Mes: agosto 2015

Guíame, maja

Le he dado muchas vueltas estos días de vacaciones a mi futuro próximo, así decíamos cuando echábamos el tarot en el parque poniendo voz y cara de misterio. También mencionábamos el futuro lejano pero más de pasada y sin echarle tanto teatro porque ya teníamos comprobado que la gente se tira más a lo de la vuelta de la esquina que a lo del largo plazo.

El caso es que cuando terminé de mirarlo, mi futuro próximo, por un lado y por el otro y de estudiarlo por todas sus caras y aristas, tenía más confusión que al principio y ya no sabía ni de dónde venía, bueno eso sí, del hotel de los lujos, ni quién era, eso tampoco, soy Eva, ni hacia dónde iba. Eso sí que no, no lo sabía. Qué mal rato.

Entonces decidí dejar de lado tantos razonamientos, tantos pros y contras y tanto esfuerzo mental sin fruto y dejarme guiar por la intución. Guíame, maja, así le dije con la confianza que le tengo porque ella siempre me ha guíado. Que me haya llevado por el camino equivocado eso ya es otra cuestión. Nunca lo sabré porque para eso tendría que haberme recorrido los otros caminos alternativos, lo cual es imposible excepto en la imaginación.

Total, que no me señaló con su GPS hacia el huerto del Toni si no dirección Madrid. A continuación me dijo con su vocecilla susurrante: sí que tienes vocación aunque tú creas que no, eres escribienta.
¿Escritora, como la Patricia?, le pregunté ilusionada.

No estás atenta, me dijo ella con la voz menos susurrante y levemente irritada, he dicho escribienta, una mezcla entre escritora y asistenta. Ni llegas del todo a lo uno ni te quedas del todo en lo otro.
Pues vas a tener razón, eso es justamente lo que soy, ¿y crees que llegaré algún día a ser escritora a secas, sin el sufijo -enta?

No lo creo, me desilusionó ella, porque tampoco te gusta tanto como para eso, en cuanto llevas media hora sentada ya te quieres levantar, lo tuyo es pasar el trapo y escribir a ratos. Pero si te empeñas mucho y dejas de lado la vagancia, a lo mejor sí.

Bueno, tampoco está tan mal, en realidad, porque escritoras hay muchas pero escribientas somos pocas y eso siempre es una ventaja aunque no sé para qué, ¿verdad? Pero a eso ya no me contestó, tampoco me va a aclarar todas mis dudas como si fuera el oráculo.

En fin, que ahora ya veo con claridad que lo del huerto, de momento, no. Eso es el sueño del Toni, no el mío, y puestos a meterme en un sueño ajeno que esté completo y no a medio hacer.

Al Toni no le ha sentado demasiado bien mi decisión intuitiva, ha torcido el morro y se le han juntado sus pobladas cejas más de lo que suelen dándole un aire ciertamente campestre.

No te preocupes, Toni, le he dicho, es temporal, hasta que el huerto esté frondoso y yo me quite de un plumerazo el rango de asistenta. Entonces me vengo aquí, ya sin el sufijo, y mientras tu cavas, yo relato. Podremos vivir de hortalizas y letras, ¿cómo lo ves?

Que dices muchas tonterías, me responde él ya totalmente cejijunto.

Pues anda que tú…y así ha quedado la cosa.

Muy verde

Estoy en mi pueblo pasando unos días de vacaciones. Allí me he encontrado con el Toni muy afanado en las labores de su incipiente huerto.

Mira, mira, me dice todo orgulloso, mostrándome unas hileras de tierra removida, aquí los tomates, aquí las cebollas, estas son las zanahorias, estos los pimientos, las lechugas, las coles y el calabacín.

Pues encantada de conoceros, digo yo sacando a relucir mi mejor educación aunque no veía hortaliza ninguna, excepto unos tomatines verdes y raquíticos.

Que si me quiero reír de él, me suelta empuñando la azada, y que si he pensado ya lo que voy a hacer. Que él tiene un proyecto muy claro y que si me sumo o me resto. Y dicho esto agarra la carretilla y se va huerto adelante.

No te hagas el hortelano experimentado, Toni, que no tienes ni idea, eres un mero principiante, si te has pasado la vida de camarero ahora qué vas a saber del agro.

El caso es que observándole a media distancia tengo que admitir que pinta de hortelano sí que se le está poniendo, da el pego, pero de de ahí a que haga de esto su medio de vida y que pretenda que yo me una van unos cuantos bancales, ocho en concreto, justo los que ha plantado.

¿Me ayudas con el desherbaje? Es que luego me voy a poner con el aclareo y para ir abreviando, me sugiere a gritos para dárselas de profesional, ¿te piensas pasar la vida siendo una chacha?, pásame el escardillo, me dice así, sin solución de continuidad.

Del escardillo paso porque ni sé lo que es y en cuanto a lo otro que me has preguntado que sepas que soy empleada doméstica y es una profesión digna o qué te crees.

Pero aspirarás a algo más, tendrás algún proyecto vital o algo, me dice.

Bueno, sí, nos vamos a poner la Esme y yo de escuchantas en el parque para sacarnos un sobresueldo y luego, pues lo que se nos vaya ocurriendo.

Esa mujer está loca y tú no tienes personalidad, le haces caso en todo lo que dice. Mira que si me entra la araña roja o la mosca blanca o la tuta absoluta, se pone mirando obsesivamente sus tierras removidas.

La tuta disoluta pero, Toni, ¿qué es eso, de qué me hablas?, luego dices que la Esme está loca pero tú tampoco riges mucho.

Disoluta no, absoluta, es una plaga del tomate, y que si te vienes a vivir conmigo de esto del huerto y dejas Madrid y el servicio doméstico. No hace falta que digas todavía que sí, te lo puedes pensar unos días.

O sea, que esto se puede interpretar como una proposición de película, pero sin anillo ni nada, a lo agreste. Pero es que no lo veo sólido, ¿cómo vamos a vivir de cuatro tomates escuchimizaos?

Esto va a crecer y va a prosperar y voy a montar una página web para vender los productos por internet, ya le he puesto el nombre y todo, «verde que te quiero verde». Entonces va y me mira a los ojos como si quisiera mandarme un mensaje cifrado.

Verde sí que lo veo sí pero que bastante verde en todos los sentidos. Y así ha quedado la cosa por el momento. Yo quiero mucho al Toni pero dejar la fregona para agarrar el escardillo no me termina de convencer. Si tuviera alguna vocación…pero no la tengo.

Anomalías de la naturaleza

Si tú, es un suponer, vas andando tranquilamente o apresuradamente o como quiera que andes, y te topas, es otro suponer, con un nido que tiene dentro dos pájaros de gran tamaño con el pico abierto y las cabezas alzadas a la espera de alimento, ¿qué pensarías? Pensarías, casi seguramente, que se trata de una anomalía de la naturaleza.

Si, además, ves a continuación a una pájara ya un tanto carraca que vuela en dirección a ese nido anómalo llevando en su pico la comida para semejantes mastuerzos, ¿qué volverías a pensar? Que o bien la pájara es tonta y no se ha percatado de que los polluelos han crecido y ese nido está a punto de venirse abajo por el peso de las desarrolladas criaturas o que los pájaros mastuerzos tienen un morro que se lo pisan. O las dos circunstancias a la par.

Y esto es todo lo que tengo que decir sobre nidos. Eso y que yo también tengo pelusas en el pasillo, además de las zapatillas malolientes de mis pájaros crecidos que no se dignan a ofrecerme el síndrome del nido vacío que por edad me corresponde.

Esto si que lo veo yo trágico y de llorar pero, claro, como no lo digo tan bonito ni con tanta poesía, pues nadie se conmueve ni se emociona conmigo. Menos mal que me voy a poner de escuchanta y entonces me van a oír. Ah, no, que es al revés. Nada, que no hay manera. Voy a llamar a Eva y se lo cuento, aunque como está en su pueblo parlamentando con el memo de Toni igual no me hace caso.

La escuchanta no tiene quién la escuche. Si ya te digo yo que esta profesión es un filón, que hay mucha necesidad de oídos atentos. Pues cuando me haga medianamente rica, que tampoco soy tan ambiciosa y con un término medio me conformo, me voy a comprar un apartamento diminuto en el que solo quepa yo y a los del nido que les vayan dando, que me duelen las alas de tanto ir y venir cargada con bolsas del Ahorra Más.

Entonces, una vez ya instalada en mi micro piso propio, me pondré a mirar con nostalgia el pasillo vacío, y si no dan los metros cuadrados para pasillo me lo invento, y escribiré algo muy triste y muy penoso de cuando los hijos crecen y abandonan el hogar aunque haya sido yo la que se haya dado alegremente el piro. Viene a ser lo mismo, ¿no?

Niño de piernas gordas

Niño de piernas gordas, el pasillo está muy vacío sin tus pisadas.
Ya no lo recorren elefantes ni dinosaurios ni trenes ni atascos de coches y camiones.
La vecina está muy contenta porque la silla con ruedas ya no se arrastra sobre su cabeza contigo a bordo.
Yo menos, niño que tenía miedo al reloj de cuco, a las piñas, a los globos, a los payasos, al lobo pintado en un cuento.

Niño de piernas gordas que miraba pasar los trenes con seriedad de científico, te has subido a uno con tus pelos rizados y tus piernas largas y fuertes y has dicho adiós muy feliz porque vas a vivir tu vida independiente.

Las paredes también lo están de no recibir más tus chutes de pelota, tranquilas de no ser arañadas por tu mochila colegial, manchadas por tus dedos churretosos. Recién pintadas qué frías me parecen, qué antipáticas.

Pero tengo que estar feliz, me han dicho, feliz de que estés tan sano y seas valiente y fuerte. Y claro que lo tengo que estar y muy a menudo lo estoy, orgullosa también pero, a veces, se me salta una lagrimilla ridícula mirando el pasillo tan largo y silencioso, un tubo que solo sirve para que rueden las pelusas.

(Cuaderno de doña Marga)

Escalofríos y remordimiento

La vida te quita cosas, no te digo yo que no, tiene razón doña Marga, pero los que también te quitan son los ladrones. Y no es que me .quiera hacer la graciosa, es que hace una semana atracaron a mi padre. Salía el hombre de buena mañana, a las siete en concreto, a colocar la sombrilla en primera línea de playa compitiendo con otros de su edad y condición aficionados a este deporte y a darse, a continuación, su paseo matutino con la fresca.

Ya había clavado con éxito la sombrilla y se disponía a enfilar el paseo marítimo con aires triunfales cuando dos individuos le acogotaron por detrás hasta dejarle sin respiración y le quitaron la cartera. Luego se dieron a la fuga.

Hay un antes y un después en la vida de mi padre y también hay una línea divisoria entre sus amigos y conocidos: los que le han preguntado por el atraco y se han compadecido y los que no le han hecho el caso suficiente y se han puesto a contarle sus propios atracos quitando importancia al suyo. En cuanto a los efectos sobre su persona, antes era un hombre seguro y confiado, ahora, o sea, después, es un abuelillo temeroso que no se atreve a salir solo y que se sobresalta al menor ruido inesperado o presencia extraña.

Dice que ya no va a poder vivir solo porque tiene estrés post traumático, eso se lo ha diagnosticado mi hija Anais tras mirarlo en internet y a él le ha parecido muy ajustado a su caso, porque, según él, esos hombres lo que de verdad querían era matarle, solo que no les dio tiempo, pasó un coche y se asustaron. Que desde el día nefasto se le olvidan las palabras (ya se le olvidaban antes pero eso también se le olvida), que ya no se puede concentrar en la lectura y que no le salen los sudokus difíciles (antes tampoco le salían).

Me han jodío pero bien, Esmeralda, hija, dice poniendo la tele a un volumen imposible porque necesita voces que le acompañen a todas horas. Se ve que no tiene bastante con el griterío que tenemos montado de continuo en el apartamento.

No quiero ser un abuelo-maleta, me dice hoy, de esos que van rotando por las casas de los hijos y todos van tachando del calendario los días que faltan para que el abuelo se largue. Si me tengo que ir a vivir con alguna que sea de fijo. Pero quiero tele en mi cuarto, añade después y el baño para mí solo si puede ser que tus hijos son muy guarros, lo dejan todo tirado y el suelo mojado. Mira que si me resbalo y me rompo la cadera y no puedo ir a las manifestaciones. Eso sería el fin. ¿Te has informado si dan ayudas a los cuidadores de dependientes?

Qué escalofrío me ha recorrido el cuerpo al saber que he sido yo la elegida y qué remordimiento después por el previo escalofrío de terror. Me voy a tener que dar a los fascículos coleccionables o a algo más fuerte, no sé.

Tan modosita tú

Mira que te gusta el disimulo. Todas las noches te oscureces y te plantas tu collar de estrellas, el broche de luna en mitad del traje. Todas las mañanas pones a cantar a los pájaros y sacas el sol a iluminar. Calor en los veranos, frío en los inviernos, hojas secas en los otoños, brotes nuevos en primavera. Así, repitiéndote, crees que engañas.

Y sí, durante un tiempo seguí confiada tu aparente orden, pero ahora ya sé que en cuanto me doy la media vuelta cambias los muebles de sitio, me despeinas, me escondes los zapatos, haces crecer a los niños, envejeces a los padres y hasta los matas. Cualquier día me matas a mí también.

Pero tú, vida, tan modosita y aplicada, como si no hubieras hecho nada. Fingiendo que todo sigue un orden, que se atiene a una pauta, a un inalterable compás.

Me llevas por tu engañoso carril de días aparentemente iguales y estaciones sucesivas mientras, por detrás, como una loca compulsiva que odia la estabilidad y la rutina, no paras de arrastrar armarios,tirar tabiques, trastocar los escenarios, sustituir a unos actores por otros. A qué tanto lío si siempre es, con ligeras variaciones, la misma tragi-comedia.

(Cuaderno de doña Marga)

Sueño cuesta abajo

En mi sueño soy esa niña rubia que se tira cuesta abajo en el patinete. El pelo hacia atrás, un vértigo en la tripa, el verano pegado a los brazos.

Soy, en mi sueño, un cuerpo feliz. Subo la cuesta impulsándome con un pie y me vuelvo a tirar por la pendiente. Muchas veces hasta que me aburro, vuelco el patinete sobre la hierba, me quito con ligereza el vestido. No me duelen los hombros, nada me duele. Me zambullo en el agua y nado, salto, grito y río junto a los otros niños soñados.

En mi sueño soy esa niña que por las tardes se sube a la bici y da vueltas y más vueltas alrededor de un castaño como si viajara muy lejos. Viaja lejos de verdad.

Niña de piernas fuertes hechas para correr, saltar y pedalear con los calcetines caídos. La diadema escapándose por la frente. De boca abierta tragándose todo el azul. Cuesta abajo. Así soy soñada por mí.

(Cuaderno de doña Marga)

Tres frases

Bellaespíritu, desde su blog del mismo nombre, me ha lanzado el reto de las tres frases. No he podido negarme viniendo de un blog tan interesante y bien escrito como el suyo donde siempre se aprende algo.

Por variar un poco la estructura he concentrado las tres frases en una sola entrada en lugar de hacerlo en tres días consecutivos y he dejado que las otras autoras de este blog, la doña Marga y la Esme, escriban su propia frase representativa.

Primero la mía, que por algo soy la redactora-jefa. Justo la he leído hoy mientras hacía la maleta de la Patricia, porque ya volvemos, y guardaba sus lecturas veraniegas. El libro se llama, El oficio de vivir, es de Cesare Pavese y la frase que me ha gustado dice : » Es bonito escribir porque reúne dos alegrías, hablar solo y hablarle a una multitud».

Esta es la que me ha mandado la Esme por guasap: «Un hombre con una idea es un loco hasta que ésta triunfa», es de otro escritor, Mark Twain. Dice la Esme que se identifica muchísimo y que cuando triunfe nos vamos a a enterar de quién es ella. Bueno, hija, que tampoco hace falta amenazar a nadie, frase mediante, le he dicho porque ya se estaba poniendo farruca.

La tercera se la he escogido yo a la doña Marga de su autora preferida, la poeta polaca,  Wislawa Szymborska. Es un poco larga pero sé que a ella le gusta mucho porque me ha hecho leérsela muchas veces.

Es: «En esta escuela del mundo ni siendo malos alumnos repetiremos un año, un invierno, un verano. No es el mismo ningún día, no hay dos noches parecidas, igual mirada en los ojos, dos besos que se repitan».

Como muchos habéis participado ya en este juego, que se apunte libremente el que aún no lo haya hecho y tenga ganas de compartir sus frases.

De la fobia a la filia

Si ya os decía yo que cuando el Jacobín saludaba al mar desde su cohete de monedas estábamos a un paso del baño. Y cuando ayer remojamos los pies en la orilla, a menos de un paso. Lo que no sabía era que nos acercábamos tanto a la inmersión total y continuada. Porque una vez superada la fobia nos hemos metido de lleno en la filia. Dicho claramente: el niño ya no quiere salir del agua. Somos dos pelágicos de marca mayor.

Nada más abrir el ojo, el infante clama: ¡a bañar!

Querrás decir a desayunar, le corrijo con la mente puesta en las delicias del bufet.

No, yunar, no, bañar.

Tiene las ideas claras pero por ahí sí que no paso, lo primero es la nutrición que con el estómago vacío te puede pillar una ola a contrapelo y hacerte naufragar.

Pues mientras intentaba tomar tranquilamente mi colación matutina y peleaba por darle la suya al inapetente Jacobín, otra vez la Esme ha vuelto a la carga.

Qué, ¿has pensado ya en las tarifas?, ¿qué te parece a cinco euros los diez minutos para empezar? Mira, he estado ensayando con mis hermanas y es muy fácil. Sólo tienes que mover la cabeza de vez en cuando en señal de asentimiento, soltar algún que otro ajá, ajá, abrir mucho los ojos y decir «te comprendo, te comprendo, es increíble, lo que no te pase a tí», cosas así. Ya iremos enriqueciendo el repertorio. ¿Me estás escuchando? Pues mal empezamos.

Es que tengo la boca llena de un bollo muy rico, Esme, le explico con dificultad. Es de esos que llevan por dentro como una crema de chocolate y por encima un hojaldre. No veas cómo se ponen los alemanes, qué platos, hasta arriba, ahora comprendo el tamaño que tienen

Qué raro, tú comiendo o hablando de comer, me suelta con un deje tirando a borde y muy poquito escuchante.

Y no es que haya querido vengarme del poco caso que me ha hecho, es que el Jacobín armado de manguitos y con un flotador que simula la aleta de un tiburón, tironeaba de mi brazo con la firme intención de arrancármelo si no le conducía a su ahora amado mar.

Eres muy grosera, te faltan muchas tablas para convertirte en escuchanta, le he oído decir justo antes de colgar.

¿Será verdad que no sé escuchar?, he pensado saltando la primera ola. A la segunda ya no me acordaba porque tenía que concentrar todas mis fuerzas en retener cerca de la orilla al niño que se volvió pez y nunca más quiso volver a pisar la tierra.

De profesión, escuchanta

La Esme me ha llamado desde el apartamento playero donde pasa unos días de vacaciones en compañía de sus hermanas, sus sobrinos, su padre, el Hipólito, las niñas del Hipólito y el Cristo que lo fundó, según sus propias y muy literales palabras.

Dice ella que si eso son vacaciones que baje Dios y lo vea.

Digo, Esme, te noto muy católica, apostólica y romana.

Nótame como quieras, se me pone ella, pero no te llamo para quejarme de mi mierda asueto, aunque podría. Te llamo para que sepas que le he dado un giro a la profesión de terapeutisa que me había inventado. Ya no voy a ser eso porque de eso ya hay, voy a ser otra cosa que creo que no existe. Abriendo mercados, guapa, en mi línea imparable de i+d.

Resulta que se va a poner de lo que ella llama Escuchanta. Consiste esa nueva profesión nada más que en prestar atención a lo que cada uno quiera contarle poniendo cara de sumo interés. Dice ella que tiene muchísimo futuro y que va a empezar septiembre petándolo, dado que es un mes en el que la gente tiene mucha necesidad de hablar.

Los que se lo han pasado mal en vacaciones y vuelven frustrados, las parejas que se dan cuenta de que no se aguantan después de la intensa convivencia, los padres que no pueden más de los hijos, los hijos que no soportan a sus padres, los que temen la vuelta a sus rutinas, los que tienen que pasar esas revisiones médicas pospuestas para después del verano, los del síndrome de la vuelta al trabajo, los del síndrome del parado de larga duración, los que se deprimen por el acortamiento de los días y los que se angustian ante anuncios de fascículos coleccionables. Es muy duro contemplar sin alterarse esas entregas de abanicos, casitas de muñecas o tanques de la primera guerra mundial, que lo comprenda.

En fin, que ya se ve largas colas en el quiosco de gente ansiosa de los servicios de una escuchanta profesional. Y que qué cómo lo veo, que si me animo a ponerme con ella. Que me vaya pensando tarifas, que ella había pensado empezar tirando precios para atraer clientela y uns vez fidelizado el personal irse subiendo a la parra y que se fastidien. El que quiera dar la chapa que lo pague, leches, ha manifestado.

No le he dicho ni que sí ni que no sino todo lo contrario. Vamos, que no sé, que soy más de presentes que de futuros y mi presente ahora es que he conseguido un logro muy grande: nos hemos mojado los pies en la orilla del mar.