Mes: marzo 2016

¿Quién mueve los hilos?

No sé qué pasa pero está el ambiente muy enrarecido a mi alrededor. El Toni y la Noe no paran de pelearse, el Toni ha llamado a la Noe drag queen porque dice que no es normal que esté desde la siete de la mañana subida en unos tacones aporreando el suelo sin dejarle descansar y la Noe le ha llamado a él cerdo y luego ha añadido no sé si para mejorarlo o empeorarlo, ibérico. Me parece que el pacto a tres que quería yo instaurar emulando al Pedro Sánchez me va a dar el mismo resultado que a él. No veo posible la convivencia entre estos dos.

En casa de la doña Marga tampoco pintan nada bien las cosas y eso sí que me ha dado pena. Se ha caído estas vacaciones y además de estar muy dolorida y tener la cara toda morada, lo que a ella le importa mucho porque es muy presumida, tiene a su sobrina la doña Repolluda amenazándola con la residencia y culpándola por haber tropezado.

Es que no hace caso de nada ni de nadie, le he dicho mil veces que tiene que llamar a la chica si quiere levantarse, que ella sola no puede, es rebelde y muy desobediente. Y ha tenido suerte de no haberse roto nada, en la residencia estaría mejor pero como se niega, allí hay médico y enfermera las veinticuatro horas, partidas de cartas, bingo, actuaciones de grupos de música popular, un jardín. En fin, es un sitio maravilloso, dice la Repolluda mirándome a mí con falsa cara de ensueño, pero dirigiéndose a su tía.

Paso, instálate allí tú, contesta también sin mirarla la doña Marga. Y cuando la otra se ha dado la vuelta para marcharse con mucha indignación, le ha disparado con el bastón.

Estaba empezando a pensar que de verdad es la Esme la que urde la trama y como es un poco enredona no nos deja tener paz. Por eso la he llamado desde un baño de casa de la Patricia, para que confirmara o desmintiera mis sospechas.

¿Has sido tú, Esme, la que has hecho que la doña Margarita se caiga y que el Toni y la Noe se peleen sin parar estropeándome la semana de amor y pasión? Haz que reine la paz y el buen rollo.

Si fuera yo me habría puesto a mí misma en mejor posición, ¿no crees?, en estos momentos estaría recogiendo el premio Nóbel de algo, póngote por caso. No muevo ningún hilo, panoli, sólo el dental y no con demasiada pericia. Estoy deprimida hoy, deprimida y resignada. Me voy a dar al arte como toda mujer de mediana edad que se precie. Zapato cómodo y feo, grupo de amigas folloneras y a tocar las pelotas al personal en los museos, colocándonos en masa delante de las obras de arte y haciendo comentarios tontos en voz muy alta. Como una plaga egipcia. Eso es lo que voy a hacer. Renuncio a todo lo demás, a los inventos revolucionarios y a las series de éxito, quédate con tu obrita menor y todos sus habitantes, yo incluída. No me interesa ya. Adiós.

Pues sí que… Si no es la Esme, ¿quién será?, ¿seremos nosotros mismos los que en nuestro afán por encontrar acomodo en esta vida chocamos con las voluntades de los otros que también lo andan buscando pero en direcciones contrapuestas?
Y yo qué sé. Voy a pasar la fregona que el Jacobín ha puesto los dinosaurios en remojo y ha dejado el suelo empantanao.

El regreso

Pues ya estamos aquí otra vez. Y digo estamos porque el Toni se ha venido conmigo a pasar unos días. Semejante advenimiento no ha sentado demasiado bien a mis amigas, a la Noe lo comprendo hasta cierto punto porque tienen que compartir espacio vital y eso no siempre es fácil pero a la Esme ignoro el motivo. Ella dice que le trastoca la trama, está muy pesada, obsesiva diría yo, con eso del guión.

A mí me hace ilusión que esté aquí el Toni aunque su vuelta no esté siendo lo que se dice fácil. Durante el viaje permaneció muy callado y no protestó ni siquiera cuando vio asomar desde el autobús el perfil de las cuatro torres de Madrid que tanto odia. Sólo le oí murmurar por lo bajo «cuatro torres business área, hay que jo…» Y se calló bruscamente al tiempo que contraía el hueso de la mandíbula, es un movimiento que hace cuando está a disgusto pero se contiene.

Tampoco dijo nada en el atasco de entrada aunque el hueso sí se manifestó por su cuenta ni cuando nos cruzamos con tres chinos en el portal a los que saludó sin obtener a cambio mirada ni respuesta. Pero ya en el piso sí empezó a quejarse. Que dónde estaba su pared de ladrillo, esa pared fea de la que tanto se lamentaba pero cuya visión, según él, le ayudaba a meditar sobre la estupidez humana y sus consecuencias. Que quién había hecho ese dibujo tan hortera de palmeras, cocoteros y mares tropicales. Que parecía un anuncio barato de Marina D,or, ciudad de atontaciones.

Digo, cállate, Toni, que es un trampantojo que ha pintado la Noe con toda su ilusión y te va a oír, está en el baño pintándose.

Esa mujer es como un rey Midas pero al revés, convierte en espanto todo lo que toca. Ni imaginarme quiero la cara que se estará poniendo, ¿y por qué está mi armario lleno de la ropa de un travesti, a quién habéis metido aquí en mi ausencia?

No grites, que son los roperíos de la Noe o sus estilismos como prefiere ella denominarlos.

Te he oído, Antonio, me has llamado hortera y travelo pero me da igual, salta la otra, a mí tú me pareces un…no sé, ahora no se me ocurre nada pero luego lo pienso y verás. Nunca ha sido la Noe de réplicas rápidas.
¿No te quedaras muchos dias, verdad?, le dice a continuación, es que de dormir en el sofá me acaba doliendo la espalda. Y baja la tapa del váter, que nos conocemos y nunca la bajas.

Les he dejado peleándose y me he ido a trabajar, previo paso por el quiosco de la Esme, para saludar y darle la primicia.

¿Sabes qué, Esme? Que se ha venido el Toni unos días, estoy muy contenta.

¿Y con qué permiso resucitas tú a los personajes? Eso sólo puedo hacerlo yo. El Toni estaba muerto y no sé qué pinta aquí otra vez. Todo lo que tenía que decir ya lo ha dicho, son ganas de repetir conceptos.

¿Pero de qué me hablas, Esme? El Toni no estaba muerto y tú lo sabes, estaba en el pueblo.

Muerto para el blog, me refiero. Y muy bien que estaba en la lejanía hablando con las lechugas sin que nadie pudiera escuchar sus dementes parlamentos. Ahora no lo puedes volver a traer, es absurdo, no tiene lógica, es como dar vueltas en círculo, es liar más la historia de lo que ya está, es aburrido, es…

Es que es mi vida, y yo cuento lo que me pasa y si lo que me pasa se mueve en círculos pues lo cuento en círculos, maja.

Que te crees tú eso, personajilla, me ha contestado ella toda chulesca. Mejor vete a trabajar a casa de la escritora insulsa que ya me encargo yo de mover los hilos adecuadamente. Al Toni no le doy más de dos días de vida, una semama a lo sumo, y a tí, espérate que no te mande con él al otro barrio. Sí, esa idea no está mal, te vas con él, ponemos un corazón rosa con un fin escrito dentro, como en las películas románticas que se acaban justo cuando empieza el mal rollo, o sea, la convivencia, y andando que vienen dando.

¿Pero de qué hilos habla y por qué me llama personajilla y qué dice de finales y corazones? No le han sentado bien las vacaciones, demasiada soledad y ella no está acostumbrada. O demasiadas torrijas, yo la he visto más hermosota.

Muerte y resurrección

Lo que me ha cundido esta Semana Santa, no hay como quedarse sola para que los proyectos fluyan o para que se estanquen pero que bien estancados. No importa, qué paz, qué silencio, qué falta de obligaciones, qué quietud en las calles. La lavadora y yo hemos descansado muchísimo.

Las mañanas las he dedicado a trabajar en el guión y las tardes a darme vueltas por mi barrio desolado. Solo quedábamos la que recoge colillas del suelo con un abrigo de leopardo de peluche y un chándal debajo (cosas más raras se han visto en la Madrid fashion week), la que pasea en brazos a un perro cojo y el viejo de los zapatones y las barbas de profeta que mira escaparates de ropa de mujer. En familia, vamos, tan ricamente.

El guión muy bien, gracias, ya que me lo preguntáis. He llegado hasta la segunda temporada y ahí he chocado con mi primer obstáculo. En mis ansias por introducir acción, movimiento, intriga y diversión en este muermo historia me he cargado a todos los personajes, incluída a mí misma. Lo que he podido llorar en mi propio entierro, es una pena perder a tu ser más querido, prueba y verás qué mal rato pasas. Una vez finiquitados todos y como no sabía qué hacer con esa nada que yo misma había creado a base de destruir, me comí una torrija. No sirve como método de inspiración, ya os lo avanzo.

Darse un paseo sí. Salí, escuché a los pájaros cantar, qué bonito, parezco doña Marga, había dos mirlos haciendo un nido sobre la copa floreciente de un castaño, primaveral a tope. Y ahí es cuando se me ocurrió la idea, ¿no renacen las hojas y rebrota lo que sea que tenga que brotar después de haber finado? Pues así los personajes. ¿Acaso no estamos a un paso del domingo de resurrección? (Era sábado cuando esto acaeció) Pues a revivirlos a todos.

Y eso hice. Ya los tenéis a cada uno en sus puestos tal y como estaban, un poco más paliduchos porque el rato de muerte no se lo quita nadie, y dispuestos a seguir dando la brasa con sus anodinas vidillas. Yo me he quitado un par de años, bueno cuatro, porque para eso soy la guionista pero por lo demás, sigo siendo la Esmeralda de siempre.

Para la tercera temporada no sé, parecía más fácil lo de escribir guiones, necesitaría tiempo para pensar pero mi familia también ha resucitado, ya están todos aquí, voy por la tercera ( temporada no, lavadora). Y también han vuelto los vecinos, las obras de la casa de al lado, los atascos, la hora punta, las colas del supermercado, mi horario laboral. Así quién leches va a crear nada medianamente interesante, así quién va a hacer descubrimientos esenciales para la humanidad.

Si lo sé, no me resucito.

Restos en un cajón

En el cajón de la mesita de noche de la abuela quedaron durante mucho tiempo algunos restos: horquillas negras para el pelo, una cosa horrorosa que se llamaba redecilla y que la abuela se ponía en la cabeza para dormir y amanecer peinada, dos caramelos de piñones que olían a rancio, un librito de oraciones con una estampa de una santa dentro que daba mucho miedo, un monedero rojo de piel pelado por el borde y un papel doblado en cuatro con un esbozo de poesía tachada varias veces y luego dejada por imposible.

La poesía la había tratado de escribir el abuelo cuando nació el primer nieto. Niño que vienes de las estrellas, decía el primer intento de verso. Niño que no sé de dónde vienes, decía el segundo, más sincero. ¿De dónde vienes, niño misterioso?, se preguntaba el tercero, ya con un tachón encima. Y debajo, esa misma mano, resignada ante su falta de pericia poética, había escrito simplemente el nombre del niño recién venido de no se sabía dónde: Manuel, Manuel, Manuel, Manuel. Así, concentrando en un nombre su emoción y su extrañeza, hasta el final del papel.

(Cuaderno de DM)

Vida de guía

El guía odia a sus guiados, a todos ellos. Para él no tienen caras individuales ni personalidades definidas. El guía los odia en conjunto como podría odiar el calor, el café o las tardes de domingo.

El guía odia también el recorrido, los montes negros a los que por su propio pie jamás iría pues le parece la parte más fea de su tierra, las grutas interiores, húmedas y oscuras, sin vegetación. Odia las leyendas asociadas a los mismos. Odia al ermitaño Hilario que plantó una higuera, odia contar esa historia. Pedir todos los días, varias veces, que no hagan fotos con flash y que no le obedezcan. Siempre hay unos cuantos díscolos en la masa de guiados. Unos cuantos que se retrasan, otros tantos que hablan, niños que lloran, tan aburridos, tan desesperados por salir de ahí como él.

El guía odia sus propios chistes, dichos siempre en los tres mismos lugares y las risas que siempre provocan. Al parecer tiene cierta gracia. El guía, mientras guía maquinalmente, con fingido entusiasmo, piensa en otras cosas, en su hijo que va mal en el colegio y si no se endereza a tiempo acabará también de guía, en que tienen que comprar un sofá nuevo, en la operación de su madre o en los lugares que le gustaría visitar cuando tenga vacaciones.

El guía desea ser guíado, formar parte de un odioso grupo, hacer fotos prohibidas, llevar un plátano en la mochila por si le entra el hambre, pantalones cortos y una gorra, reír las bromas de otro, nuevas para él, dejarse llevar, que le cuenten bonitas leyendas jamás escuchadas.

Se dice que aquí vivió un ermitaño llamado Hilario, narra con disimulada desgana. Una parte del grupo escucha o lo parece, otra se pierde en sus propios pensamientos, unos cuantos atienden con burlón escepticismo y algún observador se fija en que el guía tiene un diente torcido que despunta brillante en la oscuridad de la cueva.

(Cuaderno de DM)

Sedentaria

Era tan sumamente sedentaria que cuando tenía que salir le hubiera gustado hacer lo que su gata: tirarse al suelo y fingirse muerta, el corazón bombeando acelerado de puro miedo a perder sus preciosas costumbres, su tranquilizador territorio.

Pero luego, después de varios días de vagabundeo y ruptura de hábitos se adaptaba a ese modo de vida errante, se acomodaba a la incomodidad, acoplaba su sedentarismo al movimiento, hacía rutina de la falta de la misma.
Y de nuevo se hubiera tirado al suelo fingiéndose muerta para nunca volver.

(Cuaderno de DM)

El guión de la Esme

Le estaba contando esta mañana a la Esme que me voy unos días de vacaciones al pueblo, a ver qué tal se me da el hacer de relaciones públicas en la huerta del Toni, pero ella no me hacía caso. Eso es bastante habitual, la Esme siempre está como pensando en otra cosa, en esa cosa que le va a transformar la vida, es muy de transformaciones ella. Yo no tanto.

Digo, Esme, no me escuchas.

¿Que no te escucho? Acabas de contarme que te vas a tu pueblo unos días a probar suerte en el huerto con el gañán del Toni, ¿ves como sí te hago caso? Lo que pasa es que soy multitarea y puedo estar aquí y allí a la vez. Yo no me voy, primero porque no tengo dinero, segundo porque sigo sin tenerlo y tercero porque quiero darle un empujón al guión del que te hablé ayer. Ya casi lo tengo.

Pues sí que es rápida la Esmeralda, en una tarde se ventiló una novela y en otra se ha pergeñao un guión para una serie de televisión. Como di muestras de cierta incredulidad se puso a contármelo para que viera que era verdad. Pero en fin, lo que me contó…no sé yo.

Mira, se me pone, tengo la estructura básica. Trata de una chica más bien garrula que se viene a Madrid a probar fortuna y se coloca de empleada doméstica aunque esa no es su verdadera vocación. Allí, en el quiosco de un parque, conoce a una mujer madura pero bellísima, muy afrodítica, que la inicia en las verdades de la vida. ¿Qué te parece?

Me parece Esme que tienes un morro de aquí a Lima (Perú), me estás copiando el blog, eso es un plagio en toda regla. Pues ella dice que no, que eso no es plagio, que ella sólo se ha cogido prestada la estructura básica pero que en su serie van a pasar cosas y muchas, va a haber intriga y de la buena y va a hacer verídico eso de «aventuras de una chacha» del subtítulo, tan engañoso porque, según ella, aquí, de aventuras, pocas.

Tengo pensadas muchas escenas y todas ellas buenísimas pero no te las digo para que no te me adelantes, que nos conocemos. Por fin la historia va a tener un argumento y una trama coherente y no este sinsentido de gente que habla sin moverse del sitio. Cuidadito con robarme las ideas que nos conocemos, me amenaza puesta en jarras.

No, si ahora resulta que la que plagio soy yo. Qué maquiavélica es, cómo le da la vuelta a todo para ponérselo a su favor. A ver, le digo para pillarla, ¿dónde vas a meter aquí el sexo cibernético del que me hablaste ayer?

Pues en tu jefa, está clarísimo, ¿no ves que el personaje de una que escribe encerrada en un cuarto es un aburrimiento sideral? Sin embargo, si está enredando por la red para ponerle los cuernos al marido…eso ya tiene otro morbo. Huy, ya te he dado una idea, ni se te ocurra utilizarla.

Esme, esto no me está gustando, no quiero que utilices mi vida diaria para tu serie.

Demasiado tarde, me dice riéndose como la malvada de un cuento, tú márchate tranquila al huerto y a la vuelta me traes unos tomates que los del súper saben a todo menos a tomate. Y somos lo que comemos, eso dicen, la de tonterías que hay que oír, voy a ser yo el filete de pollo que me cené ayer, amos venga.

¿Qué te parece si implico al Toni en una trama corrupta de hortalizas transgénicas pero tú no sabías nada? Te pega ese papel de incauta tan de moda hoy en día en los juzgados. Y a la Poncho la puedo líar con el Husband y al Jacobin…no, no me gusta que los niños sufran, al Jacobín le dejo como está que bastante va a tener con ser hijo de padres divorciados. Porque a esos dos los divorcio.

¿Quién puede morir trágicamente? A lo mejor la Noe que me cae mal, sí, a la Noe me la cargo, por llamarme señora y de usted. Hecho. Para nosotras tengo pensado un final apoteósico tipo Thelma y Louis pero sin despeñarse con el coche, eso no, al contrario, renaceremos de nuestras cenizas como corresponde a las galanas que somos. A la doña Marga no la elimino pero los cuadernos puede que ardan en un incendio provocado sin intención por el Jacobín y apagado, demasiado tarde para sus historietitas de las narices, por un dron bombero. Y luego….

Vale, Esme, que pases felices vacaciones, le digo siguiéndole la corriente. A veces creo que es lo mejor.

Altas capacidades

Anteriormente: Eva conoce a Pol, el primer amigo del Jacobín y sufre las consecuencias.

En el episodio de hoy: Patricia comunica a Eva una noticia de suma importancia. La Esme, como siempre, se atribuye todos los méritos y habla de su nuevo proyecto.

Resulta que me convoca la Patricia a su despacho, lo cual me da mucho miedo por si al fin se ha dado cuenta de lo mal que limpio y ha decidido darme boleto. Con temor accedo a su antro del saber, me siento en una silla con el plumero entre las piernas y aguardo mi sentencia condenatoria. Pero no, no era de mí de quién quería hablar si no del Jacobín.

Quiero que tengas paciencia con Jacobo, me dice, nos han llamado del colegio para comunicarnos que es más que probable que tenga superdotación.

¡Ay, pobre, qué pena!, digo yo porque a mí eso me sonaba a enfermedad rara y sin tratamiento conocido.

Eva, ¿eres tonta?, me suelta ella con muy poquito tacto. Te estoy diciendo que el niño puede tener altas capacidades, le tienen que hacer unas pruebas y unos test para confirmarlo pero todo parece indicar que así es.

Bueno, alta capacidad para esconder chupetes eso no se lo puede negar nadie porque mira que he buscado y rebuscado por toda la casa y el botín no aparece. Y te hace cada preguntita, el otro día…

Ya vale, me corta la madre del cerebrín sin dejarme que le cuente sus obsesiones fúnebres, quería que lo supieras, nada más. Sigue siendo un niño pese a todo. Ah, y a la vuelta te pasas por la óptica y recoges unas gafas que le acaban de hacer.

Madre mía, la criatura, superdotado y gafotas, ahora sí que se van a meter con él en el colegio, le van a hacer bullying de ese o lo que en mi pueblo siempre se ha llamado putadas al que destaca, ya sea por lo bajo o por lo alto. Pobrecito, menos mal que tiene al animal de bellota del Pol como amigo, eso le puede servir de escudo y parachoques, hay que fomentar esa amistad aunque perezcamos en el intento.

En todo esto iba pensando mientras me dirigía al quisoco de la Esme para darle el notición. Esme, le anuncio ya desde lejos, ¿sabes qué? Que el Jacobín es superdotado.

Bueeeno, bueeeno, eso está por ver, me responde ella desinflándome la primicia, a mí me dijeron lo mismo de mi hijo Jonás y mírale ahora, no sale del sofá ni del ordenador, una pena, chica. De la Anais me dijeron que tenía déficit de atención y dislexia y mírala también, lo mismo que el hermano. Han llegado los dos al mismo punto con diagnósticos opuestos. Por eso te digo, ahora es que a todos les pasa algo suceptible de ser estudiado o medicado. No me lo creo, chica, antes los niños éramos niños. Ni logopedas ni psicoterapeutas ni neurólogos ni la leche en bote. Pero bueno, serán avances de los tiempos o todo lo contrario, no sé.

Entonces, ¿tú crees que no?

Ya sabes que soy muy descreída en general. El Jacobín parece listo pero gran parte de su listeza se la atribuyo a que ha pasado sus primeros años de vida, los más importantes para el desarrollo cerebal, en nuestra estimulante compañía, sobre todo en la mía. Todo el que bebe de este quisoco alcanza la sabiduría, hazme caso. Te invito a un refresco.

Gracias, Esme pero ahora no me apetece y me voy que tengo prisa.

Pues seguirás siendo lerda, guapina, me suelta la muy borde. Y no me distraigas más que estoy escribiendo un guión.

Anda, Esme, eso es nuevo, ¿un guión para qué cosa?

Para una serie televisiva, por supuesto. Le voy a poner crímenes, sexo cibernético, del normal no que ya está muy visto, alta traición, espionaje con drones y robots de grafeno. Yo creo que agitando todo ello pego el pelotazo seguro, o me lo pegan a mí, una de dos. Voy a concentrarme, esto es serio, adiós.

Y ya van dos veces que me despiden y me llaman tonta en muy breve espacio de tiempo. Sea yo corta o sea yo larga, ¿eso qué más da, no era la felicidad la meta a alcanzar o algo así? Pues de eso sí que tengo.

Volatilidad

Tengo una tristeza más volátil que los mercados. Tengo una tristeza inestable y maleable, con tantos resquicios, grietas y poros que a nada que se descuida se le cuela la alegría y la transforma.

Y se descuida mucho porque es una tristeza curiosa y está todo el día fisgoneando, llevando así la contraria a su propia cerrazón. Puede ser un pájaro, un árbol, un cielo al atardecer, una cara, unas cuantas palabras, un aroma o una canción y ya ha perdido la dureza, la solidez.

Medio evaporada, desteñida, con los pelos revueltos y los contornos desdibujados vaga por ahí contemplando a la loca que acaba de sustituirla. Con envidia observa sus pasos alegres, su risa despreocupada, sus bailes, su animada charla. Espera un despiste, un bostezo, un pequeño momento de introspección, un instante contemplativo. No le resulta difícil colarse a su vez porque esta alegría mía, qué pena, también es volátil.

A veces creo que son la misma.

(Cuaderno de DM)

Una cuestión de pelos

Los peluqueros, los buenos peluqueros, son esenciales para la supervivencia de la humanidad y ,que yo sepa, hasta el momento nadie se había dado cuenta del gran daño que un mal corte y un peor peinado puede hacer a nuestra decadente especie. Un mal peluquero o un peluquero que tenga un mal día puede acabar con nosotros los humanos de la manera más tonta.

Esta aguda y original reflexión se me ha ocurrido esta mañana mientras me daba mi habitual paseo por los periódicos y noticias con el fin de no ponerme a trabajar de golpe no fuera a sentarme mal, que es lunes y hace un frío que pela en mi quiosco.

¿Qué han visto mis ojos por el camino? Pues al querido camarada Kim Jong Un lanzando misiles y amenazando con efectuar nuevas pruebas nucleares. Y todo este afán belicista, ¿por qué, amado líder? Está claro, acaba de volver de la peluquería, allí no se atrevió a protestar porque en el fondo es un hombre tímido y su peluquero le impone mucho, pero ha sido llegar a casa, mirarse al espejo y desear acabar con la humanidad.

Hasta cierto punto le comprendo, si yo llevara esa ensaimada en la cabeza también querría tirar misiles coronados por otro tipo de cabezas: las nucleares. A la mierda todo, se habrá dicho y no falto de razón. Asi que tú, peluquero de Kin Jong, no lo vuelvas a hacer, ten piedad de nosotros, nos merecemos la extinción pero déjanos colaborar a los demás, si vamos por muy buen camino, no quieras llevarte todos los honores.

Pensado esto tan profundo he seguido mi paseíllo y ¿qué han vuelto a ver mis ojos no sin cierta repugnancia? Otra cabeza espantosa y no exenta de peligro. La de Donald Trump. Peluquero de Trump, a ti me dirijo, ¿por qué le has hecho eso? Lo de delante atrás, lo de atrás delante, lo de los lados al centro, lo del centro a los lados. Y esa coloración campo de maíz para rematar la ignominia.

Otro que ha vuelto a su casa, se ha mirado al espejo, ha tardado su buena media hora analizándose el peinado para tratar de comprenderlo, le ha sido imposible saber qué leches lleva en la cabeza, se ha enfurecido y ha decidido «bombardear hasta erradicar». No son palabras mías, desgraciadamente.

Por eso, peluqueros de los lideres mundiales, no os ensañéis con los hombres y mujeres poderosos. Un corte discreto, un peinado sencillo, algo que no llame la atención y que no lleve a su poseedor al odio y la desesperación. Los desastres capilares pueden conducirnos al apocalispis, esa tijera que con tanta irresponsabilidad manejáis puede significar el fin de la raza humana. Como decía mi abuelo: de la bestia señalada, libéranos dómine.