Mes: diciembre 2014

Propósitos y despropósitos

 

La Esme nos convocó ayer en su casa  a la Noemi y a mí para celebrar un ritual de despedida del año. Pensaba yo que retomábamos la brujería pero  no era eso. Había puesto unas cosillas de picar sobre las que me abalancé nada más llegar y nos repartió un papel y un lápiz a cada una.

Es para que hagáis una lista con vuestros propósitos, yo tengo montones y me los he escrito. Va a ser mi año, lo intuyo como la adivinadora que fui, ya veo asomar la pata al éxito, a la felicidad, a la realización personal, al sentido de la vida, a…

Cuántas patas, Esme, te van a pisotear todo el suelo ahora que lo tienes recién fregao, yo que tú no dejaba pasar a toda esa caballería.

Que la deje que ella sabe lo que dice. Mientras hablábamos y comíamos, la Noemi le estudiaba muy atentamente la decoración porque uno de sus propósitos es precisamente ese, el de ganarse la vida como interiorista de feng shui y otras artes marciales.

Allá ellas,  me puse yo a pensar, que se propongan lo que quieran que para eso están los propósitos, para proponérselos y sentirse muy bien pensando que la vida tan chuchurría que tienes va a dar ese giro radical que llevas años esperando, que tú también lo vas a dar con ella porque no va a girar la vida sola sin llevar al protagonista de esa misma vida en su torbellino girador, eso es imposible, si la vida gira, giras tú también. No soy yo muy aficionada a los giros porque me mareo, prefiero quedarme quieta y que no se me tambaleen tanto los cimientos que al final no sepa ni quién soy ni dónde estoy.

Que cuáles son tus propósitos, Eva, me grita la Esme propinándome un manotazo, vuelve al momento presente que estás ida y te advierto que el momento presente es lo único aue tenemos.

Ay, pues por eso, muy rico todo lo que nos has puesto. Mi propósito es…que no tengo ninguno.

No se puede ser tan sosa, me recrimina la Esmeralda agitandome en la cara su lista de futuros: mira, mira que de proposiciones deshonestas le hago yo a la vida, mira y aprende.

Déjala, se pone la Noemi, si la Eva siempre ha sido así, muy pánfila, no tiene ambiciones, se deja llevar.

Pues muy mal, apúntate  como propósito ser todo lo contrario y toma ya las riendas de tu destino.

Eso, y descubre tu talento oculto que todas tenemos uno, añade la Noemi pasando la mano con desagrado por el gotelé de la pared.

Venga, que ya te lo escribo yo, me dice la Esme condescendiendo : «encontrar mis talentos ocultos», ya lo tienes. Ahora te guardas el papel en el bolso y lo lees con mucha concentración antes de las uvas. Lo consigues, ya lo verás.

Dudo mucho yo que sólo porque pasemos de catorce a quince se desvelen mis arcanos talentos pero, en fin, si ellas lo dicen…me dejaré llevar que eso sí es lo mío.

Menudo viajecito

Menudo viajecito me ha dado el Toni camino al pueblo de donde procedemos dándole a la estrofa sin cesar. Pues no va y se pone en cuanto hemos salido de Madrid y ya se atisbaban las montañas serranas:»¡te amo, tierra! ¡Tú te condueles conmigo!, así con exclamaciones y todo.

Digo, Toni, haz el favor que nos está mirando todo el autobús, no me des las vacaciones. Y va y me responde: «alzo mis ojos al monte que corona de nubes su cumbre, alborea a lo lejos la ciudad como una armadura decrépita» y más cosas que no transcribo porque no me da la memoria para tanto.

Lo siento, hija, me dice la mujer que iba sentada delante, dándose la vuelta y apretándome el brazo, ten paciencia, a mi marido también le daba por beber, ya murió, todo se pasa en esta vida.

¿Has oído, Toni?, te toman por borracbo.

La gente es gilipollas, me contesta.

Eso no lo ha escrito el Hölderlin.

No, eso lo digo yo y me reafirmo cada día más en mi convicción.

Pues tú también eres gente, te lo advierto.

«Cuando yo era un niño me solía salvar un dios del griterío y la férula de los hombres, jugaba yo entonces seguro y sereno con las flores del bosque y las brisas celestes jugaban conmigo».

Y con tu primo el Sebas también jugabas y el dios ese del que hablas no te salvaba que siempre te arreaba, tenía la mano más larga…

«Sabía de vosotros más que nunca supe de los hombres, entendía el silencio del éter, y de los hombres jamás entendí palabra».

Esto del silencio del éter ya me explicarás lo que es pero en otro momento que estamos llegando al pueblo, mira, mira qué de luces han puesto y el belén en la plaza qué bonito.
Qué fiestas tan cansinas, me revuelven las tripas pero, en fin, estoy en son de paz y además huele a leña, eso me gusta, así que felicita de mi parte a toda esa gente virtual.

¿Qué?

Nunca borras el historial de búsqueda, ya te lo dije el otro día.

Inés

Me hubiera gustado llamarme Inés como mi amiga Inés que también se llama Inés. Tener, como ella, un vestido con rayas así y así, por aquí arriba, y abajo dos bolsillos para meter las manos de uñas mordidas como las suyas. Y una pared con hojas que trepan para apoyarme con una pierna doblada y la rodilla puntiaguda, no redonda.

Vivir en una casa igual que la suya, en la suya, y que mi cuarto fuera ese, el de la puerta amarilla con una I de madera colgada. Taparme con el mismo edredón de puntos, estrellas y lunas, ahora puntos, luego estrellas, más puntos, lunas otra vez.

Escuchar mi nombre gritado desde abajo: Inés, la cena. Y yo bajaría dando saltos por las escaleras, con un agujero en uno de los leotardos y la diadema resbalándome por la frente. Si me llamara Inés como mi amiga Inés que también se llama Inés.

(Cuaderno de doña Marga)

¡Ay la Navidad!

Qué mono iba el Jacobín ataviado de pastorcillo con su gorro de lana de oveja, su chaleco haciendo juego y su zurrón con caramelos dentro. Bien es cierto que su obsesión era arrancarse el disfraz con rabia porque le picaba y meterse en la boca todos los caramelos de golpe pero entre su madre y yo le hemos disuadido. Pero bueno, gracias a eso no he tenido que hablar mucho con mi jefa por el camino, de lo cual me he alegrado porque a solas esa mujer me impone bastante.

Yo solo me he quedado al villancico porque la función era únicamente para padres. Lo que he podido llorar viendo y oyendo a todos esos infantes inocentes cantando y dándose empujones embutidos en sus ropajes. La combinación música niños siempre me toca la fibra sensible, no se por qué. La Patricia me miraba de reojo con cara de, ¿pero qué le pasa a esta loca?

Podría hacerme de mi propia Sigmund Freud y llegar a la conclusión de que lloro por mi frustrada maternidad, por mi atípica y no muy satisfactoria vida de pareja, porque soy empleada doméstica sin ninguna vocación, porque nunca he sabido qué quería ser y puede que sea porque no quiero ser nada. Pero no me gusta psicoanalizarme, así que me he sonado los mocos y justo en ese momento los niños han dejado de cantar viniendo en mi ayuda.

Mientras representaban la función en la más estricta intimidad me he largado un rato al parque para despejarme en la grata o ingrata, depende del día, compañía de la Esme.

Qué llorera me he cogido viendo a los niños, le digo, es que no podía parar.

La misma que me entra a mí cada día cuando veo a los míos tirados en el sofá y mirando fijamente sus pantallas sin dar señales de vida en la Tierra.

Ya, pero no es lo mismo. Y oye, ¿qué son esos paquetes de macarrones y de galletas que tienes ahí guardados? ¿Te ha dado tiempo a ir a la compra?, eres la súper Woman en persona, hija.

No, mira, entre tú y yo y sin que salga de aquí, los he cogido del banco de alimentos con los que colaboro como voluntaria cuando no me miraba el de al lado que es más pijotero…

Esme, estás robando a los pobres, eres una corrupta, no me esperaba eso de ti, me decepcionas y mucho, que lo sepas.

A ver, Eva,  no me juzgues con tanta dureza que yo también soy pobre, mira qué perfil: mujer sola de pocos recursos y con dos ni nis a su cargo, ¿doy el tipo o no lo doy? Que muchos días no enciendo la calefacción por no gastar, suerte que el cambio climático está de mi parte.

Sigo viéndolo mal.

No, si yo ayudo, menudo dolor de pies el otro día haciendo guardia en el súper para que no se escapara ni uno sin aportar pero es que viendo tanta comida a mi alcance, los adolescentes comen que no paran, ya no sé con qué nutrirlos. Además, qué quieres que te diga, la solidaridad bien entendida empieza por uno mismo.

Que me han entrado otra vez ganas de llorar sin motivo ni razón ¡ Ay la Navidad! qué fecha tan sensibloide.

La hora del té

No pensaba yo que la Doña Marga iba a decorar la casa de Navidad. Pues si le ha puesto de todo, si lo viera la Noemi que también tiene horror vacui… Había un belén grande en la entrada y otros mas pequeños distribuidos por encima de mesas y mesitas, árbol en el salón bien llenito de colgajos, luces de colores en las ventanas, velas, piñas pintadas de purpurina, espumillones sobre los marcos de las puertas y hasta ella misma se había de decorado con una chaqueta de brillantitos y unas medias con estrellas. Para mi gusto se le ha ido un poco la mano pero es que a veces la doña Marga es como una niña. Yo creo que de puro vieja toca la infancia, como si estuviera tan al final que se juntara con el principio.

Madre mía, doña Marga, vive usted en el reino de la fantasía y la ilusión invernal, qué precioso lo ha puesto todo y se ha puesto a sí misma.

Me ha ayudado la otra chica, hemos sacado todos los adornos que tenía en el altillo, le he dicho que no dejara nada dentro de las cajas, que lo colocara todo, absolutamente todo, es que el invierno es tan austero y comedido que hay que animarlo un poco, ¿no te parece?

No sé, el Toni dice todo lo contrario, que el invierno es limpio, silencioso y esquemático y que no queramos recargarlo con artificios que ya está bien como está. O eso decía antes, ahora ya no tengo tan claro lo que diría.

Curioso personaje ese Toni, ¿quién es?

Pero doña Marga, si se lo he dicho muchas veces, es mi pareja.

La memoria cercana me falla un poco pero la lejana la tengo intacta. Abre ese cajón que quiero una cosa.

Aquí no hay ningún cuaderno y adornos de Navidad tampoco, solo hay una caja con sobres, unas medicinas y un paquete de tabaco.

Eso, eso, el tabaco y un mechero que está dentro.

Muy bien, ahora lo tiro que tiene esto que estar más seco que la pata del Perico.

No, mujer, si lo que quiero es que me des un pitillo que me lo voy a fumar, puedes fumarte tú otro también, ¿quieres un whisquito?

Pues no, es que yo no fumo ni tampoco bebo.

Haces muy bien en preservar tu cuerpo de los tóxicos pero, comprenderás que yo ya poco tengo que preservar, así que me voy a fumar un cigarro y a beberme una copilla, lo que se dice un trago breve.

Qué bueno está, dice lanzando al aire una bocanada de humo muy bien lanzada, al estilo de una estrella de cine negro.

En realidad no está tan bueno pero qué bien me está sentando. Venga, no seas tan sosa y brinda conmigo.

Oye, no me ha quedado más remedio que meterme un lingotazo a palo seco a las cinco de la tarde, ¿pero esta no era la hora del té?

Me lo ha mandado el médico para subirme la tensión que la tengo por los suelos, se pone ella con una risita que se ha convertido después en una de sus energéticas carcajadas coronada por una tos.

Pues Feliz Navidad, Eva, me desea antes de quedarse dormida con el cigarro entre los dedos.

Voy corriendo a tirar la colilla y a lavar los vasos no vaya a presentarse la doña Repolluda y la tengamos. Qué mareo por el pasillo, si es que a mí no me gusta beber.

Efectos secundarios

Hölderlin-Toni o lo que seas, no huyas que te dije que teníamos que hablar y así va a ser.

¿Cómo me has llamado?, se detiene la mano del Toni sobre el picaporte sin accionarlo.

Te he llamado como el hombre que lees, o que recitas, más bien, el poeta alemán

El más grande poeta alemán de todos los tiempos, se pone él reconociendo su debilidad de manera indirecta.

Ja, te he pillado, o sea que lo confiesas.

¿Pero qué tengo que confesar, qué es esto, un interrogatorio?, protesta empujando el picaporte hacia abajo pero deteniendo ahí el movimiento de apertura.

Tienes que confesar que estás leyendo a ese cantor y que lo declamas y que te ha trastornado tanto que ya no eres el que eras, saludas a perros que van vestidos, por ejemplo, y todavía no has dicho nada de la Navidad y te recuerdo que la tenemos encima, ya tiene tu madre el bingo musical preparado sobre la tele. Le observo con detenimiento porque sé que odia el bingo y a su cuñado haciendo rimas con los números pero mantiene su mutismo. Madre mía, este Hölderlin es una droga de las duras.
Venga, explícate.

«Pase lo que pase, que todo te venga bien, inclina tu rima a la alegría, ¿no marcha tu pie sobre la verdad, como sobre alfombras? Entonces, genio mío, entra puro en la vida y no te preocupes», suelta el muy Hölderlin como si con eso me hubiera dado ya suficientes explicaciones.
Que no, Toni, que tú no te vas hasta que no me digas quién te ha dado esa lectura tan perniciosa, no empujes la puerta ni saques el pie que te veo.

A ver, Eva, si es que eres muy cotilla, que ya sé que has mirado en google que luego se te ha olvidado borrar el historial de búsqueda, es un libro que me ha dado un hombre que va al bar, ya está, ya te lo he dicho.

Un camello, lo sabía, ¿y qué más te ha dado, alguna pastilla también? Además ¿qué hace un hombre en tu bar repartiendo libros?, si me dices que reparte el As que es lo típico de bares, pero libros y de poesía, además.

Es que ese hombre lee libros, en los bares hay mucha tipología humana, no caigas en los topicazos.

Y te ha intoxicado, el del libro, digo, y ahora no contestas con tus palabras y dices absurdeces y has perdido tu personalidad y no te indignas.

Bueno, eso es por los ansiolíticos.

¿Ves como te ha dado también pastillas?

Eso no me lo ha dado el que lee, me lo ha recetado el médico de familia, es que tenía mucho estrés y mucha angustia.

Entonces, dos camellos a falta de uno, las pastillas no son buenas, que tienen efectos secundarios y la poesía, también.

Más efectos secundarios tiene la vida, va y me salta ya abriendo definitivamente la puerta y saliendo por ella.

Esta última respuesta sí que me ha parecido propia de él, lo mismo se le está acostumbrando el cuerpo y las drogas ya no le hacen tanto efecto.

Reencarnación

Adiós, Toni, me voy a dar una vuelta con la Esme y la Noemi, aquí te quedas con todo tu lirismo pero que sepas que después tenemos que hablar. Así le dije y si alguna vez os sueltan esta frase tan tópica como fatídica preparaos para lo peor, no os espera nada bueno.

Total, que nos fuimos las tres a la Plaza Mayor a pasearnos por el mercadillo navideño con toda el agua cayendo sobre nuestras cabezas, a clavar el paraguas con saña a los otros viandantes, a empujar y ser empujadas y a formar parte de esa muchedumbre que se ve luego en las noticias como imagen de un país alegre y consumista, sin crisis ni nada.

Que ya sé lo que recita el Toni, les avanzo a ambas, como si fuera a importarles.

Huy, mira que gorro de reno, me lo compro, se pone la Noemi, o mejor el de cabeza de perro, ¿con cuál me veis más yo?

Estás igual de absurda con los dos, así que elige cualquiera que lo mismo da que da lo mismo, le larga la Esme.

Oye, que os estoy hablando, a ver si me escucháis un poco que tengo una preocupación muy grande, que ya sé lo que recita el Toni, ¿lo queréis saber?

Como querer, querer…pero venga, suéltalo ya mientras esta se prueba todos los gorros del puesto, voy a hacer como que te escucho.

Pues al Hölderlin, ¿cómo se te queda el cuerpo?

Pues se me queda igual que antes, menopaúsico perdido, es que, perdona que te lo diga, pero no sé quien es ese hombre.

A mí me suena, dice la Noemi desde debajo de un reno, como a gnomo o algo así pero muy segura no estoy tampoco.

Qué pereza, he tenido que ilustrarlas con mis recién adquiridos conocimientos wiquipédicos.

O sea que un poeta alemán, bueno, entonces no te preocupes que no es nada satánico.

El mejor poeta alemán de todos los tiempos, recalco por subirle el nivel al Toni.

Eso es muy discutible y altamente subjetivo, apunta la Esme dándoselas de crítica literaria.

Pero es que, además, sigo yo abusando de su confianza y aprovechándome de que compartimos paraguas y no puede escapar, es que además no lo lee directamente de un libro sino que lo declama de motu propio, o sea que lo ha interiorizado, que se lo sabe de memoria, que lo vive en sus carnes y sus sangres.

Qué raro, ¿verdad?, dice la Noemi mirando para otro lado, lo que me indica que no se ha enterado de nada.

A ver si va a ser un caso de reencarnación. Sí, va a ser eso, ahora lo veo bastante claro, diagnostica la Esme. Mira, el tal Hölderlin dices tú que amaba la naturaleza y los montes y los prados, calcao al Toni. Que se le fue la chaveta, más calcao todavía, todo encaja. El Toni fue el Hölderlin en otra vida y por eso ahora recita sus poemas como si los hubiera escrito él, porque los ha escrito él, hija, abre los ojos, que tienes al Hölderlin transmutado en camarero español pero en tu mismita casa.

¿Tú crees en la reencarnación, Esmeralda?

En absoluto, yo soy escéptica de base.

Entonces para qué me metes todo ese rollo, ¿para liarme más de lo que estoy?

No, mujer, para que idealices al ser con quien convives, con la experiencia que me dan los años y el revoltijo hormonal te diré que el ser humano a palo seco es intragable y termina por desencantarte.

Eso es verdad, apunta el reno Noemi, que yo he tenido muchos novios y todos, pero todos, me han hartado. Pero no pierdo la esperanza, yo soy muy de amor y en la otra vida fui sacerdotisa de un templo griego, me lo ha dicho una página de internet. También me he hecho un test de inteligencia, en esa misma página, y me ha dado bien, en la media. Qué ganas me han dado de llevárselo a esa profesora que decía que yo estaba en el límite, ¿te acuerdas, Eva?

Sí, la Mari Paz, qué auguranta era!, a mí me pronosticó que iba a acabar mal.

¡Qué lista!, salta la Esme, así no se equivoca, como mal acabamos todos…

Lo bueno es que luego te puedes reencarnar y lo arreglas. Yo en mi próxima vida me pido ser una celébriti, ¿y vosotras?

Me lo tengo que pensar, dice la Esme dando empujones a una manada de renos borrachos y paraguazos a otros seres imaginarios y no tanto que nos interceptaban el paso.

Silla rota con nubes al fondo

Hace días se rompió una silla del comedor. La separé de las otras y la puse en un rincón para que nadie se sentara. La miro y pienso que hay que arreglarla, que no se puede quedar eternamente una silla rota en un rincón, el rincón de la silla rota. También pienso que las otras no están rotas pero emiten un crujido sospechoso, que seguro que en cualquier momento se rompen ellas también y no sé si debería llevarlas a arreglar antes de que se quiebren y tenga que buscar más rincones para irlas aislando, como si fueran infecciosas, y la mesa se quede vacía, sin nada a su alrededor y los rincones se llenen de sillas inservibles.

Todo eso pienso mientras miro la silla y me acerco a tocar el travesaño partido, astillado, con una madera en punta muy peligrosa y aprieto ese saliente contra el resto del respaldo como si por apretarlo con el dedo se fuera a recuperar. La silla pesa y no puedo llevarla sin ayuda a una tienda de arreglar sillas, tampoco sé dónde está esa tienda ni si existe. Tengo apuntado el teléfono de un carpintero que vino una vez a arreglar dos puertas. Lo busco y lo leo pero no marco, solo miro la silla en su rincón y el hueco que ha quedado en la mesa. Y me siento en las otras sillas y compruebo que sí, que crujen, que están cansadas y a punto de reventar, como yo.

Me desplazo hasta el sofá y miro por la ventana, pasan nubes cambiando de forma, el viento las lleva alegremente hacia el norte. Mirando el viaje de las nubes se me contagia su felicidad, su ligereza y me olvido del carpintero, de la silla rota, del hueco que queda en la mesa, de que todo se rompe, de que yo también crujo y me astillo y me parto y ningún carpintero va a venir a encolarme.

(Cuaderno de doña Marga)

Mi madre por teléfono (12)

Eva, contesta, hija, que te he llamado ya cuatro veces y no contestas.

Es que estoy en el trabajo y a mi jefa no le gusta que hable por teléfono.

Naturalmente, en los trabajos no se está para eso pero es que yo soy tu madre. ¿Y si me he muerto y te llamo para decírtelo?

Eso lo veo difícil

Me refiero a que te llama otro con mi teléfono, tú supón, me tienes que contestar a la primera por si es grave.

¿Pero es grave?

No, mujer, todo va bien pero es que te quería contar que ayer, en la clase de informática, nos metimos en el Portal de la Transparencia. Más bien, maja, ahora ya sabemos lo que cobran todos, que si este cobra más que el otro, que si mira este otro, bueno, eso, que nos metimos. Nos dice la profesora, la Ariadne, que también podemos hacer preguntas, las que queramos. Mira qué bien, digo yo, pues voy a preguntar a ver qué pongo de cena en Nochebuena porque no se me ocurre nada.

Pero eso no se puede preguntar, solo es de cosas de la Administración.

Ya, ya lo sé, ya nos lo explicó la Ariadne después. Digo, pues vámonos para otra página web que me resuelva la papeleta. Total, que le tuve que preguntar a tu padre. Digo, ¿qué pongo de cena en Nochebuena? Lo que tu quieras, me contesta el muy simple. Lo que yo quiera, pues si pongo lo que yo quiera no pongo nada y cenamos aire y agua. Mal no nos sienta, seguro, y barato, ni te digo. Así que ahora te pregunto a ti: ¿qué pongo en Nochebuena?

Cualquier cosilla, no te compliques.

Ya me has sacado de dudas, me voy otra vez al portal transparente ese a ver si veo algo, no de la cena sino de algo. Qué bien que se inventen esas cosas tan bonitas y con esos nombres tan representativos  para entretener a las personas, antes de eso no había, pero ni soñarlo.

Dios los cría

Me sitúo tras la puerta, pego una oreja a la misma, compruebo que el Toni sigue dilapidando el agua y el chi mundiales alegremente y aguardo. Aguarda, hija, aguarda, dice siempre mi padre. No dice espera sino aguarda y por eso yo no espero sino que aguardo. Son improntas familiares.

No me digas que hoy que aguardo no vas a declamar, no me digas que hoy que tengo la libreta de la lista de la compra en la mano no vas a recitar para que yo apunte lo que recitas e investigue su procedencia. No me digas…pero sí me dice, sí que me dice, madre mía todo lo que me dice.

«Sé tú, poesía, mi asilo querido, sé mi bienechora, mi jardín que cuido con solícito amor, donde vagando entre las flores siempre jóvenes, vivo en segura sencillez», ahí he perdido el hilo pero he seguido aguardando y al cabo de un rato, otra dosis: «vosotras, montañas mías, que me disteis cobijo, veneradas y firmes….Un hijo de la tierra se ve que soy, para amar hecho, y para sufrir».

Suficiente. Cierro el cuaderno y me lo guardo para indagar después. Hago como que no sé nada y le trato con normalidad, espero a que se marche para el bar y me tiro a google como una desesperada. Escribo la última frase a ver qué pasa y me sale este señor como creador de la misma: Friedich Hölderlin. Así, con esos puntos encima de la o. Español no es.

Tecleo su nombre en la barra mágica y leo: poeta lírico alemán, uno de los más grandes escritores alemanes de todos los tiempos, influído por Platón, su padre fue esto, su madre fue lo otro, estudió en tal sitio, bah, esto no me interesa, lo de todas las vidas. Pero sigo leyendo y pone: sus crisis mentales se hicieron cada vez más frecuentes, profería maldiciones como un poseso y andaba sin rumbo mientras hablaba consigo mismo.

¡El Toni redivivo!, de entre todos los escritores que hay y ha habido tenía que elegir a un poeta, de entre todos los poetas a un alemán y de entre todos los poetas alemanes a uno loco.

Nada, pero  que nada contenta me he ido hoy a trabajar con estas informaciones en mi poder. Aunque reconozco que me faltan datos, cómo por ejemplo saber cómo ha caído Hölderlin en las zarpas del Toni y por qué le está produciendo semejante reacción.

El caso es que por culpa de esos dos he llegado una hora tarde y la Patricia me ha pedido explicaciones. ¿Qué le digo, que ha sido el tráfico pre navideño o le hecho la culpa al lírico alemán? Pues a los dos: es que el tráfico está fatal y luego lo de Hölderlin, que no andaba muy cuerdo el hombre.

Pues no dice a estas alturas de nuestra vida en común que se está pensando en contratar a otra que le dé menos problemas. Sabrá ella lo que son problemas, seguro que su queridísimo Husband no declama en la ducha.