
Enfrente de los estantes repletos de cajetillas de tabaco, al otro lado del mostrador, Mina ha colocado una estantería con libros. En la parte superior ha pegado un cartel que explica, “Intercambio de libros. Llévate uno y deja otro”. Acaba de añadir al mensaje una buena hilera de exclamaciones en rojo, para animar y dar alegría.
Su intención es hacer del estanco un centro de cultura, un lugar donde, además de comprar tabaco o recargar el abono transporte, se pueda pasar un buen rato hablando de libros. Una especie de club alternativo que agite conciencias y sacuda el tedio del barrio.
De momento no ha conseguido despertar mucho interés, la única que se pasa alguna tarde es su amiga Rosaura. Pero ya lo hacía antes.
-¿A ti alguien te ha dicho que te va a subir el sueldo?, dice Rosaura abriendo la puerta. Acerca su cara a la de Mina a través del mostrador y se contesta ella sola: pues a mí, tampoco.
Tiene esa manera interrogativa de formular sus desazones.
Mina intenta reconducirla hacia su proyecto.
-Qué bien que hayas venido, ¿has traído algún libro para intercambiar?
-¿Puedes creer que me he olvidado los tres que te iba a traer en la entrada de casa? Te digo cuáles eran, uno es este muy bonito de una mujer que se va a vivir con un príncipe indio, sí, el de la pasión, lo has leído, ¿verdad? Estuvo muy de moda, ahora ya no, del título no me acuerdo y del autor tampoco, pero me encantó. El otro es de pensamiento sobre la sociedad actual, de lo poco que dura todo, de lo vertiginoso. Qué poco dura todo. O sea, lo que es nuevo enseguida se hace viejo. Ese no lo pude terminar, se me atascó, era un coñazo, claro que para gustos, los colores. El tercero es policíaco, nada más empezar, ¡crimen que te crió! , y que te engancha que te engancha y te hace sospechar hasta de las piedras. Al final te desvela el asesino y era justo el que menos te esperabas, ¡qué arte, tú!
Esos sí que me gustan porque te mantienen en vilo. De todas formas se me han olvidado en casa, otro día será, si es que no paro, ¿a ti alguien te ha hecho la compra y te ha puesto la lavadora? Pues a mí tampoco.
Mina se está empezando a irritar un poco, no es que no quiera a su amiga Rosaura, la quiere, se porta muy bien con ella, siempre está ahí, es decir, aquí. Ahora mismo lo está, pero como participante en el club de intercambio cultural tiene dudas de que valga.
No trae libros, no recuerda los títulos ni los autores y lleva la conversación hacia terrenos nada interesantes, como los problemas laborales y familiares.
De eso ella ya tiene bastante, más de lo que quiere, por eso mismo se le ocurrió la idea de la estantería, para lo que llama desengrasar. Se había imaginado una afluencia mediana pero constante de gente interesada en intercambiar lecturas, incluso se había imaginado, dando un paso más, que le pedían consejo y que ella los daba.
Mina, ¿qué nos recomiendas esta semana? Llévate este, está fenomenal, es un autor magnífico, no es tanto lo que narra sino la manera de narrar.
O bien: si te gusta la historia este es tu libro, ameno y a la vez te enseña.
Cosas así.
Pero resulta que la gente ha confundido su estantería con un contenedor y no hacen más que dejarle las porquerías que no quieren tener en casa. Pero de llevarse, nada, no entienden el concepto intercambio y comentar parece ser que no les interesa.
Porque a ver, ¿quién ha traído ese libro infame titulado, “Aventuras y anécdotas de mi mili en Madrid” Y encima no se atreve a tirarlo, tiene esa máxima, “los libros no se tiran”, tiene otras máximas pero no vienen al caso.
La gente entra y le hace preguntas sobre el tabaco, de los mentolados, ¿cuál es el más fuerte? y ella contesta rápida y ceñuda. Otros se empeñan en pagar con tarjeta el abono transporte y como solo permite el pago en efectivo, se enfadan. No es cosa mía, no me deja la jefa, dice.
Es ella la jefa pero eso no lo saben, no tiene pinta de ser la dueña de un estanco, de eso está segura. Lo que parece es una agitadora cultural, con ese moño alto teñido de un color tirando a rojizo y ese pantalón vaquero de peto combinado con camisas sueltas por encima. Lleva unos pendientes grandes y redondos, de color naranja. Parecen eso mismo, dos naranjas aplastadas. Y gafas de pasta oscura, también redondas. Los círculos le gustan mucho, así como el número Pi.
Rosaura, pese a su falta de interés, también da buena imagen de agitadora cultural y de intercambiadora de saberes varios, siempre que no hable. Suele llevar vestidos vintage con estampados muy originales, el que se ha puesto hoy tiene dibujados unos hombrecitos tumbados en divanes con su psiquiatra tomando notas al lado. O a lo mejor es otra cosa, pero a Mina le parecen eso, neuróticos en terapia. Abajo, en una esquina, junto al último botón, un hombrecito que está solo y de pie, sin psiquiatra, alza una pancarta que demanda, “más colores”. Eso no lo entiende muy bien Mina pero tampoco es necesario.
Te has puesto el vestido de los neuróticos, le dice a su amiga y toca la tela que es un poco tiesa y áspera.
¿ Qué dices de neuras? Mira, por ahí llega tu hijo.
Mina se pone tensa, entre Rosana y el niño, menudo club cultural.
-Venga, a hacer los deberes, bueno, primero puedes ir a comprarte la merienda pero luego ya a los deberes y sin rechistar.
Es más vago…le dice a la otra cuando el niño sale dejando la mochila tirada en mitad del suelo.
Como todos, hija, como todos, no te creas tú que… Rosaura aparta la mochila de una patada muy diestra y se sienta en el banco escalera que hay en un rincón.
¿Y qué?, ¿qué te cuentas?
Pues qué me voy a contar si estoy todo el día aquí metida, con esas imágenes de las cajetillas de tabaco que me da hasta miedo mirar aunque si te digo la verdad ya no me impresionan. Es lo que pasa, que te acostumbras y ya te da lo mismo que salga un pulmón negro, una boca sin dientes que un ojo purulento…¿qué te cuentas tú?
La verdad es que poca cosa, poca cosa, ayer salimos a mirar sofás pero no nos decidimos, parece mentira que sea tan difícil elegir un sofá, es que hay tantos… ahora que me acuerdo, eso lo decía también en el libro del pensamiento, el que no me pude terminar, el coñazo. Que cuando hay tanto de todo uno ya no quiere nada, se satura, yo con tanto sofá me saturé y le dije a Marcos, pues nos sentamos en el suelo y sanseacabó.
Mina se acerca hasta la estantería de libros, por la mañana una mujer ha dejado varios y aunque ella le dijo, “llévese alguno, llévese alguno y luego me comenta a ver qué tal”, la otra salió corriendo como si hubiera peligro de algo. Como si se hubiera olido una posible amenaza de agitación cultural.
A ver que me ha dejado aquí esa tía, buffff, resopla, “Poemas españoles sobre el mar”, “Poemas españoles sobre la noche”, “Poemas españoles sobre el amor”. Qué especialización más tonta, piensa.
Al levantar la cabeza se topa con los hombrecitos neuróticos del vestido de Rosaura. De cerca parecen todavía más neuróticos, locos perdidos, los psiquiatras toman notas. Cuánto detalle para un vestido.
Tengo otro monísimo con libélulas volando, si tuviera que rencarnarme en algún animal elegiría libélula, son tan bonitas, ¿y tú?
Pues no sé, no lo he pensado nunca, no me gustaría ser un animal.
Tiene ganas de que se vaya Rosaura, ya está visto que con ella no se va a poder iniciar el intercambio de cultura, al contrario, se teme que con su presencia le está estropeando el proyecto.
Aquí vuelve el Fernandito, mira qué merienda más sana, coca cola y un bollo industrial envuelto en plástico. Y ecológica.
Rosaura se ríe de su propia ironía, cuando lo hace, los neuróticos se agitan en sus divanes, inquietos.
-Yo ya no puedo pelear por todo, hay que elegir bien las peleas, si peleo porque haga los deberes ya no puedo pelear también porque meriende manzana.
-Te sientas en la escalera, ahí, y haces los deberes.
-Es que se ha hecho de noche y no veo bien, dice el chico bostezando.
-Con lo que me sale, ¿Y para que tenemos bombillas led?
Eso, estudia, estudia, que luego si estudias…Rosaura interrumpe el discurso y acercándose a Mina sigue la frase fuera del alcance del niño.
-Si estudias…na de ná, antes si estudiabas llegabas lejos, ahora más bien te quedas cerca, eso también sale en el libro ese que te digo, no en el de la princesa india de la pasión ni en el del crimen que engancha, en el otro, el que no me pude terminar. Pues estaba bien, no sé por qué no pude con él, no sé, te decía verdades como puños. A lo mejor fue por eso.
A Mina le está entrando un desánimo raro, puede ser hambre o puede ser otra cosa.
No llueve, dice su amiga mirando hacia el cielo vacío de nubes. Ayyyyy, qué sueño yo también, es que llevo un diíta fino serafino.
Entra un hombre y pide un paquete de Marlboro y otro de chicles. Ni mira el estante ni lee el cartel con sus graciosas y alegres exclamaciones.
Además del desánimo también siente Mina una especie de agitación. No cree que cultural.
Ay ya no sé qué decir… no quiero halagarte tanto, pero es difícil no hacerlo.
No te leo, entro en el relato, he visto a esas dos y al niño, y al sinsentido general que reina ahí y en todas partes.
Gracias otra vez.
Besos neuróticos.
Puedes decir: ¡más colores!
Eso siempre agita culturalmente el ambiente, digo yo.
Gracias a ti, Toro, por animarte a entrar en el estanco/ club de lectura a pasar un rato :))
Besos
La idea del relato es muy buena, pero los detalles descriptivos son una pasada . Leendo tu texto de verdad estaba ahí en ese estanco y lo tengo clarisimo como son los hombrecitos neuróticos de la falda de Rosana … jajajajaj …¡¡¡Genial !!!¿ De donde lo has sacado eso? Me encató, Paloma. Con mucha admiración.
Te iba a contar de dónde han salido pero creo que es mejor no desvelar los misterios, si es que a eso se le puede llamar misterio.
Solo te diré que no tengo ningún vestido así pero una camisa de libélulas sí!!!
Muchas gracias, Tatiana.
Me animan mucho tus palabras.
Besos
La primera carcajada ha venido con la mención del libro de la mili en Madrid. Madre mía…
La segunda, con el club formado por Rosana y el niño.
La tercera, con Rosana estropeándole la iniciativa a Mina…
Otra, con la merienda plástica y ecológica del gandul del niño… Muy cierto ese detalle.
Da la sensación de que la idea de Mina no acaba de arrancar. Es una pena. Ni agitación ni intercambio ni conversaciones. También parece que la gente le deja libros algo cutres, y de coger uno ya ni te cuento. Espero que haya puesto algún cartelito en rojo del tipo «llévese un libro, sin miedo, no se va a electrocutar».
Desde luego que parece que estés en ese estanco. Y lo del vestido con los neuróticos es de lo más original.
Por otro lado diría que la lectura no es uno de los hobbies principales de los españoles. Y mira quién fue a hablar. Leo, pero poco.
Ánimo a Mina, que no desespere.
Besos.
Me alegro de las risas, eso nunca viene mal, son mejores que cualquier agitación cultural.
Pobre Mina, me parece a mí que con esa parroquia no le va a prosperar la iniciativa.
Tampoco el lugar es el más indicado.
A lo mejor consigue atraer a unos cuantos neuróticos con sus correspondientes psiquiatras y el club sale adelante.
Estoy diciendo más tonterías que Rosaura.
Será la hora.
Besos y gracias, What.
La verdad es que comentar vale de poco cuando siempre digo lo mismo: magistral la descripción de los personajes y de las realidades cotidianas. ¡Siempre dejas con ganas de saber más de la vida que llevan! Tienes un don especial para escribir 🙂
El concepto de intercambio cultural no se entiende, desde luego. Como dices en el texto, la gente deja libros infumables y no se llevan ninguno a cambio.
Han entendido: deje aquí lo que no quiera y salga corriendo. Peligro de agitación cultural 😉
Muchas gracias, Nona. Si es para decirme algo agradable no me importa nada que te repitas. Lógico!!
Muchos besos
Querida Paloma, un día más mi agradecimiento por compartir relatos de enorme calidad que nos hacen pasar momentos muy gratos.
Feliz semana y un abrazo muy fuerte.
Isabel, me aburriría mucho si no tuviera lectores.
Gracias a ti.
Otro gran abrazo.
Es un relato muy bueno. Dejas pistas por todas partes. Aunque no sé si lo haces con conciencia de ello, vas marcando la narración con muchas pistas de lo que le va ocurriendo a la que se supone que es protagonista (en la que, en mi opinión, recae la perspectiva de la narración). Eso es muy bueno. Supongo que hay trazas de humor en el escrito, pero yo veo más ironía y curiosamente no me he reído en ningún momento. El término agitación, que es con el que termina el relato precisamente, es el que me ha alcanzado en el ánimo. Más bien inquietud.
A estas alturas me doy cuenta de los temas que tratas normalmente. Los pondría por temas o inquietudes, pero en general proyectan una mirada que se sorprende de o se cuestiona el hecho de que los demás personajes no se sorprendan o se inquieten. Como si dieran por sentado muchas cosas o que se les pasara desapercibidas. Esto de forma general.
Me alargo porque merece la pena comentar después de una buena lectura. No siempre será así, para que no te canses.
Un abrazo 🙂
No me canso nada, al contrario.
Me gusta y hasta me sorprende porque te das cuenta de cosas que no veo yo. No es que no las vea es que no soy consciente de que las hago.
Y lo que dices al final creo que es verdad pero tampoco sabría explicar el porqué.
Gracias, Olga.
Un beso
A lo mejor peco de ver cosas, pero no puedo evitarlo. Y un buen relato connota y denota y hay que usarlo. El tuyo, los tuyos, lo hacen. Úsalo!! Un beso.
admiro mucho tu capacidad para dar fondo a través del dialogo, será que ustedes los Ibéricos son locuaces y muy expresivos???. Besos.
Gracias, amiga 🙂
Puede ser, aunque en todas partes hay un modo de hablar particular, digno de ser reproducido.
El proyecto de Mina es interesante. Y para ella una gratificación que compensa de los problemas familiares y de las horas pasadas en el estanco. Pero con qué facilidad se desvirtúan y se malentienden esas propuestas. Todo muy real. Las dos amigas, dibujadas con trazos humorísticos, resaltan en esta escena de la vida cotidiana.
Lo es, pero parece que no va a prosperar.
A lo mejor no era el momento ni el lugar.
Quién sabe si en otra ocasión Mina logrará sus objetivos.
Gracias por la lectura y el comentario, Antonio.
La cultura está en decadencia, ya se volvió obsoleta, los libros pasaron de moda y ahora estamos volviendo al paleolítico, los que lean se volverán sociedades secretas pues serán vistos como raros, que esconden algo, pobre Mina, que frustración querer que presten atención a su estantería……….un abrazo
Un poco sí que estamos volviendo atrás, en el sentido de que la comunicación se hace más a través de las imágenes que de la palabra. Eso era lógico cuando la mayor parte de la población era analfabeta. Ahora todo el mundo sabe leer pero solo lo hace por propia voluntad una minoría. Puede que me equivoque. Ojalá.
Abrazo grande, Themis.
Es un decir que saben leer, pues no tienen comprensión lectora o se le dificulta, claro no sé por aquellos rumbos, pues aquí te encuentras con analfabetos en la Universidad y pasaron por todos los niveles anteriores, lo mismo en Estados Unidos, realmente desconozco la realidad europea. Un abrazo
Hay de todo pero creo que también se da ese caso que explicas. Por lo menos en España.
Me quedé pensando y me vino a la cabeza de que de repente estamos en el paleolítico de lo digital por eso nos estamos volviendo de las cavernas, jajajajaja. Busque el dato y uno de cada cinco europeos tiene el problema. Tal vez por eso no le funciona a tu personaje le llegan los de la estadística. Un abrazo
Y la nueva caverna es instagram.
Sí, debe ser una cuestión de pura estadística como dices.
Abrazo de vuelta!
Qué pena que no funcione la idea de Mina, es muy buena, y le daría la oportunidad de tener ese tipo de charlas que ansía. Pero se queda con su frustración, la pobre. Como siempre, sabes sacar esos detalles que hacen tan creíbles a tus personajes.
Hace tiempo leí un libro en el que salía una bibliotecaria llamada Mina.
Un besote. 🙂
No le va a quedar más remedio que leer por su cuenta y sin intercambio de pareceres.
O quién sabe si su idea terminará prosperando pese a este mal comienzo.
Besos, Luna
Aunque no fumo me suelen mandar a comprar tabaco, así que conozco algunos estancos. Has descrito todo tan bien que me imaginaba uno en concreto, más que nada porque tiene bastante espacio para poner libros de intercambio, no me ha costado nada imaginarme tu relato. Me he reído un montón con los que quieren pagar con el abono transporte, alguna vez lo he sacado en lugar de la tarjeta de crédito, jajaja. Buen fin de semana, Evavill.
Se lo puedes proponer al dueño o dueña la próxima vez que vayas. O de intercambio de vinilos, se han vuelto a poner de moda.
Gracias, Raúl.
Buen domingo!!
ME DA PENA MINA Y SU MUNDILLO DE MEDIOCRES, NEURÓTICOS Y LIBROS QUE SE ACUMULAN. A LA GENTE LE GUSTA, EN GENERAL VER LIBROS QUE SE ACUMULAN
TE ADMIRO
Jajaja, me ha hecho gracia eso de que a la gente le gusta ver libros que se acumulan.
Más te admiro yo a ti
¡¡Ay, Paloma!! Cómo me río con tus relatos… Es que está lleno de detalles divertidísimos. Pobrecilla Mina, todo el día vendiendo cajetillas de tabaco con dibujos de pulmones negros…. Y ese vestido con pacientes neuróticos y sus psiquiatras, jaja… Dime dónde lo venden que me lo compro. Genial, Paloma. Un abrazo
Jajaja, qué bien que te hayas reído. Es lo que más me gusta que me digan 🙂
Pues el vestido casi que te lo puedes comprar porque existe, lo malo es que no me acuerdo dónde estaba, pero verlo, lo vi.
De la que te has librado!!
Gracias, Maite
Otro abrazo
Por ciero, enhorabuena a Olga también por el dibujo. Hacéis un buen tandem las dos.
Se lo diré.
A mí me gusta mucho lo que hace.
Creo que a aquellos que siembran en desánimo por donde pasan ahora les dicen relaciones tóxicas. Creo que como con la ropa pret a porter de temporada, sólo les pasa que se acomodan a llevar la moda de no pensar nada por su cuenta. Un besazo.
A veces no es tanto ser tóxico como que no se coincide en gustos o intereses.
Beso, Carlos.