Yo ahí no entro, se me pone la Noe esta mañana señalando la cocina, me da miedo del Toni, y ya van dos días que tengo que salir sin desayunar por su culpa, justo ahora que he empezado la dieta paleolítica y tenía que comerme un muslo de pollo. Está diciendo cosas horribles sobre catástrofes, sequías, destrucciones y devastación y luego ha dicho algo de que pobres jirafas, elefantes, tigres y no sé qué otros bichos de los documentales, ¿desde cuándo le importa mucho la selva al Toni?
No sé, creo que está otra vez con lo de la Sexta Extinción Masiva, no le hagas mucho caso y entra. Por cierto, Noe, hablando de selvas, ¿no te has pasado un poco con el animal print? Madre mía todos los bichos que llevaba puestos por encima, falda de leopardo, camisa de cebra, zapatos de boa constrictor…menos mal que todo es falso porque si no podría decirse que ella solita ha causado la Sexta Extinción.
Y ahora encima ha puesto una música de violines como si se fuera a suicidar, te digo que yo no entro, pasa tú primero y me vas abriendo camino.
Toni, he dicho empujando la puerta cual si fuera la de un bar del oeste, baja el volumen de esas tétricas sinfonías con las que nos amenizas los despertares y deja de hablar solo, tenemos que desayunar que nos espera una dura jornada laboral.
Los ecosistemas del mundo se precipitan al caos, va y suelta el hombre en vez de buenos días por la mañana temprano. Y a continuación y para acabarlo de fastidiar: la única manera de que la vida se recupere es que desaparezca la causa que provoca su degeneración. Adivinad.
Total, que nos hemos bajado a desayunar al bar de la esquina pasando mucho de las adivinanzas del Toni y de sus violines de réquiem. Como de la dieta paleo solo tenían unos callos revenidos, la Noe se ha tenido que tomar un café con churros. Dice que así no hay manera de ponerse toda fibrosa, ella sabrá, no he querido investigar.
Lo que sí he querido investigar ha sido la sonrisa deslumbrante que portaba la Esme en su cara a media mañana. Digo, Esme, resplandeces, qué hilarante se te ve, pareces el Kim Jong-un con misiles nuevos, ¿por fin ha sido reconocido alguno de tus inventos, se han ido de casa tus hijos, ha descumplido años la diosa Afrodita que te habita, te ha regalado el Hipólito un anillo de grafeno?, yo qué sé, algo te pasa y es bueno, cuéntamelo.
Nada de eso que dices, más quisiera yo, esto que hago y que tú llamas sonrisa es un experimento que estoy haciendo. Se llama retroalimentación facial, trato de engañar a mi cerebro para que se crea que soy feliz y me vuelva feliz de verdad. Está comprobado científicamente que los movimientos musculares de la cara están vinculados a las emociones.
Anda, qué bien, ¿y de dónde te has sacado ese descubrimiento tan bueno?
De donde saca todo el mundo las gilipolleces, que pareces nueva, de los internetes. Bah, no me funciona, mi cerebro debe de ser muy listo y no se deja timar, lo dejo, prefiero mi cara de mala leche habitual, ¿tú no?
No me he atrevido a decirle que yo no y que mejor se vuelva a retroalimentar. Es que su cara habitual impone bastante, mucho más que la del Toni dando el finiquito a la especie humana desde la cocina, dónde va a parar…