos barren para dentro, responde Toñín, pero yo, barro para fuera, mirad. Y da tres virtuosos escobazos en la acera empujando en dirección contraria a la casa.  Una nube de polvo se desplaza envuelta en su risa. Para fuera, vamos todo lo malo para fuera.

Hibisco, así se llama, insiste el profesor. La repetición es la madre de toda enseñanza.

Sisco, el sisco, tenemos un sisco, repite Toñín no muy convencido de haber acertado a la primera. Habrá que cuidarlo para que nos dure. A este lo cuido yo. Yo lo he traído y aquí se va a quedar, va a llenar esto de flores, ya lo veréis, vamos a tener la entrada más bonita de toda la calle.

“Yo soy la rosa de Sharon, el lirio de los valles”, recita el profesor. Es del cantar de los cantares, aclara para nadie.

Los inactivos, dictamina la Planchá pasando de largo. Así va el país, no trabaja nadie. Hoy ya tienen el día hecho mirando el árbol como tontos y mañana será otra cosa, el que quiere perder el tiempo, lo pierde. Me ponen de los nervios, como la peluquera, que nunca me entiende cuando le explico cómo quiero el corte.

La línea imaginaria

Que la NASA se dedique a misiones de defensa planetaria contra potenciales colisiones de meteoritos no convence a Anselmo, el profesor de matemáticas. En su teléfono ha leído que es la primera vez en la historia de la humanidad que se intenta cambiar la trayectoria d un cuerpo celeste para proteger a la tierra de asteroides como el que hace 66 millones de años provocó la extinción de los dinosaurios. Proteger a la Tierra de lo que viene de fuera, será posible… pero si el verdadero peligro lo tenemos dentro, va mascullando escaleras abajo.

Escucha esto, le lee a Toñín, seguro de que le va a interesar:

“Nos estamos embarcando en una nueva era para la humanidad, una era en la que tendremos la capacidad de protegernos a nosotros mismos de algo tan peligroso como el impacto de un asteroide. Eso es algo increíble. Nunca antes hemos tenido esa capacidad”, esto lo dice Lori Glaze, la directora de la División de Ciencias Planetarias de la NASA, ¿no crees que deberían de dejar de gastarse el dinero en desviar pedruscos? Ese no es el verdadero peligro para la humanidad, el verdadero peligro para la humanidad es ella misma, su modo de vida, ¿sí o no?

Los bigotes escurridos y lacios de Toñín indican a las claras que no pasa por su mejor momento, ni siquiera ha modificado su postura, parece cavilar algo con mucha concentración y hasta obsesión, algo que poco tiene que ver con meteoritos pero sí con sus personales cataclismos.

 Para buscar la mirada de su amigo, que hoy le evade, Anselmo se ha inclinado hacia abajo y el bolígrafo que suele llevar en el bolsillo de la camisa se le ha caído al suelo, ha rebotado dos veces contra el asfalto y se ha quedado ahí, encima de una de las rayas verdes que delimitan las plazas de aparcamiento. Acaban de asfaltar y huele mucho a alquitrán. Se tapa la nariz con dos dedos y vuelve a preguntar con voz gangosa, ¿no  crees que deberían desviarnos a nosotros, a nuestra trayectoria, y no a la piedra?

En un lado los buenos y en este otro, los malos, dice Toñín, que no está para NASAS. Le han llegado noticias de que el señor Pintiparado va difundiendo rumores sobre él, rumores que no solo atentan a su honor, lo cual ya le duele, sino que ponen en peligro su puesto de trabajo. Apoyado en la fachada de la casa , ahí donde la pintura se ha descascarillado y muestra sus entrañas blancas,  ha dedicado buena parte de la  mañana a tratar de desmentir esos rumores interceptando a los que salen y entran del portal,  pero no todos le escuchan y otros, sospecha, no le creen.

 ¿Sabes lo que te digo?, dice alzando la cabeza, que voy a arreglar yo esta pared rota y gratis, si ya lo he hecho muchas veces, yo miro por la comunidad, no me importa trabajar, es lo que siempre he hecho, recojo los paquetes de todo el mundo, tengo la casa llena de paquetes y duermo en un rinconcito, taponado por paquetes y paquetes que no son míos y al día siguiente los reparto, ¿cobro yo por eso?
Claro que no, y no me importa, te lo juro, no me importa, pero luego que no vengan a decirme que no cumplo, que cobro de más. Es la maldad, me ha cogido manía y quiere que me vaya, me quiere echar porque no le caigo bien pero yo les voy a preguntar a todos, ¿se va Toñín o no se va?

Anselmo ve perdidas todas sus esperanzas de criticar a la NASA y de hacer ver a Toñín y a cualquier otro que pase por delante cuál es nuestro principal y acuciante problema. Para colmo acaban de hacer su aparición Sonia y Emilia, con esas dos es imposible hablar de nada serio, ya va a agacharse a por el boli con la intención de marcharse cuando Sonia detiene su movimiento de un brusco manotazo en su pecho.

Tú, a ver, tú que eres profesor de matemáticas y más listo que los ratones coloraos, ¿con quién estás? Porque como me digas que estás con el psicólogo, te mato. Tú tienes que estar con Toñín, nosotras somos del bando de Toñín a muerte, ¡a muerte!, ¿sabes lo que hizo por mi amiga Alicia que en paz descanse? Cuando se le rompió la puerta, se quedó a su lado esperando al cerrajero hasta las cuatro de la madrugada, los dos sentados en la mesa camilla mano a mano. Solo por acompañarla y que no se quedara sola con una puerta abierta. Eso quién lo hace, ¿tú lo haces? Venga hombre ya, qué asco de tío ese que ha venido a fastidiar con sus zapatos de ante de borlas. Y los calcetines a juego, me he fijado, será cursi…

Hay gente muy mala en este mundo, apunta Emilia frotándose la herida del rayo. Estoy preocupada, me noto muy irritable, hay momentos que, os lo digo de verdad, me parece que vaya a explotar. Ayer leí en un libro, cuando me aburro leo, si no me aburro, no, pues leí que existen los rayos latentes, se quedan dentro del árbol y lo van quemando por dentro. Parece que no ha pasado nada y de repente eso se incendia de golpe y provoca la mundial. Mira que si yo tengo un rayo latente y dentro de dos días, fushhhhh, fashhhhhh, estallido, combustión y adiós Emilia. Si ves un montón de cenizas en el tercero D no las barras, Toñín, que puedo ser yo. Me metes en una caja de cartón de esas del Amazon, en la esquina del contenedor tienes todas las que quieras, y se las das a mi hija y que haga un broche o lo que quiera.

¿Con las cenizas un broche, pero eso se puede?, no me parece a mí un material consistente, recela Sonia.

El arte lo puede todo porque no juega con lo real, ¿me entiendes? Y si no, pues que las tire, no sé dónde elegir que me tiren, si es que ya no quedan sitios para estar tranquila sin que te pisoteen los turistas o te meen los perros, está la cosa muy achuchá.

Los buenos en un lado y los malos en el otro, insiste Toñín marcando una línea imaginaria con el canto de la mano.

Nosotras estamos con los buenos y este también. Sonia le pega otro manotazo al profesor, esta vez en el brazo.

Vente pacá, no nos vayan a confundir.

Los cuatro se quedan quietos viendo los coches pasar, unas nubes sucias y traposas cubren sus cabezas.

Antes había gorriones, ahora no se ve ninguno, dice melancólico el profesor.

Están detrás, en el árbol del colegio, por aquí ya no se pasan, como para venir a esta calle con la de ruido que hay, no son poco listos los pajarines. Mira, le voy a decir a mi hija que haga un broche de gorrión.

Sonia se ríe por lo bajo y mientras nadie las mira, las Perejilas, obedeciendo al oscuro mandato de la vida, crecen y crecen.